El Salón del Nunca Más: entre la memoria y el deterioro
El espacio, ubicado en el municipio de Granada, requiere una intervención en infraestructura, pues la humedad ha puesto en peligro el material de memoria que allí permanece. Aunque la Gobernación se comprometió a realizar los arreglos, nada ha cambiado.
“En esa madrugada, mi mamá le estaba empacando las cocas a mi papá, Jair de Jesús Giraldo Jaramillo, porque se iba a recoger una chatarra. Recuerdo el sonido de los trastes mientras ella servía la comida y lavaba los platos. El vehículo en el que se iba mi papá ya venía, mi papá bajó rápido las escaleras y se montó en la chiva. Mi hermanito, que estaba en primaria, le reclamó dinero para un lápiz, él le tiró $2.000 que tenía en el bolsillo y se fue. Mi hermano compró el lápiz y con lo que sobró, unas peras, que era lo que mi papá nos daba los domingos al salir de misa. Antes de irse nos echó la bendición y sus últimas palabras fueron que él volvería para que fuéramos a misa y que con la chatarra que iba a traer, mercábamos. En nuestra terraza guardaba la chatarra y él esperaba a que estuviera llena para venderla. Pero nos quedamos esperándolo. Ese fue el último momento en que supimos de él”, cuenta Yésica Giraldo al rememorar los hechos ocurridos hace ya quince años, cuando su padre desapareció en el municipio antioqueño de Granada.
La foto de Jair de Jesús Giraldo está puesta en una pared acompañada de los retratos de otras 300 personas que también hacen parte de la memoria del Salón del Nunca Más, un espacio dedicado a quienes sufrieron el conflicto armado en Granada, un municipio que se convirtió durante años en escenario de guerra por el control de un corredor que resultaba estratégico para los grupos armados ilegales: el que permite la conexión entre el Magdalena Medio y Medellín. En esa disputa de décadas fueron protagonistas las estructuras del Eln, a través del Frente Carlos Alirio Buitrago, los frentes 9° y 47 de las Farc y posteriormente, en 1997, los paramilitares a través del Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá y el Bloque Héroes de Granada.
Los 300 rostros que se ven en las paredes del salón corresponden a las víctimas de asesinatos selectivos, desaparición forzada, masacres, minas antipersonales, violencia sexual y secuestro que dejó los años más duros de la guerra sobre todo los enmarcados en lo que los pobladores describen como “la guerra de verdad” que se configuró entre 1997 y 2005. Cada foto está acompañada, a su vez, de un cuaderno para que los familiares puedan escribirles, en un ejercicio de encuentro para combatir de alguna forma el olvido. “El Salón del Nunca más para mí es un sitio de sanación y de encuentro con mi papá, es como si la bitácora fuera él. Voy y le cuento lo que he vivido. Hace las veces de cementerio, porque su cuerpo no lo hemos encontrado y allá es donde yo siento que está vivo, que puedo conversar con él. Aunque no me responde, siento que es como si nunca se hubiese ido”, explica Yésica.
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El salón funciona desde 2009, en un espacio de la administración municipal y la encargada de mantenerlo abierto es la Asociación de Víctimas Unidas por la Vida (Asovida). Sin embargo, el deterioro en el que se encuentra la edificación, las filtraciones de agua y la humedad llevaron a que en 2020 las bitácoras tuvieran que ser trasladadas, porque estaban sufriendo afectaciones. “Siete bitácoras se dañaron con la humedad porque se les corrió la tinta. Afortunadamente Marda Zuluaga, que hizo su trabajo de grado en el salón, junto con algunos estudiantes, transcribió la información para que no se perdiera”, dice Gloria Quintero, integrante de Asovida y una de las fundadoras del Salón. Su hermano está desaparecido desde hace 19 años.
El daño a estos archivos de memoria y el riesgo en que se encuentran los demás permitieron darle visibilizar a los problemas estructurales del espacio, que se encuentra dentro la Casa de Cultura de Granada, y a la necesidad de intervenirlo, como lo ha manifestado Asovida desde 2018 . Esta situación llevó a que en septiembre de 2020 la Gobernación de Antioquia hiciera un compromiso público para la ejecución de las obras de reparación. En su momento el secretario de Infraestructura, Santiago Sierra, dijo que estimaba que los estudios se realizarían el primer semestre de este 2021, que se materializarían las obras durante el segundo semestre y que desde la Gobernación tenían el cupo reservado para esta intervención.
