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La voz del Pacífico que calló la violencia

El asesinato de Esnáider Castillo en Barbacoas (Nariño) conmocionó a la población, porque en sus 24 años de vida lo único que hizo fue darle orgullo a su pueblo. Detrás del caso, las autoridades investigan si estuvo involucrada la disidencia de las Farc en la región.

Mónica Rivera Rueda
12 de enero de 2022 - 02:00 a. m.
Esnáider Castillo tenía 24 años y desde hace 10 era parte de la agrupación Changó.
Esnáider Castillo tenía 24 años y desde hace 10 era parte de la agrupación Changó.
Foto: Manuela Uribe - Discos Pacífico

Si hay algo seguro, es que la noche del 18 de diciembre Javier Esnáider Castillo fue muy feliz. La agrupación Changó, de la que era uno de sus vocalistas, tocó como invitada especial en el Petronio Álvarez en Cali, pero más allá de los miles de asistentes que esa noche rodeaban la tarima, lo que más lo impulsó para cantar con toda su emoción fue ver en primera fila gritando a su hermano y gente de su pueblo Barbacoas, en Nariño, donde justo nueve días más tarde cuatro tiros le quitaron la vida.

Lejos de estar metido en problemas o involucrado con actores de la violencia en la región, Esnáider era un orgullo para su familia y su pueblo, pues el bebé de la casa y el profe para los niños a los que les enseñaba de la historia del currulao o a tocar instrumentos con tarros de leche y manteca, lo único que hizo fue reconocerse como un artista en todo el sentido de la palabra, pues bailaba, cantaba y componía.

Y es que precisamente el poder de sus letras era lo que lo caracterizaba. Si no hacía una canción para desearles el feliz cumpleaños a su mamá o a sus familiares, la hacía para convencer a su hermana menor, Nicole, para que lo ayudara a llevar mercados a los más pobres de su pueblo. “Él se entraba a la cocina y empezaba a sacar cosas del mercado. Yo le decía: Esnáider, ¿qué lleva ahí en esa chuspa? Y me decía: mami, dos libritas de arroz para personas que lo necesitan más que usted. Me daba un beso y se reía”, recuerda su madre, Betty Ortiz.

La música como la religión siempre lo acompañaron. “Era acólito en la iglesia e incluso creímos que iba a ser padre”, dice Betty, pero es que desde los cuatro años su bisabuela materna Mercedes lo llevaba a los belenes, que se celebran en nombre de los santos, a los velorios y a la iglesia, donde le encantaba oír a los sabedores cantar, mientras que en el cementerio encontró el silencio perfecto para componer.

“Yo iba y lo buscaba, y cuando me veía se rascaba la cabeza y de camino me venía contando y cantando lo que había compuesto. Yo le decía: eso no rima, pero cuando llegábamos a la casa cogía los baldes de la manteca y comenzaba a sacarles el son a los versos”, asegura Betty.

Aunque siempre ayudó en la iglesia y en los velorios decorando los espacios donde tenían a los muertos, la música fue su vida. Primero con agrupaciones en su pueblo y luego en Tumaco, donde acompañó al grupo Lumbalú y finalmente, desde 2011, a la agrupación Changó. Además, organizó tres festivales de Barbacoas Tiene Talento, fue preparador de reinas y jurado de concursos de baile, pues además de artista se había preocupado por investigar sobre los orígenes de la música del Pacífico, del cununo, el bombo y el guasá.

Por eso el 22 de diciembre, cuando llegó a su casa de sorpresa, de las primeras cosas que se habló fue de cómo se habían bailado toda su presentación por televisión, por eso también su hermano mayor le cocinó su plato favorito (fríjoles) y al otro día su hermana también le repitió el plato. Por eso el 28, a las 11 de la noche, en las calles solo se repetía: ¡Qué injusticia! ¿Por qué le hicieron eso? ¿Por qué le dieron? ¡Cobardes!

En un primer instante se manejaron dos hipótesis. La primera indicaba que se había tratado de un robo, mientras que la segunda señala que Esnáider estaba reunido con primos y amigos en una discoteca, de la que salió a grabar un video. En esas estaría cerca de hombres que se habrían sentido intimidados y le habrían disparado en siete oportunidades.

De acuerdo con investigaciones de las autoridades locales, en el asesinato estarían involucrados integrantes del frente Óliver Sinisterra de las disidencias de las Farc que operan en esta zona. De hecho, fue asociado al caso alias Chamaquito, quien habría participado del crimen y quien además sería el líder de los sicarios de dicho frente en la región. Esto concuerda con las versiones entregadas por el alcalde del municipio, quien además de solicitar celeridad en la investigación, ha resaltado que el narcotráfico y estos grupos residuales han buscado ganar terreno entre los jóvenes, lo que podría haber detonado esta situación.

Asimismo, lo ha registrado la Defensoría del Pueblo, que en una alerta temprana de 2021 llamó la atención sobre cómo el río Patía, por su desembocadura en el Pacífico, ha sido utilizado por estas organizaciones armadas como rutas de transporte, lo que hace de esta zona como de los municipios de Roberto Payán y Magüí de alto valor y de disputa para estar organizaciones, lo que ha provocado el desplazamiento de por lo menos 6.000 personas de estos territorios.

“La ocurrencia de los enfrentamientos en un contexto de sucesivas acciones violentas atribuidas a la facción disidente generaron profundo temor entre la población y un altísimo riesgo de nuevo desplazamiento masivo”, señaló la Defensoría.

El dolor para la familia Castillo Ortiz no termina. Tras la muerte de Javier Esnáider tuvieron que salir de sus territorios ante las condiciones que se presentan en el municipio, a la espera de más que una ayuda humanitaria, el apoyo psicosocial ante la ausencia de su hijo y hermano, pues es el segundo de cinco hijos que pierde Betty, quien de lo bueno resalta que pese a su corta vida Esnáider siempre se ganó la confianza de quienes conocía gracias a su carisma, pero especialmente con la emoción que le impregnaba a las cosas que hacía. “Él decía que era decente y noble, y aseguraba que su muerte iba a ser en un escenario, porque no se imaginaba ni otra cosa que pudiera hacer, ni otra forma en la que pudiera morir”, concluyó Betty.

Mónica Rivera Rueda

Por Mónica Rivera Rueda

Periodista de planeación, hábitat, salud y educación. Estudiante de la maestría de análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos.@Yomonrivermrivera@elespectador.com

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Alfredo(45487)13 de enero de 2022 - 10:27 a. m.
Andrei, comparto tu comentario. Es lo contrario, la violencia callo al Arte. La violencia es el arma utilizada por los beneficiados del NarcoEstado para silenciar a quienes no los apoyan y mantener su dominio. La inseguridad es un subproducto de la violencia y en nuestro país es utilizada para mantener el poder; para desgracia del resto de la población.
Andrei(62325)12 de enero de 2022 - 04:50 p. m.
TITULAR.- ¿Qué quiere decir este titular? ¿Que la voz de E. Castillo fue la voz que hizo callar a la violencia? O, y es lo que presumo, ¿que su voz fue acallada por la violencia? La inveterada costumbre de EE de titular mal y de manera ambigua, ha migrado a sus columnistas, quienes nos quedan debiendo a los lectores una evidencia de su paso por la gramática de la RAE.
Francisco Chaves(eszua)12 de enero de 2022 - 11:42 a. m.
País de mierda
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