La vida, como el agua, siguió en Valdivia
Cerca de 2.000 personas llegaron a este municipio en el norte de Antioquia. Con necesidades y poco a poco se han ido adaptando a un nuevo entorno impuesto por una situación que está fuera de sus manos. Impedir el colapso de la presa que detiene al río Cauca es el deseo común.
María Alejandra Medina C. / @alejandra_mdn*
Corrieron el río y las personas
La noche del 16 de mayo sorprendió a los habitantes del corregimiento de Puerto Valdivia con una orden de evacuación. Cerca de 1.200 personas dejaron sus casas, negocios, cultivos y hasta animales, para correr montaña arriba con lo poco o nada que alcanzaron a empacar. Escapaban de una posible creciente del río a causa de la emergencia que se desató sobre el mediodía aguas arriba, en el Proyecto Hidroeléctrico Ituango. Uno de los accesos a la casa de máquinas, por donde se viene evacuando el agua desde el jueves 10 de mayo, se tapó, lo que obligó al río Cauca a buscar salida por las paredes de la obra. (Lea Finanzas de EPM son averiadas por Hidroituango)
El Espectador estaba allí. Antes de las 12 del mediodía, durante un recorrido por la parte de la estructura conocida como el vertedero, era evidente que algo raro estaba pasando. Desde arriba se veía cómo los trabajadores se movían en grupo, como hormiguitas, hacia el borde de la plataforma para ver lo que después los registros en video mostraron: muros y piedras vomitando agua. El desconcierto en los rostros dejaba claro que lo que ocurría era grave. Uno de los trabajadores, con un poco de sabiduría y otro poco de resignación, afirmó: “El agua sale por donde tenga que salir”.(Lea Faltan cinco metros para completar el borde superior de Hidroituango)
En cuestión de horas, el temor fue el peor de todos: que la presa se viniera abajo, y tras ella millones de metros cúbicos de río que formarían una ola de 26 metros, según dijo el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez. (Lea Hidroituango: así se sobrevive a la tragedia)
Valdivia, el (segundo) refugio
A partir de ese miércoles, Valdivia (Antioquia), la cabecera municipal, a 40 minutos por carretera desde la orilla del río, se convirtió en el refugio de 2.000 personas. Para algunas, como Valentina Flórez, en el segundo refugio en menos de una semana. Ella forma parte del grupo de habitantes que vio al Cauca llevarse su casa el fin de semana pasado, cuando, por el destaponamiento de uno de los túneles de desviación, el caudal del río aumentó súbitamente y arrastró más de 20 casas y tres puentes. (Lea también: Hidroituango sigue fuera de control)
La emergencia obligó a los damnificados a alojarse donde conocidos o en el coliseo. “Gracias a Dios, mis hijos y yo no estábamos en la casa, estábamos en una finca, yo estaba trabajando, y fue cuando empezaron a llamar. Al otro día madrugué, bajé y todo estaba destruido”, me contó Valentina en la mañana del jueves, pensando qué hacer, en las escaleras de la iglesia.
La cifra de evacuados aumentó con el pasar de las horas, y también lo hicieron las necesidades. Una carpa, una colchoneta, una ración de comida era el primer objetivo de cientos de familias. Luego vendrían los reclamos por los elementos mínimos de aseo, un cambio de ropa. Desde el primer día fue claro que los albergues no daban abasto y que los recursos no eran suficientes. Fue necesario reubicar familias, adecuar más espacios y buscar nuevos proveedores.
El viernes, productos como el arroz y la carne ya escaseaban, mientras que un grupo de comerciantes de Puerto Valdivia, paradójicamente, reclamaban ayudas para hacer frente a las millonarias pérdidas y deudas que les generaría dejar los lácteos y los jamones pudriéndose de a pocos en las neveras de los negocios que tuvieron que abandonar. De Puerto Valdivia salió casi el 100 % de la población, según el conteo de las autoridades, pero quedaron personas que se resistían a salir y nadie las podía obligar. También permaneció una que otra mascota.
Las que lograron llegar con sus familias, desde perros hasta gallos, empezaron a inquietar a los coordinadores de los albergues. Pese a que gran parte del día los perros dormían, probablemente exhaustos y tumbados por el sopor, las implicaciones sanitarias o la posibilidad de que mordieran a alguien preocupaban. Dejarlos a su suerte no es la mejor opción, pero hasta ahora habilitar un refugio especial para animales es un punto dentro de una larga lista de necesidades. Este sábado la Defensa Civil informó que en su albergue "ha acogido mascotas que han sido atendidas por un médico veterinario, dos técnicos en protección ambiental y un rescatista animal. En este momento tenemos 12 mascotas que durante el día permanecen con sus dueños a manera de terapia. Adicionalmente, estamos realizando censo animal y programando la jornada de vacunación".
