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La conferencia internacional de La Vía Campesina es el encuentro más grande de trabajadores vinculados con el campo y se celebra cada cuatro años, pero por culpa de la pandemia del COVID-19 no se reunía hace siete. Acaba de reunirse en Bogotá, hasta donde llegaron pequeños y medianos productores del campo, mujeres rurales, comunidades indígenas, trabajadores agrícolas emigrantes, jóvenes y jornaleros sin tierra de los 81 países que hacen parte de las organizaciones aliadas del movimiento internacional de La Vía Campesina.
Bajo el lema “Frente a las crisis globales, construimos soberanía alimentaria para asegurar un futuro a la humanidad”, la conferencia tuvo como objetivo el análisis del contexto internacional y de las regiones allí representadas, y también la búsqueda de propuestas y planes de acción del movimiento campesino, con especial énfasis en temas como el feminismo popular y campesino, los sistemas de semillas, la reforma agraria, políticas públicas que reconozcan a los y las campesinas como sujetos de derechos, el cambio climático y las guerras en el mundo.
Según La Vía Campesina, una de las muchas afectaciones de la crisis climática en el planeta tiene que ver con su amenaza al calendario agrícola, cuyas consecuencias se han podido reflejar en desastres naturales cada vez más destructivos y violentos, a los cuales, afirman, se debe prestar una atención y construir estrategias que ayuden a mitigar los efectos nocivos en cada territorio. El hambre, señalaron en el encuentro, es una de las principales problemáticas a enfrentar y por ello plantearon que la apuesta clave debe apuntar a la soberanía alimentaria para hacer frente a la hambruna mundial. El propósito transversal del movimiento es la implementación en cada país de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras Personas que Trabajan en las Zonas Rurales (UNDROP).
Según la ONU, la pandemia que inició en 2020 aumentó el número de personas con hambre en el mundo y empeoró los niveles de seguridad alimentaría en cada país. El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (FAO) presentó un informe que señala que cerca del 29,5% de la población a nivel mundial (2.400 millones de personas) padecía de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2022. También informaron que, si bien los índices de hambre no variaron mucho entre el 2021 y el 2022, dicha cifra continúa muy por encima de los niveles registrados antes de la pandemia y prevé que al menos 600 millones de personas se verán afectadas por el hambre en 2030, pronóstico que aumentó gracias a los rezagos COVID-29 y a la guerra en Ucrania.
En los primeros días de la conferencia se llevó a cabo la Quinta Asamblea de Jóvenes y la Sexta Asamblea de Mujeres para discutir y analizar los retos del feminismo campesino y popular. Además, tuvo lugar por primera vez la Asamblea de Diversidades y la Asamblea de Hombres contra el Patriarcado, espacios que buscan ampliar la integración y la eliminación de cualquier forma de discriminación dentro y fuera de LVC. En el intermedio del evento se analizaron y discutieron coyunturas como la guerra en Palestina, sus damnificados y las consecuencias de este escenario para la población rural y trabajadora del campo. Así como el golpe de Estado en Perú, la guerra en Ucrania, la militarización de Asia Pacífico y la intervención permanente a Haití, entre otras.
Aprovechando que Colombia fue la sede de la conferencia, se destinó un espacio para analizar y discutir el contexto del país frente a la situación de los campesinos y demás trabajadores de la tierra. El tercer día del encuentro internacional, en el marco de la inauguración oficial del mismo, la ministra de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia, Jhenifer Mojica, expuso el interés del gobierno de Gustavo Petro por la reforma integral agraria y la especial atención al cumplimiento de los acuerdos de paz firmados con las FARC-EP en el año 2016, específicamente el primer punto del tratado que aboga por el tema de tierras y el campesinado en el país.
La conferencia concluyó con la construcción de un plan de acción que recoge temas que afectan a más de 200 millones de campesinos y campesinas que hacen parte de este movimiento internacional, que cumplió 30 años de trayectoria, y su declaración final recuerda la importancia de la defensa de las organizaciones sociales, y la necesidad de mantener viva la voz y la unión para asegurar el protagonismo de las y los campesinos en las grandes decisiones a nivel mundial y local.