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A pesar de este debate, hoy es innegable una presencia considerable en todos los estados venezolanos fronterizos con Colombia y en áreas interiores del país.
Lo problemático de clasificar al Eln como una insurgencia binacional se debe a los grandes contrastes que hay en su raison d’etre y los distintos roles que asume a lo largo del espacio binacional. Del lado colombiano, funciona más como una insurgencia que abiertamente desafía la legitimidad del Estado colombiano; y, del lado, venezolano es más un actor paramilitar que apoya y defiende al gobierno bolivariano.
Para entender esta bipolaridad, hay que enfocar el análisis en la evolución de la ontología geopolítica de los últimos cuarenta años, que, a su vez explica su variación espacial y temporal en términos de presencia, capacidad regulatoria, etc. De tal forma, más allá del debate de la naturaleza criolla o colombo-venezolana los análisis sobre este proceso tienden a homogenizar su presencia a lo largo de la frontera binacional.
Como punto de partida, cabe recordar que la situación actual es muy distinta a décadas atrás, cuando las guerrillas colombianas eran consideradas un problema de seguridad binacional. Esta relación cambió por las dinámicas políticas internas de cada Estado. La elección de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) y de Hugo Chávez Frías (1999-2013), marcaron una ruptura en las dinámicas fronterizas, porque mientras Chávez adoptó una postura de neutralidad y fue más permisivo con la presencia guerrillera del lado venezolano, Uribe desarrolló una guerra contrainsurgente sin precedentes, que obligó a las insurgencias a buscar refugio en los márgenes del país y en los espacios fronterizos con Ecuador, Panamá, Brasil y Venezuela.
Este proceso marcó un cambio en la relación ELN-régimen bolivariano, pasando de una rivalidad belicosa a un oportunismo pragmático, que se fue incrementando gradualmente: no sobra recordar que inicialmente hubo una mejor relación con las FARC, pues a inicios del milenio se dio la captura y entrega al Estado colombiano de guerrilleros del ELN, siendo el caso más resonado el de José María Ballestas en 2002, quien piloteó y aterrizó el avión Fokker de Avianca, secuestrado con 56 pasajeros unos tres años antes.
Así, los mayores desarrollos del ELN en Venezuela se dieron en el marco del proceso de paz con las FARC y el fallecimiento de Chávez (2012-2016). Para estos años emergió una relación de codependencia debido al severo debilitamiento de la capacidad estatal venezolana y la voluntad decida de la guerrilla de erigirse como un ente regulador del espacio binacional bajo varias apuestas: gobernar y ordenar estos territorios le permitía extraer amplios recursos y continuar con el traslado de una parte gruesa de su pie de fuerza, incluido sus dos comandantes más importantes, Antonio García y Pablito.
Con este contexto como telón de fondo, este articulo plantea que la evolución de la inserción elena en Venezuela debe ser analizada con un énfasis en las relaciones binacionales entre Bogotá y Caracas y con un simultáneo enfoque en el nivel subnacional. La frontera colombo venezolana tiene más de 2.219 kilómetros, la cual no solo la hace la más extensa (siete departamentos del lado colombiano y cuatro estados del lado venezolano), sino también bastante variopinta tanto en términos demográficos, económicos, sociales y políticos. Basta preguntarse: ¿son las mismas dinámicas y lógicas territoriales las que atraviesan los espacios fronterizos de los llanos orientales (Arauca con Apure), el tramo central (Norte de Santander con Táchira y Zulia), la Orinoquia (Vichada y Guainia con Amazonas), y el Caribe (Cesar y La Guajira con Zulia)?
Lo que hay en estos espacios son unas variaciones temporales importantes y en el grado de inserción. Así que más allá de catalogar o desmentir su carácter binacional tenemos que entender ¿de qué forma?, ¿bajo qué condiciones? y ¿cómo ha sido el proceso de inserción político-militar en cada uno de estos espacios? En otras palabras, cuáles han sido los escenarios de oportunidad, las limitaciones, obstáculos y fracasos, pues los contrastes en las trayectorias son marcados.
La variante llanera: El nodo organizacional en Arauca y Apure
El Frente Domingo Laín emergió en medio de las fricciones de los movimientos cívicos araucanos y el Estado colombiano a finales del 70. Esto le brindó la oportunidad a la naciente estructura de defender a la población que enfrentaba al Ejército en los paros cívicos, e incluso de extender su influencia a los colonos que se habían asentado en el territorio venezolano.
