El Eln y sus interacciones con otros actores armados del conflicto
De todos los actores armados del prolongado conflicto interno colombiano, ninguno ha desarrollado tantos pactos, acuerdos y/o arreglos con sus oponentes y pares tantos como el Eln.
Charles Larrat-Smith - Andrés F Aponte - Luis Fernando Trejos
En efecto, salvo con las Autodefensas Unidades de Colombia (Auc), esta insurgencia selló en diversos momentos, espacios y bajo múltiples modalidades arreglos de cooperación para operar conjuntamente, dividirse el control de territorios, la regulación y extracción de recursos de algunas economías ilícitas o semi ilegales (coca, contrabando, mototaxismo, minería…), entre algunas modalidades.
La lista es larga: se ha señalado su colaboración y acuerdos con diversas insurgencias desde los años ochenta hasta el presente. Podemos señalar el caso de la trilateral y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB) en los años ochenta; en este milenio, los arreglos con las extintas Farc y el Epl y con expresiones rearmadas de las AUC (Los Rastrojos y Águilas Negras); e incluso, los acuerdos de cooperación e intercambio de información con el ejército nacional en Arauca en el marco de la guerra que libraron contra las Farc de 2005 a 2010.
En el presente, esta tendencia lejos de reversarse se ha confirmado en variados escenarios regionales: en la frontera venezolana tiene acuerdos con las disidencias de Gentil Duarte (el 33 en el Catatumbo y el 10 en Arauca), del lado venezolano con las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (FBL) (Apure), la Guardia Nacional Bolivariana y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB); en el Bajo Cauca se comenta de algunos arreglos con los Caparros y en el sur de Bolívar con las AGC.
¿Cómo entender esta “pactitis” elena? ¿Qué nos dice del presente y qué implicaciones tiene para su análisis y comprensión?
La respuesta a nuestro modo de ver, reside en su textura y trayectoria organizacional. Su naturaleza federada, que se expresa muchas veces en un control laxo o endeble del COCE sobre sus estructuras regionales, especialmente desde inicios de este siglo, las cuales están más atadas a los sentires, realidades y latidos territoriales que a la organización nacional, explican y enmarcan este comportamiento camaleónico del Eln, que muchas veces ha pasado del “amor” al “odio” con otros actores con quienes ha compartido presencia territorial.
Además, esta pactitis con sus enemigos de clase, así como con sus pares, expone la parroquialización de esta guerrilla, en la cual, las acciones armadas que desarrolla se muestran mucho más en función de las dinámicas locales que del “proyecto nacional”.
Los orígenes
Para los años ochenta, en medio del proceso de expansión y consolidación territorial del Eln a lo largo del país, se dio el primer acuerdo de cooperación y trabajo conjunto con un proyecto armado. En este caso hablamos de la trilateral, con la cual empezó a hacer presencia en el Caribe occidental, después de varios intentos fallidos.
Luego de un par de años de haberse conjurado el trabajo conjunto, el Mir-Patria Libre y el PRT terminaron vinculándose al proyecto eleno, con el cual en el primer Congreso pasaron a llamarse la Unión Camilista del Ejército de Liberación Nacional (UC-ELN). De forma paralela hizo parte de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB) junto a otras organizaciones insurgentes, en una apuesta que buscaba replicar la experiencia del salvadoreño Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
El primer experimento fue bastante precario, porque de ella emergió la división de la Corriente de Renovación Socialista y el apoyo social y su asentamiento en territorio fue reducido, en particular en los Montes de María. En la segunda, el Eln terminó relegado por las Farc en los años noventa hasta que se desintegró todo intento de unión o réplica de la experiencia centroamericana.
¿El ELN con todos y contra todos?
A inicios del milenio (2004-2008), cuando el Eln estaba en una de las mayores crisis de su historia, se empezó a indicar en medios y por parte de analistas sobre ciertas alianzas y pactos de división territorial con expresiones rearmadas de las AUC.
En Cauca, Chocó, Nariño y sur de Bolívar se señalaron acuerdos de división y repartición territorial con los Rastrojos y las Águilas Negras, que muchas veces estaban en función de excluir a las Farc del acceso a los recursos de las actividades económicas presentes en esos territorios (minería, coca, secuestros, extorsiones, etc.) Sin embargo, la cosa fue distinta con las Farc en el Chocó, donde estas guerrillas empezaron a compartir espacio y realizaron acciones armadas coordinadas, que llevaron a algunos, para ese momento, a hablar de la fusión de las estructuras de estas dos organizaciones. Basta recordar las Tomas de San Marino e Iscuandé, en 2005.
