El legado de Héctor Giraldo
En El Espectador investigó los escándalos del Grupo Grancolombiano y el asesinato del director del diario, Guillermo Cano.
Alberto Donadio
Era el único miembro de la junta directiva de El Espectador que no llevaba el apellido Cano, aparte de José Salgar. Asesoraba al periódico como abogado laboralista. Investigó los escándalos financieros del Grupo Grancolombiano en los azarosos años 80. Era amigo del director, Guillermo Cano, y del gerente, Luis Gabriel Cano. Hace 25 años lo asesinaron en Bogotá de siete disparos en la cabeza.
El 29 de marzo de 1989 salió de su casa en el barrio Polo Club. Iba solo en el carro a una diligencia en los juzgados y luego a El Espectador. Paró en el semáforo de la carrera 24 con avenida Chile. Los sicarios de Pablo Escobar le dispararon a quemarropa. Como representante de la familia Cano, Héctor Giraldo Gálvez era parte civil en el proceso penal por el crimen de Guillermo Cano, ocurrido en 1986. Recuerda su viuda, Nora Bergsneider: “Cuando murió llegaron todos los Cano a la casa. Luis Gabriel me dijo: ‘Usted quedó viuda, nosotros huérfanos’”.
El día del atentado el sobrino de Héctor Giraldo, el hoy abogado Andrés Giraldo Pabón, salía de clase en la Universidad de la Sabana cuando se enteró del homicidio de un periodista. Llegó al lugar. “Reconocí el carro por una línea negra que tenía”, recordó. Vio a Héctor Giraldo Gálvez recostado sobre el asiento del pasajero. “Alcancé a pensar que no era, estaba irreconocible. La cabeza desfigurada creció en volumen por los tiros”. Al llegar a la casa de su tío le dijo a Nora Bergsneider: “Si la tengo que amarrar para que no salga de la casa, la amarro”. Ella dice hoy: “Nunca lo vi muerto, afortunadamente. Fueron 32 años casados, de felicidad”.
Una amiga había llamado por teléfono a Nora Bergsneider para decirle que Héctor había tenido un accidente. La amiga lloraba, pero como Nora sabía que ella se estaba separando del marido pensó que ese era el motivo. Nora llamó a El Espectador para saber si Héctor había llegado a la reunión. Luis Gabriel Cano le confirmó que Héctor había tenido un accidente. La empleada del servicio oyó en radio la noticia del atentado y salió a avisarles a los hijos. “Hasta que Andrés llegó a la casa y él me tuvo que dar la noticia”.
La familia Cano le advirtió a Giraldo que era peligroso intervenir en la investigación por la muerte de Guillermo Cano. Nora recuerda: “Héctor sentía tanta lealtad por Guillermo que se metió a lo que fuera. Sólo vi a Héctor desencajado dos veces en la vida: cuando murió la mamá y cuando murió Guillermo. Él siempre era controlado”. Héctor Giraldo le dijo a su esposa al morir Guillermo Cano: “Acaban de matar a un hermano”. Dice Nora Bergsneider: “Sé que Guillermo Cano era la persona que más apreciaba en el mundo”.
En la casa Héctor Giraldo jamás comentó que corriera el menor riesgo. Después de su muerte el director del DAS, Miguel Maza Márquez, contó que al periódico le llegaban sufragios y dijo que le había advertido a Giraldo que necesitaba guardaespaldas, pero que su respuesta fue: “Qué pereza, gente siguiéndome a todas partes”. Nora Bergsneider añade: “Yo tuve mucha falta de malicia, pero una vez, seis meses antes de la muerte, sí hizo un comentario muy raro: que el abogado de Pablo Escobar lo estaba buscando para hablar con él, pero que no iría a verlo”.
Agrega: “Héctor era muy reservado, pero una vez llegó de Medellín con un morro de papeles, cheques girados por un testaferro de Pablo Escobar. Estuvo en Medellín con la juez que estaba a cargo del caso de Guillermo Cano. Estaban en el banco. Nadie decía nada. Me contó que un cajero o un empleado le dio un papelito en la mano. Era un número de cuenta. Era la cuenta grandísima del testaferro. Movía 100, 200, 300 millones al día. Ahí fue donde se supo todo”. Sigue diciendo la viuda: “En esos papeles que trajo Héctor descubrió que al sicario (de Guillermo Cano) le pagaron con un cheque. El cheque se lo dio a la mamá. Al día siguiente mataron al sicario. Al tiempo la señora fue a cobrarlo. Quedó la evidencia de dónde lo cobraron”.
