La puja por el agua en Montes de María, Bolívar
En esa región, rodeada por tres grandes cuerpos de agua, la disputa por este recurso es entre palmeros, arroceros y la comunidad.
Marcela Madrid
A María La Baja la rodea un tesoro que pocos de sus vecinos tienen en tal cantidad: agua dulce. Dos represas y una ciénaga que, por estar ubicadas en la parte baja de los Montes de María, se nutren del líquido que llega por gravedad desde la alta montaña.
Ese mismo tesoro atrajo al Gobierno Nacional, que en los años 60 construyó un distrito de riego que buscaba mejorar las condiciones del agro, especialmente para los pequeños cultivadores de arroz. Y aunque por algunos años cumplió su propósito, hoy tiene enfrentados a empresarios de la palma, arroceros y nativos.
Este año, la sequía terminó por desatar una tensión acumulada durante décadas, debido a que la represa de Playón, principal fuente del distrito de riego, llegó a su nivel más bajo en la historia.
Este embalse además provee agua a través de una motobomba a las casas del corregimiento San José del Playón, donde la usan para las labores domésticas. De ahí que la distribución del líquido, durante el fenómeno de El Niño, fuera todo un desafío para Usomaría, la asociación de usuarios del distrito de riego, encargada de su administración.
Luigi Casanova, gerente de la entidad, explica que una de las primeras acciones del distrito este año fue declararse en emergencia hídrica: “les dijimos a todos los cultivadores que el agua no sería suficiente y que si iban a sembrar, lo hicieran bajo su propio riesgo”. Y lo hicieron.
Las discusiones no se hicieron esperar y cada día que pasaba sin llover aumentaba la tensión. Sin embargo, se lograron acuerdos como regar diez días del mes en cada zona (norte, centro y sur). Así, en teoría, todos los usuarios del distrito recibirían agua equitativamente.
Pero los arroceros aseguran que esto no se cumplió y que Usomaría beneficia a unos pocos, es decir, a los palmeros. “Aquí nos llega el agua dos o tres días y no alcanzamos a mojar lo que tenemos. Mis cultivos se perdieron”, dijo Fernando Jiménez, quien tiene doce hectáreas de arroz en la zona rural de María La Baja.
La razón por la que Jiménez cree que no hay distribución equitativa en el riego es porque los palmeros ocupan la mayoría de las tierras cercanas al distrito (cerca de 8.000 hectáreas), por lo que son los principales usuarios de Usomaría.
Además de ser los que más pagan, tienen desde 2004 la presidencia de la junta directiva de esta asociación, en cabeza del exministro de Agricultura Carlos Murgas, dueño de Promotora Hacienda las Flores, que maneja todo el negocio de palma de aceite en la región.
¿Cuánta agua hay?
A esta puja por el agua se sumó la preocupación de la comunidad de San José de Playón de que se secara el embalse. Eso no solo habría impedido que les llegara agua a sus casas, sino que además habría causado el aislamiento de tres veredas de El Carmen de Bolívar cuya única vía de transporte es la represa.
Por eso, en febrero la comunidad decidió proteger, a las malas, el embalse de Playón: cerraron las compuertas del distrito de riego. Después de muchas discusiones, acordaron seguir regando hasta que el embalse llegara a la cota 48.
Pero, según la defensora regional, Irina Junieles, lo que pide la comunidad es una batimetría, es decir, un estudio que mida el nivel real de la represa incluyendo el sedimento, para así poder saber cómo repartir el agua.
De arroz a palma
Si bien el distrito de riego se construyó con el propósito de beneficiar a pequeños cultivadores de arroz de María La Baja, Mahates y Arjona, hoy el 82 % de las tierras que se benefician de él están sembradas en palma y solo el 16 % en arroz.
Esta transición tuvo varios detonantes. Por un lado, con la apertura económica en los 90 Colombia empezó a importar arroz de Tailandia y se acabaron los subsidios para los cultivadores nacionales. Así lo vivió Fernando Jiménez: “Antes comercializábamos con el que quisiéramos, porque nos prestaban en el Banco Agrario, pero ahora nos piden un poco de documentos y nada”.
La llegada de Carlos Murgas a María La Baja coincidió con el inicio del apoyo estatal a la palma: “En María La Baja la palma de aceite tiene todas las prerrogativas del Minagricultura para favorecer a los palmeros”, asegura Amaranto Daniels, director del Observatorio de los Montes de María de la Universidad de Cartagena.
Se refiere a la ley de cultivos de rendimiento tardío, que desde 2004 exime de impuesto a la renta a los cultivos cuya producción comienza a partir del segundo año de sembrado, como la palma, el cacao y el caucho. Además, explica Daniels, “por cada 50 hectáreas que ellos registran ante el Ministerio de Agricultura, se les da un incentivo del 40 % del costo de producción”.
Mientras tanto, los campesinos que siembran maíz, yuca, plátano y frutales dependen del agua que cae del cielo, lo que podría amenazar la seguridad alimentaria en una zona que solía abastecer a Cartagena y Barranquilla.
Geovaldis Jiménez, campesino del sitio, lo resume así: “En Montes de María no comemos palma, comemos es yuca, ñame, plátano y cultivos que se están perdiendo. Hoy, en San José del Playón un plátano llega a costar hasta mil pesos”.