En muy poco tiempo, antes de la bonanza petrolera, el Frente Domingo Laín logró expandir sus estructuras, desarrollar acciones armadas en el espacio binacional, siendo la más representativa la toma del puesto de la Guardia Nacional de Cutufí (Alto Apure) (1983), y extraer recursos de ganaderos del área (secuestros y extorsiones). Este tipo de hechos más la hegemonización del Laín acarreó una fuerte estigmatización de los locales de parte de las autoridades de ambos países y legitimó hechos represivos, como la masacre cometida en El Amparo (Apure), por miembro de la fuerza pública venezolana, de 14 pescadores colombianos y venezolanos en 1988.
Ante la consolidación elena y el recrudecimiento del conflicto armado en Arauca, los Estados colombiano y venezolano establecieron la Comisión binacional de Fronteras (COMBIFRON) en 1994, para compartir inteligencia y coordinar esfuerzos militares contra las insurgencias. Esta Comisión no logro su cometido y el ELN siguió exhibiendo su belicosidad: en 1995 desarrolló un ataque al puesto fluvial de la Infantería de Marina Venezolana en Cararabo y secuestró del alcalde de Guasdualito.
Con la consolidación del régimen chavista y el desarrollo de la Seguridad Democrática, el Laín trasladó al Alto Apure un amplio pie de fuerza para evadir la campaña contrainsurgente, convirtiendo al área en una zona de retaguardia. Este proceso se profundizó con dos elementos: uno, con la victoria militar sobre las FARC (2005-2010), ya que el pacto de paz entre las dos guerrillas hegemonizó al ELN: adquirió el control de todo el contrabando binacional y algunas rutas de la coca, desde Cubará hasta El Amparo. Dos, con el traslado de varios comandantes del Frente de Guerra Oriental (FGO) y del Comando Central (COCE). El primer caso lo ilustra Pablito, quien luego de su fuga de un centro penitenciario en Arauca (2009) se instaló en suelo venezolano; el segundo, Antonio García.
No obstante, en la última década el Apure ya no solo se utiliza como un lugar de refugio o extracción de recursos, sino como un área estratégica de dominio: en la actualidad es un nodo organizacional del FGO y del ELN nacional, “un nuevo sur de Bolívar”, donde ha establecido un eje de despliegue estratégico con un importante respaldo social y político, en la sombra del Parque Nacional El Tamá; un triángulo terrestre entre El Nula, Puerto Contreras, y El Amparo, con fácil acceso a Norte de Santander y al vital “corredor ABC” (Arauca, Boyacá y Casanare).
A lo largo de la frontera y dentro del Alto Apure, asume funciones estatales con el respaldo del régimen venezolano: controla el desplazamiento de las personas y los pasos fronterizos (trochas) donde se desarrollan actividades económicas ilegales e informales, regula la vida cotidiana de los locales, extrae recursos de amplias actividades, etc. Incluso, sirve como un “sistema de alerta temprana” frente a amenazas extranjeras, dada sus densas redes de informantes a ambos lados del río Arauca. Además, con los acumulados desarrollados, el FGO ha emprendido un proceso expansivo al interior del país (Vichada y Casanare) y por toda la franja fronteriza, desde Zulia hasta Amazonas, con una nueva generación de guerreros y comandantes binacionales.
Finalmente, el fuerte enraizamiento eleno se explica, además, por el respaldo que recibe de los poderes y autoridades regionales: Apure ha sido gobernado por exmilitares fieles al proyecto bolivariano y el Estado es marcadamente chavista, gracias a la reestructuración del poder que adelantó el gobierno en los últimos veinte años con la expropiación de las haciendas que poseían los ganaderos tradicionales.
Estos elementos hacen del ELN del presente un actor estructurante de este espacio binacional, y aunque la creciente presencia de la disidencia del X frente puede cuestionar dicha posición, los recientes eventos muestran que estaría lejos de hacerlo ya que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) asumió la tarea de enfrentarla (sin mucho exíto) en los finales de este marzo pasado y pocos cambios se han percibido desde entonces.
La variante central: La franja volatil entre Norte de Santander, Táchira y Zulia
A pesar que la presencia del ELN en Norte de Santander se remonta a las décadas del setenta e inicios del ochenta, a diferencia de Arauca este grupo no fue el único con presencia ni nunca pudo canalizar los procesos sociales como lo hizo en el Sarare.
