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Flor se salió del libreto

Aunque las autoridades locales niegan la existencia de bandas criminales, Flor Alba Núñez se arriesgó hasta el final por mostrar la conexión entre grupos dedicados al sicariato y el microtráfico.

Redacción Nacional
22 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.
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“Yo la mato. Esa vieja me jodió”, dijo Juan Camilo Ortiz, alias el Loco, cuando en una reunión se habló de la imperiosa necesidad de asesinar a Flor Alba Núñez.

La periodista huilense estaba empecinada en develar que, detrás del manejo de zonas de expendio de drogas y de crímenes aparentemente aislados, Pitalito cuenta con bandas criminales que lentamente han ido tomando control del municipio de manera casi imperceptible.

Jorge Motta, secretario de Gobierno, y Teodosio Claros, personero, aseguran que en el Valle de Laboyos (donde se ubica Pitalito) no existen grupos de crimen organizado, sino personas peligrosas, incluso capaces de acabar con la vida de una mujer de 31 años a quemarropa y sin piedad, pero que presuntamente actúan de manera individual.

Sin embargo, Flor no pensaba lo mismo. Romper el pacto de silencio tácito de años en el sur del Huila, llevó a que acabaran con su vida el pasado 10 de septiembre en la puerta de la emisora La Preferida.

La periodista alzó su voz hace dos años. Informó de cómo unos sicarios le propinaron cinco tiros a la zootecnista Juliette Marcela Henao, quien después de estar muy grave, milagrosamente se recuperó. Como era habitual, publicó la noticia y le hizo seguimiento hasta que en julio de este año varias personas fueron enviadas a prisión, entre ellas el Loco. Flor dio a conocer su nombre y su fotografía.

No contenta con esto, cuando se enteró de que un juez le había dado casa por cárcel al sicario, la periodista cuestionó a la justicia porque, con todo el material probatorio que se tenía, consideró que Ortiz no era un peligro para la sociedad.

A Flor no le gustaba dejar las cosas a medias. Algunas de sus fuentes le comentaron que alguien habría pagado cerca de 50 millones de pesos para que al sicario y sus cómplices los dejaran en libertad. A pesar de sus intentos por que se hiciera justicia, el 9 de septiembre el Loco salió a la calle y al día siguiente mató a Flor.

El error de la aguerrida huilense fue preguntarse quién podría estar interesado en que un matón a sueldo quedara libre. Fuentes consultadas, que pidieron la reserva de su nombre debido al peligro que corren sus vidas, aseguran que el Loco hace parte de la banda los Danger, especializada en el sicariato. Esta agrupación estaría vinculada a una red con otras bandas: los Culodebolsa, compuesta por unas doce personas que se dedican a cometer hurtos en Pitalito, y los Torcidos, con cerca de quince integrantes, que manejan el microtráfico y la distribución de estupefacientes hacia otras zonas del país.

A la cabeza de esta red estaría alias Mincho, un hombre de 34 años, nacido en Putumayo, otrora lugarteniente de un jefe paramilitar. Muchos saben quién es, se mueve con tranquilidad por el sur del Huila y controla tanto la zona que su nombre nunca ha estado vinculado a algún crimen, y cuando fue mencionado en la denuncia que unos cafeteros interpusieron por el asesinato de un compañero en la vereda Guacacallo, misteriosamente ese dato pareció no ser importante.

El temor impide que la población y las mismas autoridades locales hablen abiertamente de crimen organizado.

La ubicación geográfica de Pitalito es una bendición y una maldición. Las bandas delincuenciales buscan asentarse allí por su posición estratégica, cerca de tres departamentos que están entre los cinco con mayor cantidad de hectáreas con cultivos de coca: Putumayo (13.609), Cauca (6.542) y Caquetá (6.389), según Naciones Unidas.

Además, Cauca es una importante ruta para la salida de estupefacientes por el Pacífico, y Putumayo lo es en la frontera con Ecuador.

