La historia del “El bozal”, el merengue de Leandro Díaz
La pegajosa canción es un llamado a los intérpretes y compositores modernos a no dejar del lado el merengue, uno de los cuatro aires del vallenato.
Ricardo López Solano
“El bozal” es una de las composiciones más celebradas de Leandro Díaz, la que, por su lado, no deja de causar revuelo entre los conocedores e investigadores del vallenato raizal y del vallenato moderno. Y todo, por el contenido y mensaje de la letra, un alegre y pegajoso merengue, que, desde la entonación de los primeros compases del acordeón, conecta con sus escuchas.
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“El bozal” es una de las composiciones más celebradas de Leandro Díaz, la que, por su lado, no deja de causar revuelo entre los conocedores e investigadores del vallenato raizal y del vallenato moderno. Y todo, por el contenido y mensaje de la letra, un alegre y pegajoso merengue, que, desde la entonación de los primeros compases del acordeón, conecta con sus escuchas.
Pero lo más relevante de este emblemático tema, es el duro llamado de atención que Leandro Díaz les hace, en su orden, a los intérpretes y compositores modernos. Y todo, en razón, además de la comercialización, a la manera sistemática e intencionada, por lo difícil de interpretar y de componer, lo que los ha llevado a dejar de lado al merengue, uno de los cuatro aires con el que, cada año, califican a los aspirantes a Reyes Vallenatos del acordeón en “El Festival de la Leyenda Vallenata”. Un ritmo del que solo se escucha las viejas melodías de nuestro antiguos juglares, durante el desarrollo de este gran evento anual ¡Una pena!
Pero antes de seguir adelante con las apreciaciones de esta sin igual composición, leamos y analicemos su bella, intrincada y artificiosa letra:
El bozal - Leandro Díaz
“Ya los músicos de hoy/ no quieren grabar merengues/ para mí es un error/ yo les digo lo que son/ sin temor a equivocarme/ lo que pasa es que no saben/ siempre lo interpretan mal// Y así quieren acabar/ un ritmo alegre del valle (bis)// Ya lo hacen con su sentido/ de manera inteligente (bis)/ para engañar a la gente/ ponen un poco de ruido/ porque no lo han aprendido/ a cantarlo con deseo/ mejor graban un paseo/ con más de dos mil palabras/ que al final no dicen nada/ y en eso es qué yo no creo (bis)// El merengue es el bozal// de los cantantes modernos/ por eso se está perdiendo/ la costumbre regional (bis)// Los protagonistas van// con su cartel adelante// dejando un ritmo importante// por que pocos lo comprenden// y es por eso que el merengue es terror de los cantantes (bis)// Que salga un compositor/ para que haga un merengue para ve’/ que haga dos que haga tres/ que haga el cuarto/ que haga el quinto como yo/ que hago el sexto con brío/ hago el séptimo engreío/ porque voy llegando al ocho/ hago el noveno sabroso/ en el décimo sonrío (bis)//”.
Nada que objetarles a las verdades que el maestro Leandro Díaz refiere en este inigualable e insuperable merengue. La tradición de interpretar y cantar este melodioso ritmo, que irremediablemente se viene perdiendo a lo largo y ancho de nuestro folclor, y tal como lo refiere el maestro Leandro en la letra, que hoy brilla por su ausencia. Y como la cereza que le falta al pastel, los de reciente grabación, no son más que un reciclaje de los merengues de antaño.
Y qué decir del reto que Leandro les propone a los nuevos compositores con su intrincada y bien hilvanada retahíla, cuando les solicita que hagan un merengue y luego dos, y que el tercero después, y que del tercero pasen al cuarto, del que, según se puede apreciar en el contenido de su letra, no serán capaces de lograr. Y como si de lo que se tratara fuera de armar una partida de ajedrez de alta jerarquía, Leandro Díaz mueve magistralmente sus piezas en el tablero de juego, para desde ese punto apersonarse de los siguientes movimientos, al percibir en el cuarto embroque, de la incapacidad de su o de sus contrincantes de continuar con el reto. Y de esa manera, con suficiencia, se encarga del quinto merengue, al igual que del sexto, y así sucesivamente hasta llegar al décimo, en donde su progresiva creación la frena en seco. Y no porque Leandro no se encontrara capacitado para darle vida al merengue número once y muchísimos más, si así lo dispusiera. Toda una lección magistral y portentosa de ingenio y capacidad para componer un ritmo, que las nuevas generaciones han dejado refundido en los anaqueles de nuestra historia musical y que esperamos no sea para siempre.
