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A las tres de la madrugada de ayer, en el bulevar de Buenaventura (zona céntrica), sólo se escuchaban los pasos de un piquete de soldados, quienes eran los encargados de hacer cumplir el toque de queda decretado por las autoridades, luego de los actos vandálicos de la noche del viernes, cuando fueron capturadas 80 personas y por el que se declaró el toque de queda. (Lea también: Buenaventura grita “el pueblo no se rinde carajo”)
Todo comenzó luego de que las organizaciones en paro no llegaron a un acuerdo con el Gobierno. Desde ese momento, agentes del Esmad recorrieron la ciudad tratando de disipar los puntos de concentración, pero lo que lograron fue avivar los enfrentamientos con la comunidad, en especial con los jóvenes, que comenzaron a lanzarles piedras. (Lea: Gobierno refuerza seguridad en Buenaventura para evitar nuevos enfrentamientos en paro).
En la noche, ya con la situación fuera de control, se comenzó a rumorar sobre la muerte de jóvenes, así como la retención de líderes del paro, por lo que una multitud enardecida se tomó los almacenes de La 14, Éxito y Olímpica, así como locales comerciales, dos estaciones de gasolina y un concesionario de motos.
A las 10:30 a.m. de ayer, el panorama era completamente distinto. Ya sin toque de queda, la zona céntrica y corazón financiero de esta ciudad del Pacífico no registraba vida. Calles vacías y comercio cerrado se divisaban desde varias cuadras a la redonda. El guardia de una empresa de seguridad señala que es raro ver la ciudad de esta manera. “El domingo es día de turistas y se ven muchos en esta zona. Todo el comercio está vivo. Pero, por culpa del Gobierno, vea cómo nos tienen”, señala, mientras su rostro refleja la tristeza que le produce ver a su ciudad de esta manera. “Está apagada”.
Y es que en el sexto día de paro cívico, convocado por 83 organizaciones de esta ciudad, Buenaventura quiere hacerse sentir. Por ello, el comercio permanece con sus puertas cerradas, la terminal de transporte está sin pasajeros a quién recoger o dejar y los pequeños negocios no tienen a quién surtir sus alimentos diarios. Hasta escasea la gasolina y esto ya se nota. (Contexto: Buenaventura, 14 años de violencia)
Según informó la Asociación de Transportadores de Carga, los primeros días del paro han dejado más de $50.000 millones en pérdidas, mientras que la Federación Nacional de Cafeteros aseguró que, debido a que el 22 % de la cosecha nacional se vende en el exterior y el 60 % del grano se exporta por Buenaventura, se habían tomado las medidas necesarias para mitigar y disminuir el impacto de la protesta.
“¿Y cómo nos hacemos sentir ante los oídos sordos del Gobierno nacional? Pues paralizando todo. Es la queja mayúscula de la comunidad. De manera pacífica. No podemos continuar y no estamos dispuestos a seguir viviendo en la miseria. El paro va hasta que vengan y nos cumplan. Hasta el último alfiler nos lo tienen que pagar”.
El testimonio es de José Luis Roa Montaño, uno de los líderes del paro cívico, quien, bandera en mano, estuvo al frente de la marcha dominical a la cual asistieron cerca de 50.000 personas. Otro de los líderes, Freddy Olaya, agitaba una bandera de Colombia e invitaba a todo aquel que cruzaba por la avenida Simón Bolívar, arteria principal de esta ciudad, a que se uniera a la marcha. “Esto es por usted, por todos”, repetía sin cesar este educador de 45 años.
Nueva marcha, viejas peticiones
El barrio Bellavista, sobre la avenida Simón Bolívar o calle Sexta, fue el centro de concentración de la marcha dominical. Poco a poco fueron llegando las personas. A lo largo de la avenida tutelar, familias enteras, incluso con niños de brazos, se fueron uniendo; todos estaban vestidos con camisetas blancas. “La idea es que vean que Buenaventura está unida, pues los beneficiados somos todos”, gritaba una docente del sector rural.
