El Frente Domingo Laín, mitos y realidades de una máquina de guerra
Esta es la historia de la estructura armada más poderosa del Eln, consolidada a punta de secuestros y de esquilmar las regalías petroleras. Un grupo nacido de campesinos y que con el tiempo, henchido de arrogancia, llegó a convertirse en una especie de Estado alterno en Arauca. (Primera parte).
Redacción País
El Frente Domingo Laín, surgió en 1980, con la toma del corregimiento de Betoyes, en Tame (Arauca), donde el primer núcleo armado de veinte guerrilleros atacó el puesto de policía el 14 de septiembre, mató a cuatro uniformados, redujo a ocho, tomó el armamento, concentró a la población en la plaza y anunció su nacimiento. Desde ese lejano año, hasta el día de hoy, el Domingo Laín ha sido un actor de primera línea en el conflicto armado en la frontera con Venezuela.
La historia del Frente Domingo Laín y la de la colonización campesina del Sarare, están estrechamente ligadas. El Sarare es la región geográfica que une a los llanos con Norte de Santander, una zona selvática, sin infraestructura vial, donde en 1963 el gobierno de Guillermo León Valencia, desde el Incora y con el apoyo del Banco Mundial, se propuso el proyecto Arauca Uno, que consistía en ubicar a cinco mil familias campesinas en 100 mil hectáreas.
Ayer como hoy, los planes y las intenciones sonaban bien, pero la capacidad de planificar y gestionar tamaña operación de poblamiento, se quedó en la mitad y no fueron pocas las dificultades y los conflictos, que produciría la incapacidad para llevar de manera satisfactoria la ocupación efectiva y eficiente del territorio, por una población campesina que, empujada por la violencia y la falta de tierra, llegó a lo que sentían como un paraíso de naturaleza exuberante, con la esperanza de contar con el concurso de un estado que hiciera lo suyo. Los años mostrarían la precariedad de la acción estatal y cómo se reproducirían las lógicas de exclusión del viejo conflicto del que venían huyendo.
Arauca es uno de los departamentos donde el conflicto armado sigue tan fuerte como en otros tiempos. El Frente Domingo Laín, que opera allí, es la estructura más fuerte del ELN. Actualmente cuenta con 500 combatientes y una red de 1.500 milicianos. ¿Por qué ni el gobierno con sus masivas y millonarias ofensivas, ni los paramilitares con la guerra sucia, ni las Farc con su declaratoria de guerra han logrado acabar con él? Esta es su historia, que es a la vez la historia de la violencia en Arauca.
Entre 1962 y 1970 llegaron a la región del Sarare, vía Pamplona, las cinco mil familias proyectadas en el diseño del plan de Guillermo León Valencia. Eran familias pobres, provenientes fundamentalmente de Santander y Norte de Santander y en menor proporción del Valle, Tolima, Quindío y Cundinamarca. Traían las tristezas de la violencia de los años cincuenta, el espíritu del colonizador y las ganas de hacerse a una finca y levantar una familia.
Al acreditarse en la Caja Agraria de Tunebia, procedimiento que era acompañado por cartas de presentación de párrocos, alcaldes, inspectores de policía, de las regiones de origen, en las que se daba fe de que eran familias sin tierra, eran registrados como colonizadores, iniciaban el trámite de su préstamo ante la Caja Agraria, recibían herramientas, mercados, animales y eran afiliados de manera automática a la Cooperativa Agraria del Sarare, Cooagrasare, para lo cual les descontaban por la derecha 500 pesos de los 5.000 del préstamo.
A las familias campesinas, empeñadas en la colonización del Sarare, se les contactaba con los Cadeneros, quienes eran los baquianos, que los guiaban por los ochenta kilómetros de trocha, cruzada por los caudalosos ríos Cubujón, Margua, Cobaría, y sus afluentes. Ríos que en invierno son peligrosos y que se cobraron la vida de no pocos colonos. En travesías que podrían llegar a los ocho días de jornadas a pie, pudieron llegar a donde iba el corte, es decir, donde se habían instalado las ultimas familias, para allí medir cien metros de largo por trescientos de fondo y demarcar su finca. Pero, por supuesto, primero hay que tumbar a hacha y machete, y a punta de fuerza humana, la selva milenaria.
La Colombia urbana de hoy no tiene ni idea de lo que vivieron las familias que entre 1962 y 1970 se instalaron en esa selva. Se hicieron a una tierra, la volvieron productiva, sin escuelas, sin puestos de salud y sobre todo sin carreteras. Pronto, veinticinco mil personas estaban atrapadas en su sueño de tener finca, pero sin posibilidades de comunicación. La trocha del inicio era más amplia, pero seguía siendo trocha.
