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A la nueva dirección de Género, Inclusión y Diversidad del CAF (Banco de Desarrollo de América Latina), llegó el chocoano Eddi Bermúdez Marcelín, cuyo reto es construir de ceros la nueva gerencia, con la que busca atender las necesidades de las comunidades afros e indígenas, así como a mujeres y personas con discapacidad, entendiendo los patrones que se evidencian en la región y las particularidades de los países.
Sobre su llegada al banco, dice que es “producto de una sumatoria de acciones a lo largo de su vida”, ya que en los últimos años ha trabajado el tema desde la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Alcaldía de Bogotá, donde fue subdirector de asuntos étnicos en la Secretaría de Gobierno.
Con respecto a lo que se debe trabajar por la región, Bermúdez resalta la importancia de promover las cadenas de producción, el capital semilla y las capacidades del talento humano.
¿Cómo llegó a la dirección?
Cuando comencé a trabajar estos temas no pensaba llegar hasta allá, sino en cómo podía llegar a impactar positivamente en las personas. En ese camino, llevo diez años trabajando en agendas y políticas que ayuden al reconocimiento y visibilidad de las poblaciones étnicas de Colombia y en la creación de acciones para promover emprendimientos, agendas de desarrollo e iniciativas de empoderamiento y comunitaria, que me ha traído hasta aquí.
Usted fue becario del MIT. ¿Esa experiencia lo ayudó a encaminarse?
El laboratorio de innovación comunitaria del MIT me permitió tener una perspectiva más de región, porque tuvimos la oportunidad de estar en el Bronx, Misisipi, Tennessee, Fortaleza y Medellín; donde pudimos entender que hay un patrón común en lo que tiene que ver con América y la colorización y es que las poblaciones más afectadas son mujeres, afros, indígenas y campesinos, y eso va conectado con oportunidades que tienen los países.
¿Qué fue lo que vio?
En el Bronx viven alrededor de 1,5 millones de personas. Más de la mitad son mujeres, un 30 % son negros y un poco más son latinos. Está a cinco minutos de Manhattan, que es uno de los centros poblados más ricos de Nueva York, y ese contraste es un desafío en materia de desarrollo y me permitió tener una perspectiva importante. En Misisipi y Tennessee, que es una de las áreas rurales más pobres de Estados Unidos, el 80 % de la población es negra, lo que también ocurre en Fortaleza (Brasil) o el Pacífico colombiano. Así comencé a entender los patrones y los elementos que los diferenciaban en términos institucionales, de mercado y de acceso.
¿Piensa enfocarse en esos elementos diferenciadores ahora?
Cada elemento diferencial es una apuesta de desarrollo del banco. Las necesidades básicas insatisfechas son una de las mayores barreras; hablar de cómo ayudamos a modernizar las agendas y los resultados, fortaleciendo a los gobiernos; en temas étnicos, es importante la reivindicación de derechos y oportunidades, y, por último es importante la inmersión laboral, la inclusión digital y la generación de ingresos, porque allí una de las barreras que en América ha sido la discriminación racial, se le suman desafíos como el acceso de servicios financieros asociados a la movilidad social y el empleo. Queremos ver de qué manera ayudar.
¿Se ha pensado en la agenda verde?
Hay un componente importante de la agenda verde en el que Colombia, contemplada en términos de biodiversidad, que puede incluir en agendas de desarrollo y tiene que ver con la generación de ingresos, bioeconomía del desarrollo sostenible para las comunidades étnicas. A nivel de región tenemos casos parecidos en Bolivia y Panamá. Tenemos que ver cómo hacemos apuestas que vayan de la mano con los desafíos que tenemos como humanidad.
¿Han pensado en las migraciones?
En América Latina hay 150 millones de personas étnicas, entre afros e indígenas, y gran parte, por desplazamiento forzado o falta de oportunidades, está llegando a los centros poblados, donde enfrentan desafíos importantes en materia de empleo, emprendimiento y oportunidades que les permitan desarrollar sus proyectos de vida. Allí tenemos que hacer esfuerzos, entender que históricamente han existido unas condiciones de rezago que han limitado el desarrollo exitoso de estas poblaciones, comprender que falta mayor reconocimiento de los aportes que los grupos étnicos han realizado a su proceso, comprender que, como producto de la pandemia, muchos desafíos se nos adelantaron, pero también ver que hoy las agendas de desarrollo pueden encontrar apuestas estratégicas para estas poblaciones, que pueden aportar al sector empresarial y productivo.
¿Cómo hacerlo en Colombia?
La mayoría de los territorios indígenas y afros tienen unas historias de ausencias y carencias a las que se les suman la disputa territorial, el conflicto armado y la minería ilegal, que son caldo de cultivo para hacerlos más vulnerables. Por eso, parte los desafíos están en la manera de apoyar a los gobiernos para darles vitalidad y apoyar acciones de la sociedad civil. Se requieren nuevas oportunidades, respaldar cadenas de producción para aumentar la productividad y capacitar el talento humano, porque parte de lo que está pasando es que se está limitando el desarrollo de la vida.
Los territorios son portadores de desarrollo y tienen oportunidades, en un escenario ideal, de alcanzar el bienestar social de sus comunidades con un poco de apoyo del resto de los aliados que somos parte de este contexto.
¿Qué debe aportar el Gobierno?
Muchos no esperan que el Gobierno haga todo, sino que haga su parte. Ellos están listos también para poder desarrollar y mostrar sus potencialidades y se ha visto nublado por las condiciones del país, así que parte de lo que tenemos que avanzar es seguir insistiendo en el empoderamiento comunitario, pero con el acompañamiento, para no dejar solas a las comunidades y de esa forma se pueda mirar cómo incidir desde la agenda de los gobernantes para que exista mayor interés en incluirlos y voluntades para atender las necesidades y elementos diferenciales sobre estos temas.