A la marcha también se dieron cita otras personas, quienes, con cifras en mano, anunciaban por autoparlantes las “deudas” que tiene el Gobierno nacional con el puerto sobre el Pacífico.
“Vea, ya hemos revisado los compromisos con el Gobierno y la conclusión es que no se ha avanzado. Por ejemplo, a la ciudad se le ofreció mejorar el servicio de suministro las 24 horas de agua potable. De eso no tenemos ningún avance. Igualmente, se nos prometieron $20.000 millones para el hospital y justo cuando ingresó a funciones el nuevo alcalde, el Gobierno nacional nos dio la espalda”, señala Jaime Marines, ex alcalde y líder cívico de la región.
Actualmente se adelanta la construcción del tanque de almacenamiento y las plantas de tratamiento de agua de Venecia y Escalerete, que realiza Findeter y que completa más de un año de retrasos. Ante la parálisis del municipio, la entidad emitió un comunicado, el pasado miércoles, en el que asegura que, de continuar el paro, se retrasaría aún más la entrega de las obras, acto que para el padre John Reina, director de la Pastoral Social de Buenaventura y uno de los líderes durante las manifestaciones, “es insignificante con todo lo que se han demorado. Se supone que las obras iban a entregarlas en el 2015 y ya estamos en el 2017”.
Por su parte, Héctor Loaiza León, uno de los líderes sindicales de transportadores, argumenta que la población no dará marcha atrás. “Esta no es una nueva marcha. La del domingo es la convocatoria para que todos se unan, los del sector rural y el urbano. Esta es la consecuencia de que, cada día que pasa en este paro cívico, el convencimiento es mayor. La gente ya está cansada de tantas mentiras”, destaca.
Pese al desempleo, que sobrepasa el 68 %; al mal servicio de agua y el deterioro de las vías internas de la ciudad, entre otros dolores, lo de ayer fue una muestra de júbilo. “Pareciera que Colombia hubiese ganado el mundial”, opinaba una mujer comerciante al ver los cánticos, las danzas y la alegría que, más que queja, transmitía esperanza. “No podemos estar tristes, pero sí molestos. Pero, si no estamos unidos, pues nadie va a hacer por nosotros esta labor. Pedimos aparecer en el mapa de Colombia como ciudad de progreso, no de politiquería”, agrega Arminta Quevedo, una madre comunitaria de la zona rural.
Por eso no fue extraño encontrar al colectivo Nueva Esperanza gritando consignas positivas y de confianza. “No queremos morir sin pelear por lo nuestro. Buenaventura quiere y puede”, dice en las docenas de carteles entregados a lo largo de la columna humana que atravesó la ciudad.
El día continuaba y, mientras el sol canicular abrazaba a los marchantes, en otro frente se entregaban los datos de lo que representa este puerto para la economía nacional. El presidente de la Cámara de Comercio de Buenaventura, Alexánder Micolta, recuerda que el primer día de paro dejó pérdidas cercanas a $10.000 millones y al día siguiente se registraron bajas por más de $25.000 millones en su mayoría por la parálisis de la venta de gasolina y del comercio, que ha impedido, principalmente, la exportación de productos como el azúcar y el café. “Entonces, ¿cómo es que el Gobierno nacional no se ha dado cuenta de la importancia del puerto? Buenaventura necesita la atención que se merece”, recalca Micolta.
A las tres de la tarde, los marchantes consideraron que el objetivo se había cumplido. Los cerca de 20 kilómetros recorridos quedan en el recuerdo de todos. Mientras regresan a sus casas, unos por la calle Sexta, otros por la carretera alterna, por donde ingresa el transporte pesado, los habitantes esperan que, de las nuevas reuniones con los delegados del Gobierno Nacional, la solución llegue pronto. “¿Y mañana qué sigue? Pues seguir aguantando, avivar más el paro, continuar luchando por lo de todos y cada uno de los pobladores de este terruño. Así, unida, es como debemos ver a Buenaventura”, resalta Magnolia Ortiz, madre soltera y líder social de mujeres cabeza de familia del barrio Bellavista.