En medio de la marejada de colonos llegaron algunos de los que más adelante fundarían el Frente Domingo Laín.
Raymundo Cruz llegó al Sarare en 1965, joven, con alguna educación y experiencia política en el Movimiento Obrero Estudiantil Colombiano, Moec. Había estado en Cuba entre 1963 y 1964 y allí tuvo algún contacto con los fundadores del ELN, agrupados en la inicial Brigada José Antonio Galán. Su espíritu aventurero y la búsqueda de un proyecto de vida lo llevaron al Sarare a fundar su propia finca.
Atilano, un campesino proveniente de Miraflores, Boyacá, llegó en 1966 y fue jornalero en la finca de Raymundo; y Daniel, proveniente de Concepción, Santander, llego en 1968, con mujer y tres hijos y se instaló en la Isla del Charo, en lo que hoy es el Municipio de Saravena. En Tunebia estaba Efraín Pabón Pabón, un campesino cuya finca demostraba su especial ingenio para desarrollar tecnología.
¿Cómo fue que estos cuatro campesinos emprendedores, con tierra y familia terminaron levantados en armas bajo la consigna de “Liberación o Muerte”?
En 1969 llegaron los promotores del Incora y recorrieron vereda por vereda y con la ayuda de los pocos maestros y maestras, los inspectores de policía y los curas párrocos, les anunciaron a los campesinos que el gobierno estaba promoviendo una organización: la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, Anuc.
Les dijeron que todos debían carnetizarse y conformar comités de usuarios desde las veredas, elegir delegados a los comités municipales y desde allí buscar representación en los Comités departamentales. Raymundo, Atilano, Daniel y Efraín Pabón terminaron, de un día para otro, con su carne al cuello, en los comités veredales, discutiendo qué era la Anuc y para qué les serviría. El más destacado de ellos fue Daniel, quien terminó siendo directivo de la Anuc departamental y participando en el Congreso fundacional de esa organización, que contó con el discurso del Presidente Carlos Lleras Restrepo, en pleno Capitolio Nacional. Corría el mes de julio de 1970.
La vida en el Sarare transcurría con esfuerzo, la incomunicación era impresionante, cualquier intento de salir a Tunebia era un tormento y Arauca capital estaba lejos. Los pocos puentes que había los construyó la comunidad, con la guía de algún ingeniero contratado por el Incora. En el invierno de 1972, el puente sobre el Rio Cubujón fue arrastrado por una creciente y el Sarare quedó totalmente incomunicado. En medio de esta emergencia, Daniel, Raymundo, Atilano y Efraín Pabón, junto con otra veintena de dirigentes de la ANUC, las juntas comunales y el acompañamiento de dos párrocos, promovieron el primer paro cívico de la región. Llegaron tres mil campesinos de las veredas al pequeño poblado de Saravena, donde estaban las oficinas centrales del Incora y la Caja Agraria. Los marchantes se instalaron en las pocas escuelas que había, se congregaron alrededor de las instituciones, organizaron una “guardia cívica” que tuviera el control del orden público y le exigieron al gobierno central que negociara un extenso pliego de reivindicaciones que incluía vías, escuelas, puestos de salud, mercadeo y renegociación de los préstamos. La delegación de Bogotá negoció a regañadientes, negoció el pliego y el paro se levantó.
Raymundo Cruz organizó a los campesinos más activos en un pequeño grupo de estudio. Les leía los textos de Camilo Torres Restrepo y les decía que había que mantenerse a la expectativa sobre lo pactado, pero sin hacerse ilusiones, que el gobierno no tenía interés en los problemas del Sarare, que había que desconfiar. La realidad terca y tozuda demostró que de lo pactado en 1972 poco se hizo realidad. Los avances fueron lentos, y eso desembocó en un segundo paro, en 1975, pero esta vez fueron 7.000 personas que se congregaron en una Saravena que había crecido mucho, pero que seguía aislada por la falta de infraestructura.
En el segundo paro, los campesinos bloquearon durante 25 días la intransitable trocha que unía a Saravena con Tunebia, hoy conocida como Cubara y desde allí a Pamplona. Nuevamente la negociación y nuevamente los llamados de Raymundo Cruz a la cautela y a seguir preparándose para mayores exigencias.