Donde las relaciones se hicieron insostenibles entre estas dos insurgencias fue en Catatumbo y Arauca, debido a que las tensiones escalaron a tal punto que se tramitaron con sangre. En el primer lugar, las llamadas bases de los dos bandos se enfrentaron entre sí dejando una estela de sangre y estigmatización. La situación fue más grave en Arauca, donde se enfrentaron a muerte y las organizaciones sociales afines a cada grupo pusieron cientos de muertos, a raíz del intento de expansión de las Farc, bajo el mando Granobles. Acá la lucha era no solo por los recursos de la extracción petrolífera, también por el contrabando, y más que todo por sus políticas contradictorias sobre la coca en el departamento.
En esta lucha el Eln, de acuerdo a información de ciertos medios de ese entonces, no solo enfrentó a las Farc de forma directa, sino que también se alió con el enemigo de su enemigo: El ejército nacional. Con esto no solo operaron conjuntamente contra las extintas Farc, sino que también le facilitaron inteligencia. Esta colaboración fue desarrollada por la comisión Marta Elena Barón, particularmente por un comandante de rango medio, que luego fue procesado revolucionariamente y ajusticiado, luego de sus actos de insubordinación y cooperación con el enemigo.
Finalmente, la victoria elena en el Sarare (2010) llevó a un acuerdo pragmático de repartición territorial en el lado colombiano y en territorio venezolano con las Farc, donde se delimitaron concretamente las zonas de influencia, los ámbitos de regulación, de trabajo político y la extracción de recursos de las actividades económicas que cada grupo solía regular y ordenar.
La importancia de la paz Araucana fue que zanjó toda diferencia en todos los espacios del territorio nacional donde estas dos guerrillas coincidían territorialmente: en Cauca, Chocó, Catatumbo, Sur de Bolívar, Bajo Cauca y Cesar se repartieron áreas, bases y la regulación y extracción de recursos de diversas actividades económicas. Esta situación permaneció inalterable, bajo un ambiente de paz, hasta 2016 cuando salió del tablero de la guerra nacional las Farc.
El escenario del pos acuerdo
Desmovilizadas las Farc, el proceso expansivo del Eln se hizo evidente en varias regiones del país por las nuevas luchas territoriales en las que se enfrascó. En Chocó, la cosa empezó un poco antes de la firma del Acuerdo de paz con las Agc (2013-2014), y desde entonces ha mantenido una disputa armada que no ha tenido tregua por zonas claves en términos de movilidad y áreas estratégicas por la disponibilidad de recursos, que anteriormente controlaban las Farc.
Sin embargo, la situación es totalmente opuesta en el sur de Bolívar donde las Agc y Eln (Frente de Guerra Darío de Jesús Ramírez Castro), desde 2018, han logrado alcanzar un pacto de no agresión, incluso en detrimento de las expresiones rearmadas de las extintas Farc. En esta parte del país, particularmente en el Serranía de San Lucas hay un acuerdo de repartición territorial donde cada actor respeta la presencia del otro y buscar no llamar la atención del Estado.
En el Catatumbo, luego de una década de paz y de ciertos acuerdos con el Epl, sobre todo por el Alto Catatumbo, el Eln se enfrascó en una lucha con esta insurgencia por el control de espacios y la economía cocalera. El desenlace fue la derrota del Epl, en gran parte por su actuar militarizado y despolitizado, que resultó en una posterior alianza con los Rastrojos, y en el presente con las Agc para resistir a la hegemonía elena; algo que explica ciertas escaramuzas armadas en zonas rurales de Sardinata.
Esta confrontación contrasta con la pacífica relación que ha tenido el Frente de Guerra Nororiental con la estructura de John Mechas de la disidencia del 33 de las Farc. Hasta el momento no se han producido interacciones armadas entre las dos guerrillas y parece que hay unos acuerdos de entendimiento entre las dos partes, gracias a la larga trayectoria del comandante fariano rearmado, que tiene como aprendizaje su paso por la extinta guerrilla y los pactos realizados años atrás.
Por otro lado, aunque no hay documentos que lo comprueben, es vox populi que, en el Bajo Cauca, desde el 2019, los Caparros y el Eln acordaron límites territoriales y pactaron no agredirse, incluso se comenta que han actuado conjuntamente contras las Agc.
