La migración por el Darién también es ecuatoriana
Mientras que en enero de 2022 se registró el paso irregular de 100 ecuatorianos, en enero de este año la cifra llegó a 6.352. La falta de empleo y el aumento de la violencia son algunas de las razones que los motivan a salir.
Mónica Rivera Rueda
Adriana*, de 24 años, empacó con cuidado la ropa de sus dos hijas (una de 10 meses y otra de seis años) en la maleta que ella cargaría. Antes de salir de la habitación del hotel en Necoclí, ella guardó su celular en un empaque para que no se mojara y se lo colgó en el cuello, empacó lo importante en un canguro que llevaba en la cintura, sobre la que posó a su hija menor, y revisó la temperatura de la mayor, que pasó toda la noche con fiebre. “Algo le sentó mal. También es que llevamos tres días viajando”.
Salió de Machala, en el sur de Ecuador, con su esposo y dos primos. Adriana era zapatera, pero la situación de los últimos años los llevó a plantearse seguir los pasos de una tía de ella, quien hace más de 10 años migró a Estados Unidos. “Nosotros solo pensamos en el futuro de las niñas”, dice mientras espera a que su esposo concrete el pago de unas manillas que nadie sabe para qué sirven, pero sin las que no dejan seguir a los migrantes su camino por la frontera, mientras sus primos entregan las maletas para montarse al primer bote de la mañana. No saben por cuál municipio entrarán a la selva, solo reconocen que los “coyotes” les aseguraron que los dejarían en Panamá.
La movilización por la selva del Darién, frontera entre Colombia y Panamá, ha estado variando en los últimos meses. En octubre del año pasado, por el golfo llegaron a pasar 40.593 venezolanos, en medio del gran éxodo que se detuvo por las restricciones que impuso Estados Unidos. Mientras que a la par, aunque de forma menos masiva, fue creciendo el número de ecuatorianos usando esta misma ruta, a tal punto que más de 11.000 han cruzado a Panamá este año.
El crecimiento ha sido exponencial. En enero de 2021, el Servicio Nacional de Migración de Panamá registró el paso de tres ecuatorianos por el Darién; un año más tarde la cifra subió a 100, mientras que en enero de este año fueron 6.352, lo que corresponde al 25 % del total de migrantes que pasó el Darién, cifra que solamente es superada por los haitianos, aunque, si se revisa el tránsito de los dos últimos meses de 2022, los ecuatorianos fueron los que más cruzaron esta selva.
Como Adriana, en 2022 unas 180.000 personas salieron de Ecuador, de acuerdo con reportes del Ministerio del Interior de ese país, aunque esta cifra es solamente la cifra oficial de quienes lo hicieron regularmente. Tras la pandemia, la pobreza pasó del 25 % al 32,4 %, de acuerdo con cifras comparadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Ecuador (INEC), y aunque el año pasado la misma entidad reportó que estos indicadores ya estaban en niveles similares a los previos a las cuarentenas, la informalidad en el empleo seguía sobre el 65 %, lo que demostraría que no es fácil satisfacer las necesidades básicas.
Para William Moreno, de la organización 1.800 Migrantes, la situación puede tener una lectura más complicada. “La mayoría de los que están cruzando el Darién son personas en vulnerabilidad o muy pobres. En las áreas rurales la pobreza va del 80 % al 95 %, no tienen agua potable, ni salud y hay un profesor para seis grados de escuela. Yo lo llamo una esclavitud moderna, porque no tienen tampoco oportunidades de trabajo”.
A esto se suma una escalada de violencia. La posición geográfica (es decir la cercanía de Ecuador con países productores de cocaína), su economía dolarizada y una creciente corrupción gubernamental han propiciado el crecimiento de grupos criminales y, con ello, de los enfrentamientos y hechos de violencia, según indica Crisis Group.
Parte de esto se evidencia en la carta que le envió Cynthia Viteri, alcaldesa de Guayaquil —zona donde se han presentado la mayoría de los hechos de violencia— al presidente Guillermo Lasso, en la que asegura que “las bandas criminales se han convertido en un gobierno dentro de otro gobierno en Ecuador”, por lo que le pide acciones contundente contra el crimen.