“No somos una isla”, reconoce Jorge Motta, secretario de Gobierno de Pitalito. Y es cierto. La suerte de este municipio se encuentra estrechamente vinculada a lo que ocurra en los departamentos vecinos. Esto lo ha beneficiado, ya que se ha convertido en el principal polo de desarrollo del sur del país y ciudad intermedia con mayor potencial de crecimiento, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Esa ubicación geográfica la valoran grupos armados ilegales y bandas delincuenciales. Primero fueron las Farc, que con el Frente 13 llegaron entre mediados y finales de los 90. De hecho, el actual coordinador de la Mesa de Participación de Víctimas, Jorge Vásquez, fue concejal de Pitalito, de donde tuvo que salir en 1998 por amenazas.

Para inicios del siglo XXI los paramilitares también hicieron presencia. El Frente Sur arribó de Putumayo en el 2001 por orden del comandante Carlos Castaño. Más adelante, por medio de Antonio Londoño Jaramillo, alias Rafa Putumayo, Castaño ordenó fortalecer la presencia paramilitar en el municipio.

En octubre del 2002 llegó el bloque Calima, en reemplazo del bloque Sur y con el único objetivo de fortalecer a las Autodefensas en el sur del Huila.

De acuerdo con la Fiscalía, el bloque Calima asesinó, durante su paso por el Huila, a 115 personas. En la imputación de cargos a 88 desmovilizados, el ente investigador sostuvo que Pitalito fue el municipio más afectado por los paramilitares, debido, precisamente, a su privilegiada ubicación.

Varias detenciones realizadas en ese municipio dan cuenta de una realidad distinta al remanso de paz que se empeñan en mostrar las autoridades. En enero de este año, por ejemplo, capturaron a Héctor Orlando Bastidas Bravo, alias Bonito, presunto jefe de la banda criminal la Constru, dedicada al tráfico de estupefacientes en la región.

Apenas, el pasado 5 de noviembre, en el barrio Los Pinos se detuvo a once integrantes de una banda que traficaba estupefacientes e, incluso, robaba a otros narcotraficantes para luego vender su droga. Además, en agosto de este año el Gaula de la Policía desarticuló la banda Los Ingenieros, dedicada al secuestro y la extorsión; en febrero pasado capturaron a integrantes de Los Populares, banda especializada en comercializar estupefacientes; y se han dado bajas de la banda Los Pastores, que hurta apartamentos y vehículos.

Como si esto no fuera suficiente, Pitalito sigue siendo una ruta estrella para la salida de cargamentos de droga. De hecho, en febrero de este año las autoridades incautaron 270 kilos de cocaína que se encontraban en un automóvil al que le habían puesto logos de Naciones Unidas. El carro se dirigía a la costa Atlántica y, según el comandante de Policía de Tolima, coronel Wilson Rojas, había partido de Pitalito.

Las autoridades han tomado medidas: inauguraron tres nuevos Centros de Atención Inmediata (CAI) y se dotó a la Fuerza Pública de mejores implementos para hacerles frente a estos flagelos. No obstante, el panorama no es tan esperanzador como lo señaló el secretario de Gobierno, Jorge Motta, quien en entrevista con Pitalito sin Censura dijo que en el 2014 hubo ocho asesinatos en Pitalito cuando, en realidad, fueron 33. Agregó que este año iban ocho homicidios, cuando solo hasta marzo, la cifra ya estaba en nueve homicidios.

Los dirigentes de Pitalito no han estado exentos de cuestionamientos en medio de este panorama. Primero, a mediados de este año, a los laboyanos los sacudió la captura de Carlos Arturo Giraldo por irregularidades en el manejo de 3.000 millones de pesos del Régimen Subsidiado en Salud del departamento. El exalcalde falleció antes de iniciarse el juicio, en plena contienda electoral.

Luego vino el asesinato de Flor Alba Núñez. Roces entre miembros de la campaña del entonces candidato y ahora alcalde electo, Miguel Rico, del Partido de la U, con la periodista Flor Alba Núñez llevaron a señalar posibles móviles políticos alrededor del homicidio de la periodista. Incluso, el vicefiscal general, Jorge Fernando Perdomo, dijo en su momento que tomaba “mayor fuerza la hipótesis del móvil político del homicidio". Perdomo agregó: "esperamos dar resultados, teniendo en cuenta que con la captura del autor material y con la próxima captura que vamos a realizar de la otra persona que participó, con seguridad vamos a poder establecer quiénes estuvieron detrás de este crimen”. El otro autor material sigue libre. Rico niega cualquier nexo con este homicidio.