Finalmente, del otro lado de la frontera venezolana es patente un acercamiento de esta insurgencia con la GNB y FANB por toda la zona fronteriza del lado del vecino país. En estos acuerdos han desarrollado acciones conjuntas para enfrentar a los Rastrojos y los Pelusos por el Catatumbo, en la zona rural de Cúcuta y Táchira; y, han terciado en los conflictos con los grupos delincuentes venezolanos por toda la frontera (El Tren de Aragua, colectivos armados, sindicatos, la zona, etc.).
¿Qué podemos extraer de todo este recuento? ¿Y los diversos modos de actuar del Eln de acuerdo a los diversos espacios, actores y momentos?
No es descabellado afirmar que las alianzas del Eln estuvieron marcadas inicialmente por motivaciones político-ideológicas hasta mediados de la primera década de este siglo, sin embargo después de perder varias guerras con las Auc y algunas estructuras de las Farc, el pragmatismo de una nueva generación de mandos medios y la visión territorial de la guerra produjo nuevas alianzas y nuevos conflictos, no por la defensa de un metarrelato ideológico o la toma del poder nacional, sino por el control y administración de rentas legales e ilegales presentes en distintas subregiones del país.
En otras palabras, estas alianzas, pactos y acuerdos, así como las interacciones armadas que expresan la lucha del Eln por el control del territorio, exponen que sus lógicas armadas están más en función de los espacios donde tiene influencia, que dirigidas a objetivos y estrategias nacionales militares.
Finalmente, como se ha señalado en otras columnas, los actuales mandos de los Frentes de Guerra tuvieron que enfrentar la guerra contra las Auc y la creciente presencia de economías cocaleras desde el pragmatismo y no desde el idealismo, asumiendo la conducción de escenarios tácticos locales, que implicaban en la práctica la renuncia a la “estrategia nacional” que para ese momento ya era más ideal que real. Es decir, lo que queda expuesto es que dentro de esta organización armada hay un quiebre entre lo que se dice en la comandancia nacional y sus apuestas armadas discursivas para seguir resistiendo y lo que sucede realmente en el terreno concreto: la necesidad de sobrevivir, permanecer y resistir en armas en el territorio con lo que realmente hay, bajo unas condiciones contextuales bastante específicas en cada área del país donde tiene influencia y presencia.
En efecto, salvo con las Autodefensas Unidades de Colombia (Auc), esta insurgencia selló en diversos momentos, espacios y bajo múltiples modalidades arreglos de cooperación para operar conjuntamente, dividirse el control de territorios, la regulación y extracción de recursos de algunas economías ilícitas o semi ilegales (coca, contrabando, mototaxismo, minería…), entre algunas modalidades.
La lista es larga: se ha señalado su colaboración y acuerdos con diversas insurgencias desde los años ochenta hasta el presente. Podemos señalar el caso de la trilateral y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB) en los años ochenta; en este milenio, los arreglos con las extintas Farc y el Epl y con expresiones rearmadas de las AUC (Los Rastrojos y Águilas Negras); e incluso, los acuerdos de cooperación e intercambio de información con el ejército nacional en Arauca en el marco de la guerra que libraron contra las Farc de 2005 a 2010.
En el presente, esta tendencia lejos de reversarse se ha confirmado en variados escenarios regionales: en la frontera venezolana tiene acuerdos con las disidencias de Gentil Duarte (el 33 en el Catatumbo y el 10 en Arauca), del lado venezolano con las Fuerzas Bolivarianas de Liberación (FBL) (Apure), la Guardia Nacional Bolivariana y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB); en el Bajo Cauca se comenta de algunos arreglos con los Caparros y en el sur de Bolívar con las AGC.
¿Cómo entender esta “pactitis” elena? ¿Qué nos dice del presente y qué implicaciones tiene para su análisis y comprensión?
La respuesta a nuestro modo de ver, reside en su textura y trayectoria organizacional. Su naturaleza federada, que se expresa muchas veces en un control laxo o endeble del COCE sobre sus estructuras regionales, especialmente desde inicios de este siglo, las cuales están más atadas a los sentires, realidades y latidos territoriales que a la organización nacional, explican y enmarcan este comportamiento camaleónico del Eln, que muchas veces ha pasado del “amor” al “odio” con otros actores con quienes ha compartido presencia territorial.