Sin embargo, desde Asovida afirman que la intervención en el salón no ha avanzado, las humedades y filtraciones persisten, y que tampoco reciben respuesta de la Gobernación ni de la Alcaldía sobre el estado en que estas se encuentran. Aunque el espacio en el que está el salón es propiedad del municipio, el funcionamiento está a cargo de Asovida y son sus integrantes quienes se encargan de los recorridos. El trabajo es voluntario y los fondos para mantener el espacio los recogen mediante el aporte libre de los visitantes.
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“El salón deteriorado está mostrando la memoria. No se puede dejar de hacer el trabajo de dignificar y sensibilizar, de todas maneras, la memoria está ahí, así haya algunos deterioros. Ese espacio físico es de la Alcaldía, no toca pagar ni arriendo ni servicios, pero el resto del funcionamiento es mediante los voluntarios, se hace porque uno quiere el proceso, el trabajo social y comunitario”, expresa Quintero.
Desde varias instituciones también han recibido acompañamiento y algunas capacitaciones en momentos puntuales. Ejemplo de esto fueron unos talleres que realizaron desde el CNMH entre noviembre y diciembre de 2020 para ayudarles a “repensar el Salón del Nunca Más de cara al futuro, con apoyo técnico y para enseñarles a preservar y conservar los archivos que tienen allí”, asegura la entidad.
Para Gloria, es claro que se requiere un apoyo real para que “pueda estar abierto todo el tiempo. Uno abre cuando puede, pero hay que trabajar y ese apoyo económico sería para que se garantice que siempre haya una persona allá. Es una necesidad del espacio de memoria”.
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En el mismo sentido se pronuncia Amparo Suárez, víctima del conflicto armado en Granada, quien señala que se trata de un espacio de unión y encuentro en medio del dolor que ha dejado el conflicto en el municipio: “Es un espacio sagrado porque están mis seres queridos, mis cuatro hijos. Yo voy, les echo la bendición, escribo en las bitácoras cualquier cosa, hablo con ellos. Hace rato no voy porque tuvieron que llevarse las bitácoras, pero para mí ese es un lugar de tranquilidad y paz”.
“En esa madrugada, mi mamá le estaba empacando las cocas a mi papá, Jair de Jesús Giraldo Jaramillo, porque se iba a recoger una chatarra. Recuerdo el sonido de los trastes mientras ella servía la comida y lavaba los platos. El vehículo en el que se iba mi papá ya venía, mi papá bajó rápido las escaleras y se montó en la chiva. Mi hermanito, que estaba en primaria, le reclamó dinero para un lápiz, él le tiró $2.000 que tenía en el bolsillo y se fue. Mi hermano compró el lápiz y con lo que sobró, unas peras, que era lo que mi papá nos daba los domingos al salir de misa. Antes de irse nos echó la bendición y sus últimas palabras fueron que él volvería para que fuéramos a misa y que con la chatarra que iba a traer, mercábamos. En nuestra terraza guardaba la chatarra y él esperaba a que estuviera llena para venderla. Pero nos quedamos esperándolo. Ese fue el último momento en que supimos de él”, cuenta Yésica Giraldo al rememorar los hechos ocurridos hace ya quince años, cuando su padre desapareció en el municipio antioqueño de Granada.
La foto de Jair de Jesús Giraldo está puesta en una pared acompañada de los retratos de otras 300 personas que también hacen parte de la memoria del Salón del Nunca Más, un espacio dedicado a quienes sufrieron el conflicto armado en Granada, un municipio que se convirtió durante años en escenario de guerra por el control de un corredor que resultaba estratégico para los grupos armados ilegales: el que permite la conexión entre el Magdalena Medio y Medellín. En esa disputa de décadas fueron protagonistas las estructuras del Eln, a través del Frente Carlos Alirio Buitrago, los frentes 9° y 47 de las Farc y posteriormente, en 1997, los paramilitares a través del Bloque Metro de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá y el Bloque Héroes de Granada.