Y no es para menor, pues en marzo de 2021, la Policía atribuía el 80 % de los asesinatos al narcotráfico, mientras que a lo largo del año las noticias se llenaron de asesinatos, carros bomba y aumento de delitos como los hurtos y la extorsión, a tal punto que Ecuador cerró el año con 4.603 homicidios, el doble que en 2021 y una de las tasas más altas de Latinoamérica.
Una de las más recientes víctimas fue el hermano de Andrés. “Cuando escuché los disparos, salí y vi que a mi hermano le habían dado en el tobillo izquierdo y en el cuello. Lo alcanzamos a llevar a un hospital, pero no aguantó la cirugía, se murió”. Una semana después Andrés estaba convencido de que saldría de Guayaquil. No le dijo mucho a su familia. Cuando llegó a Necoclí seguían siendo pocos los que sabía que se había ido convencido de que en Ecuador ya no tenía futuro, pues su hermano había cumplido 15 años el 16 de febrero y era su motor para continuar allí.
Algo similar cuenta Guillermo, quien llegó a Capurganá con su hijo, de 29 años, a quien estaba persiguiendo una banda delincuencial en Quito. “Ya me lo habían apuñalado y pagué hasta US$800 para llegar a una solución. Él había sido de la Latin King (pandilla) y ahora que tiene su hijo y su esposa decidió alejarse de eso, pero se enfrentó a uno que le dicen Rey de Reyes y ahora lo quieren matar. Nos fuimos del sur de Quito al intermedio y nos localizaron. Un viernes en la tarde hubo una balacera y me mandaron un tiro a la ventana. Pasaron gritando: ‘Te vamos a coger, mono. Estás muerto’. Al siguiente día decidimos salir del país”.
Colombia no es la única opción que tienen los ecuatorianos para iniciar su camino hacia EE. UU, pero es una de las opciones más baratas. Murillo explica que la migración se da de dos formas: “La primera es la que usan ‘coyotes’ desde Ecuador a los que les pagan US$15.000 hasta Estados Unidos; la segunda es la de los que se están yendo por el Darién, donde la mayoría no usa coyoteros y van pagando en la medida que avanzan”.
El paso lo incentivan las restricciones que han puesto a los ecuatorianos en Centroamérica y México. De acuerdo con la periodista Bessy Granja, de Ecuavisa, quien ha seguido el tema, ahora se está viendo una migración de zonas donde antes no se veía, como Guayaquil y el litoral, por las “vacunas” o el sicariato. Esto ha intensificado la migración por la ruta que las autoridades denominan de los pobres, o sea el Darién.
En cuanto a las rutas, se puede hablar de tres usadas masivamente: los que se van en avión a Nicaragua o El Salvador para seguir la ruta terrestre por México. Hay otra que se ha abierto volando hasta Panamá y de allí a Bahamas, donde toman unas lanchas rápidas a Miami, mientras que la ruta por Colombia empieza en el Darién y puede terminar en La Ensenada, en Baja California (México), donde abordan barcos a la costa de San Diego o en Juárez, en El Paso.
***
“En esta ocasión Panamá no te abre las puertas”, le dijeron a Carlos a su llegada en un avión al Aeropuerto de Tocumen. Había pagado US$1.000 por el vuelo y asegura que llevaba las pruebas para demostrar que tenía capacidad económica y que iba de turista. “No me creyeron. Les dije que había viajado con lo que me dio la empresa que trabajaba porque había cumplido 15 años con ellos. Me deportaron y por eso decidí irme por el Darién”.
En el camino se encontró con Leonardo, que tiene dos demandas de alimentos por la manutención de sus dos hijas y quien cuenta: “Cruzamos la frontera en Rumichaca (Ipiales) y nos tocó un bloqueo en la Panamericana (el derrumbe en Rosas). En Cali nos pararon las autoridades y a pesar de que teníamos el pase Andino, nos cobraron US$20”.