Además, esta pactitis con sus enemigos de clase, así como con sus pares, expone la parroquialización de esta guerrilla, en la cual, las acciones armadas que desarrolla se muestran mucho más en función de las dinámicas locales que del “proyecto nacional”.
Los orígenes
Para los años ochenta, en medio del proceso de expansión y consolidación territorial del Eln a lo largo del país, se dio el primer acuerdo de cooperación y trabajo conjunto con un proyecto armado. En este caso hablamos de la trilateral, con la cual empezó a hacer presencia en el Caribe occidental, después de varios intentos fallidos.
Luego de un par de años de haberse conjurado el trabajo conjunto, el Mir-Patria Libre y el PRT terminaron vinculándose al proyecto eleno, con el cual en el primer Congreso pasaron a llamarse la Unión Camilista del Ejército de Liberación Nacional (UC-ELN). De forma paralela hizo parte de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB) junto a otras organizaciones insurgentes, en una apuesta que buscaba replicar la experiencia del salvadoreño Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
El primer experimento fue bastante precario, porque de ella emergió la división de la Corriente de Renovación Socialista y el apoyo social y su asentamiento en territorio fue reducido, en particular en los Montes de María. En la segunda, el Eln terminó relegado por las Farc en los años noventa hasta que se desintegró todo intento de unión o réplica de la experiencia centroamericana.
¿El ELN con todos y contra todos?
A inicios del milenio (2004-2008), cuando el Eln estaba en una de las mayores crisis de su historia, se empezó a indicar en medios y por parte de analistas sobre ciertas alianzas y pactos de división territorial con expresiones rearmadas de las AUC.
En Cauca, Chocó, Nariño y sur de Bolívar se señalaron acuerdos de división y repartición territorial con los Rastrojos y las Águilas Negras, que muchas veces estaban en función de excluir a las Farc del acceso a los recursos de las actividades económicas presentes en esos territorios (minería, coca, secuestros, extorsiones, etc.) Sin embargo, la cosa fue distinta con las Farc en el Chocó, donde estas guerrillas empezaron a compartir espacio y realizaron acciones armadas coordinadas, que llevaron a algunos, para ese momento, a hablar de la fusión de las estructuras de estas dos organizaciones. Basta recordar las Tomas de San Marino e Iscuandé, en 2005.
Donde las relaciones se hicieron insostenibles entre estas dos insurgencias fue en Catatumbo y Arauca, debido a que las tensiones escalaron a tal punto que se tramitaron con sangre. En el primer lugar, las llamadas bases de los dos bandos se enfrentaron entre sí dejando una estela de sangre y estigmatización. La situación fue más grave en Arauca, donde se enfrentaron a muerte y las organizaciones sociales afines a cada grupo pusieron cientos de muertos, a raíz del intento de expansión de las Farc, bajo el mando Granobles. Acá la lucha era no solo por los recursos de la extracción petrolífera, también por el contrabando, y más que todo por sus políticas contradictorias sobre la coca en el departamento.
En esta lucha el Eln, de acuerdo a información de ciertos medios de ese entonces, no solo enfrentó a las Farc de forma directa, sino que también se alió con el enemigo de su enemigo: El ejército nacional. Con esto no solo operaron conjuntamente contra las extintas Farc, sino que también le facilitaron inteligencia. Esta colaboración fue desarrollada por la comisión Marta Elena Barón, particularmente por un comandante de rango medio, que luego fue procesado revolucionariamente y ajusticiado, luego de sus actos de insubordinación y cooperación con el enemigo.
Finalmente, la victoria elena en el Sarare (2010) llevó a un acuerdo pragmático de repartición territorial en el lado colombiano y en territorio venezolano con las Farc, donde se delimitaron concretamente las zonas de influencia, los ámbitos de regulación, de trabajo político y la extracción de recursos de las actividades económicas que cada grupo solía regular y ordenar.
La importancia de la paz Araucana fue que zanjó toda diferencia en todos los espacios del territorio nacional donde estas dos guerrillas coincidían territorialmente: en Cauca, Chocó, Catatumbo, Sur de Bolívar, Bajo Cauca y Cesar se repartieron áreas, bases y la regulación y extracción de recursos de diversas actividades económicas. Esta situación permaneció inalterable, bajo un ambiente de paz, hasta 2016 cuando salió del tablero de la guerra nacional las Farc.
