La partería en época de COVID-19
Asociaciones de parteras en el Pacífico dicen que durante la cuarentena han atendido más nacimientos porque a las mujeres les da miedo ir a hospitales. Preocupa que no cuentan con elementos de protección.
“La atención de los partos se ha disparado durante la cuarentena. Estamos recibiendo muchos más niños que antes. Estoy recogiendo los datos en Chocó. Hay mujeres que atendían partos ocasionalmente y ahora reportan seis a la semana”, afirma Manuela Mosquera Moreno, partera desde hace 20 años y fundadora de la Asociación de la Red Interétnica de Parteras y Parteros de Chocó (Asorediparchocó).
A pesar de los cambios culturales y la modernización de la medicina, este conocimiento ancestral que llegó a la región Pacífica desde África no solo ha logrado mantenerse a través de los años, sino que en momentos en el país atraviesa una crisis sanitaria por cuenta de la pandemia, se ha convertido en una opción para muchas mujeres que prefieren no acudir a hospitales y clínicas ante el posible riesgo de contagio. “Las embarazadas tienen dos problemas: el miedo a contagiarse y que muchas no logran trasladarse a los centros de salud por los costos de transporte. Igual nosotras las incentivamos a ir al médico”, afirma Liceth Quiñones, vocera de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico (Asoparupa).
Los saberes asociados con la partería afro del Pacífico son Patrimonio Inmaterial de la Nación. El Ministerio de Cultura reconoció en la Resolución 1077 del 25 de abril 2017 que “el carácter religioso presente en los santos, santas y los rezos que acompañan el oficio de la partería son elementos importantes de la espiritualidad en la que se sustentan los saberes propios de esta manifestación cultural” y que “para las comunidades negras del Pacífico el parto atendido a través de una partera o partero tradicional funda y reafirma el vínculo con el territorio”.
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Mosquera fundó Asorediparchocó en 2010, actualmente hay más de 820 mujeres y hombres inscritos, la mayoría son afros, pero también hay indígenas; la Asociación ha contado con el apoyo de Profamilia y algunos organismos de las Naciones Unidas. Para ella, la importancia de las parteras radica en el vínculo de confianza que se establece con la familia y la conexión con el territorio.
Carmen Lucía Osorio, partera hace 35 años, dice que ha visto nacer a 1.071 bebés, cuenta que muchas mujeres acuden a las parteras porque se sienten más acompañadas e incluso ella tuvo en casa a nueve de sus 11 hijos. “Por lo general recibo un parto al mes, pero con la cuarentena han aumentado. He recibido a siete bebés desde marzo hasta hoy”, cuenta. Agrega que las mujeres que atiende normalmente se realizan controles en el hospital y que la idea es que tengan las dos opciones para que decidan en qué lugar quieren realizar el parto.
Francisca Eulalia Córdoba, quien vive en Istmina (Chocó) y es partera desde hace 33 años, tiene entre sus cálculos haber recibido 61 niños desde que empezó el aislamiento preventivo obligatorio y a lo largo de su vida ha asistido más de 7 mil partos.
Desde hace varias semanas, doña Pacha, como la conocen en el municipio, está recibiendo a los bebés en el centro de salud bajo supervisión médica. Ella aprendió el oficio de su abuela y considera que la confianza es una de las razones por las que las mujeres deciden dar a luz con el acompañamiento de una partera: “Confían en nosotras, en los remedios tradicionales. Muchas vienen de otros municipios a buscarme para que las atienda”.
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Mery Ortega, por ejemplo, tuvo en casa a su tercer hijo el 22 de mayo, con el acompañamiento de Carmen Lucía Osorio. “Este es el segundo hijo que tengo con partera, tomé la decisión porque me hace sentir más segura”, señala.
“Nuestro objetivo principal es la resignificación de la partería, que no se pierda la tradición, que las parteras reciban formación y acompañamiento. Buscamos unir la medicina occidental con la medicina tradicional, y que se respete nuestro conocimiento”, afirma Mosquera, quien actualmente cursa una maestría en salud sexual y reproductiva. Este conocimiento ancestral les permite a las parteras brindar atención a las mujeres en otros procesos como el ciclo menstrual, embarazo, parto o menopausia, incluso remedios para curar otros males.