A María La Baja la rodea un tesoro que pocos de sus vecinos tienen en tal cantidad: agua dulce. Dos represas y una ciénaga que, por estar ubicadas en la parte baja de los Montes de María, se nutren del líquido que llega por gravedad desde la alta montaña.
Ese mismo tesoro atrajo al Gobierno Nacional, que en los años 60 construyó un distrito de riego que buscaba mejorar las condiciones del agro, especialmente para los pequeños cultivadores de arroz. Y aunque por algunos años cumplió su propósito, hoy tiene enfrentados a empresarios de la palma, arroceros y nativos.
Este año, la sequía terminó por desatar una tensión acumulada durante décadas, debido a que la represa de Playón, principal fuente del distrito de riego, llegó a su nivel más bajo en la historia.
Este embalse además provee agua a través de una motobomba a las casas del corregimiento San José del Playón, donde la usan para las labores domésticas. De ahí que la distribución del líquido, durante el fenómeno de El Niño, fuera todo un desafío para Usomaría, la asociación de usuarios del distrito de riego, encargada de su administración.
Luigi Casanova, gerente de la entidad, explica que una de las primeras acciones del distrito este año fue declararse en emergencia hídrica: “les dijimos a todos los cultivadores que el agua no sería suficiente y que si iban a sembrar, lo hicieran bajo su propio riesgo”. Y lo hicieron.
Las discusiones no se hicieron esperar y cada día que pasaba sin llover aumentaba la tensión. Sin embargo, se lograron acuerdos como regar diez días del mes en cada zona (norte, centro y sur). Así, en teoría, todos los usuarios del distrito recibirían agua equitativamente.
Pero los arroceros aseguran que esto no se cumplió y que Usomaría beneficia a unos pocos, es decir, a los palmeros. “Aquí nos llega el agua dos o tres días y no alcanzamos a mojar lo que tenemos. Mis cultivos se perdieron”, dijo Fernando Jiménez, quien tiene doce hectáreas de arroz en la zona rural de María La Baja.
La razón por la que Jiménez cree que no hay distribución equitativa en el riego es porque los palmeros ocupan la mayoría de las tierras cercanas al distrito (cerca de 8.000 hectáreas), por lo que son los principales usuarios de Usomaría.
Además de ser los que más pagan, tienen desde 2004 la presidencia de la junta directiva de esta asociación, en cabeza del exministro de Agricultura Carlos Murgas, dueño de Promotora Hacienda las Flores, que maneja todo el negocio de palma de aceite en la región.
¿Cuánta agua hay?
A esta puja por el agua se sumó la preocupación de la comunidad de San José de Playón de que se secara el embalse. Eso no solo habría impedido que les llegara agua a sus casas, sino que además habría causado el aislamiento de tres veredas de El Carmen de Bolívar cuya única vía de transporte es la represa.
Por eso, en febrero la comunidad decidió proteger, a las malas, el embalse de Playón: cerraron las compuertas del distrito de riego. Después de muchas discusiones, acordaron seguir regando hasta que el embalse llegara a la cota 48.
Pero, según la defensora regional, Irina Junieles, lo que pide la comunidad es una batimetría, es decir, un estudio que mida el nivel real de la represa incluyendo el sedimento, para así poder saber cómo repartir el agua.
De arroz a palma
Si bien el distrito de riego se construyó con el propósito de beneficiar a pequeños cultivadores de arroz de María La Baja, Mahates y Arjona, hoy el 82 % de las tierras que se benefician de él están sembradas en palma y solo el 16 % en arroz.
Esta transición tuvo varios detonantes. Por un lado, con la apertura económica en los 90 Colombia empezó a importar arroz de Tailandia y se acabaron los subsidios para los cultivadores nacionales. Así lo vivió Fernando Jiménez: “Antes comercializábamos con el que quisiéramos, porque nos prestaban en el Banco Agrario, pero ahora nos piden un poco de documentos y nada”.
La llegada de Carlos Murgas a María La Baja coincidió con el inicio del apoyo estatal a la palma: “En María La Baja la palma de aceite tiene todas las prerrogativas del Minagricultura para favorecer a los palmeros”, asegura Amaranto Daniels, director del Observatorio de los Montes de María de la Universidad de Cartagena.
Se refiere a la ley de cultivos de rendimiento tardío, que desde 2004 exime de impuesto a la renta a los cultivos cuya producción comienza a partir del segundo año de sembrado, como la palma, el cacao y el caucho. Además, explica Daniels, “por cada 50 hectáreas que ellos registran ante el Ministerio de Agricultura, se les da un incentivo del 40 % del costo de producción”.
Mientras tanto, los campesinos que siembran maíz, yuca, plátano y frutales dependen del agua que cae del cielo, lo que podría amenazar la seguridad alimentaria en una zona que solía abastecer a Cartagena y Barranquilla.
Geovaldis Jiménez, campesino del sitio, lo resume así: “En Montes de María no comemos palma, comemos es yuca, ñame, plátano y cultivos que se están perdiendo. Hoy, en San José del Playón un plátano llega a costar hasta mil pesos”.