17 de noviembre de 2016 - 05:32 p. m.
Hace 30 años fue asesinado el comandante del departamento antinarcóticos
El 17 de noviembre de 1986, 30 días antes de que asesinaran al director de El Espectador, silenciaban la voz del coronel Jaime Ramírez Gómez, el principal colaborador del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.
Redacción El Espectador
Portada del 18 de noviembre de 1986.
Foto: Jhonatan Ramos
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En la tarde del lunes 17 de noviembre de 1986, cuando regresaba a Bogotá en compañía de su esposa Helena y sus hijos Jaime y Javier, fue asesinado el excomandante del departamento antinarcóticos de la Policía Nacional, Jaime Ramírez Gómez. El atentado se presentó a pocos metros de un retén de la policía vial, en inmediaciones del puente sobre el Río Bogotá, en la vía que comunica a Mosquera con la localidad de Fontibón. Los sicarios se movilizaban en un Renault 18 de color verde. (Vea el especial 30 años sin Guillermo Cano)
A sus 47 años de edad y a punto de ascender a Brigadier General, el coronel Jaime Ramírez Gómez se había convertido en el principal enemigo de las mafias del narcotráfico y, en consecuencia, en un aliado incondicional de la DEA norteamericana. En los tiempos de la lucha el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, el oficial de la Policía fue su principal colaborador, al punto de que fue el gestor del golpe más contundente al narcotráfico en marzo de 1984, cuando fue desmantelado el complejo cocainero de “Tranquilandia”. (Conozca las luchas de Guillermo Cano)
En aquella época, en la que Ramírez Gómez emprendió una cruzada contra los bienes de la mafia y logró la captura de asociados del Cartel de Medellín, el descubrimiento de ‘Tranquilandia’ en la región de los Llanos del Yarí en el Caquetá, fue un duro revés para los narcotraficantes. Allí se descubrió un complejo de procesamiento de cocaína con seis pistas aéreas y capacidad de refinar 20 mil kilos del alcaloide en seis meses. Ese golpe fue determinante para que se ordenara el asesinato del ministro Lara. (Lea: El 14 de septiembre de 1986 Guillermo Cano criticó nuevamente al narcotráfico)
De hecho, el coronel Ramírez Gómez se había convertido en pieza clave en el proceso judicial para esclarecer el magnicidio del alto funcionario. Por eso, su asesinato a las afueras de Bogotá causó conmoción en los círculos gubernamentales y entre las autoridades e Estados Unidos. Aunque se ordenó una exhaustiva investigación, la primera duda que quedó en el ambiente es cómo se pudo consumar el crimen de uno de los hombres más amenazados de Colombia, lo cual creó suspicacias en torno a la forma como se filtró la información sobre su estado de indefensión.
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Portada del 18 de noviembre de 1986.
Foto: Jhonatan Ramos
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En la tarde del lunes 17 de noviembre de 1986, cuando regresaba a Bogotá en compañía de su esposa Helena y sus hijos Jaime y Javier, fue asesinado el excomandante del departamento antinarcóticos de la Policía Nacional, Jaime Ramírez Gómez. El atentado se presentó a pocos metros de un retén de la policía vial, en inmediaciones del puente sobre el Río Bogotá, en la vía que comunica a Mosquera con la localidad de Fontibón. Los sicarios se movilizaban en un Renault 18 de color verde. (Vea el especial 30 años sin Guillermo Cano)
A sus 47 años de edad y a punto de ascender a Brigadier General, el coronel Jaime Ramírez Gómez se había convertido en el principal enemigo de las mafias del narcotráfico y, en consecuencia, en un aliado incondicional de la DEA norteamericana. En los tiempos de la lucha el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, el oficial de la Policía fue su principal colaborador, al punto de que fue el gestor del golpe más contundente al narcotráfico en marzo de 1984, cuando fue desmantelado el complejo cocainero de “Tranquilandia”. (Conozca las luchas de Guillermo Cano)
En aquella época, en la que Ramírez Gómez emprendió una cruzada contra los bienes de la mafia y logró la captura de asociados del Cartel de Medellín, el descubrimiento de ‘Tranquilandia’ en la región de los Llanos del Yarí en el Caquetá, fue un duro revés para los narcotraficantes. Allí se descubrió un complejo de procesamiento de cocaína con seis pistas aéreas y capacidad de refinar 20 mil kilos del alcaloide en seis meses. Ese golpe fue determinante para que se ordenara el asesinato del ministro Lara. (Lea: El 14 de septiembre de 1986 Guillermo Cano criticó nuevamente al narcotráfico)
De hecho, el coronel Ramírez Gómez se había convertido en pieza clave en el proceso judicial para esclarecer el magnicidio del alto funcionario. Por eso, su asesinato a las afueras de Bogotá causó conmoción en los círculos gubernamentales y entre las autoridades e Estados Unidos. Aunque se ordenó una exhaustiva investigación, la primera duda que quedó en el ambiente es cómo se pudo consumar el crimen de uno de los hombres más amenazados de Colombia, lo cual creó suspicacias en torno a la forma como se filtró la información sobre su estado de indefensión.
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Por Redacción El Espectador
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