Luis Enrique Martínez y la alternancia de un merengue con un paseo u otro ritmo musical
Un caso extraordinario, entre otros compositores e intérpretes que en sus grabaciones en formatos de 45 y 78 RPM, alternaron un paseo con un merengue, lo encontramos, en especial, reflejado en Luis Enrique Martínez, “El Pollo Vallenato”, quien por su enormes aportes a nuestro querido folclor fue homenajeado en medio de la celebración del Festival de la Leyenda Vallenata número 56.
Al respecto, desde hace algunos años, cuando escuché por primera vez la letra de “El bozal”, interpretado por Diomedes Díaz, con el acompañamiento en el acordeón de Colacho Mendoza, me di a la tarea de revisar las grabaciones de Luis Enrique que, en los formatos antes referidos, cuento en mi colección de discos, así como los temas que en formato de 78 RPM registran los catálogos de las Casas Disqueras Fuentes (1954) y Popular (1956). Y para mi sorpresa, excluyendo los numerales 27 y 33 de los cuadros anexos, en los que un paseo y un merengue los acompaña una cumbia, de los 37 sencillos revisados, solo 3 de ellos aparecen paseos en ambas caras, ver numerales 29, 31 y 37.
Pero al revisar la pasta del numeral 37, un disco de 45 RPM del sello Tropical, encontré que los dos paseos que aparecen en esta pasta, “Amor irresistible” y “Tus lindos ojos”, se encuentran prensados en los discos de 78 RPM, numerales 15 y 16 del sello Carrizal, cada uno acompañado de un merengue. Lo que me hace pensar, esa es mi opinión, que los dos temas prensados en 45 RPM en la casa disquera Tropical fueron reciclados de las dos pastas de 78 RPM del sello Carrizal. Y que, por igual, pudo haber acontecido con los dos discos de la casa disquera Fuentes, en la que, en sus dos caras, incluyen paseos.
Sea acertada o no mi apreciación al respecto, lo que, si puedo asegurar, es que Luis Enrique, fue muy escrupuloso, y como el que más, en el momento de seleccionar sus grabaciones en pastas ya sean de 45 o 78 RPM, alternando un paseo con un merengue u otro ritmo. Por eso creo que lo de la mezcla de dos paseos pudo deberse a decisiones de las casas disqueras donde grababa, y no porque esa fuera la propuesta de Luis Enrique Martínez. En este sentido, podríamos decir, que “El Pollo Vallenato” fue uno de los modelos de intérpretes y/o compositores de antaño, que llevó a Leandro Díaz a darle vida a su muy bien logrado y nombrado merengue, “El bozal”.
Otros intérpretes y/o compositores que grabaron o compusieron merengues
De mi parte, también revisé tanto en mi colección de discos de 78 y 45 RPM, como en los catálogos de Fuentes y Popular a otros intérpretes y/o compositores, entre ellos, Alejandro Durán, Guillermo Buitrago, Abel Antonio Villa y Nafer Durán. Y el resultado que encontré fue el siguiente: El intérprete y compositor que prácticamente se encuentra al nivel de “El Pollo Vallenato”, fue Alejandro Durán, que de 47 pastas que revisé, encontré 38 en la que intercala un paseo con un merengue, 2 discos en la que figuran paseos en ambas caras y 4 en la que alterna paseos con otros ritmos. En cuanto a los restantes intérpretes, aunque la muestra que encontré no fue muy representativa, lo que si muestran es una tendencia en la alternancia o no de un paseo con un merengue. De Guillermo Buitrago, de 16 discos, 6 contaban en sus dos caras con un paseo y un merengue, 6 con paseo en ambas caras y 4 con un paseo y otro ritmo. Abel Antonio por su parte, de 14 pastas solo contaba con 5 en la que alternó un merengue con un paseo, 6 con paseos en cada una de sus caras y 3 en las que alternó un paseo con otro ritmo. Y en cuanto a Nafer Durán, de 7 discos solo 3 de ellos encontré un merengue con un paseo, y los 4 restantes, con un paseo y con ritmos de la ribera del río Magdalena.
Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, los merengues más icónicos de nuestro folclor vallenato
En el caso del compositor Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, que al igual que Leandro Díaz y otros compositores de su tiempo, fueron hábiles para crear tantos merengues como paseos, así como uno que otro ritmo diferente a estos dos. Pero en el caso particular de Pumarejo, es que este magno compositor valduparense cuenta en su haber con merengues que se han convertidos en himnos, caso de “La víspera de año nuevo”, que desde 1948, año en que lo grabó Guillermo Buitrago, pasó hacer un himno navideño. Y aunque “Mírame fijamente” no ha alcanzado tan alto nivel, sin embargo, este tema también en ritmo de merengue fue escogido por la OEA como himno para los temas de paz y reconciliación en el conflicto armado que vive Colombia (Vanguardia Liberal de Valledupar del 4 de noviembre de 1947). Y en lo que respecta a otros merengues de este autor, aunque tampoco llegaron a la categoría de himnos, aun así, con el paso implacable del tiempo, no han perdido ni perderán su vigencia. Sean los casos, entre otros, de “Calláte corazoncito”, “Las sabanas del Diluvio”, “Luis Mariano” y “Desquite”.
En total, entre temas grabados e inéditos de Tobías Enrique, a vuelo de pájaro, he identificado once, siendo consciente que un buen número de sus composiciones, incluyendo merengues de primer nivel, de momento se encuentran a nombre de otros autores, otras más que en cualquier momento entrarán al redil, y otras por el estilo, quien sabe cuántas más, que por la negligencia que caracterizó a este autor, en lo referente a lo de registrar sus obras, podemos asegurar que se perdieron para siempre. A destacar entre los merengues inéditos: “El chupaflor”, “El sabio Marco Fidel”, “Los gorreros” y “El Lunarcito”.
Sin embargo, a pesar de ello, me contó hace algunos años el compositor romántico Gustavo Gutiérrez Cabello, que según el concepto de los vallenatólogos Tomás Darío Gutiérrez, Julio Oñate Martínez, José Arrieta, incluido Gustavo, para este grupo selecto de compositores y/o de investigadores de la música vallenata, concluyeron, en su orden, que los mejores merengues de nuestro folclor corresponden a “Mírame fijamente” de Tobías Enrique Pumarejo. Le siguen “Honda herida” que se encuentra a nombre de Rafael Escalona, y “El viejo Miguel” de la autoría de Adolfo Pacheco. Por igual, eligieron en primer lugar, a Pumarejo como el mejor compositor de la música vallenata, seguido por Rafael Escalona y Leandro Díaz.
¿Y qué podríamos hacer, para que el merengue recupere su protagonismo de antaño?
Conversando sobre el desarrollo de este ensayo con los amigos Álvaro y José Díaz Daza, al inicio de una parranda que, en Valledupar, el 29 de abril del corriente, organizó el amigo Juan Carlos Castro en la casa campo del también amigo Balmiro Carrillo, en la que, entre otros puntos, les comenté sobre algunos aspectos del contenido de este texto, por lo que, Álvaro me preguntó, que a qué conclusión había llegado al relacionar el merengue “El bozal” con Luis Enrique Martínez. A lo que le respondí, que lo sabría cuando se publicará el contenido de este trabajo. No satisfecho con mi respuesta, de lo que se mostró seguro, es que, dentro de su contenido, recomendaría un concurso para compositores de solo merengues. A lo que le contesté que eso no era lo que planteaba en mi escrito. Pero que, sin embargo, su propuesta me parecía atractiva en una futura búsqueda de soluciones para salir del atolladero en el que se encontraba estancado un ritmo como el merengue, que requiere, y de carácter urgente, volver por el fuero en el que vivió años atrás. Así que organizar un concurso para compositores en la modalidad de solo merengues, sería de buen recibo para los amantes de este ritmo. Así que, amigo Álvaro, ¡Manos a la obra!
Mis mayores respetos
Pero volviendo al merengue “El bozal” de Leandro Díaz, eje central de este ensayo, les envió mis mayores y más sinceros respetos a esos tres colosos de la composición e interpretación de la música vallenata. A Leandro Díaz por detectar que a través de los años, y sin que nadie lo visualizara siquiera, se venía presentando un problema serio con el merengue, que sin justa causa, de un tiempo para acá viene dejándose a un lado por las nuevas generaciones de intérpretes y compositores. A Tobías Enrique Pumarejo por componer los mejores merengues de todos los tiempos. Y por igual, mis respetos por Luis Enrique Martínez, sin olvidarme de Alejandro Durán, que, en sus grabaciones en formatos de 78 RPM, fueron consientes de incluir un merengue acompañado de un paseo, y cuando no, por otro ritmo. Una cualidad que no floreció con esa meticulosidad en otros intérpretes y compositores de su tiempo, y mucho menos entre los compositores de nuestros días. Así que, solo nos queda tomar en serio la propuesta de nuestro amigo Álvaro Díaz Daza, para darle vida, y cuanto antes, a un concurso de compositores en la modalidad en la que solo intervengan merengues.