Historia para la afrocolombianidad
Aunque en el país se ha avanzado en el reconocimiento de derechos, la débil enseñanza de la historia sigue atentando contra el respeto y la formación de la identidad afro.
Daniel Mera Villamizar*
Recientemente comenzó a discutirse el impacto de la débil enseñanza de la historia en el sistema educativo. Los ciudadanos sin memoria histórica son una preocupación para el proyecto de país, dependiendo de si se cree que éste comienza en 1991 o antes.
En el caso de la afrocolombianidad, ideológicamente tiende a privilegiarse 1991 por el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural, que fue transformando el país en “nación pluriétnica y multicultural”. Antes de 1991, la enseñanza de la historia tendía a excluir el papel de los negros y mulatos en la nación. Después de 1991 también, pese a la “etnoeducación”. ¿Por qué?
Primero, porque la historia tradicional hace eco de “el color no importa”. Segundo, porque después de 1991 el color importa demasiado. El blog República de colores de elespectador.com ofrece una salida, especialmente a los docentes. El coronel Juan José Rondón, el de la Batalla del Pantano de Vargas, era negro y venezolano. La historia tradicional hizo mal en omitir eso (la invisibilización).
La autoestima y la identidad nacional de los niños negros se habría formado mejor si, además, les enseñaran o los pusieran a investigar qué proceso explicaba que Rondón fuera coronel y no esclavo. Lo mismo con el mulato Padilla, el héroe naval de la independencia, en la Nueva Granada. El respeto de los demás niños habría sido otro.
Pero “colorear” la historia no implica enseñarla con el criterio “pluriétnico” o determinista racial posterior a 1991. Con razón los profesores ni lo intentan. Los etnoeducadores tampoco: por eso es que el discurso de la afrocolombianidad se ha ido creando sin historia nacional. De la historia de África y la trata de esclavos salta a las últimas décadas. El blog, con la ayuda de historiadores, está llenando ese vacío de historia de los siglos XIX y XX.
Al publicar documentos de cada época, los docentes y estudiantes podrán leer a los protagonistas en sus propios términos. Luis Antonio Robles (1849-1899), primer ministro negro, fue vocero de “más de media nación” en el Congreso, como dijo Fidel Cano. Describirlo como “líder de negritudes” es añadir confusión a la ignorancia, aunque él hizo la reivindicación histórica de la “raza negra” en el Congreso (1876) cuando le gritaron “hijo de esclavos”, que no lo era.
Por el hecho de haber sido intelectual conservador y de no pensar en la “raza”, ¿está bien ignorar los hechos y el significado de Manuel Mosquera Garcés, tres veces ministro en el siglo XX? Que los jóvenes saquen sus propias conclusiones leyendo breves textos de hace 40 años. Mucho se puede aprender del pasado nacional y de la población negra en la última entrevista de Sofonías Yacup, hace 65 años. ¿Vamos a ignorar lo que dijo Diego Luis Córdoba en su madurez, en 1961, para atribuirle ideas que no tenía?
Casi cada texto en República de colores es una sorpresa: ¿Padilla pudo haber hecho que triunfara la Noche Septembrina contra Bolívar y se negó, pese a estar preso injustamente por Bolívar? Investiguen sobre eso, jóvenes. Y piensen cómo se están formando las identidades en el siglo XXI.
Memorial de agravios de los pardos e independencia
Se cree que hace 200 años la mayoría de los descendientes de africanos en la Nueva Granada eran esclavos. No es así. Según el censo de 1778, el 8% de la población total estaba en esclavitud y “los libres de todos los colores” representaban el 46%, a cuya cabeza estaban los pardos. De hecho, no era infrecuente que negros y mulatos libres fueran dueños de esclavos, como mostró Pablo Rodríguez.
Los pardos sufrían discriminaciones legales por la no “limpieza de sangre”. Los criollos tenían un memorial de agravios frente a los peninsulares, y los pardos otro frente a los criollos: la igualdad ante la ley. Los varones de las castas de color eran más numerosos. Muchos tenían instrucción militar por las milicias disciplinadas de la Corona (a diferencia de los esclavos). Algunos eran letrados. Cuando la naciente república decretó la igualdad formal en las primeras constituciones provinciales, los pardos tuvieron un poderoso motivo para combatir al reconquistador Pablo Morillo.