Los niños
Padres como Guillermo Eusse han tenido que buscar casas en donde les permitan bañar a sus bebés. El riesgo de una epidemia sigue latente, pero por el momento no se ha presentado ninguna que afecte a los menores. Pendientes de ellos han estado funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Que se extravíen es otro de los problemas que a diario tratan de evitar. El primer día, según la directora regional del ICBF, Selma Roldán, “hubo reporte de una niña que no encontraban sus padres; se activaron las alertas, así como la ruta de búsqueda de la niña, quien apareció. Entonces con perifoneo empezamos a decirles a las familias cómo deben cuidar a sus niños y qué deben hacer cuando se pierda uno”, eso es avisar al ICBF o a la Policía.
Otro punto en el que han insistido es en que los más pequeños no pueden salir de los albergues ni ir al baño solos. Los padres no deben “dejarlos fuera de su vista, ni dejar las carpas cerradas, no deben ir solos a los baños, porque hay miles de personas en este lugar, y los niños son los más vulnerables”, añadió Roldán. Uno de los apoyos han sido las madres comunitarias, hoy damnificadas, que en Puerto Valdivia se hacían cargo de 13 niños cada una. “Les pedimos que identifiquen a sus niños para tratar de garantizarles lo mínimo en una situación como la que se está presentando”, es decir, por lo menos las comidas y tiempo de esparcimiento.
Desde el primer día, el Ejército y la Policía se trazaron también ese propósito. Juegos inflables, saltarines y karaokes, son algunas de las actividades que han instalado en el municipio para entretener a los niños y distraerlos por un momento de las necesidades que hay alrededor. Si bien la cifra cambia de un día para otro, de la primera jornada quedó un balance de 800 niños atendidos con raciones de alimento.
La espera
Una de las tareas más exhaustivas han sido los censos, para saber quién llegó, quién falta o quién se fue. A partir de esta información, recolectada por los coordinadores de los albergues, los líderes comunitarios, entre otros, se calculan las raciones de comida, que Empresas Públicas de Medellín (EPM) ha proveído junto con el servicio de energía y agua potable que llega en bolsas o carrotanques.
Otro de los compromisos por parte de la compañía es el subsidio de arriendo “inicialmente por tres meses para su residencia temporal (para quienes perdieron su vivienda el 12 de mayo)”, según un comunicado oficial. Sin embargo, las personas aún no tienen del todo claro cómo o cuándo se entregaría. “Si alguien tiene una casa y llega una persona pidiéndola en arriendo, diciendo que por ahí martes o miércoles dan la plata, pues no la arriendan, porque piden primero que se vea la plata”, opinó Dayro Mazo, afectado por la avalancha de la semana pasada. Este sábado, EPM, además, anunció un apoyo económico para que las familias que están en albergues y autoalbergues puedan alojarse fuera de la zona de riesgo, alimentarse y transportarse. Los montos van desde $1,1 millones, dependiendo del tamaño de la familia y el destino, y aplican por un mes, prorrogable por un mes más. Para obtener ese apoyo, es necesario estar en el censo oficial.
Entre las decisiones que se deben tomar conforme se desarrolle la emergencia, no sólo en Valdivia, sino en los municipios ribereños que están bajo amenaza, está la logística para el día de las elecciones presidenciales, que se llevarán a cabo el 27 de mayo. El registrador nacional, Juan Carlos Galindo, dio la instrucción a los delegados departamentales para que analicen un posible traslado de los puestos y mesas de votación. Sólo en Valdivia hay un potencial de votantes de más de 11.000 personas.
Mientras se toman esas decisiones, no hay otra opción que esperar el desenlace de una situación en la que los damnificados insisten no tener ninguna culpa, ninguna “vela en ese entierro”, como se dice popularmente. Muchos de ellos incluso afirman que esta es la máxima de varias afectaciones que el proyecto hidroeléctrico ha dejado en sus comunidades, como las alteraciones en la actividad pesquera y minera por los efectos sobre el ecosistema del río.
Se trata de un proyecto que ha empleado a más de 11.000 personas, que se planteó con la idea de que generara un equivalente al 17 % de la energía que demanda el país, pero que en este momento está, incluso, bajo la mira de la Fiscalía y en una carrera contra el tiempo para evitar una tragedia. Sin duda, este último es un propósito común que se ha hecho evidente en Valdivia. Allí han intervenido distintas entidades, y las mismas comunidades, para atender las necesidades de 2.000 de las más de 6.000 personas que hasta ahora, según calcula la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, han buscado zonas seguras, lejos de la ribera del poderoso Cauca.
*Enviada especial a Valdivia, Antioquia
Nota del editor: Este artículo, que forma parte de la edición impresa, fue actualizado, pues en el transcurso del sábado, la Defensa Civil entregó el balance del trabajo que ha venido haciendo para atender a las mascotas en el albergue que administra. Asimismo, EPM comunicó la información sobre la entrega de apoyos económicos para las familias que están en albergues y autoalbergues.