El proceso de configuración regional del Catatumbo, marcado por diversas oleadas de colonización de personas con ideales y referentes culturales variados, la presencia de otros competidores por base social y los golpes propinados por los paramilitares impidieron que el Frente Carlos Armando Cacua Guerrero, del ELN, replicara la experiencia araucana.
Si la experiencia del Catatumbo estuvo llena de contrastes, la del área metropolitana está marcado por grandes reveses: el frente urbano Carlos Germán Velasco Villamizar fue derrotado y expulsado de las comunas cúcuteñas en los años noventa, por los paramilitares. Y el desarrollo de un entramado criminal, que aprovechó los legados del paramilitarismo y una dinámica ilegal e informal de décadas, han limitado y frenado los intentos expansivos del ELN en los años recientes. En la parte más integrada y con mayor presencia estatal (Puerto Santander, Villa del Rosario, la zona rural de Cúcuta,) dominan Los Rastrojos y el Clan del Golfo, al punto que controlan los pasos fronterizos, y en ese rol han entablado acuerdos y arreglos pragmáticos con las autoridades binacionales para el paso de víveres, gasolina, migrantes y toda la dinámica que implica una frontera viva como esta.
Respecto al lado lado de la frontera (Zulia), si bien se puede rastrear su presencia décadas atrás no contó con los caracteres de Apure: acá estaba presente una comunidad indígena binacional con la que mantuvo tensas relaciones y se topó con la resistencia de los ganaderos zulianos, por lo cual su dominio es bastante reciente, producto del apoyo brindado por el FGO para consolidar un corredor de movilidad en suelo colombiano y el favorable clima político creado con cerco diplomático de la ayuda humanitaria del gobierno Duque y de Trump.
De tal forma, nos topamos con el ELN con una posición dominante, bastante reciente de lado y lado de la frontera, pero con contrastes bien marcados.
En la parte colombiana, sus dominios territoriales siguen siendo cuestionados y las áreas ganadas están sujetas a intentos de incursión por parte de otros actores armados. En el Catatumbo, si bien le ganó la batalla a la liga formada por el EPL y los Rastrojos, con el apoyo del FGO, tiene que enfrentar las incursiones del Clan del Golfo en Sardinata. Pero del lado venezolano ha establecido una presencia importante durante y después de su conflicto con el EPL (Casigua El Cubo, Caño 14, y por los ríos catatumberos que atraviesan el sur de Zulia hasta que llegar al Lago de Maracaibo). Fuera de regular el transporte de personas y mercancías por los pasos informales y el sistema fluvial, los elenos imponen un orden estricto en las comunidades debajo de su control y han desplazados a varios agricultores que no acatan a su mandato.
Por la parte del área metropolitana de Cúcuta (franja del territorio entre la capital departamental y Puerto Santander) su control territorial es bastante nulo, ya que es un zona de disputa con Los Rastrojos, y más recientemente, con el Clan del Golfo. Del otro lado, el ELN ha conquistado el tramo fronterizo tachirense y buena parte del sur de Zulia en los últimos años. Este proceso empezó en 2017 con la inserción y conquista del tramo central gracias a la supuesta alianza entre el frente Carlos German Velasco Villamizar (con el apoyo recibido del FGO) y Freddy Bernal (el hombre duro del chavismo y denominado el “Protector del Táchira”), quien trajo Los Colectivos. Con esta alianza lograron para 2019 la expulsión de Los Rastrojos de zonas de San Antonio, Ureña y Boca de Grita. El dominio a este lado de la frontera se muestra mucho más consistente por el amplio control que poseen (Delicias, San Antonio, Ureña, Palotal y Boca de Grita) y por las acciones que desarrollan: patrullan la zona, establecen restricciones horarias y de movilidad, impusieron tarifas sobre el contrabando y las trochas, incluso han llegado a construir parques para niños.
Este avance ha sido en gran medida posible por la escisión política que se presenta al interior del Táchira, donde facciones políticas del régimen están trenzadas en una lucha por el poder regional en un Estado que históricamente ha sido opositor al proyecto bolivariano. La consolidación elena se dio con la venia del régimen venezolano, al servir como punta de lanza frente a cualquier amenaza externa, particularmente después del resonado paso de Juan Guaidó a suelo colombiano y el alboroto por los pasos fronterizos que causó la ayuda humanitaria en 2019.
