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Invitada por la Universidad del Valle y la Icesi para dar unas conferencias en la ciudad en Cali, Nancy Appelbaum, doctora en Historia y profesora de la Universidad de Binghamton, también estará el próximo 14 de junio, en las instalaciones del Fondo de Cultura Económica en Bogotá, presentado la traducción al español de su libro ‘Mapping the Country of Regions, The Chorographic Commission of Nineteenth-Century Colombia’. El libro es publicado por la Universidad de los Andes, y con algunos de sus profesores, Appelbaum tendrá un conversatorio. Nancy es una reconocida académica que se ha especializado en la cultura de Colombia y su diversidad. El Espectador habló con ella sobre su trabajo, el contenido pictórico de las láminas producido por la Comisión y los retos para encontrar hoy una identidad nacional respetando la diferencia.
¿En qué momento de su vida académica apareció Colombia como objeto de investigación?
En el último año del pregrado me postulé para una beca Fulbright, que gané. Llegué a Colombia en el año 1988, sin una idea clara de investigación. Durante un año asistí a la Universidad de los Andes, viví en el centro de Bogotá, viajé por el país y me enamoré de Colombia. Leí muchos trabajos de historiadores y antropólogos. Pero fue un libro de Catherine LeGrand sobre los colonos y las tierras baldías en los siglos XIX y XX el que me inspiró para estudiar historia. Después, durante los años noventa, hice una investigación para mi tesis del doctorado sobre el municipio de Riosucio, Caldas, en la época de la colonización antioqueña. El resultado fue mi primer libro: ‘Muddied Waters: Race, Region, and Local History in Colombia, 1846-1948’, publicado en 2003.
¿Cuándo apareció su primer libro en español?
En el año 2008 bajo el título ‘Dos plazas y una nación: raza y colonización en Riosucio’. Como parte de aquella investigación, leí varios escritos de la Comisión Corográfica, y de allí nació la idea para el libro, que salió primero en inglés el año pasado: ‘Mapping the Country of Regions: The Chorographic Commission of Ninteenth-Century Colombia’. O sea que no hubo un único momento, sino un largo proceso.
¿Qué fue lo que más disfrutó y qué fue lo que más le sorprendió durante la investigación?
En todas las investigaciones que he hecho en Colombia, lo que más disfruté es el intercambio con los colombianos: los estudiosos, los estudiantes, los archivistas, los amigos, los vecinos. Para mi primer libro, pasé muchas horas hablando con líderes indígenas, afrocolombianos, campesinos, funcionarios y con descendientes de los sujetos históricos sobre los que trataba la tesis. En este nuevo libro me hizo mucha falta ese aspecto del trabajo de campo. Sin embargo, fue un gran placer detenerme frente a las bellísimas láminas y mapas manuscritos de la Comisión Corográfica, y contemplarlos repetidas veces y por mucho tiempo. Incluso al principio tuve la oportunidad de examinar algunas de las láminas originales que se encuentran en la Biblioteca Nacional, con guantes y máscara para proteger las láminas de mis manos y para protegerme a mí misma del polvo de siglo y medio. Y también fue increíble leer y tocar las cartas manuscritas que escribían los integrantes y colaboradores no oficiales de la Comisión.
Ahora, las sorpresas por favor…
De las muchas sorpresas que contenían estos materiales, la que más me impactó fue una contradicción central que marcaba la obra de la Comisión Corográfica. Por un lado, los integrantes de la Comisión parecían obsesionados con la diversidad humana de cada lugar que visitaban. Escribían montones sobre las diferentes razas y etnias. Por ejemplo, en cada municipio que visitaba, Ancízar describía todas las razas o “tipos” que encontraba e incluso a veces cuantificaba los porcentajes de negros, blancos, indígenas y mestizos que se encontraban en el lugar. Sin embargo, al final de su larga y detallada memoria - titulada ‘El Peregrinaje de Alpha’- de los dos primeros años de la Comisión, Ancízar decía que esas mismas regiones eran pobladas en su conjunto por la gente blanca, pasando por alto toda la diversidad, toda la heterogeneidad que había documentado con mucho detalle en esas mismas páginas. Se contradecía totalmente, y Codazzi hizo lo mismo cuando hablaba de Antioquia. Mi libro representa un esfuerzo por entender las contradicciones entre el país unitario y blanco, anhelado por los miembros de la Comisión, y el país actual, variado y diverso, que encontraban diariamente en sus viajes.