No todos están ingresando por Ipiales. Debido a las dificultades de movilidad por la vía Panamericana tras el derrumbe en Rosas, los migrantes están tomando la región de la Sierra, en Ecuador, y cruzan por La Hormiga, en Putumayo, desde donde se dirigen a Cali o toman el centro del país para llegar a Medellín y seguir la ruta de cubanos y haitianos hasta Necoclí.
Muchos de los migrantes, no solo ecuatorianos, llegan a este punto con enfermedades de la piel, especialmente los niños; afecciones respiratorias, porque vienen de otros climas y hasta deshidratación. Las condiciones son diferentes por nacionalidad, por ejemplo, mientras que es común ver venezolanos acampando en las playas de Necoclí, no ocurre lo mismo con los haitianos y hasta chinos, que llegan a los hoteles y no se quedan mucho tiempo en el mismo lugar.
En el caso de los ecuatorianos, organizaciones en el Darién colombiano resaltan que viajan más hombres, especialmente en grupos medianos y grandes, así como están pasando familias completas, similares a la de Adriana, su esposo y sus dos hijas, que pasan la selva por Acandí, Capurganá o Carreto.
Tamara Guillermo, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en el Darién, explica que desde donde se salga solo se puede llegar a dos comunidades en Panamá: Bajo Chiquito y Canaán Membrillo, pero mientras por Acandí el recorrido puede durar entre cinco y siete días, por Capurganá se puede reducir de tres a cinco. Esto también se evidencia en los costos.
“Todas las rutas son peligrosas: hay muertos, heridos, atracos y violencia sexual, pero lo que vemos es que, por ejemplo, por Carreto hasta Canaán Membrillo pasa la gente con más dinero y llegan con un poco de mejores condiciones, pero repito: todos llegan en malas condiciones físicas, psicológicas y con necesidades médicas”, asegura Guillermo, quien agrega que donde más violencia se registra es en la ruta que termina en Bajo Chiquito, que en teoría es más barata
José Miguel, de Ponce Enrique (Ecuador), salió por Acandí y llegó a Bajo Chiquito. “Todo es realmente muy feo. Hay que tener mucha fe y estado físico; así logré salir rápido, porque a los que se quedan los roban y violan a las mujeres. En el camino se encuentra muchísima ropa botada y también varios muertos, pero lo que más me llamó la atención fue una pareja que ya solo eran esqueletos”.
Otro ecuatoriano que cruzó el Darién bordeando el río Turquesa contó 15 cadáveres en la ribera. Guillermo explica que esto ocurre porque hay crecientes súbitas que triplican el cauce del afluente, por lo que la gente se ahoga. De igual forma, señala que han tenido reportes de migrantes que dan indicaciones de personas heridas en la selva por semanas, pero como no hay certeza de su ubicación se dificulta el rescate.
“Acá [Panamá] llegan con problemas gastrointestinales porque se quedan a la mitad del camino sin agua y toman de los ríos, que también son utilizados para hacer sus necesidades. También presentan laceraciones en la piel, celulitis por la inflamación, que es difícil de curar y se infecta fácil, y hasta fracturas expuestas, de unos cuantos que llegan a rescatar las comunidades indígenas o la guardia de frontera”, manifestó Guillermo.
El principal problema es la desinformación. Por redes sociales se distribuye videos muy sesgados de lo que significa cruzar la selva. Con tal solo buscar #Selvadarien en TikTok se encuentran testimonios animando a otros a intentarlo y hasta especies de recorridos turísticos que llegan hasta ofrecer salvoconductos a Honduras y asegurar la entrada a Arizona.
“Muchos no saben lo que les espera por el Darién y parte de la responsabilidad la tiene el Gobierno de EE. UU., que ha intentado enfrentar el problema con mensajes de no vengan, la frontera está cerrada, en lugar de mensajes más realistas que expliquen para quiénes no hay paso y cuáles son los peligros de cruzar de esta manera. También, la administración Biden ha presionado a México y Centroamérica a pedir visados a ecuatorianos y venezolanos, lo que aumenta los migrantes por el Darién”, dijo Juan Pappier, subdirector para las Américas de Human Right Watch.