Para Quiñones la partería se vincula con las dinámicas naturales de vida de los territorios étnicos en Colombia. “Tiene que ver con la espiritualidad, alrededor de los cuidados, el uso de plantas medicinales, cantos tradicionales, toda nuestra medicina circula alrededor del territorio”, afirma. Asoparupa se creó hace 32 años y actualmente agrupa a 254 personas, su objetivo es salvaguardar y proteger la labor de las parteras tradicionales.
Quiñones explica que quieren tener autorregulación, recibir acompañamiento del Gobierno y contar con un sistema propio de trabajo de formación y vinculación. La Asociación está articulada a la Red Latinoamericana de Parteras, “es pionera en los avances en política pública. Logramos que la partería se incluyera dentro de la agenda cultural a través de la lista representativa de Patrimonio Cultural e Inmaterial de Colombia”, afirma.
Manifiesta, además, que la mayoría de las parteras no viven de ese oficio, tienen otros trabajos y ahora no están recibiendo ingresos. “Las parteras estamos en riesgo, no tenemos apoyo para elementos de bioseguridad, las personas de la comunidad vienen a que las atendamos con o sin elementos de protección. Algunas han sido amenazadas y obligadas a atender a la población que hace parte del conflicto armado”, señala.
En otras regiones del país la tradición también se mantiene. Apolinar Elías Ribadeneira, médico y habitante del corregimiento de Nazareth, Uribia (La Guajira), cuenta que desde 2017 tiene cercanía con las parteras wayuus por una iniciativa de la Secretaría municipal de Uribia y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid). En ese momento capacitaron a las parteras con el apoyo de un ginecólogo y un pediatra, también se les entregó un kit con elementos útiles para su oficio. El objetivo era minimizar las muertes perinatales y crear un vínculo para que las parteras recomendaran a las mujeres wayuus a asistir al médico para el control posparto.
Ribadeneira reconoce que lo ideal es poder atender los partos en el hospital, pero entiende las tradiciones de las comunidades indígenas y la dificultad de acceso al sistema de salud en zonas rurales. Para él, esas capacitaciones pueden salvar vidas y considera que debería haber más esfuerzo estatal para que estos talleres se realicen constantemente.
Yenyffer González Reyes, especialista en Ginecología y Obstetricia de la Universidad CES Medellín, señala la importancia de que las mujeres tengan información pertinente para decidir sobre el parto. “Con los partos programados en casa existe el doble de riesgo de muerte perinatal y un riesgo tres veces mayor de convulsiones neonatales o disfunción neurológica”. También explica que hay tres situaciones en las cuales está contraindicado tener un parto en casa, estos los describe el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos: casos en los que el bebé no esté de cabeza, que el embarazo sea múltiple y que la mujer haya tenido antes un parto por cesárea. Tampoco es recomendable realizar un parto en caso cuando la madre tiene comorbilidades asociadas como hipertensión, diabetes u obesidad.
González menciona que el riesgo de ruptura uterina y mortalidad fetal después de que la mujer ha tenido un parto por cesárea es de 0.13 por cada mil nacimientos en los partos atendidos en el hospital, versus un 2.9 por cada mil para los partos programados en casa. También señala que aumenta el riesgo porque en caso de presentarse una complicación el personal especializado tiene las herramientas para atenderla, también es más probable que haya infección en un ambiente no esterilizado o que los signos de alarma no se detecten a tiempo por la falta de monitoreo y haya pérdida de bienestar durante el parto, generando afectación psicomotriz en el bebé.
La especialista recomienda que los partos sean atendidos por profesionales en el hospital y en caso de que la madre decida programarlo en casa, aconseja que cuente con toda la información pertinente sobre los riesgos y que tenga transporte a la mano para poder llegar a un centro médico en caso de que se presenten complicaciones. La doctora también señala que muchas mujeres embarazadas sienten temor a enfrentarse a diferentes barreras en el sistema de salud, pero dice que los ginecólogos buscan mejorar las condiciones, apuntando a un “parto humanizado”, para que la experiencia de la madre sea más satisfactoria.
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Esta tradición, que se resiste a morir, no solo ha tomado fuerza durante la cuarentena, sino que es parte de la cultura del Pacífico y tiene un valor incalculable para las mujeres que lo practican. El saber tradicional se alimenta de prácticas médicas, algunas de ellas se nutren de los conocimientos científicos o les recomiendan a las embarazadas consultar a su médico. Al hablar sobre la partería es necesario incluir en la discusión las inquietudes de las asociaciones y la importancia que tiene su conocimiento para las comunidades.