Después de este segundo paro cívico del Sarare empezaron los rumores de que había saboteadores e infiltrados de la subversión entre los dirigentes campesinos. En 1976 Daniel y Efraín Pabón fueron detenidos durante una ocupación de la sede del Incora, en exigencia de cumplimiento de los acuerdos firmados. Durante un par de meses estuvieron presos en la cárcel de Pamplona, donde no les faltó la compañía de sus compañeros de la Anuc y de la Cooperativa Cooagrosarare. Al salir había rumores sobre un listado de subversivos que iban a ser eliminados. No se sabe si era cierto o no, o quién había hecho la lista.
En los años siguientes la desconfianza entre los dirigentes campesinos y las instituciones del Estado creció. Nuevas detenciones, los desalojos violentos de las ocupaciones del Incora y la Caja Agraria se hicieron frecuentes. En medio de esta tensión social, Raymundo Cruz le dijo a su pequeño y discreto grupo de estudio y trabajo que la única alternativa que les quedaba era enfrentar con las armas al gobierno; que lo que se venía era la eliminación física de los dirigentes. En medio de esa alta tensión, Cruz les ofrece un contacto con el ELN, en concreto con Francisco Galán, quien estaba en Barrancabermeja, y con Antonio García, en Bucaramanga. Los araucanos fueron entonces a conocer la guerrilla campesina que los elenos tenían en el sur de Bolívar, y así poco a poco se fueron involucrando.
Pablo, hijo de colonizadores y quien a los 15 años conoció a los viejos fundadores de la guerrilla en Arauca, es hoy el principal jefe del Frente Domingo Laín y narra así el surgimiento de ese primer grupo armado:
“Se concentra el primer grupo como guerrilla en 1978, en el sitio Alto San Joaquín, del municipio de Saravena. Por ahí más arriba de donde Horacio, en donde hemos vuelto a estar varias veces. Ya cuando estos compañeros miraron que no aguantaban más en el espacio externo porque estaban demasiado perseguidos, decidieron concentrase en el primer grupo. En San Joaquín. ¿Porque? Siempre mirando que la cordillera, la serranía es parte estratégica para los surgimientos. ¿Quiénes le dieron origen a ese primer grupo?: Atilano, Daniel, Arturo y Horacio, estos al grupo armado; porque ya hay otros nombres que fueron los que encabezaron el desarrollo desde lo de masas”.
Esta es la historia del surgimiento de la guerrilla del ELN en Arauca, una historia de violencia, radicalidad, guerra sucia, y muchos intereses económicos de por medio.
El Frente Domingo Laín, surgió en 1980, con la toma del corregimiento de Betoyes, en Tame (Arauca), donde el primer núcleo armado de veinte guerrilleros atacó el puesto de policía el 14 de septiembre, mató a cuatro uniformados, redujo a ocho, tomó el armamento, concentró a la población en la plaza y anunció su nacimiento. Desde ese lejano año, hasta el día de hoy, el Domingo Laín ha sido un actor de primera línea en el conflicto armado en la frontera con Venezuela.
La historia del Frente Domingo Laín y la de la colonización campesina del Sarare, están estrechamente ligadas. El Sarare es la región geográfica que une a los llanos con Norte de Santander, una zona selvática, sin infraestructura vial, donde en 1963 el gobierno de Guillermo León Valencia, desde el Incora y con el apoyo del Banco Mundial, se propuso el proyecto Arauca Uno, que consistía en ubicar a cinco mil familias campesinas en 100 mil hectáreas.
Ayer como hoy, los planes y las intenciones sonaban bien, pero la capacidad de planificar y gestionar tamaña operación de poblamiento, se quedó en la mitad y no fueron pocas las dificultades y los conflictos, que produciría la incapacidad para llevar de manera satisfactoria la ocupación efectiva y eficiente del territorio, por una población campesina que, empujada por la violencia y la falta de tierra, llegó a lo que sentían como un paraíso de naturaleza exuberante, con la esperanza de contar con el concurso de un estado que hiciera lo suyo. Los años mostrarían la precariedad de la acción estatal y cómo se reproducirían las lógicas de exclusión del viejo conflicto del que venían huyendo.
Arauca es uno de los departamentos donde el conflicto armado sigue tan fuerte como en otros tiempos. El Frente Domingo Laín, que opera allí, es la estructura más fuerte del ELN. Actualmente cuenta con 500 combatientes y una red de 1.500 milicianos. ¿Por qué ni el gobierno con sus masivas y millonarias ofensivas, ni los paramilitares con la guerra sucia, ni las Farc con su declaratoria de guerra han logrado acabar con él? Esta es su historia, que es a la vez la historia de la violencia en Arauca.