Conocieron la libertad antes
Mucho antes de la ley de abolición de la esclavitud, los descendientes de africanos habían alcanzado la libertad por distintos medios, siendo los cimarrones (escapados) los precursores. En 1851, menos de 16.000 personas estaban esclavizadas, de un total de 2’105.622 habitantes. En 1843, eran 25.591. La ley tiene un gran valor civilizatorio, más que haber significado un cambio social masivo para la población negra.
El coronel Juan José Rondón
“Coronel Rondón, salve usted la patria”, dijo Bolívar. El héroe de la Batalla del Pantano de Vargas, el 25 de julio de 1819, era negro y venezolano, dos características que se omiten en la enseñanza de la historia.
Un texto de José Manuel Restrepo, ‘Historia de la revolución’, cortesía de Daniel Gutiérrez A, cuenta: “Bolívar había decretado en Venezuela la libertad de los esclavos y repetidas veces solicitó de los congresos que expidieran un acto solemne y explícito aprobando tan justas disposiciones. En virtud de ellas el ejército libertador tenía muchos oficiales y multitud de soldados que habían sido esclavos, y combatido después valerosamente contra el poder español”.
Antonia, esclava protectora y alfabeta
La esclava Antonia mantuvo y educó a dos hermanos menores huérfanos del presidente José Hilario López, que los dejó desamparados al ser capturado por los realistas en 1816. “Ella, con su pequeña industria personal, ha logrado evitarles el pedir limosna como mendigos para vestir y alimentarse. Y lo que es más, les ha hecho aprender a leer, escribir y contar”, escribió López en ‘El Fósforo’, en febrero de 1823.
López procedió a concederle su “entera libertad”. ¿Una esclava con “pequeña industria personal” y no analfabeta? Gracias a este texto, cedido por Magali Carrillo, se observa que había cierta diversidad de condiciones en la población esclava en 1820.
Fidel Cano apoya a Luis A. Robles
En septiembre de 1894 muere Rafael Núñez, presidente titular ausente. Gobierna el vicepresidente Miguel Antonio Caro. Luis Antonio Robles —primer ministro negro, en 1876— es el único representante del liberalismo en el Congreso.
Un representante hace el elogio de Núñez y ataca al régimen liberal. Robles sustenta “la tesis radical sobre la traición de Núñez”, según Tomás Rueda Vargas, y anuncia su voto negativo al proyecto de honores.
Fidel Cano, pese al riesgo de suspensión y multa a El Espectador, editorializó que Robles interpretó con “su habitual fidelidad el deber y el sentimiento de sus copartidarios, al no suscribir las expresiones de duelo (…) estamos seguros de que su voto ha sido tan firme cuanto moderada y respetuosamente dado”. Indalecio Liévano acusó a Robles de diatriba y calumnia, pero Jacobo Pérez Escobar encontró evidencia que dio la razón a Fidel Cano.
Manuel Mosquera Garcés, tres veces ministro
Intelectual chocoano, fue ministro de Educación de Mariano Ospina Pérez (1949) y de Gustavo Rojas Pinilla (1953); ministro de Trabajo de Roberto Urdaneta (1952) y presidente del Congreso. También fue el primer director del diario ‘La República’. Murió en enero de 1972 siendo vicepresidente del Senado.
“Conservador doctrinario y militante; educador y catedrático; escritor castizo, orador elocuente”, dijo de él Mariano Ospina. Para Mario Laserna Pinzón “su legado más profundo fue ser un símbolo de la hermandad colombiana... (que un hombre de piel negra haya) merecido los más elevados honores de sus gentes, su partido y su país”.
La deuda con Padilla
El reconocimiento de José Padilla como héroe naval de la Independencia puede verse en que el Día de la Armada Nacional, el 24 de julio, corresponde al día que se libró la Batalla del Lago de Maracaibo, en 1823, la cual “celebróse en todas las provincias, con fiestas y regocijos”.
“La sangre de cerca de 1.000 hombres tiñó las aguas del lago. En combates cuerpo a cuerpo con armas blancas, los patriotas causaron las mayores bajas”. Padilla fue un verdadero líder en esa batalla escalofriante, y se le reconoce.
No pasa lo mismo, en cambio, con la Noche Septembrina, la del atentado a Bolívar. Ese 25 de septiembre de 1828, Padilla estaba preso en Bogotá por un proceso político por seguir a Santander. Los conjurados llegaron a liberarlo para que se pusiera al frente de la “revolución”. Padilla no quiso y sin “un verdadero líder militar como Padilla, los golpistas no pudieron apoderarse de los cuarteles, y con el escape de Bolívar por una ventana, el plan fracasó”.
Entonces, Padilla fue fusilado. Bolívar era consciente del factor racial. “Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino en favor de ese infame blanco (Santander)”.