El cheque fue girado de cuentas de Luis Carlos Molina Yepes, cambista de Medellín que fue socio de Pablo Escobar. Molina estuvo preso seis años por la muerte de Guillermo Cano. Añade Nora Bergsneider: “La juez dictó la orden de captura contra Pablo Escobar y se fue a Estados Unidos un viernes antes de Semana Santa. Fuimos de vacaciones a Cali y regresamos el domingo final de Semana Santa y el miércoles Héctor estaba muerto”. La juez, Consuelo Sánchez Durán, fue luego cónsul de Colombia en Washington.
Antes de salir el día que lo mataron, Nora Bergsneider vio a tres tipos en la calle que miraban hacia la parte de arriba de la casa. Se lo dijo a su esposo, pero él no le dio importancia. Sigue recordando Nora Bergsneider: “Otro detalle que pudiera haberme puesto en alerta fue que seis meses antes Héctor me dijo que hiciéramos partición de bienes. Uno como mujer asocia eso con otra cosa. Yo le sacaba el quite. Un día me puso un papel delante en que todo quedaba a nombre mío y a nombre de él una plata que no existía. Se firmó la partición. Aseguró mi futuro. No éramos ricos. La casa quedó a nombre mío y el carro. Fue el mayor acto de amor”. Como si presintiera que lo iban a matar.
Héctor Giraldo Gálvez nació en 1925 en Fresno (Tolima), se crió en Manizales y estudió derecho en Bogotá en la Universidad Nacional. Hizo la judicatura en Barrancabermeja como juez y allá conoció a su esposa, que trabajaba en la refinería de Intercor. En la ciénaga de San Silvestre practicaba esquí acuático y fue el primer campeón nacional de ese deporte. Cuando se radicó en Bogotá conoció a los dueños de El Espectador porque su hermano Fabio, compañero de colegio de Fidel Cano Isaza, era el pediatra de todos los Cano. “Héctor, de profesión, era abogado, de corazón era periodista”, anotó su viuda. Fue amigo de Luis Gabriel Cano, a quien visitaba en su isla de la ciénaga de Cholón, cerca a Cartagena.
¿Por qué se dio esa cercanía entre Héctor Giraldo y Guillermo Cano? Según su hijo, Alberto Giraldo Bergsneider: “Por la franqueza. Llamar las cosas por su nombre era parte de su temperamento”. Agregó que fue su padre quien investigó los escándalos de los fondos de inversión del Grupo Grancolombiano, aunque su nombre no aparecía. “El líder del equipo de investigación era mi papá. Cuando se metía a una investigación no la soltaba hasta que encontraba algo. Él fue el que tumbó a Jaime Michelsen”.
Era el único miembro de la junta directiva de El Espectador que no llevaba el apellido Cano, aparte de José Salgar. Asesoraba al periódico como abogado laboralista. Investigó los escándalos financieros del Grupo Grancolombiano en los azarosos años 80. Era amigo del director, Guillermo Cano, y del gerente, Luis Gabriel Cano. Hace 25 años lo asesinaron en Bogotá de siete disparos en la cabeza.
El 29 de marzo de 1989 salió de su casa en el barrio Polo Club. Iba solo en el carro a una diligencia en los juzgados y luego a El Espectador. Paró en el semáforo de la carrera 24 con avenida Chile. Los sicarios de Pablo Escobar le dispararon a quemarropa. Como representante de la familia Cano, Héctor Giraldo Gálvez era parte civil en el proceso penal por el crimen de Guillermo Cano, ocurrido en 1986. Recuerda su viuda, Nora Bergsneider: “Cuando murió llegaron todos los Cano a la casa. Luis Gabriel me dijo: ‘Usted quedó viuda, nosotros huérfanos’”.
El día del atentado el sobrino de Héctor Giraldo, el hoy abogado Andrés Giraldo Pabón, salía de clase en la Universidad de la Sabana cuando se enteró del homicidio de un periodista. Llegó al lugar. “Reconocí el carro por una línea negra que tenía”, recordó. Vio a Héctor Giraldo Gálvez recostado sobre el asiento del pasajero. “Alcancé a pensar que no era, estaba irreconocible. La cabeza desfigurada creció en volumen por los tiros”. Al llegar a la casa de su tío le dijo a Nora Bergsneider: “Si la tengo que amarrar para que no salga de la casa, la amarro”. Ella dice hoy: “Nunca lo vi muerto, afortunadamente. Fueron 32 años casados, de felicidad”.
Una amiga había llamado por teléfono a Nora Bergsneider para decirle que Héctor había tenido un accidente. La amiga lloraba, pero como Nora sabía que ella se estaba separando del marido pensó que ese era el motivo. Nora llamó a El Espectador para saber si Héctor había llegado a la reunión. Luis Gabriel Cano le confirmó que Héctor había tenido un accidente. La empleada del servicio oyó en radio la noticia del atentado y salió a avisarles a los hijos. “Hasta que Andrés llegó a la casa y él me tuvo que dar la noticia”.
