La historia del pueblo colombiano que celebra Navidad en febrero y no en diciembre
Al ser una región habitada por descendientes de esclavos, las tradiciones de sus ancestros se mantienen, especialmente sus bailes.
En Colombia los resquicios de la época de la conquista y la colonia siguen estando vigentes en el territorio, pero no siempre en la forma peyorativa sino también de manera transformadora. En Quinimayó, Valle del Cauca, se celebra cada mes de febrero el nacimiento del Niño Dios negro, como tradición ancestral de los habitantes, quienes tienen como ascendencia a esclavos y comenzaron esta tradición cientos de años atrás.
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Esta festividad surgió a raíz de la prohibición de los esclavistas, quienes no permitían que los esclavos celebraran con ellos cada diciembre el nacimiento del máximo representante del cristianismo. Como respuesta, los esclavos decidieron de manera conjunta realizar su propia celebración dos meses después, cuando se les era permitido un descanso. La tradición mutó de tal forma que ahora la danza y los platos típicos se incorporan a las actividades.
Los días 18, 19 y 20 de febrero las calles de Quinimayó se llenan de música y cultura. Además, este evento anual también tiene un fin pedagógico en el que las matronas de la comunidad enseñan a los más pequeños del pueblo las tradiciones afro que heredaron de sus antepasados. Hoy en día, la celebración es conocida a nivel internacional y cientos de personas visitan la región para ser testigos de este encuentro multicultural.
El reconocimiento de esta tradición es de doble filo, pues a pesar de que incentiva la economía local, se corre el riesgo de que se modifique y se pierda. Ante esto, un miembro de los músicos que toca la tuba en estos festejos, Roberto Mosquera, habló con la agencia EFE sobre “la fuga”, baile típico de la celebración. “No es para degenerarlo, es para aprender a bailarla y el que no sepa bailarla, que no se meta a la fila a bailar reguetón, porque eso degenera la tradición de la ‘fuga’”.
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Este baile se caracteriza por realizarse en pasos cortos, ya que los esclavos no tenían mucha posibilidad de movimiento por las cadenas. Esa característica se conservó y aún hoy, se sigue manteniendo. “Es una identidad que no se pierde (...) que cada día renace, porque en ella están las personas que ya murieron y los que están más adultos. Pero seguimos siendo los niños y los jóvenes los que queremos siempre conservar esta tradición”, explica para el mismo medio Norfi Daniela Viáfara, nativa de la región.
En Colombia los resquicios de la época de la conquista y la colonia siguen estando vigentes en el territorio, pero no siempre en la forma peyorativa sino también de manera transformadora. En Quinimayó, Valle del Cauca, se celebra cada mes de febrero el nacimiento del Niño Dios negro, como tradición ancestral de los habitantes, quienes tienen como ascendencia a esclavos y comenzaron esta tradición cientos de años atrás.
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Los días 18, 19 y 20 de febrero las calles de Quinimayó se llenan de música y cultura. Además, este evento anual también tiene un fin pedagógico en el que las matronas de la comunidad enseñan a los más pequeños del pueblo las tradiciones afro que heredaron de sus antepasados. Hoy en día, la celebración es conocida a nivel internacional y cientos de personas visitan la región para ser testigos de este encuentro multicultural.
El reconocimiento de esta tradición es de doble filo, pues a pesar de que incentiva la economía local, se corre el riesgo de que se modifique y se pierda. Ante esto, un miembro de los músicos que toca la tuba en estos festejos, Roberto Mosquera, habló con la agencia EFE sobre “la fuga”, baile típico de la celebración. “No es para degenerarlo, es para aprender a bailarla y el que no sepa bailarla, que no se meta a la fila a bailar reguetón, porque eso degenera la tradición de la ‘fuga’”.
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Este baile se caracteriza por realizarse en pasos cortos, ya que los esclavos no tenían mucha posibilidad de movimiento por las cadenas. Esa característica se conservó y aún hoy, se sigue manteniendo. “Es una identidad que no se pierde (...) que cada día renace, porque en ella están las personas que ya murieron y los que están más adultos. Pero seguimos siendo los niños y los jóvenes los que queremos siempre conservar esta tradición”, explica para el mismo medio Norfi Daniela Viáfara, nativa de la región.