“Hay tristeza, nostalgia, impotencia”: bombero en emergencia del Chapecoense

Al recordar las más de 16 horas de trabajo rescatando a los heridos y víctimas fatales del accidente, al bombero Andrés Cogote se le quiebra la voz y sus ojos se llenan de lágrimas.

Maryluz Avendaño
01 de diciembre de 2016 - 04:04 a. m.
Andrés Congote, bombero desde 2009.
Andrés Congote, bombero desde 2009.

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Traga saliva y las contiene. Tiene claro cada detalle y una sonrisa se le escapa cuando recuerda cómo encontró a cuatro de los sobrevivientes. Una experiencia dolorosa que lo marcó a él y al cuerpo de bomberos voluntario. Asegura que necesitan ayuda sicológica para superar el estrés y el trauma causado, pues como lo afirma, nunca los preparan para ello.

“El lunes como a las 10:45 p.m., recibí una llamada del comando de Policía de aquí de La Unión. Me informaron que había un vuelo chárter perdido entre La Ceja y La Unión, que estuviéramos alertas. De inmediato le marqué al comandante y le dije que alertara a las unidades. A los dos minutos me llamaron del aeropuerto y me dijeron lo mismo, pero además que iban unas 80 personas en el avión. Diez minutos después la Policía me confirmó que habían encontrado el avión en Cerro Gordo, que los policías de la base que hay allá lo habían visto. Nos reunimos en la estación de bomberos y el comandante y yo llamamos a otros voluntarios, éramos 17 en total. Les dijimos que conservaran la calma, que nos íbamos a encontrar con un panorama muy complicado, que atendieran nuestras indicaciones y que todo lo íbamos a hacer con mucho respeto por los heridos y las víctimas fatales.

Nos demoramos unos 10 minutos en llegar al sitio. Allá nos esperaba el comandante de la base y nos dijo que escuchaban gritos en el lado occidental. En ese cerro hay un base de la policía y una antena que guía los aviones para entrar al valle de San Nicolás.

Cuando llegamos a la parte alta del cerro escuchamos los gritos. Les dije que éramos de rescate de La Unión, que si me escuchaban hicieran ruido o alumbraran con una linterna y de inmediato empezaron a mandar señales con una linterna.

En ese sitio había una malla de acero con alambre de puas, fue tanto mi desespero que me tiré por encima y me corté, los policías me ayudaron a bajar y le dije a mis unidades que esperaran que ya un agente iba a cortar la malla, que no se pasaran para que no hubiera más heridos.

Comenzamos a abrir camino con un machete para llegar al avión, porque no conocíamos caminos de herradura o servidumbre. Estaba haciendo mucho frio, había escarcha en los árboles y las plantas, y la neblina no dejaba ver a más de 150 metros a la redonda.

Llegamos al claro y vimos la estructura del avión, lo que se reconocía era una parte del fuselaje y las alas, nada más. Sentí mucho impacto al ver una estructura de esas tan imponente y ahí aplastada en el suelo, daban ganas de llorar porque eran 80 personas y por la forma como estaba la aeronave sabía que no había muchos sobrevivientes. No lloré, pero se me quebró la voz al dar las ordenes porque sabía que estaba mandando a mis unidades a rescatar muertos y no heridos. Uno no está preparado, pude haber tenido mis entrenamientos rigurosos, pero se tienen muchos sentimientos de tristeza, nostalgia, impotencia, es muy difícil procesar toda esa información.

Otra vez hice el llamado y las luces nos las hacían a unos 30 metros arriba del fuselaje. Entonces en compañía de los policías Coraballo y Chamorro, busqué un lugar, seguimos con el machete, nos demoramos 20 minutos abriendo camino para llegar allá.

La primera escena que vi fue, al lado derecho deteniéndolos con un árbol estaban Erwin (técnico del avión) y Ximena (auxiliar de vuelo), y en el lado izquierdo estaban Jackson (portero suplente) y Marcos Danilo (portero titular). Ellos dos estaban sentados en la silla y eso los salvó, porque estaban en sentido contrario al fuselaje.

Cuando los vi vivos cogí una linterna y le apunté a uno para que no se me perdiera y la otra se la di a los policías pata que me alumbraran. Verlos me dio alegría, me reí, les pregunté el nombre y les dije que tuvieran calma que íbamos a hacer todo para sacarlos de allá. Fue mucha felicidad ver que Erwin y Ximena estaban muy bien, golpes muy leves a pesar de ese accidente. Vi que Erwin era el que me estaba haciendo señales con una linterna negra pequeña.