Los 300 rostros que se ven en las paredes del salón corresponden a las víctimas de asesinatos selectivos, desaparición forzada, masacres, minas antipersonales, violencia sexual y secuestro que dejó los años más duros de la guerra sobre todo los enmarcados en lo que los pobladores describen como “la guerra de verdad” que se configuró entre 1997 y 2005. Cada foto está acompañada, a su vez, de un cuaderno para que los familiares puedan escribirles, en un ejercicio de encuentro para combatir de alguna forma el olvido. “El Salón del Nunca más para mí es un sitio de sanación y de encuentro con mi papá, es como si la bitácora fuera él. Voy y le cuento lo que he vivido. Hace las veces de cementerio, porque su cuerpo no lo hemos encontrado y allá es donde yo siento que está vivo, que puedo conversar con él. Aunque no me responde, siento que es como si nunca se hubiese ido”, explica Yésica.
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El salón funciona desde 2009, en un espacio de la administración municipal y la encargada de mantenerlo abierto es la Asociación de Víctimas Unidas por la Vida (Asovida). Sin embargo, el deterioro en el que se encuentra la edificación, las filtraciones de agua y la humedad llevaron a que en 2020 las bitácoras tuvieran que ser trasladadas, porque estaban sufriendo afectaciones. “Siete bitácoras se dañaron con la humedad porque se les corrió la tinta. Afortunadamente Marda Zuluaga, que hizo su trabajo de grado en el salón, junto con algunos estudiantes, transcribió la información para que no se perdiera”, dice Gloria Quintero, integrante de Asovida y una de las fundadoras del Salón. Su hermano está desaparecido desde hace 19 años.
El daño a estos archivos de memoria y el riesgo en que se encuentran los demás permitieron darle visibilizar a los problemas estructurales del espacio, que se encuentra dentro la Casa de Cultura de Granada, y a la necesidad de intervenirlo, como lo ha manifestado Asovida desde 2018 . Esta situación llevó a que en septiembre de 2020 la Gobernación de Antioquia hiciera un compromiso público para la ejecución de las obras de reparación. En su momento el secretario de Infraestructura, Santiago Sierra, dijo que estimaba que los estudios se realizarían el primer semestre de este 2021, que se materializarían las obras durante el segundo semestre y que desde la Gobernación tenían el cupo reservado para esta intervención.
Sin embargo, desde Asovida afirman que la intervención en el salón no ha avanzado, las humedades y filtraciones persisten, y que tampoco reciben respuesta de la Gobernación ni de la Alcaldía sobre el estado en que estas se encuentran. Aunque el espacio en el que está el salón es propiedad del municipio, el funcionamiento está a cargo de Asovida y son sus integrantes quienes se encargan de los recorridos. El trabajo es voluntario y los fondos para mantener el espacio los recogen mediante el aporte libre de los visitantes.
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“El salón deteriorado está mostrando la memoria. No se puede dejar de hacer el trabajo de dignificar y sensibilizar, de todas maneras, la memoria está ahí, así haya algunos deterioros. Ese espacio físico es de la Alcaldía, no toca pagar ni arriendo ni servicios, pero el resto del funcionamiento es mediante los voluntarios, se hace porque uno quiere el proceso, el trabajo social y comunitario”, expresa Quintero.
Desde varias instituciones también han recibido acompañamiento y algunas capacitaciones en momentos puntuales. Ejemplo de esto fueron unos talleres que realizaron desde el CNMH entre noviembre y diciembre de 2020 para ayudarles a “repensar el Salón del Nunca Más de cara al futuro, con apoyo técnico y para enseñarles a preservar y conservar los archivos que tienen allí”, asegura la entidad.
Para Gloria, es claro que se requiere un apoyo real para que “pueda estar abierto todo el tiempo. Uno abre cuando puede, pero hay que trabajar y ese apoyo económico sería para que se garantice que siempre haya una persona allá. Es una necesidad del espacio de memoria”.
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En el mismo sentido se pronuncia Amparo Suárez, víctima del conflicto armado en Granada, quien señala que se trata de un espacio de unión y encuentro en medio del dolor que ha dejado el conflicto en el municipio: “Es un espacio sagrado porque están mis seres queridos, mis cuatro hijos. Yo voy, les echo la bendición, escribo en las bitácoras cualquier cosa, hablo con ellos. Hace rato no voy porque tuvieron que llevarse las bitácoras, pero para mí ese es un lugar de tranquilidad y paz”.