De tours y narco-tours: cómo narrar nuestros fantasmas
El “Proyecto Narcotour” nació en una clase que imparte el profesor Mauricio Builes en la Universidad Eafit de Medellín. Su objetivo: contar “el lado B” del narcotráfico desde el punto de vista de las víctimas:
Camilo Tamayo Gómez*
Un proyecto contestatario
Hace unos días, las imágenes sonrientes de tres empleadas del Concejo de Medellín junto a “Popeye” despertaron un debate que acabó con disculpas públicas y un recorrido en compañía del Alcalde Federico Gutiérrez por el Museo Casa de la Memoria.
El “Proyecto Narcotour” nació en una clase que imparte el profesor Mauricio Builes en la Universidad Eafit de Medellín. Su objetivo es contar “el lado B” del narcotráfico desde el punto de vista de las víctimas: historias que jamás han salido a la luz pública. (Vea aquí la publicación original)
Este “narcotour” surge como respuesta a las varias empresas de turismo que ofrecen recorridos por los lugares insignes en la vida de Pablo Escobar y cuyos principales clientes son turistas extranjeros.
Consumo y narrativas pop
La oferta es muy sugerente. Si usted paga 1.449 dólares (alrededor de 4,5 millones de pesos) podrá cenar con alias ‘Popeye’ y visitar con él las instalaciones de la Hacienda Nápoles, el Edificio Mónaco, la antigua cárcel de La Catedral, la tumba de su antiguo jefe —la segunda más visitada en Latinoamérica— y otros lugares emblemáticos que recrean lo que fue el Cartel de Medellín.
“Excursiones que te dejarán sin aliento, y lo mejor de todo si eres fanático de la serie ‘Pablo Escobar’. Podrás preguntarle todo lo que desees a ‘Popeye’, su mano derecha”. Ese es el texto promocional del “narcotour”, sin duda uno de los más famosos de los más de treinta tours similares que actualmente se ofrecen en Medellín.
Pero el tour no lo es todo. Los turistas pueden comprar una amplia gama de objetos relacionados con la figura de Escobar. ¿Qué sucedió para que la cultura narco se volviera un objeto de consumo? ¿Por qué Pablo Escobar se convirtió en un ícono pop?
El escritor Frederic Jameson advirtió que el capitalismo contemporáneo transforma y resignifica los fenómenos socioculturales que en principio atentan contra su razón de ser, como el narcotráfico. En lugar de luchar directamente contra él, el capitalismo lo cosifica y lo inserta dentro de las lógicas de oferta y demanda, amparadas en el gusto, el entretenimiento y la cultura celebrity.
Ejemplo de lo anterior es el movimiento punk de la década de 1970, que nació como una manifestación anti-capitalista, anti-sistema y anarquista. En lugar de eliminarlo, el capitalismo lo transformó en objeto de consumo y lo despojó de su sentido contestatario. En adelante, cualquiera pudo usar taches y cresta en Halloween.
Desigualdad y pobreza
La promesa del capitalismo es muy simple: el que siga las reglas del mercado legalmente y obtenga suficiente papel moneda podrá acceder a productos y servicios para su satisfacción y alegría. El narcotráfico rompe este esquema porque promete alcanzar la misma tierra prometida saltándose las reglas de juego.
Los “narcotours” son un mecanismo de expresión pública que celebra simbólicamente esta ruptura. La exaltación de la criminalidad tiene sentido en un contexto de insatisfacción general, provocado por la inequidad, la pobreza y el desequilibrio social. Es significativo que sea en Medellín —no en Cali ni en Bogotá— donde se ofrecen estos “narcotours”, pues Medellín es la ciudad más inequitativa de Colombia.
Estas ofertas de entretenimiento no solo banalizan la criminalidad. También son muestra del mismo imaginario colectivo que dio vida al narcotráfico: la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, la inequidad, etc.
Narrativas de entretenimiento y construcción de memoria
Así, los productos de entretenimiento como los “narcotours” o las series de Netflix entran en choque directo con las experiencias de las víctimas, que sufrieron debido a las acciones violentas de organizaciones criminales.
Estas narrativas de entretenimiento narco (que enaltecen las figuras de los capos) entran a construir enmarcaciones de memoria que no necesariamente están dando cuenta de la realidad histórica. De ahí el valor simbólico del “Narcotour” propuesto por el profesor Builes. Una cosa es la ficción mediática y otra cosa es la memoria histórica.
El problema de fondo consiste en que las narrativas de entretenimiento tienen la habilidad de instalarse con mucha más facilidad en la conciencia colectiva que los relatos académicos o científicos que narran fantasmas como el del narcotráfico.
¿Cómo afecta lo anterior la construcción de memoria histórica y los procesos de reparación a las víctimas? Yo considero que de dos maneras:
1. Que la memoria ficcional y banal propuesta por las lógicas del entretenimiento (“narcotour” o Netflix) entran a ocupar el lugar de las memorias culturales e históricas que dan cuenta de nuestros procesos sociales.
De allí se sigue que la memoria adquiera una forma sensacionalista (“vende más” la figura de Pablo Escobar que la de Las Madres de la Candelaria), convirtiéndose así en un campo de batalla de relatos y significaciones desde las lógicas comerciales del entretenimiento.
2. Que se pueden llegar a afectar los procesos de reparación simbólica de las víctimas cuando el victimario cobra mayor peso moral, simbólico, mediático y narrativo que la víctima. Los valores en la sociedad pueden desequilibrarse al poner en el centro de atención al verdugo sin abordar críticamente las repercusiones nefastas que trajeron sus hechos para la sociedad.
Sin lugar a dudas, el reto en el futuro es lograr construir un orden simbólico y narrativo que nos permita mejorar como sociedad, después de tantas décadas de guerra.