Una percepción similar tiene la Defensoría del Pueblo, que recientemente alertó que por el Darién se ha cuadruplicado el paso de migrantes, en comparación con el mismo período del año pasado, así como hay más niños, por lo que han pedido a las autoridades locales implementar acciones, “lo que significa establecer puntos de atención médica, asistencia para la infancia y adultos mayores, así como controles de las autoridades para que los migrantes no sean víctimas de redes de tráfico de migrantes y de trata de personas”, dijo el defensor Carlos Camargo.
Además, el ente de control ha tenido diálogos con autoridades ecuatorianas por el aumento del flujo migratorio en la frontera, pero no se conocen acciones concretas de ninguno de los dos países. Al respecto, Giacomo Finci, profesor de Ciencia Política de la U. Nacional, cree que Colombia debería tener un papel más activo “en tanto a ayuda y asistencia humanitaria, como en la búsqueda de soluciones regionales”, mientras que a en el ámbito interno cree que falta una infraestructura que “brinde asistencia sanitaria y logística”.
El Gobierno ecuatoriano tiene la campaña “Dile no a la migración”, con las que busca detener la salida. Recientemente lanzaron otra en la que se refieren a la migración irregular como un cuento con final trágico. Además, esta semana, los gobiernos de Ecuador y Colombia acordaron elaborar una hoja de ruta para atender a posibles víctimas de tráfico ilícito de migrantes y adelantar controles binacionales.
Murillo plantea que es necesario que Ecuador no solo se quede en campañas, sino que actúe y asegure oportunidades para quienes viven en zonas vulnerables, mientras que Pappier cree que Colombia debe hacer una lectura más amplia, ya que la migratoria está creciendo en general. “En los últimos años, se ha dado la sensación de que para Colombia esto es un ‘chicharrón’ difícil de solucionar y que su decisión es no hacer nada, lo que está dejando a los migrantes en manos de grupos criminales”.
* Se cambió el nombre de todos los migrantes, para protegerlos.
Adriana*, de 24 años, empacó con cuidado la ropa de sus dos hijas (una de 10 meses y otra de seis años) en la maleta que ella cargaría. Antes de salir de la habitación del hotel en Necoclí, ella guardó su celular en un empaque para que no se mojara y se lo colgó en el cuello, empacó lo importante en un canguro que llevaba en la cintura, sobre la que posó a su hija menor, y revisó la temperatura de la mayor, que pasó toda la noche con fiebre. “Algo le sentó mal. También es que llevamos tres días viajando”.
Salió de Machala, en el sur de Ecuador, con su esposo y dos primos. Adriana era zapatera, pero la situación de los últimos años los llevó a plantearse seguir los pasos de una tía de ella, quien hace más de 10 años migró a Estados Unidos. “Nosotros solo pensamos en el futuro de las niñas”, dice mientras espera a que su esposo concrete el pago de unas manillas que nadie sabe para qué sirven, pero sin las que no dejan seguir a los migrantes su camino por la frontera, mientras sus primos entregan las maletas para montarse al primer bote de la mañana. No saben por cuál municipio entrarán a la selva, solo reconocen que los “coyotes” les aseguraron que los dejarían en Panamá.
La movilización por la selva del Darién, frontera entre Colombia y Panamá, ha estado variando en los últimos meses. En octubre del año pasado, por el golfo llegaron a pasar 40.593 venezolanos, en medio del gran éxodo que se detuvo por las restricciones que impuso Estados Unidos. Mientras que a la par, aunque de forma menos masiva, fue creciendo el número de ecuatorianos usando esta misma ruta, a tal punto que más de 11.000 han cruzado a Panamá este año.