* Directivo de la Fundación Color de Colombia.
Recientemente comenzó a discutirse el impacto de la débil enseñanza de la historia en el sistema educativo. Los ciudadanos sin memoria histórica son una preocupación para el proyecto de país, dependiendo de si se cree que éste comienza en 1991 o antes.
En el caso de la afrocolombianidad, ideológicamente tiende a privilegiarse 1991 por el reconocimiento de la diversidad étnica y cultural, que fue transformando el país en “nación pluriétnica y multicultural”. Antes de 1991, la enseñanza de la historia tendía a excluir el papel de los negros y mulatos en la nación. Después de 1991 también, pese a la “etnoeducación”. ¿Por qué?
Primero, porque la historia tradicional hace eco de “el color no importa”. Segundo, porque después de 1991 el color importa demasiado. El blog República de colores de elespectador.com ofrece una salida, especialmente a los docentes. El coronel Juan José Rondón, el de la Batalla del Pantano de Vargas, era negro y venezolano. La historia tradicional hizo mal en omitir eso (la invisibilización).
La autoestima y la identidad nacional de los niños negros se habría formado mejor si, además, les enseñaran o los pusieran a investigar qué proceso explicaba que Rondón fuera coronel y no esclavo. Lo mismo con el mulato Padilla, el héroe naval de la independencia, en la Nueva Granada. El respeto de los demás niños habría sido otro.
Pero “colorear” la historia no implica enseñarla con el criterio “pluriétnico” o determinista racial posterior a 1991. Con razón los profesores ni lo intentan. Los etnoeducadores tampoco: por eso es que el discurso de la afrocolombianidad se ha ido creando sin historia nacional. De la historia de África y la trata de esclavos salta a las últimas décadas. El blog, con la ayuda de historiadores, está llenando ese vacío de historia de los siglos XIX y XX.
Al publicar documentos de cada época, los docentes y estudiantes podrán leer a los protagonistas en sus propios términos. Luis Antonio Robles (1849-1899), primer ministro negro, fue vocero de “más de media nación” en el Congreso, como dijo Fidel Cano. Describirlo como “líder de negritudes” es añadir confusión a la ignorancia, aunque él hizo la reivindicación histórica de la “raza negra” en el Congreso (1876) cuando le gritaron “hijo de esclavos”, que no lo era.
Por el hecho de haber sido intelectual conservador y de no pensar en la “raza”, ¿está bien ignorar los hechos y el significado de Manuel Mosquera Garcés, tres veces ministro en el siglo XX? Que los jóvenes saquen sus propias conclusiones leyendo breves textos de hace 40 años. Mucho se puede aprender del pasado nacional y de la población negra en la última entrevista de Sofonías Yacup, hace 65 años. ¿Vamos a ignorar lo que dijo Diego Luis Córdoba en su madurez, en 1961, para atribuirle ideas que no tenía?
Casi cada texto en República de colores es una sorpresa: ¿Padilla pudo haber hecho que triunfara la Noche Septembrina contra Bolívar y se negó, pese a estar preso injustamente por Bolívar? Investiguen sobre eso, jóvenes. Y piensen cómo se están formando las identidades en el siglo XXI.
Memorial de agravios de los pardos e independencia
Se cree que hace 200 años la mayoría de los descendientes de africanos en la Nueva Granada eran esclavos. No es así. Según el censo de 1778, el 8% de la población total estaba en esclavitud y “los libres de todos los colores” representaban el 46%, a cuya cabeza estaban los pardos. De hecho, no era infrecuente que negros y mulatos libres fueran dueños de esclavos, como mostró Pablo Rodríguez.
Los pardos sufrían discriminaciones legales por la no “limpieza de sangre”. Los criollos tenían un memorial de agravios frente a los peninsulares, y los pardos otro frente a los criollos: la igualdad ante la ley. Los varones de las castas de color eran más numerosos. Muchos tenían instrucción militar por las milicias disciplinadas de la Corona (a diferencia de los esclavos). Algunos eran letrados. Cuando la naciente república decretó la igualdad formal en las primeras constituciones provinciales, los pardos tuvieron un poderoso motivo para combatir al reconquistador Pablo Morillo.
Conocieron la libertad antes
Mucho antes de la ley de abolición de la esclavitud, los descendientes de africanos habían alcanzado la libertad por distintos medios, siendo los cimarrones (escapados) los precursores. En 1851, menos de 16.000 personas estaban esclavizadas, de un total de 2’105.622 habitantes. En 1843, eran 25.591. La ley tiene un gran valor civilizatorio, más que haber significado un cambio social masivo para la población negra.