¿Cuál cree que es el principal aporte de la Comisión Corográfica visible en la actualidad?
Por un lado, la Comisión dejó un testamento muy rico de cómo era la sociedad, la economía, la vida cotidiana, las vestimentas, toda la cultura material de mediados del siglo XIX—o, por lo menos, cómo las élites letradas de aquella época veían todo eso. También nos dejó un testamento de cómo las élites querían que su país fuera; su imagen, su proyecto nacional.
¿Qué otro aporte cree que tuvo dicha apuesta a largo plazo?
Contribuyó a la imagen, predominante hasta hoy día, de que Colombia es un “país de regiones” en el que algunas son más “progresistas” y otras más “atrasadas”, y que son las regiones andinas y blancas las que son las más avanzadas. Es un legado complicado y problemático, que contiene aspectos míticos porque pinta cada región tendiendo a la homogeneidad, y caracteriza a algunas “razas” como inferiores a otras. Al mismo tiempo, cuando se revisa las láminas y se lee los documentos con cuidado, se nota la gran diversidad de casi todos los pueblos que visitó la Comisión.
Hablemos sobre las figuras de la Comisión Corográfica. En algún momento el protagonismo de unas personas opaca a otras. ¿Usted qué piensa?
Quiero recalcar que la Comisión Corográfica no fue solo de Codazzi, sino que se constituyó en un esfuerzo en el que participaron muchos granadinos. La Comisión fue fundada también por Ancízar, quién trajo a Codazzi a Colombia. Codazzi fue muy influido tanto por Ancízar como por todos los granadinos que colaboraban con la Comisión.
¿Qué fue lo más difícil de abordar de la travesía de la Comisión Corográfica?
A pesar de que la Comisión dejó muchos documentos y muchas imágenes, Codazzi no dejó un diario de campo detallado que mostrara sus métodos cotidianos de investigación o sus pensamientos íntimos. Además, algunas cartas personales de Codazzi que fueron consultadas por otros estudiosos ya no se encuentran, o por los menos yo no las pude localizar durante el tiempo en que llevé a cabo la investigación. Afortunadamente, algunos colegas historiadores me facilitaron fotocopias de algunas de las cartas, ya digitalizadas, que habían sacado hace veinte años.
¿Cree que hace falta una nueva Comisión para que los colombianos comprendan la diversidad biológica y cultural del país?
Colombia tiene una tradición intelectual y unas instituciones académicas muy fuertes y de alta calidad. Muchos investigadores colombianos han producido, y están produciendo, estudios muy buenos y participativos. La Comisión aprovechaba los conocimientos locales, pero fue sobre todo una empresa de la élite. Hoy se hacen investigaciones mucho más inclusivas, en colaboración con los habitantes de las localidades, que por cierto saben mucho sobre ellas.
Entonces, ¿qué es lo que necesita el país en ese campo?
La financiación amplia para los estudios científicos, sociales y culturales de diversa índole. Hay que apoyar tanto a los libros como a los artículos académicos. Las ciencias, las ciencias sociales y las humanidades ya son mucho más especializados hoy día que en la época de los “corógrafos”. El país es mucho más grande en cuanto a su población y su economía, con problemas muy complejos que necesitan ser estudiados de una manera muy profunda. No creo que una Comisión o un estudio único pueda abordar toda esta variedad y complejidad.
Hoy se habla mucho de Alexander von Humboldt. ¿Cuál fue su influencia en la Comisión Corográfica?
Los comisionados veían a Humboldt como un modelo. El concepto que tenía Codazzi de la “corografía” fue muy cercano al método de Humboldt. El geógrafo alemán veía el mundo como una serie de regiones o fisonomías naturales, y la Comisión también concibió el territorio granadino así. Se nota la influencia de Humboldt en los “peregrinajes” de Ancízar, en las “geografías” de Codazzi y en las láminas de Manuel María Paz y los demás pintores de la Comisión, sobre todo en las láminas que muestran paisajes.