En ese momento informé a las unidades que subieran tres camillas para comenzar a evacuarlos. El comandante de bomberos se había quedado en la base, desde allá teníamos buena comunicación y visibilidad hacia el avión. Jackson tenía posible fractura de cráneo, y fractura de fémur, tibia y peroné. Danilo, estaba sentado en la silla, pero tenía fractura en la zona cervical y en el fémur izquierdo y derecho, no podía moverse, solo lo sostenía el cinturón. No podía mover las manos. Ximena tenia fractura en el pie derecho y en el antebrazo derecho. Y una herida abierta. Erwin mucho dolor en la zona cervical y hematomas en el pecho. Yo me quedé con los dos policías y Diego Congote atendiendo a Erwin y a Ximena. Todos estaban conscientes. Y mandé tres unidades por cada uno de los otros dos pacientes.

Cuando les estábamos prestando la atención una de las unidades me dijo que Danilo estaba muy herido y no creía que fuera a sobrevivir. Cortamos el cinturón y lo montamos a la camilla. Erwin nos dijo que atendiéramos primero la niña, a pesar de sus golpes y que le dolía, no se dejaba atender de nosotros decía que primero ella, pero se corría a pesar del dolor. Eso me impactó demasiado porque él se movió a pesar del dolor para que pudiéramos sacar primero a Ximena.

Designamos una zona para ubicar a las víctimas, más o menos a unos 50 metros y de fácil acceso al camino que abrimos. Allí pusimos a los heridos. Solo sabíamos de esos cuatro sobrevivientes, ya en el proceso de rescate y camillaje que duró más de dos horas llegaron bomberos Rionegro, La Ceja, Itagüí y encontraron a los otros.

 

Cerca de donde encontramos a los heridos había otra persona sentada en una silla, pero ya estaba muerta. Y al lado había otra víctima.

Debíamos transportar a los heridos hasta las ambulancias por un camino muy fangoso, eran unos 30 minutos más o menos. Yo transporté a Ximena y la dejé esperando la ambulancia. Cuando regresé al sitio vi que estaban llevando a Jackson hacia las ambulancias y en el área de concentración de victimas estaba Danilo, los médicos y enfermeras lo estaban atendiendo y yo seguí hasta la zona a buscar más sobrevivientes, ahí me encontré con otros socorristas que llevaban a Erwin. Al rato otros compañeros me indicaron que Danilo había muerto cuando lo llevaban para la ambulancia. Fue algo muy triste porque nosotros como bomberos no queremos perder una vida en nuestras manos. Da mucha tristeza ver que fue una persona que quedó viva del accidente y no se pudo salvar.

A las 3:30 a.m. empezó a llover, así que les ordené a mis unidades que se resguardaran y esperáramos órdenes de qué hacer. Hubo un momento en que ya el frío me podía, casi que me iba a dar hipotermia, así que le informé al comandante y le dije que abandonaba el área que me relevaran y nos fuimos. En una casa nos dieron agua de panela caliente y tinto y prendieron una chimenea y secamos la ropa. Como una hora después, 4.30 am volvimos al área.

Los cuerpos los empezamos a sacar con la luz del día, con ese rayo de sol el panorama nos cambió totalmente y vimos la magnitud y la manera como habían quedado las víctimas. Eso fue muy duro, ahí si me primó la impotencia, ya sabía que no había más sobrevivientes. Me pude mantener en pie a pesar del impacto. No tengo cuenta de cuántos cadáveres sacamos, lo hacíamos muy rápido para llevarlos a donde estaba el personal de la Sijin para que los pudieran reconocer. Los compañeros se quebraban del cansancio y yo los animaba, les decía que había familias esperando.

Como a las 7 de la noche cuando llegué a mi casa, hablé con un amigo, le conté todo lo que había vivido y lloré mucho, me desahogué, saqué todo ese dolor, ya había hecho mi trabajo y sabía que ya podía quebrantarme. Hemos estado muy tristes, hay compañeros muy impactados por los cadáveres, creo que nos hace falta acompañamiento sicológico para superar esto porque nunca habíamos enfrentado una emergencia semejante.

Estos días he pensado mucho en Ximena y Erwin. Quisiera ir a visitarlos al hospital para saber cómo están, hablar con ellos. He pensado mucho en ellos porque se generó un vínculo emocional al atenderlos, a Ximena le decía que no cerrara los ojos que siguiera adelante, y a Erwin le di una chocolatina para que superara el frío y le di las gracias por todo lo que hizo, por ayudar a sus compañeros”.

Por Maryluz Avendaño

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