El coronel Juan José Rondón
“Coronel Rondón, salve usted la patria”, dijo Bolívar. El héroe de la Batalla del Pantano de Vargas, el 25 de julio de 1819, era negro y venezolano, dos características que se omiten en la enseñanza de la historia.
Un texto de José Manuel Restrepo, ‘Historia de la revolución’, cortesía de Daniel Gutiérrez A, cuenta: “Bolívar había decretado en Venezuela la libertad de los esclavos y repetidas veces solicitó de los congresos que expidieran un acto solemne y explícito aprobando tan justas disposiciones. En virtud de ellas el ejército libertador tenía muchos oficiales y multitud de soldados que habían sido esclavos, y combatido después valerosamente contra el poder español”.
Antonia, esclava protectora y alfabeta
La esclava Antonia mantuvo y educó a dos hermanos menores huérfanos del presidente José Hilario López, que los dejó desamparados al ser capturado por los realistas en 1816. “Ella, con su pequeña industria personal, ha logrado evitarles el pedir limosna como mendigos para vestir y alimentarse. Y lo que es más, les ha hecho aprender a leer, escribir y contar”, escribió López en ‘El Fósforo’, en febrero de 1823.
López procedió a concederle su “entera libertad”. ¿Una esclava con “pequeña industria personal” y no analfabeta? Gracias a este texto, cedido por Magali Carrillo, se observa que había cierta diversidad de condiciones en la población esclava en 1820.
Fidel Cano apoya a Luis A. Robles
En septiembre de 1894 muere Rafael Núñez, presidente titular ausente. Gobierna el vicepresidente Miguel Antonio Caro. Luis Antonio Robles —primer ministro negro, en 1876— es el único representante del liberalismo en el Congreso.
Un representante hace el elogio de Núñez y ataca al régimen liberal. Robles sustenta “la tesis radical sobre la traición de Núñez”, según Tomás Rueda Vargas, y anuncia su voto negativo al proyecto de honores.
Fidel Cano, pese al riesgo de suspensión y multa a El Espectador, editorializó que Robles interpretó con “su habitual fidelidad el deber y el sentimiento de sus copartidarios, al no suscribir las expresiones de duelo (…) estamos seguros de que su voto ha sido tan firme cuanto moderada y respetuosamente dado”. Indalecio Liévano acusó a Robles de diatriba y calumnia, pero Jacobo Pérez Escobar encontró evidencia que dio la razón a Fidel Cano.
Manuel Mosquera Garcés, tres veces ministro
Intelectual chocoano, fue ministro de Educación de Mariano Ospina Pérez (1949) y de Gustavo Rojas Pinilla (1953); ministro de Trabajo de Roberto Urdaneta (1952) y presidente del Congreso. También fue el primer director del diario ‘La República’. Murió en enero de 1972 siendo vicepresidente del Senado.
“Conservador doctrinario y militante; educador y catedrático; escritor castizo, orador elocuente”, dijo de él Mariano Ospina. Para Mario Laserna Pinzón “su legado más profundo fue ser un símbolo de la hermandad colombiana... (que un hombre de piel negra haya) merecido los más elevados honores de sus gentes, su partido y su país”.
La deuda con Padilla
El reconocimiento de José Padilla como héroe naval de la Independencia puede verse en que el Día de la Armada Nacional, el 24 de julio, corresponde al día que se libró la Batalla del Lago de Maracaibo, en 1823, la cual “celebróse en todas las provincias, con fiestas y regocijos”.
“La sangre de cerca de 1.000 hombres tiñó las aguas del lago. En combates cuerpo a cuerpo con armas blancas, los patriotas causaron las mayores bajas”. Padilla fue un verdadero líder en esa batalla escalofriante, y se le reconoce.
No pasa lo mismo, en cambio, con la Noche Septembrina, la del atentado a Bolívar. Ese 25 de septiembre de 1828, Padilla estaba preso en Bogotá por un proceso político por seguir a Santander. Los conjurados llegaron a liberarlo para que se pusiera al frente de la “revolución”. Padilla no quiso y sin “un verdadero líder militar como Padilla, los golpistas no pudieron apoderarse de los cuarteles, y con el escape de Bolívar por una ventana, el plan fracasó”.
Entonces, Padilla fue fusilado. Bolívar era consciente del factor racial. “Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino en favor de ese infame blanco (Santander)”.
* Directivo de la Fundación Color de Colombia.