El crecimiento ha sido exponencial. En enero de 2021, el Servicio Nacional de Migración de Panamá registró el paso de tres ecuatorianos por el Darién; un año más tarde la cifra subió a 100, mientras que en enero de este año fueron 6.352, lo que corresponde al 25 % del total de migrantes que pasó el Darién, cifra que solamente es superada por los haitianos, aunque, si se revisa el tránsito de los dos últimos meses de 2022, los ecuatorianos fueron los que más cruzaron esta selva.
Como Adriana, en 2022 unas 180.000 personas salieron de Ecuador, de acuerdo con reportes del Ministerio del Interior de ese país, aunque esta cifra es solamente la cifra oficial de quienes lo hicieron regularmente. Tras la pandemia, la pobreza pasó del 25 % al 32,4 %, de acuerdo con cifras comparadas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Ecuador (INEC), y aunque el año pasado la misma entidad reportó que estos indicadores ya estaban en niveles similares a los previos a las cuarentenas, la informalidad en el empleo seguía sobre el 65 %, lo que demostraría que no es fácil satisfacer las necesidades básicas.
Para William Moreno, de la organización 1.800 Migrantes, la situación puede tener una lectura más complicada. “La mayoría de los que están cruzando el Darién son personas en vulnerabilidad o muy pobres. En las áreas rurales la pobreza va del 80 % al 95 %, no tienen agua potable, ni salud y hay un profesor para seis grados de escuela. Yo lo llamo una esclavitud moderna, porque no tienen tampoco oportunidades de trabajo”.
A esto se suma una escalada de violencia. La posición geográfica (es decir la cercanía de Ecuador con países productores de cocaína), su economía dolarizada y una creciente corrupción gubernamental han propiciado el crecimiento de grupos criminales y, con ello, de los enfrentamientos y hechos de violencia, según indica Crisis Group.
Parte de esto se evidencia en la carta que le envió Cynthia Viteri, alcaldesa de Guayaquil —zona donde se han presentado la mayoría de los hechos de violencia— al presidente Guillermo Lasso, en la que asegura que “las bandas criminales se han convertido en un gobierno dentro de otro gobierno en Ecuador”, por lo que le pide acciones contundente contra el crimen.
Y no es para menor, pues en marzo de 2021, la Policía atribuía el 80 % de los asesinatos al narcotráfico, mientras que a lo largo del año las noticias se llenaron de asesinatos, carros bomba y aumento de delitos como los hurtos y la extorsión, a tal punto que Ecuador cerró el año con 4.603 homicidios, el doble que en 2021 y una de las tasas más altas de Latinoamérica.
Una de las más recientes víctimas fue el hermano de Andrés. “Cuando escuché los disparos, salí y vi que a mi hermano le habían dado en el tobillo izquierdo y en el cuello. Lo alcanzamos a llevar a un hospital, pero no aguantó la cirugía, se murió”. Una semana después Andrés estaba convencido de que saldría de Guayaquil. No le dijo mucho a su familia. Cuando llegó a Necoclí seguían siendo pocos los que sabía que se había ido convencido de que en Ecuador ya no tenía futuro, pues su hermano había cumplido 15 años el 16 de febrero y era su motor para continuar allí.
Algo similar cuenta Guillermo, quien llegó a Capurganá con su hijo, de 29 años, a quien estaba persiguiendo una banda delincuencial en Quito. “Ya me lo habían apuñalado y pagué hasta US$800 para llegar a una solución. Él había sido de la Latin King (pandilla) y ahora que tiene su hijo y su esposa decidió alejarse de eso, pero se enfrentó a uno que le dicen Rey de Reyes y ahora lo quieren matar. Nos fuimos del sur de Quito al intermedio y nos localizaron. Un viernes en la tarde hubo una balacera y me mandaron un tiro a la ventana. Pasaron gritando: ‘Te vamos a coger, mono. Estás muerto’. Al siguiente día decidimos salir del país”.
Colombia no es la única opción que tienen los ecuatorianos para iniciar su camino hacia EE. UU, pero es una de las opciones más baratas. Murillo explica que la migración se da de dos formas: “La primera es la que usan ‘coyotes’ desde Ecuador a los que les pagan US$15.000 hasta Estados Unidos; la segunda es la de los que se están yendo por el Darién, donde la mayoría no usa coyoteros y van pagando en la medida que avanzan”.