Estos sucesos permiten presumir que existe un entendimiento acordado hasta una relación colaborativa entre el grupo colombiano y las autoridades venezolanas dado su abierta presencia sostenida en la zona y la falta de acción estatal para perseguirlo.
La variante orinoqueña: El rentismo eleno en Vichada, Guania, Amazonas y Bolívar
Desde 2013, el FGO inició un ambicioso plan de expansión para controlar la frontera colombo venezolana, entre el Catatumbo y Guainía. Con la desmovilización de las FARC, el FGO se extendió a lo largo de la cuenca del río Orinoco al interior del Vichada y llegó con mayor profundidad al interior de Venezuela.
Antes del tratado de paz, el FGO permitía el paso de tropas de las FARC en Arauca a través del corredor de movilidad en el Alto Apure y Táchira hacia el Catatumbo y a cambio, las FARC le permitían pasar a través de Puerto Páez, un pueblo de frontera estratégico, localizado en el Orinoco entre Apure, Amazonas y Vichada.
Para realizar esta expansión, el FGO fundó el Frente Rafael Blanco Flórez (2016), que estableció su presencia en todos los pueblos clave de la frontera localizados sobre el río (Puerto Ayacucho y San Fernando de Atapabo), al mismo tiempo que se extendía al interior de los ríos que alimentan el Orinoco en Vichada, Guainía y Guaviare. Mientras continuó este crecimiento, el Frente Domingo Laín envió varios comandantes de alto rango, claves para liderar al Frente Rafael Blanco Flórez y al José Daniel Pérez Carreño, recientemente creado en Cumaribo.
La expansión del ELN en esta zona ha coincidido con el desplome económico de venezolano y el deterioro de la capacidad estatal para controlar esta área de frontera. En efecto, al igual que al norte de Zulia (en límites con La Guajira), el retiro de las autoridades venezolanas generó una demanda de protección insurgente por el aumento de la criminalidad. Esta inserción se vio profundizada por que el gobierno de Maduro puso la mira en el Arco Minero del Orinoco, una franja 11.000.000 ha en los estados de Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro, rica en minerales (oro, cobre, diamantes, coltán, hierro y bauxita). La particularidad de esta área era que prácticamente todas las operaciones mineras eran informales y administradas por alianzas entre el FANB y grupos criminales locales (sindicatos).
En vista de este escenario de oportunidad y poniendo al servicio su experiencia regulatoria en este tipo de territorios, el ELN ingresó violentamente a la región, logrando establecer control sobre territorios claves, a la vez que ha extendido su alcance a la región fronteriza en disputa entre Venezuela y Guyana. Con esta consolidación, el ELN se ha convertido en un factor de orden y regulación.
A pesar de este avance, su posición no se encuentra del todo sedimentada. En los años recientes (2019 al presente), lo que se observa por parte de los actores en juego son unos dominios territoriales inestables, que oscilan y dependen de unas alianzas bastante fluctuantes: en esta área del territorio venezolano disidencias de las FARC, sindicatos, ELN y autoridades venezolanas luchan o pactan entre sí el control de las áreas de explotación minera.
La variante caribeña: El portal al caribe en Cesar, Guajira y Zulia
El Frente José Manuel Martinez Quiroz del ELN hizo presencia en el sur del Cesar en la decada de los setenta y desde ahí se expandió hacia al centro y norte del Cesar y al sur de la Guajira. Por el otro lado de la frontera el grupo sirvió como un defensor de los campesinos colonos colombianos en territorio venezolano, al acompañar el proceso de asentamiento y cultivo de amapola. No obstante, esta estructura sufrió grandes reveses militares, a manos de los paramilitares en los 90s, que significaron una derrota militar, por lo cual lo que quedó de ella se resguardó en la Serranía del Perijá. En efecto, esta situación enmarca su marginalidad y escaza visibilidad en esta área del espacio binacional.
Además, el Frente de Guerra Norte (FGN) no ha tenido alguna capacidad de controlar territorio y población del norte del Cesar y La Guajira, debido a los entramados criminales y étnicos que han limitado su inserción en términos militares, pues estos logran atender las demandas, mediante reglas claras, de las actividades económicas semi ilegales e ilegales que se desarrollan del lado colombiano. Sin embargo, en los últimos años, el FGN aprovechó la desmovilización de las FARC para expandir su presencia a algunas pareas de antiguo control de la extinta guerrilla. Entre 2017 y el presente, los elenos han fortalecido su presencia en varios corregimientos ubicados en la zona rural de Maicao por la frontera con el Zulia.