El escenario del pos acuerdo
Desmovilizadas las Farc, el proceso expansivo del Eln se hizo evidente en varias regiones del país por las nuevas luchas territoriales en las que se enfrascó. En Chocó, la cosa empezó un poco antes de la firma del Acuerdo de paz con las Agc (2013-2014), y desde entonces ha mantenido una disputa armada que no ha tenido tregua por zonas claves en términos de movilidad y áreas estratégicas por la disponibilidad de recursos, que anteriormente controlaban las Farc.
Sin embargo, la situación es totalmente opuesta en el sur de Bolívar donde las Agc y Eln (Frente de Guerra Darío de Jesús Ramírez Castro), desde 2018, han logrado alcanzar un pacto de no agresión, incluso en detrimento de las expresiones rearmadas de las extintas Farc. En esta parte del país, particularmente en el Serranía de San Lucas hay un acuerdo de repartición territorial donde cada actor respeta la presencia del otro y buscar no llamar la atención del Estado.
En el Catatumbo, luego de una década de paz y de ciertos acuerdos con el Epl, sobre todo por el Alto Catatumbo, el Eln se enfrascó en una lucha con esta insurgencia por el control de espacios y la economía cocalera. El desenlace fue la derrota del Epl, en gran parte por su actuar militarizado y despolitizado, que resultó en una posterior alianza con los Rastrojos, y en el presente con las Agc para resistir a la hegemonía elena; algo que explica ciertas escaramuzas armadas en zonas rurales de Sardinata.
Esta confrontación contrasta con la pacífica relación que ha tenido el Frente de Guerra Nororiental con la estructura de John Mechas de la disidencia del 33 de las Farc. Hasta el momento no se han producido interacciones armadas entre las dos guerrillas y parece que hay unos acuerdos de entendimiento entre las dos partes, gracias a la larga trayectoria del comandante fariano rearmado, que tiene como aprendizaje su paso por la extinta guerrilla y los pactos realizados años atrás.
Por otro lado, aunque no hay documentos que lo comprueben, es vox populi que, en el Bajo Cauca, desde el 2019, los Caparros y el Eln acordaron límites territoriales y pactaron no agredirse, incluso se comenta que han actuado conjuntamente contras las Agc.
Finalmente, del otro lado de la frontera venezolana es patente un acercamiento de esta insurgencia con la GNB y FANB por toda la zona fronteriza del lado del vecino país. En estos acuerdos han desarrollado acciones conjuntas para enfrentar a los Rastrojos y los Pelusos por el Catatumbo, en la zona rural de Cúcuta y Táchira; y, han terciado en los conflictos con los grupos delincuentes venezolanos por toda la frontera (El Tren de Aragua, colectivos armados, sindicatos, la zona, etc.).
¿Qué podemos extraer de todo este recuento? ¿Y los diversos modos de actuar del Eln de acuerdo a los diversos espacios, actores y momentos?
No es descabellado afirmar que las alianzas del Eln estuvieron marcadas inicialmente por motivaciones político-ideológicas hasta mediados de la primera década de este siglo, sin embargo después de perder varias guerras con las Auc y algunas estructuras de las Farc, el pragmatismo de una nueva generación de mandos medios y la visión territorial de la guerra produjo nuevas alianzas y nuevos conflictos, no por la defensa de un metarrelato ideológico o la toma del poder nacional, sino por el control y administración de rentas legales e ilegales presentes en distintas subregiones del país.
En otras palabras, estas alianzas, pactos y acuerdos, así como las interacciones armadas que expresan la lucha del Eln por el control del territorio, exponen que sus lógicas armadas están más en función de los espacios donde tiene influencia, que dirigidas a objetivos y estrategias nacionales militares.
Finalmente, como se ha señalado en otras columnas, los actuales mandos de los Frentes de Guerra tuvieron que enfrentar la guerra contra las Auc y la creciente presencia de economías cocaleras desde el pragmatismo y no desde el idealismo, asumiendo la conducción de escenarios tácticos locales, que implicaban en la práctica la renuncia a la “estrategia nacional” que para ese momento ya era más ideal que real. Es decir, lo que queda expuesto es que dentro de esta organización armada hay un quiebre entre lo que se dice en la comandancia nacional y sus apuestas armadas discursivas para seguir resistiendo y lo que sucede realmente en el terreno concreto: la necesidad de sobrevivir, permanecer y resistir en armas en el territorio con lo que realmente hay, bajo unas condiciones contextuales bastante específicas en cada área del país donde tiene influencia y presencia.