El asesinato de Flor generó una controversia similar a la producida en 1998 con la muerte del también periodista Nelson Carvajal. Por este hecho fueron investigados el exalcalde de Pitalito Ramiro Falla y el exconcejal Fernando Bermúdez. Ambos fueron absueltos. El exrepresentante a la Cámara, expresidente de la Asamblea del Huila y exconcejal Carlos Augusto Rojas Ortiz, detenido en el 2008, por su presunta participación en el asesinato del periodista también quedó libre y, de hecho, fue candidato a la Alcaldía este año por el Partido Conservador. Flor era incisiva, tal vez demasiado para las dinámicas de Pitalito. Quienes en algún momento fueron sus fuentes la describen como trabajadora, carismática, sencilla y honesta. Esta última cualidad la llevaba siempre a buscar la verdad y para ello utilizaba sus notas en la prensa, en la televisión y en la radio, pero sobre todo, en las redes sociales. En Facebook recibió insultos, amenazas y sospechaba que alguien había hackeado su cuenta.

“Las amenazas a periodistas en internet y en las redes sociales no son tomadas en serio por las autoridades, pese a que estas son cotidianas y pueden conducir a este tipo de dramas. RSF lamenta que no se contemple ninguna sanción y que no se cuente con medidas preventivas para proteger a los periodistas amenazados en la web”, expresó Reporteros sin Fronteras un día después del asesinato de la periodista huilense.

Esto, debido a que cuatro de las publicaciones hechas por Flor en redes sociales generaron una serie de comentarios de odio, intolerancia e intimidación en su contra.

La primera se remite a finales de agosto, cuando se conoció que dos hermanos ahorcaron un perro bull terrier en Pitalito. La noticia generó rechazo en el país y los jóvenes que habrían dado muerte al can recibieron amenazas. En medio de su ejercicio periodístico, Flor decidió entrevistar a los hermanos para conocer su versión, pero al publicarla recibió amenazas. La encasillaron como una ayudante a favor del maltrato animal.

En una segunda publicación, Flor Alba relató cómo la Policía capturó a dos personas que robaban cerca de la Alcaldía, de quienes luego se dijo que no hurtaron, sino que estaban en estado de embriaguez. Ella también publicó la fotografía de los capturados y alguien etiquetó a uno, que pertenecía a una familia adinerada de Pitalito. A raíz de esto, la periodista empezó a recibir agresiones virtuales.

El tercer evento se centró en el seguimiento que hizo al caso de Juan Camilo Ortiz, el Loco. La publicación de su foto y las críticas a su detención domiciliaria disgustaron a los miembros de la banda a la que él pertenecía.

El último altercado que Flor enfrentó en las redes sociales tuvo un tinte político, pues constantemente cuestionó la candidatura de Miguel Rico, hoy alcalde electo para el periodo 2016-2019, por no contar, según ella, con la formación académica adecuada para el cargo. Esto causó enfrentamientos, no con Rico, pero sí con miembros de su campaña, quienes presuntamente amedrentaron con vetarla y no incluirla en el “plan de medios” –pauta–, si ganaban la Alcaldía.

El día anterior a su muerte, Flor conoció que un candidato a la Alcaldía y uno al Concejo pretendían obligar a las madres comunitarias a votar por ellos y a que les consiguieran ocho votos más, so pena de quedar sin trabajo. Fuentes cercanas a la periodista aseguran que ese iba a ser el tema central de su programa el 10 de septiembre, pero le arrebataron la vida minutos antes de lograr su cometido.

La labor periodística no es fácil. Colombia ocupa el tercer lugar entre los países latinoamericanos más mortíferos para los comunicadores, y el riesgo aumenta cuando el oficio se ejerce en las regiones, un panorama nada alentador.

Aunque no se puede devolver el tiempo, el Concejo municipal tramita un proyecto para bautizar el Centro Regional de Víctimas como Flor Alba Núñez, reconocimiento póstumo a su valentía. Mientras tanto, Pitalito clama: “podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”, un verso de Pablo Neruda, que describe el legado que deja la periodista huilense.

No cabe duda de que Flor rompió el silencio que se vivía en Pitalito y usó su voz como arma en una guerra contra las balas. Definitivamente, Flor se salió del libreto, ese al que tienen que ajustarse.

Por Redacción Nacional

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