La familia Cano le advirtió a Giraldo que era peligroso intervenir en la investigación por la muerte de Guillermo Cano. Nora recuerda: “Héctor sentía tanta lealtad por Guillermo que se metió a lo que fuera. Sólo vi a Héctor desencajado dos veces en la vida: cuando murió la mamá y cuando murió Guillermo. Él siempre era controlado”. Héctor Giraldo le dijo a su esposa al morir Guillermo Cano: “Acaban de matar a un hermano”. Dice Nora Bergsneider: “Sé que Guillermo Cano era la persona que más apreciaba en el mundo”.
En la casa Héctor Giraldo jamás comentó que corriera el menor riesgo. Después de su muerte el director del DAS, Miguel Maza Márquez, contó que al periódico le llegaban sufragios y dijo que le había advertido a Giraldo que necesitaba guardaespaldas, pero que su respuesta fue: “Qué pereza, gente siguiéndome a todas partes”. Nora Bergsneider añade: “Yo tuve mucha falta de malicia, pero una vez, seis meses antes de la muerte, sí hizo un comentario muy raro: que el abogado de Pablo Escobar lo estaba buscando para hablar con él, pero que no iría a verlo”.
Agrega: “Héctor era muy reservado, pero una vez llegó de Medellín con un morro de papeles, cheques girados por un testaferro de Pablo Escobar. Estuvo en Medellín con la juez que estaba a cargo del caso de Guillermo Cano. Estaban en el banco. Nadie decía nada. Me contó que un cajero o un empleado le dio un papelito en la mano. Era un número de cuenta. Era la cuenta grandísima del testaferro. Movía 100, 200, 300 millones al día. Ahí fue donde se supo todo”. Sigue diciendo la viuda: “En esos papeles que trajo Héctor descubrió que al sicario (de Guillermo Cano) le pagaron con un cheque. El cheque se lo dio a la mamá. Al día siguiente mataron al sicario. Al tiempo la señora fue a cobrarlo. Quedó la evidencia de dónde lo cobraron”.
El cheque fue girado de cuentas de Luis Carlos Molina Yepes, cambista de Medellín que fue socio de Pablo Escobar. Molina estuvo preso seis años por la muerte de Guillermo Cano. Añade Nora Bergsneider: “La juez dictó la orden de captura contra Pablo Escobar y se fue a Estados Unidos un viernes antes de Semana Santa. Fuimos de vacaciones a Cali y regresamos el domingo final de Semana Santa y el miércoles Héctor estaba muerto”. La juez, Consuelo Sánchez Durán, fue luego cónsul de Colombia en Washington.
Antes de salir el día que lo mataron, Nora Bergsneider vio a tres tipos en la calle que miraban hacia la parte de arriba de la casa. Se lo dijo a su esposo, pero él no le dio importancia. Sigue recordando Nora Bergsneider: “Otro detalle que pudiera haberme puesto en alerta fue que seis meses antes Héctor me dijo que hiciéramos partición de bienes. Uno como mujer asocia eso con otra cosa. Yo le sacaba el quite. Un día me puso un papel delante en que todo quedaba a nombre mío y a nombre de él una plata que no existía. Se firmó la partición. Aseguró mi futuro. No éramos ricos. La casa quedó a nombre mío y el carro. Fue el mayor acto de amor”. Como si presintiera que lo iban a matar.
Héctor Giraldo Gálvez nació en 1925 en Fresno (Tolima), se crió en Manizales y estudió derecho en Bogotá en la Universidad Nacional. Hizo la judicatura en Barrancabermeja como juez y allá conoció a su esposa, que trabajaba en la refinería de Intercor. En la ciénaga de San Silvestre practicaba esquí acuático y fue el primer campeón nacional de ese deporte. Cuando se radicó en Bogotá conoció a los dueños de El Espectador porque su hermano Fabio, compañero de colegio de Fidel Cano Isaza, era el pediatra de todos los Cano. “Héctor, de profesión, era abogado, de corazón era periodista”, anotó su viuda. Fue amigo de Luis Gabriel Cano, a quien visitaba en su isla de la ciénaga de Cholón, cerca a Cartagena.
¿Por qué se dio esa cercanía entre Héctor Giraldo y Guillermo Cano? Según su hijo, Alberto Giraldo Bergsneider: “Por la franqueza. Llamar las cosas por su nombre era parte de su temperamento”. Agregó que fue su padre quien investigó los escándalos de los fondos de inversión del Grupo Grancolombiano, aunque su nombre no aparecía. “El líder del equipo de investigación era mi papá. Cuando se metía a una investigación no la soltaba hasta que encontraba algo. Él fue el que tumbó a Jaime Michelsen”.