“La atención de los partos se ha disparado durante la cuarentena. Estamos recibiendo muchos más niños que antes. Estoy recogiendo los datos en Chocó. Hay mujeres que atendían partos ocasionalmente y ahora reportan seis a la semana”, afirma Manuela Mosquera Moreno, partera desde hace 20 años y fundadora de la Asociación de la Red Interétnica de Parteras y Parteros de Chocó (Asorediparchocó).
A pesar de los cambios culturales y la modernización de la medicina, este conocimiento ancestral que llegó a la región Pacífica desde África no solo ha logrado mantenerse a través de los años, sino que en momentos en el país atraviesa una crisis sanitaria por cuenta de la pandemia, se ha convertido en una opción para muchas mujeres que prefieren no acudir a hospitales y clínicas ante el posible riesgo de contagio. “Las embarazadas tienen dos problemas: el miedo a contagiarse y que muchas no logran trasladarse a los centros de salud por los costos de transporte. Igual nosotras las incentivamos a ir al médico”, afirma Liceth Quiñones, vocera de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico (Asoparupa).
Los saberes asociados con la partería afro del Pacífico son Patrimonio Inmaterial de la Nación. El Ministerio de Cultura reconoció en la Resolución 1077 del 25 de abril 2017 que “el carácter religioso presente en los santos, santas y los rezos que acompañan el oficio de la partería son elementos importantes de la espiritualidad en la que se sustentan los saberes propios de esta manifestación cultural” y que “para las comunidades negras del Pacífico el parto atendido a través de una partera o partero tradicional funda y reafirma el vínculo con el territorio”.
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Mosquera fundó Asorediparchocó en 2010, actualmente hay más de 820 mujeres y hombres inscritos, la mayoría son afros, pero también hay indígenas; la Asociación ha contado con el apoyo de Profamilia y algunos organismos de las Naciones Unidas. Para ella, la importancia de las parteras radica en el vínculo de confianza que se establece con la familia y la conexión con el territorio.
Carmen Lucía Osorio, partera hace 35 años, dice que ha visto nacer a 1.071 bebés, cuenta que muchas mujeres acuden a las parteras porque se sienten más acompañadas e incluso ella tuvo en casa a nueve de sus 11 hijos. “Por lo general recibo un parto al mes, pero con la cuarentena han aumentado. He recibido a siete bebés desde marzo hasta hoy”, cuenta. Agrega que las mujeres que atiende normalmente se realizan controles en el hospital y que la idea es que tengan las dos opciones para que decidan en qué lugar quieren realizar el parto.
Francisca Eulalia Córdoba, quien vive en Istmina (Chocó) y es partera desde hace 33 años, tiene entre sus cálculos haber recibido 61 niños desde que empezó el aislamiento preventivo obligatorio y a lo largo de su vida ha asistido más de 7 mil partos.
Desde hace varias semanas, doña Pacha, como la conocen en el municipio, está recibiendo a los bebés en el centro de salud bajo supervisión médica. Ella aprendió el oficio de su abuela y considera que la confianza es una de las razones por las que las mujeres deciden dar a luz con el acompañamiento de una partera: “Confían en nosotras, en los remedios tradicionales. Muchas vienen de otros municipios a buscarme para que las atienda”.
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Mery Ortega, por ejemplo, tuvo en casa a su tercer hijo el 22 de mayo, con el acompañamiento de Carmen Lucía Osorio. “Este es el segundo hijo que tengo con partera, tomé la decisión porque me hace sentir más segura”, señala.
“Nuestro objetivo principal es la resignificación de la partería, que no se pierda la tradición, que las parteras reciban formación y acompañamiento. Buscamos unir la medicina occidental con la medicina tradicional, y que se respete nuestro conocimiento”, afirma Mosquera, quien actualmente cursa una maestría en salud sexual y reproductiva. Este conocimiento ancestral les permite a las parteras brindar atención a las mujeres en otros procesos como el ciclo menstrual, embarazo, parto o menopausia, incluso remedios para curar otros males.
