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Una familia de apicultores de Ocamonte, Santander, denunció que aproximadamente 30.000 abejas murieron luego de ser envenenadas, al parecer, con un líquido que usaron otras personas para fumigar.
Según la denuncia hecha por los hermanos Ariosto José y Argelio Parra Cordero, los líquidos que están usando los dueños de los trapiches donde se produce la panela, estarían afectando a las abejas que llegan hasta allí.
“Están echando un veneno que es Sevin 180 y otros venenos, fumigando las cañas para hacer cultivos, o fumigan también para sembrar café o cualquier otro cultivo, ellas absorben ese veneno, llegan al cajón y comienzan a comer envenenando a las otras colmenas”, sostuvo Ariosto a Semana.
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Al menos 15 colmenas de abejas ubicadas en la vereda Hatigal resultaron afectadas por este líquido. Según los denunciantes, la mortandad de estas abejas les representa pérdidas económicas entre los $16 millones y $25 millones.
“Me siento triste y acongojado con las personas que usan ese veneno porque están matando las pobres abejas que son las que polinizan las flores y otras plantas que son medicinales. Les pedimos que tengan más en cuenta que líquidos utilizan porque las abejas van hasta las flores y encuentran la muerte”, dijo uno de los denunciantes desde el apiario.
Los hermanos Parra Cordero además hicieron un llamado a la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) para que investigue lo sucedido y tome acciones que detengan esta situación, en el municipio ubicado a tres horas de Bucaramanga.
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En respuesta, el director de la entidad, Alexcevith Acosta, informó que “estaremos haciendo presencia con el equipo de técnicos y especialistas para poder identificar cuál es la situación que se está presentando en la zona, entendiendo que hay también alguna actividad que pueda estar generando la mortandad de esta especie tan importante para los ecosistemas estratégicos”.
Además, desde la CAS recordaron a las personas que la extinción de las abejas traería consigo la alteración en una parte considerable de especies vegetales, algunas podrían incluso desaparecer; se reduciría drásticamente la biodiversidad de la flora e incluso se podría desencadenar una crisis alimentaria.