Entre 1962 y 1970 llegaron a la región del Sarare, vía Pamplona, las cinco mil familias proyectadas en el diseño del plan de Guillermo León Valencia. Eran familias pobres, provenientes fundamentalmente de Santander y Norte de Santander y en menor proporción del Valle, Tolima, Quindío y Cundinamarca. Traían las tristezas de la violencia de los años cincuenta, el espíritu del colonizador y las ganas de hacerse a una finca y levantar una familia.
Al acreditarse en la Caja Agraria de Tunebia, procedimiento que era acompañado por cartas de presentación de párrocos, alcaldes, inspectores de policía, de las regiones de origen, en las que se daba fe de que eran familias sin tierra, eran registrados como colonizadores, iniciaban el trámite de su préstamo ante la Caja Agraria, recibían herramientas, mercados, animales y eran afiliados de manera automática a la Cooperativa Agraria del Sarare, Cooagrasare, para lo cual les descontaban por la derecha 500 pesos de los 5.000 del préstamo.
A las familias campesinas, empeñadas en la colonización del Sarare, se les contactaba con los Cadeneros, quienes eran los baquianos, que los guiaban por los ochenta kilómetros de trocha, cruzada por los caudalosos ríos Cubujón, Margua, Cobaría, y sus afluentes. Ríos que en invierno son peligrosos y que se cobraron la vida de no pocos colonos. En travesías que podrían llegar a los ocho días de jornadas a pie, pudieron llegar a donde iba el corte, es decir, donde se habían instalado las ultimas familias, para allí medir cien metros de largo por trescientos de fondo y demarcar su finca. Pero, por supuesto, primero hay que tumbar a hacha y machete, y a punta de fuerza humana, la selva milenaria.
La Colombia urbana de hoy no tiene ni idea de lo que vivieron las familias que entre 1962 y 1970 se instalaron en esa selva. Se hicieron a una tierra, la volvieron productiva, sin escuelas, sin puestos de salud y sobre todo sin carreteras. Pronto, veinticinco mil personas estaban atrapadas en su sueño de tener finca, pero sin posibilidades de comunicación. La trocha del inicio era más amplia, pero seguía siendo trocha.
En medio de la marejada de colonos llegaron algunos de los que más adelante fundarían el Frente Domingo Laín.
Raymundo Cruz llegó al Sarare en 1965, joven, con alguna educación y experiencia política en el Movimiento Obrero Estudiantil Colombiano, Moec. Había estado en Cuba entre 1963 y 1964 y allí tuvo algún contacto con los fundadores del ELN, agrupados en la inicial Brigada José Antonio Galán. Su espíritu aventurero y la búsqueda de un proyecto de vida lo llevaron al Sarare a fundar su propia finca.
Atilano, un campesino proveniente de Miraflores, Boyacá, llegó en 1966 y fue jornalero en la finca de Raymundo; y Daniel, proveniente de Concepción, Santander, llego en 1968, con mujer y tres hijos y se instaló en la Isla del Charo, en lo que hoy es el Municipio de Saravena. En Tunebia estaba Efraín Pabón Pabón, un campesino cuya finca demostraba su especial ingenio para desarrollar tecnología.
¿Cómo fue que estos cuatro campesinos emprendedores, con tierra y familia terminaron levantados en armas bajo la consigna de “Liberación o Muerte”?
En 1969 llegaron los promotores del Incora y recorrieron vereda por vereda y con la ayuda de los pocos maestros y maestras, los inspectores de policía y los curas párrocos, les anunciaron a los campesinos que el gobierno estaba promoviendo una organización: la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, Anuc.
Les dijeron que todos debían carnetizarse y conformar comités de usuarios desde las veredas, elegir delegados a los comités municipales y desde allí buscar representación en los Comités departamentales. Raymundo, Atilano, Daniel y Efraín Pabón terminaron, de un día para otro, con su carne al cuello, en los comités veredales, discutiendo qué era la Anuc y para qué les serviría. El más destacado de ellos fue Daniel, quien terminó siendo directivo de la Anuc departamental y participando en el Congreso fundacional de esa organización, que contó con el discurso del Presidente Carlos Lleras Restrepo, en pleno Capitolio Nacional. Corría el mes de julio de 1970.