Para Quiñones la partería se vincula con las dinámicas naturales de vida de los territorios étnicos en Colombia. “Tiene que ver con la espiritualidad, alrededor de los cuidados, el uso de plantas medicinales, cantos tradicionales, toda nuestra medicina circula alrededor del territorio”, afirma. Asoparupa se creó hace 32 años y actualmente agrupa a 254 personas, su objetivo es salvaguardar y proteger la labor de las parteras tradicionales.
Quiñones explica que quieren tener autorregulación, recibir acompañamiento del Gobierno y contar con un sistema propio de trabajo de formación y vinculación. La Asociación está articulada a la Red Latinoamericana de Parteras, “es pionera en los avances en política pública. Logramos que la partería se incluyera dentro de la agenda cultural a través de la lista representativa de Patrimonio Cultural e Inmaterial de Colombia”, afirma.
Manifiesta, además, que la mayoría de las parteras no viven de ese oficio, tienen otros trabajos y ahora no están recibiendo ingresos. “Las parteras estamos en riesgo, no tenemos apoyo para elementos de bioseguridad, las personas de la comunidad vienen a que las atendamos con o sin elementos de protección. Algunas han sido amenazadas y obligadas a atender a la población que hace parte del conflicto armado”, señala.
En otras regiones del país la tradición también se mantiene. Apolinar Elías Ribadeneira, médico y habitante del corregimiento de Nazareth, Uribia (La Guajira), cuenta que desde 2017 tiene cercanía con las parteras wayuus por una iniciativa de la Secretaría municipal de Uribia y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid). En ese momento capacitaron a las parteras con el apoyo de un ginecólogo y un pediatra, también se les entregó un kit con elementos útiles para su oficio. El objetivo era minimizar las muertes perinatales y crear un vínculo para que las parteras recomendaran a las mujeres wayuus a asistir al médico para el control posparto.
Ribadeneira reconoce que lo ideal es poder atender los partos en el hospital, pero entiende las tradiciones de las comunidades indígenas y la dificultad de acceso al sistema de salud en zonas rurales. Para él, esas capacitaciones pueden salvar vidas y considera que debería haber más esfuerzo estatal para que estos talleres se realicen constantemente.
Yenyffer González Reyes, especialista en Ginecología y Obstetricia de la Universidad CES Medellín, señala la importancia de que las mujeres tengan información pertinente para decidir sobre el parto. “Con los partos programados en casa existe el doble de riesgo de muerte perinatal y un riesgo tres veces mayor de convulsiones neonatales o disfunción neurológica”. También explica que hay tres situaciones en las cuales está contraindicado tener un parto en casa, estos los describe el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos: casos en los que el bebé no esté de cabeza, que el embarazo sea múltiple y que la mujer haya tenido antes un parto por cesárea. Tampoco es recomendable realizar un parto en caso cuando la madre tiene comorbilidades asociadas como hipertensión, diabetes u obesidad.
González menciona que el riesgo de ruptura uterina y mortalidad fetal después de que la mujer ha tenido un parto por cesárea es de 0.13 por cada mil nacimientos en los partos atendidos en el hospital, versus un 2.9 por cada mil para los partos programados en casa. También señala que aumenta el riesgo porque en caso de presentarse una complicación el personal especializado tiene las herramientas para atenderla, también es más probable que haya infección en un ambiente no esterilizado o que los signos de alarma no se detecten a tiempo por la falta de monitoreo y haya pérdida de bienestar durante el parto, generando afectación psicomotriz en el bebé.
La especialista recomienda que los partos sean atendidos por profesionales en el hospital y en caso de que la madre decida programarlo en casa, aconseja que cuente con toda la información pertinente sobre los riesgos y que tenga transporte a la mano para poder llegar a un centro médico en caso de que se presenten complicaciones. La doctora también señala que muchas mujeres embarazadas sienten temor a enfrentarse a diferentes barreras en el sistema de salud, pero dice que los ginecólogos buscan mejorar las condiciones, apuntando a un “parto humanizado”, para que la experiencia de la madre sea más satisfactoria.
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Esta tradición, que se resiste a morir, no solo ha tomado fuerza durante la cuarentena, sino que es parte de la cultura del Pacífico y tiene un valor incalculable para las mujeres que lo practican. El saber tradicional se alimenta de prácticas médicas, algunas de ellas se nutren de los conocimientos científicos o les recomiendan a las embarazadas consultar a su médico. Al hablar sobre la partería es necesario incluir en la discusión las inquietudes de las asociaciones y la importancia que tiene su conocimiento para las comunidades.