Corrieron el río y las personas
La noche del 16 de mayo sorprendió a los habitantes del corregimiento de Puerto Valdivia con una orden de evacuación. Cerca de 1.200 personas dejaron sus casas, negocios, cultivos y hasta animales, para correr montaña arriba con lo poco o nada que alcanzaron a empacar. Escapaban de una posible creciente del río a causa de la emergencia que se desató sobre el mediodía aguas arriba, en el Proyecto Hidroeléctrico Ituango. Uno de los accesos a la casa de máquinas, por donde se viene evacuando el agua desde el jueves 10 de mayo, se tapó, lo que obligó al río Cauca a buscar salida por las paredes de la obra. (Lea Finanzas de EPM son averiadas por Hidroituango)
El Espectador estaba allí. Antes de las 12 del mediodía, durante un recorrido por la parte de la estructura conocida como el vertedero, era evidente que algo raro estaba pasando. Desde arriba se veía cómo los trabajadores se movían en grupo, como hormiguitas, hacia el borde de la plataforma para ver lo que después los registros en video mostraron: muros y piedras vomitando agua. El desconcierto en los rostros dejaba claro que lo que ocurría era grave. Uno de los trabajadores, con un poco de sabiduría y otro poco de resignación, afirmó: “El agua sale por donde tenga que salir”.(Lea Faltan cinco metros para completar el borde superior de Hidroituango)
En cuestión de horas, el temor fue el peor de todos: que la presa se viniera abajo, y tras ella millones de metros cúbicos de río que formarían una ola de 26 metros, según dijo el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez. (Lea Hidroituango: así se sobrevive a la tragedia)
Valdivia, el (segundo) refugio
A partir de ese miércoles, Valdivia (Antioquia), la cabecera municipal, a 40 minutos por carretera desde la orilla del río, se convirtió en el refugio de 2.000 personas. Para algunas, como Valentina Flórez, en el segundo refugio en menos de una semana. Ella forma parte del grupo de habitantes que vio al Cauca llevarse su casa el fin de semana pasado, cuando, por el destaponamiento de uno de los túneles de desviación, el caudal del río aumentó súbitamente y arrastró más de 20 casas y tres puentes. (Lea también: Hidroituango sigue fuera de control)
La emergencia obligó a los damnificados a alojarse donde conocidos o en el coliseo. “Gracias a Dios, mis hijos y yo no estábamos en la casa, estábamos en una finca, yo estaba trabajando, y fue cuando empezaron a llamar. Al otro día madrugué, bajé y todo estaba destruido”, me contó Valentina en la mañana del jueves, pensando qué hacer, en las escaleras de la iglesia.
La cifra de evacuados aumentó con el pasar de las horas, y también lo hicieron las necesidades. Una carpa, una colchoneta, una ración de comida era el primer objetivo de cientos de familias. Luego vendrían los reclamos por los elementos mínimos de aseo, un cambio de ropa. Desde el primer día fue claro que los albergues no daban abasto y que los recursos no eran suficientes. Fue necesario reubicar familias, adecuar más espacios y buscar nuevos proveedores.
El viernes, productos como el arroz y la carne ya escaseaban, mientras que un grupo de comerciantes de Puerto Valdivia, paradójicamente, reclamaban ayudas para hacer frente a las millonarias pérdidas y deudas que les generaría dejar los lácteos y los jamones pudriéndose de a pocos en las neveras de los negocios que tuvieron que abandonar. De Puerto Valdivia salió casi el 100 % de la población, según el conteo de las autoridades, pero quedaron personas que se resistían a salir y nadie las podía obligar. También permaneció una que otra mascota.
Las que lograron llegar con sus familias, desde perros hasta gallos, empezaron a inquietar a los coordinadores de los albergues. Pese a que gran parte del día los perros dormían, probablemente exhaustos y tumbados por el sopor, las implicaciones sanitarias o la posibilidad de que mordieran a alguien preocupaban. Dejarlos a su suerte no es la mejor opción, pero hasta ahora habilitar un refugio especial para animales es un punto dentro de una larga lista de necesidades. Este sábado la Defensa Civil informó que en su albergue "ha acogido mascotas que han sido atendidas por un médico veterinario, dos técnicos en protección ambiental y un rescatista animal. En este momento tenemos 12 mascotas que durante el día permanecen con sus dueños a manera de terapia. Adicionalmente, estamos realizando censo animal y programando la jornada de vacunación".