La vida en el Sarare transcurría con esfuerzo, la incomunicación era impresionante, cualquier intento de salir a Tunebia era un tormento y Arauca capital estaba lejos. Los pocos puentes que había los construyó la comunidad, con la guía de algún ingeniero contratado por el Incora. En el invierno de 1972, el puente sobre el Rio Cubujón fue arrastrado por una creciente y el Sarare quedó totalmente incomunicado. En medio de esta emergencia, Daniel, Raymundo, Atilano y Efraín Pabón, junto con otra veintena de dirigentes de la ANUC, las juntas comunales y el acompañamiento de dos párrocos, promovieron el primer paro cívico de la región. Llegaron tres mil campesinos de las veredas al pequeño poblado de Saravena, donde estaban las oficinas centrales del Incora y la Caja Agraria. Los marchantes se instalaron en las pocas escuelas que había, se congregaron alrededor de las instituciones, organizaron una “guardia cívica” que tuviera el control del orden público y le exigieron al gobierno central que negociara un extenso pliego de reivindicaciones que incluía vías, escuelas, puestos de salud, mercadeo y renegociación de los préstamos. La delegación de Bogotá negoció a regañadientes, negoció el pliego y el paro se levantó.
Raymundo Cruz organizó a los campesinos más activos en un pequeño grupo de estudio. Les leía los textos de Camilo Torres Restrepo y les decía que había que mantenerse a la expectativa sobre lo pactado, pero sin hacerse ilusiones, que el gobierno no tenía interés en los problemas del Sarare, que había que desconfiar. La realidad terca y tozuda demostró que de lo pactado en 1972 poco se hizo realidad. Los avances fueron lentos, y eso desembocó en un segundo paro, en 1975, pero esta vez fueron 7.000 personas que se congregaron en una Saravena que había crecido mucho, pero que seguía aislada por la falta de infraestructura.
En el segundo paro, los campesinos bloquearon durante 25 días la intransitable trocha que unía a Saravena con Tunebia, hoy conocida como Cubara y desde allí a Pamplona. Nuevamente la negociación y nuevamente los llamados de Raymundo Cruz a la cautela y a seguir preparándose para mayores exigencias.
Después de este segundo paro cívico del Sarare empezaron los rumores de que había saboteadores e infiltrados de la subversión entre los dirigentes campesinos. En 1976 Daniel y Efraín Pabón fueron detenidos durante una ocupación de la sede del Incora, en exigencia de cumplimiento de los acuerdos firmados. Durante un par de meses estuvieron presos en la cárcel de Pamplona, donde no les faltó la compañía de sus compañeros de la Anuc y de la Cooperativa Cooagrosarare. Al salir había rumores sobre un listado de subversivos que iban a ser eliminados. No se sabe si era cierto o no, o quién había hecho la lista.
En los años siguientes la desconfianza entre los dirigentes campesinos y las instituciones del Estado creció. Nuevas detenciones, los desalojos violentos de las ocupaciones del Incora y la Caja Agraria se hicieron frecuentes. En medio de esta tensión social, Raymundo Cruz le dijo a su pequeño y discreto grupo de estudio y trabajo que la única alternativa que les quedaba era enfrentar con las armas al gobierno; que lo que se venía era la eliminación física de los dirigentes. En medio de esa alta tensión, Cruz les ofrece un contacto con el ELN, en concreto con Francisco Galán, quien estaba en Barrancabermeja, y con Antonio García, en Bucaramanga. Los araucanos fueron entonces a conocer la guerrilla campesina que los elenos tenían en el sur de Bolívar, y así poco a poco se fueron involucrando.
Pablo, hijo de colonizadores y quien a los 15 años conoció a los viejos fundadores de la guerrilla en Arauca, es hoy el principal jefe del Frente Domingo Laín y narra así el surgimiento de ese primer grupo armado:
“Se concentra el primer grupo como guerrilla en 1978, en el sitio Alto San Joaquín, del municipio de Saravena. Por ahí más arriba de donde Horacio, en donde hemos vuelto a estar varias veces. Ya cuando estos compañeros miraron que no aguantaban más en el espacio externo porque estaban demasiado perseguidos, decidieron concentrase en el primer grupo. En San Joaquín. ¿Porque? Siempre mirando que la cordillera, la serranía es parte estratégica para los surgimientos. ¿Quiénes le dieron origen a ese primer grupo?: Atilano, Daniel, Arturo y Horacio, estos al grupo armado; porque ya hay otros nombres que fueron los que encabezaron el desarrollo desde lo de masas”.
Esta es la historia del surgimiento de la guerrilla del ELN en Arauca, una historia de violencia, radicalidad, guerra sucia, y muchos intereses económicos de por medio.