El paso lo incentivan las restricciones que han puesto a los ecuatorianos en Centroamérica y México. De acuerdo con la periodista Bessy Granja, de Ecuavisa, quien ha seguido el tema, ahora se está viendo una migración de zonas donde antes no se veía, como Guayaquil y el litoral, por las “vacunas” o el sicariato. Esto ha intensificado la migración por la ruta que las autoridades denominan de los pobres, o sea el Darién.
En cuanto a las rutas, se puede hablar de tres usadas masivamente: los que se van en avión a Nicaragua o El Salvador para seguir la ruta terrestre por México. Hay otra que se ha abierto volando hasta Panamá y de allí a Bahamas, donde toman unas lanchas rápidas a Miami, mientras que la ruta por Colombia empieza en el Darién y puede terminar en La Ensenada, en Baja California (México), donde abordan barcos a la costa de San Diego o en Juárez, en El Paso.
***
“En esta ocasión Panamá no te abre las puertas”, le dijeron a Carlos a su llegada en un avión al Aeropuerto de Tocumen. Había pagado US$1.000 por el vuelo y asegura que llevaba las pruebas para demostrar que tenía capacidad económica y que iba de turista. “No me creyeron. Les dije que había viajado con lo que me dio la empresa que trabajaba porque había cumplido 15 años con ellos. Me deportaron y por eso decidí irme por el Darién”.
En el camino se encontró con Leonardo, que tiene dos demandas de alimentos por la manutención de sus dos hijas y quien cuenta: “Cruzamos la frontera en Rumichaca (Ipiales) y nos tocó un bloqueo en la Panamericana (el derrumbe en Rosas). En Cali nos pararon las autoridades y a pesar de que teníamos el pase Andino, nos cobraron US$20”.
No todos están ingresando por Ipiales. Debido a las dificultades de movilidad por la vía Panamericana tras el derrumbe en Rosas, los migrantes están tomando la región de la Sierra, en Ecuador, y cruzan por La Hormiga, en Putumayo, desde donde se dirigen a Cali o toman el centro del país para llegar a Medellín y seguir la ruta de cubanos y haitianos hasta Necoclí.
Muchos de los migrantes, no solo ecuatorianos, llegan a este punto con enfermedades de la piel, especialmente los niños; afecciones respiratorias, porque vienen de otros climas y hasta deshidratación. Las condiciones son diferentes por nacionalidad, por ejemplo, mientras que es común ver venezolanos acampando en las playas de Necoclí, no ocurre lo mismo con los haitianos y hasta chinos, que llegan a los hoteles y no se quedan mucho tiempo en el mismo lugar.
En el caso de los ecuatorianos, organizaciones en el Darién colombiano resaltan que viajan más hombres, especialmente en grupos medianos y grandes, así como están pasando familias completas, similares a la de Adriana, su esposo y sus dos hijas, que pasan la selva por Acandí, Capurganá o Carreto.
Tamara Guillermo, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en el Darién, explica que desde donde se salga solo se puede llegar a dos comunidades en Panamá: Bajo Chiquito y Canaán Membrillo, pero mientras por Acandí el recorrido puede durar entre cinco y siete días, por Capurganá se puede reducir de tres a cinco. Esto también se evidencia en los costos.
“Todas las rutas son peligrosas: hay muertos, heridos, atracos y violencia sexual, pero lo que vemos es que, por ejemplo, por Carreto hasta Canaán Membrillo pasa la gente con más dinero y llegan con un poco de mejores condiciones, pero repito: todos llegan en malas condiciones físicas, psicológicas y con necesidades médicas”, asegura Guillermo, quien agrega que donde más violencia se registra es en la ruta que termina en Bajo Chiquito, que en teoría es más barata
José Miguel, de Ponce Enrique (Ecuador), salió por Acandí y llegó a Bajo Chiquito. “Todo es realmente muy feo. Hay que tener mucha fe y estado físico; así logré salir rápido, porque a los que se quedan los roban y violan a las mujeres. En el camino se encuentra muchísima ropa botada y también varios muertos, pero lo que más me llamó la atención fue una pareja que ya solo eran esqueletos”.