Los niños
Padres como Guillermo Eusse han tenido que buscar casas en donde les permitan bañar a sus bebés. El riesgo de una epidemia sigue latente, pero por el momento no se ha presentado ninguna que afecte a los menores. Pendientes de ellos han estado funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Que se extravíen es otro de los problemas que a diario tratan de evitar. El primer día, según la directora regional del ICBF, Selma Roldán, “hubo reporte de una niña que no encontraban sus padres; se activaron las alertas, así como la ruta de búsqueda de la niña, quien apareció. Entonces con perifoneo empezamos a decirles a las familias cómo deben cuidar a sus niños y qué deben hacer cuando se pierda uno”, eso es avisar al ICBF o a la Policía.
Otro punto en el que han insistido es en que los más pequeños no pueden salir de los albergues ni ir al baño solos. Los padres no deben “dejarlos fuera de su vista, ni dejar las carpas cerradas, no deben ir solos a los baños, porque hay miles de personas en este lugar, y los niños son los más vulnerables”, añadió Roldán. Uno de los apoyos han sido las madres comunitarias, hoy damnificadas, que en Puerto Valdivia se hacían cargo de 13 niños cada una. “Les pedimos que identifiquen a sus niños para tratar de garantizarles lo mínimo en una situación como la que se está presentando”, es decir, por lo menos las comidas y tiempo de esparcimiento.
Desde el primer día, el Ejército y la Policía se trazaron también ese propósito. Juegos inflables, saltarines y karaokes, son algunas de las actividades que han instalado en el municipio para entretener a los niños y distraerlos por un momento de las necesidades que hay alrededor. Si bien la cifra cambia de un día para otro, de la primera jornada quedó un balance de 800 niños atendidos con raciones de alimento.
La espera
Una de las tareas más exhaustivas han sido los censos, para saber quién llegó, quién falta o quién se fue. A partir de esta información, recolectada por los coordinadores de los albergues, los líderes comunitarios, entre otros, se calculan las raciones de comida, que Empresas Públicas de Medellín (EPM) ha proveído junto con el servicio de energía y agua potable que llega en bolsas o carrotanques.
Otro de los compromisos por parte de la compañía es el subsidio de arriendo “inicialmente por tres meses para su residencia temporal (para quienes perdieron su vivienda el 12 de mayo)”, según un comunicado oficial. Sin embargo, las personas aún no tienen del todo claro cómo o cuándo se entregaría. “Si alguien tiene una casa y llega una persona pidiéndola en arriendo, diciendo que por ahí martes o miércoles dan la plata, pues no la arriendan, porque piden primero que se vea la plata”, opinó Dayro Mazo, afectado por la avalancha de la semana pasada. Este sábado, EPM, además, anunció un apoyo económico para que las familias que están en albergues y autoalbergues puedan alojarse fuera de la zona de riesgo, alimentarse y transportarse. Los montos van desde $1,1 millones, dependiendo del tamaño de la familia y el destino, y aplican por un mes, prorrogable por un mes más. Para obtener ese apoyo, es necesario estar en el censo oficial.
Entre las decisiones que se deben tomar conforme se desarrolle la emergencia, no sólo en Valdivia, sino en los municipios ribereños que están bajo amenaza, está la logística para el día de las elecciones presidenciales, que se llevarán a cabo el 27 de mayo. El registrador nacional, Juan Carlos Galindo, dio la instrucción a los delegados departamentales para que analicen un posible traslado de los puestos y mesas de votación. Sólo en Valdivia hay un potencial de votantes de más de 11.000 personas.
Mientras se toman esas decisiones, no hay otra opción que esperar el desenlace de una situación en la que los damnificados insisten no tener ninguna culpa, ninguna “vela en ese entierro”, como se dice popularmente. Muchos de ellos incluso afirman que esta es la máxima de varias afectaciones que el proyecto hidroeléctrico ha dejado en sus comunidades, como las alteraciones en la actividad pesquera y minera por los efectos sobre el ecosistema del río.
Se trata de un proyecto que ha empleado a más de 11.000 personas, que se planteó con la idea de que generara un equivalente al 17 % de la energía que demanda el país, pero que en este momento está, incluso, bajo la mira de la Fiscalía y en una carrera contra el tiempo para evitar una tragedia. Sin duda, este último es un propósito común que se ha hecho evidente en Valdivia. Allí han intervenido distintas entidades, y las mismas comunidades, para atender las necesidades de 2.000 de las más de 6.000 personas que hasta ahora, según calcula la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, han buscado zonas seguras, lejos de la ribera del poderoso Cauca.
*Enviada especial a Valdivia, Antioquia
Nota del editor: Este artículo, que forma parte de la edición impresa, fue actualizado, pues en el transcurso del sábado, la Defensa Civil entregó el balance del trabajo que ha venido haciendo para atender a las mascotas en el albergue que administra. Asimismo, EPM comunicó la información sobre la entrega de apoyos económicos para las familias que están en albergues y autoalbergues.