Al otro lado de la frontera (Zulia) viene disputando y reclamando control de espacios dejados a su suerte por el Estado venezolano, debido al profunda crisis del país. Desde 2017 ha mantenido una creciente presencia en el corredor estratégico entre la Serranía de Perijá y el Golfo de Venezuela, al norte de Zulia. Sus estructuras han asumido control de varias comunidades indigenas ubicadas por la frontera y reclutan adolescentes y adultos de estas poblaciones marginalizadas.
Con estos acumulados, el FGN expulsó La Zona (2019), una banda venezolana sanguinaria, del Guarero, el pueblo fronterizo zuliano más importante, donde se tornó en un factor de orden y gobernanza al poner fin a un contexto de de anarquia criminal, que habia producido la victimización indiscriminada de comunidades Wayuu que habitan ese espacio. Con este rol la legitimidad y capacidad regulatoria del ELN es grande: ya no solo garantizan la seguridad, ahora está asumiendo funciones de Estado (administración de justicia y la satisfacción de algunas Necesidades Básicas), y a cambio tiene el control de rutas y pasos de contrabando y del narcotráfico.
Mientras el avance del FGN ha sido más limitado en el norte de Cesar y La Guajira, una zona donde se topa con las redes criminales locales, que llevan décadas de experiencia en el manejo de economías ilícitas y la regulación comunal, en Zulia el ELN ha encontrado una población mucha más receptiva a su mensaje por el debilitamiento de la presencia estatal venezolana y su erradicación de las bandas criminales locales, que tenían azotada a la población wayuu; lo que marca un claro contraste: del lado colombiano es marginal y del lado venezolano es determinante.
Lecciones
Hay ejemplos historicos y actuales, como la experiencia del Frente Patriotico Ruandés en Uganda o Los Talibanes en Pakistan, que permiten entender que el desarrollo de la presencia bipolar elena en el espacio binacional se debe tanto a la ontología geopolítica como a las dinámicas locales.
La expansión del ELN en Venezuela responde a la convergencia de procesos locales de las distintas zonas fronterizas, nacionales como la desmovilización (y reactivación) de las FARC y la simultanea crisis humanitaria en Venezuela, y procesos internacionales como el aislamiento político de Maduro en el hemisferio.
Esta relación tiene un beneficio mutuo, pero cada vez parece más claro que el ELN está defendiendo al proyecto bolivariano en los márgenes del país y no al revés.
La desmovilización e inclusión de las FARC en el juego democrático colombiano produjo un reacomodamiento en las dinámicas de presencia y accionar de los frentes del ELN en la frontera, ya que las estructuras de la extinta guerrilla solían ser el actor dominante (menos en Arauca): un coproductor de orden y gobernanza. Además, la crisis institucional y humanitaria venezolana ha hecho de la frontera con este país un espacio particularmente vulnerable a la violencia y la criminalidad, en la medida que los controles estatales de lado y lado se han reducido y el ELN es percibido como un aliado político-militar del actual gobierno, lo que expone una relación bipolar a lado y lado de la frontera: en Colombia busca desafiar al Estado y en Venezuela afianza el régimen chavista y se constituye en su primer muro de defensa.
Ahora bien, la inserción e incrustación elena está atravesada por múltiples variables que no han sido analizadas y que sin duda alguna permitirán entender la naturaleza y textura de la presencia de esta insurgencia, para catalogarla o quitarle la etiqueta de guerrilla binacional. Las formas y modos de inserción, así como presencia del ELN en cada lugar ha sido diferenciada espacial y temporalmente: en cada espacio ha tenido grados de implantación e incrustación distintos en el tiempo: en algunos se ha profundizado, en otras ha iniciado y también ha habido casos donde no lo ha logrado. Asimismo, las capacidades regulatorias y de control territorial, el tipo de ordenamiento, y los vínculos con los pobladores han variado.
Por último, hacemos un llamado a la necesidad de integrar los enfoques y agendas analíticas de la gobernanza rebelde y criminal en Colombia. Una insurgencia como el ELN hace cada vez más porosas las diferencias entre estos dos sistemas de gobernanza.
*Investigador del área de dinámicas del conflicto armado y construcción de paz de la FIP.
**PHD en Ciencia Política de la Universidad de Toronto, Canadá.
***Profesor del departamento de Ciencia Política de la Universidad del Norte.