Otro ecuatoriano que cruzó el Darién bordeando el río Turquesa contó 15 cadáveres en la ribera. Guillermo explica que esto ocurre porque hay crecientes súbitas que triplican el cauce del afluente, por lo que la gente se ahoga. De igual forma, señala que han tenido reportes de migrantes que dan indicaciones de personas heridas en la selva por semanas, pero como no hay certeza de su ubicación se dificulta el rescate.
“Acá [Panamá] llegan con problemas gastrointestinales porque se quedan a la mitad del camino sin agua y toman de los ríos, que también son utilizados para hacer sus necesidades. También presentan laceraciones en la piel, celulitis por la inflamación, que es difícil de curar y se infecta fácil, y hasta fracturas expuestas, de unos cuantos que llegan a rescatar las comunidades indígenas o la guardia de frontera”, manifestó Guillermo.
El principal problema es la desinformación. Por redes sociales se distribuye videos muy sesgados de lo que significa cruzar la selva. Con tal solo buscar #Selvadarien en TikTok se encuentran testimonios animando a otros a intentarlo y hasta especies de recorridos turísticos que llegan hasta ofrecer salvoconductos a Honduras y asegurar la entrada a Arizona.
“Muchos no saben lo que les espera por el Darién y parte de la responsabilidad la tiene el Gobierno de EE. UU., que ha intentado enfrentar el problema con mensajes de no vengan, la frontera está cerrada, en lugar de mensajes más realistas que expliquen para quiénes no hay paso y cuáles son los peligros de cruzar de esta manera. También, la administración Biden ha presionado a México y Centroamérica a pedir visados a ecuatorianos y venezolanos, lo que aumenta los migrantes por el Darién”, dijo Juan Pappier, subdirector para las Américas de Human Right Watch.
Una percepción similar tiene la Defensoría del Pueblo, que recientemente alertó que por el Darién se ha cuadruplicado el paso de migrantes, en comparación con el mismo período del año pasado, así como hay más niños, por lo que han pedido a las autoridades locales implementar acciones, “lo que significa establecer puntos de atención médica, asistencia para la infancia y adultos mayores, así como controles de las autoridades para que los migrantes no sean víctimas de redes de tráfico de migrantes y de trata de personas”, dijo el defensor Carlos Camargo.
Además, el ente de control ha tenido diálogos con autoridades ecuatorianas por el aumento del flujo migratorio en la frontera, pero no se conocen acciones concretas de ninguno de los dos países. Al respecto, Giacomo Finci, profesor de Ciencia Política de la U. Nacional, cree que Colombia debería tener un papel más activo “en tanto a ayuda y asistencia humanitaria, como en la búsqueda de soluciones regionales”, mientras que a en el ámbito interno cree que falta una infraestructura que “brinde asistencia sanitaria y logística”.
El Gobierno ecuatoriano tiene la campaña “Dile no a la migración”, con las que busca detener la salida. Recientemente lanzaron otra en la que se refieren a la migración irregular como un cuento con final trágico. Además, esta semana, los gobiernos de Ecuador y Colombia acordaron elaborar una hoja de ruta para atender a posibles víctimas de tráfico ilícito de migrantes y adelantar controles binacionales.
Murillo plantea que es necesario que Ecuador no solo se quede en campañas, sino que actúe y asegure oportunidades para quienes viven en zonas vulnerables, mientras que Pappier cree que Colombia debe hacer una lectura más amplia, ya que la migratoria está creciendo en general. “En los últimos años, se ha dado la sensación de que para Colombia esto es un ‘chicharrón’ difícil de solucionar y que su decisión es no hacer nada, lo que está dejando a los migrantes en manos de grupos criminales”.
* Se cambió el nombre de todos los migrantes, para protegerlos.