*Coordinador de la Especialización en Comunicación Política de la Universidad EAFIT y analista de Razón Pública.
Este texto es publicado gracias a una alianza entre El Espectador y el portal Razón Pública.
Un proyecto contestatario
Hace unos días, las imágenes sonrientes de tres empleadas del Concejo de Medellín junto a “Popeye” despertaron un debate que acabó con disculpas públicas y un recorrido en compañía del Alcalde Federico Gutiérrez por el Museo Casa de la Memoria.
El “Proyecto Narcotour” nació en una clase que imparte el profesor Mauricio Builes en la Universidad Eafit de Medellín. Su objetivo es contar “el lado B” del narcotráfico desde el punto de vista de las víctimas: historias que jamás han salido a la luz pública. (Vea aquí la publicación original)
Este “narcotour” surge como respuesta a las varias empresas de turismo que ofrecen recorridos por los lugares insignes en la vida de Pablo Escobar y cuyos principales clientes son turistas extranjeros.
Consumo y narrativas pop
La oferta es muy sugerente. Si usted paga 1.449 dólares (alrededor de 4,5 millones de pesos) podrá cenar con alias ‘Popeye’ y visitar con él las instalaciones de la Hacienda Nápoles, el Edificio Mónaco, la antigua cárcel de La Catedral, la tumba de su antiguo jefe —la segunda más visitada en Latinoamérica— y otros lugares emblemáticos que recrean lo que fue el Cartel de Medellín.
“Excursiones que te dejarán sin aliento, y lo mejor de todo si eres fanático de la serie ‘Pablo Escobar’. Podrás preguntarle todo lo que desees a ‘Popeye’, su mano derecha”. Ese es el texto promocional del “narcotour”, sin duda uno de los más famosos de los más de treinta tours similares que actualmente se ofrecen en Medellín.
Pero el tour no lo es todo. Los turistas pueden comprar una amplia gama de objetos relacionados con la figura de Escobar. ¿Qué sucedió para que la cultura narco se volviera un objeto de consumo? ¿Por qué Pablo Escobar se convirtió en un ícono pop?
El escritor Frederic Jameson advirtió que el capitalismo contemporáneo transforma y resignifica los fenómenos socioculturales que en principio atentan contra su razón de ser, como el narcotráfico. En lugar de luchar directamente contra él, el capitalismo lo cosifica y lo inserta dentro de las lógicas de oferta y demanda, amparadas en el gusto, el entretenimiento y la cultura celebrity.
Ejemplo de lo anterior es el movimiento punk de la década de 1970, que nació como una manifestación anti-capitalista, anti-sistema y anarquista. En lugar de eliminarlo, el capitalismo lo transformó en objeto de consumo y lo despojó de su sentido contestatario. En adelante, cualquiera pudo usar taches y cresta en Halloween.
Desigualdad y pobreza
La promesa del capitalismo es muy simple: el que siga las reglas del mercado legalmente y obtenga suficiente papel moneda podrá acceder a productos y servicios para su satisfacción y alegría. El narcotráfico rompe este esquema porque promete alcanzar la misma tierra prometida saltándose las reglas de juego.
Los “narcotours” son un mecanismo de expresión pública que celebra simbólicamente esta ruptura. La exaltación de la criminalidad tiene sentido en un contexto de insatisfacción general, provocado por la inequidad, la pobreza y el desequilibrio social. Es significativo que sea en Medellín —no en Cali ni en Bogotá— donde se ofrecen estos “narcotours”, pues Medellín es la ciudad más inequitativa de Colombia.
Estas ofertas de entretenimiento no solo banalizan la criminalidad. También son muestra del mismo imaginario colectivo que dio vida al narcotráfico: la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, la inequidad, etc.
Narrativas de entretenimiento y construcción de memoria
Así, los productos de entretenimiento como los “narcotours” o las series de Netflix entran en choque directo con las experiencias de las víctimas, que sufrieron debido a las acciones violentas de organizaciones criminales.
Estas narrativas de entretenimiento narco (que enaltecen las figuras de los capos) entran a construir enmarcaciones de memoria que no necesariamente están dando cuenta de la realidad histórica. De ahí el valor simbólico del “Narcotour” propuesto por el profesor Builes. Una cosa es la ficción mediática y otra cosa es la memoria histórica.
El problema de fondo consiste en que las narrativas de entretenimiento tienen la habilidad de instalarse con mucha más facilidad en la conciencia colectiva que los relatos académicos o científicos que narran fantasmas como el del narcotráfico.
¿Cómo afecta lo anterior la construcción de memoria histórica y los procesos de reparación a las víctimas? Yo considero que de dos maneras:
1. Que la memoria ficcional y banal propuesta por las lógicas del entretenimiento (“narcotour” o Netflix) entran a ocupar el lugar de las memorias culturales e históricas que dan cuenta de nuestros procesos sociales.
De allí se sigue que la memoria adquiera una forma sensacionalista (“vende más” la figura de Pablo Escobar que la de Las Madres de la Candelaria), convirtiéndose así en un campo de batalla de relatos y significaciones desde las lógicas comerciales del entretenimiento.
2. Que se pueden llegar a afectar los procesos de reparación simbólica de las víctimas cuando el victimario cobra mayor peso moral, simbólico, mediático y narrativo que la víctima. Los valores en la sociedad pueden desequilibrarse al poner en el centro de atención al verdugo sin abordar críticamente las repercusiones nefastas que trajeron sus hechos para la sociedad.
Sin lugar a dudas, el reto en el futuro es lograr construir un orden simbólico y narrativo que nos permita mejorar como sociedad, después de tantas décadas de guerra.
*Coordinador de la Especialización en Comunicación Política de la Universidad EAFIT y analista de Razón Pública.