Entonces, ¿fue un diálogo permanente?
Codazzi también corrigió a Humboldt cuando el sabio italiano no estaba de acuerdo con las mediciones del sabio prusiano. Además, hay que acordar que Humboldt, a su vez, estuvo muy influenciado por intelectuales granadinos como Francisco José de Caldas y Joaquín Acosta, quienes también influenciaron a Codazzi. Así que fue un verdadero intercambio de pensamiento que fluyó en varias direcciones. Es una casualidad quizás significativa que Humboldt y Codazzi murieran el mismo año, 1859.
¿Por qué los integrantes de la Comisión Corográfica creían en un país federalista y no centralista? ¿Cuál era su argumento?
Algunos de los miembros de la Comisión abogaban por un país federalista, sobre todo Ancízar. Él creía que la democracia verdadera se construía al nivel de los municipios, entre los vecinos, en la comunidad, con el sufragio universal y la igualdad social para hombres (pero no para mujeres). Su amigo José María Samper, que fue una de las personas de la época que más apoyaban e influenciaban a la Comisión, argumentaba que el federalismo era necesario porque la república centralista no podía conciliar y expresar todos los intereses regionales “heterogéneos”. Pero Agustín Codazzi dudaba. Él no creía que el país estuviera preparado para el federalismo; la Nueva Granada le parecía demasiado frágil. Él era un militar y, quizá por ello, era más autoritario que sus amigos liberales radicales.
¿En qué creía Codazzi?
En la necesidad de un gobierno centralizado y fuerte, una jerarquía social. No creía en el sufragio universal masculino. Para Codazzi, la Nueva Granada de mediados del siglo XIX era demasiado democrática y anárquica; en este sentido, él era claramente conservador. Sin embargo, él estaba de acuerdo en que era necesario agrupar las provincias en entidades más grandes, lo cual tenía más sentido según su manera de percibir las razas y la geografía de la Nueva Granada.
¿Nos podría dar un ejemplo para entender la dinámica?
En aquel entonces, antes de que comenzara la obra de la Comisión en 1850, Antioquia estaba dividida en tres provincias, Córdoba, Medellín y Antioquia, y Codazzi quería que se las uniera en una, que fue lo que pasó cuando se creó el Estado de Antioquia, luego departamento. La idea un poco era que existían regiones y divisiones naturales, y que el país debía adaptarse a tales entidades, una idea que se volvió más explícita hacia finales del siglo en las escrituras de Francisco Javier Vergara y Velasco.
¿Qué lugar jugó lo visual y la imagen en la labor de la Comisión Corográfica?
La Comisión construyó el país, y cada provincia del país, como algo visual y concreto, como algo que una persona pudiera ver como un todo, con sus propios ojos, a través de un mapa. Para los habitantes de ese entonces, esta imagen de un territorio nacional muy definido, con fronteras internacionales y fronteras entre provincias, no existía. Los mapas aportaron un territorio definido y, aunque las fronteras no fueran certeras o bien definidas, por lo menos aparecían en los mapas como si lo fueran. Los mapas contenían mucho texto descriptivo y muchas estadísticas descriptivas, para que la persona que los mirara pudiera aprender muchas cosas sobre el territorio de un golpe. Además, en las láminas, construyeron la idea de una nación compuesta de paisajes, productos, arqueología y “tipos” o razas específicas, todos particulares de cada provincia y de la Nueva Granada.
Hablemos más sobre la visión de la nación…
La nación emerge como un territorio definido compuesto de una variedad de provincias, tipos, pueblos, paisajes, pasados, industrias y regiones que todos podían ver y todos podían imaginar aun cuando no era posible conocerlos todos con ojos propios. Hasta los textos narrativos que escribían Ancízar, Santiago Pérez, Agustín Codazzi y otros colaboradores de la Comisión, eran muy visuales; pintaron paisajes con palabras. Las láminas y los mapas manuscritos fueron hechos con la idea de ser grabados y reproducidos, de modo que pudieran circular dentro y fuera del país, de mostrar las riquezas del país a los inversionistas e inmigrantes extranjeros, y de mostrar a los granadinos mismos quiénes eran y qué era su país.
snavarrete@elespectador.com