Lo duro de ser migrante y afrodescendiente en Colombia
Una investigación sobre la población afrovenezolana en el país demuestra que no solo son víctimas de xenofobia, discriminación racial y violencia de género, sino que además hay invisibilización y falta de políticas para atender sus necesidades.
Mónica Rivera Rueda
Colombia ha recibido alrededor del 36,7 % de los venezolanos que han salido de su país, y aunque, de acuerdo con registros de Migración Colombia serían 2,4 millones los que residen acá, estudios de observatorios como el de la Universidad del Rosario demostrarían que la cifra estaría más cerca a los tres millones de migrantes, que tienen vocación de permanencia.
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Colombia ha recibido alrededor del 36,7 % de los venezolanos que han salido de su país, y aunque, de acuerdo con registros de Migración Colombia serían 2,4 millones los que residen acá, estudios de observatorios como el de la Universidad del Rosario demostrarían que la cifra estaría más cerca a los tres millones de migrantes, que tienen vocación de permanencia.
¿Quiénes son? Es una pregunta recurrente, pero los datos oficiales muchas veces no pasan de la identificación de sus edades y género, lo que desconoce en gran medida variables como los contextos sociales, culturales e históricos de los que vienen, así como la pertenencia étnico-racial. Este último punto se vuelve importante a la hora de hablar de sus vulnerabilidades, ya que poblaciones como las afrodescendientes están propensas a ser víctimas de actos de xenofobia, discriminación racial y violencia de género.
“Yo llegué a un punto en donde me sentía víctima por el hecho de ser todo: por el hecho de ser mujer, por el hecho de ser negra, por el hecho de ser venezolana... Yo sentía amenaza por todo (…) Como que no era bien recibida, atacada, me sentía presa fácil para cualquier persona; o sea, estaba propensa que en cualquier momento cualquiera pudiera hacer lo que quisiera conmigo, como si no tuviera derechos a nada”, aseguró Asneidis, una de las mujeres que participó en la investigación sobre la situación de la población afrovenezolana en contextos migratorios en Colombia.
Se trata de un trabajo conjunto entre el Instituto sobre Raza, Igualdad y Derechos Humanos (Raza e Igualdad) y el proyecto Integra de USAID que identificó las situaciones a las que se enfrentan mujeres afrovenezolanas migrantes, así como las falencias a la hora de su identificación y atención, lo que se relaciona con la falta de políticas para la atención de estas poblaciones en el país.
“Lo que hicimos fue aplicar la metodología de bola de nieve para mapear la población, a la que accedimos a través de organizaciones de la población civil. Observamos experiencias diferenciadas en los tipos de migración. Las mujeres sales por la crisis económica, con diferentes efectos, algunas salieron porque se generó tanta inseguridad alimentaria, barreras de acceso a temas como salud. También tenemos mujeres que pudieron esperar y migrar de manera regular, como otras con unas situaciones más complejas”, asegura Sofía Muñoz, una de las investigadoras del proyecto.
En la identificación, el estudio evidenció que en el país, de acuerdo con cifras del censo del DANE en el 2018, de las cerca de 800.000 personas venezolanas encuestadas, alrededor de 24.000 se autorreconocieron como negras y afrodescendientes (12.119 mujeres y 11.775 hombres). Pese a esto, se ven inconvenientes en este reconocimiento dado que las categorías no son similares a las que se tienen en Venezuela (Afrodescendiente, morena, negra, blanca)
“Los resultados relacionados con la categoría del autorreconocimiento negra(o) y afrodescendiente son reflejos de las dificultades en los procesos de medición que se llevaron a cabo, al igual que el poco autorreconocimiento se asocia con la política de mestizaje que ha estado en las representaciones sociales, a los procesos de estigmatización que se asocian con autorreconocerse como una persona afrodescendiente y la desagregación en las categorías entre negra(o) y afrodescendiente”, indica la investigación.
Sumado a esto, se evidenciaron conductas de las que son víctimas las mujeres afros migrantes, como que suelen ser hipersexualizadas o cosificadas. “Lo principal es que hay un imaginario social que ha construido el cuerpo de las mujeres como un cuerpo al que se puede acceder. Esto ocurre particularmente con las mujeres negras y ha tenido un impacto muy grande en los contextos migratorios. Las mujeres que inician su tránsito por las trochas son más sensibles a estas violencias, a acceso carnal violento y hasta abuso policial, en especial en mujeres con alta vulnerabilidad económica. Acá también vimos una alta relación entre vulnerabilidades y acceso a la justicia”, asegura Muñoz.
También se registró abuso económico, en especial en las mujeres con vulnerabilidades socioeconómicas, ya que terminan dependiendo de sus parejas o de quienes los reciben, lo que las hace más proclives a abuso económico o servidumbre, mientras que en el caso de las que llegan con hijo o son madres, surgen grandes retos a la hora de vincular a sus hijos al sistema educativo y a que se acoplen a las dinámicas.
“En estos espacios suelen reproducirse estereotipos, por lo que la discriminación racial se expresa con mucha más fuerza y es una dificultad más para no lograr que los niños se mantengan en las escuelas”, añade Muñoz.
También encontraron sesgos en el acceso a servicios como la justicia, en el que “hay estereotipos sobre las personas afros, como que creen que son las más proclives a cometer crímenes”, indica Muñoz, además los migrantes afros se enfrentan a barreras para acceder a la salud y hasta violencia gineco-obstetra por ser mujeres migrantes. “Eso es por el estereotipo de que llegan a tener hijos a Colombia y a colapsar el sistema. Encontramos casos donde les han rechazado la atención por ser mujeres negras. Les muestran el asco de atenderlas y eso genera afectaciones psicológicas y emocionales”, añade la investigadora.
Por último, está el acceso a la vivienda. “Ni arriendo nos quieren dar. Ya los que tengamos un arriendo tenemos que cuidarlo como una reliquia, porque o si no va a estar del tumbo al tambo. Es como mi hija, mi hija en estos días se le metieron, le quitaron la protección de la ventana. Cuando se vio fue el hombre metido, agarró el teléfono y, cuando ella lo vio, eso saltó como un gato por la misma ventana. Ella llamó al dueño de la casa para que arreglara eso porque ella no tenía como arreglarlo y él la mandó a desocupar”, narra Alicia, migrante que también participó en el informe.
Sobre esto, la investigación determinó que hay estereotipos que plantean varios retos, por un lado, está el hecho de ser migrante, a lo que se suman más barreras si se trata de mujeres solteras y afro, ya que consideran que no son estables económicamente, por lo que dentro de las conclusiones del proyecto se pide al Gobierno Nacional plantear alternativas para prevenir y garantizar el acceso a una vivienda digna a los migrantes.
No todo fue malo
Muñoz reconoce que en las ciudades en las que se hizo el mapeo de personas afrovenezolanas (Bogotá, Cali, Cúcuta, Medellín y Riohacha) se encontró que en lugares como el Distrito de Aguablanca en Cali o en ciudades fronterizas como Cúcuta o Riohacha, donde los migrantes se han sentido más integrados ante la diversidad étnica y cultural, mientras que en ciudades fronterizas las mujeres racializadas encuentran mayor acceso a subsidios y al trámite del PPT, debido a la mayor presencia de cooperación internacional y ayudas humanitarias. “En las ciudades con migración pendular la percepción es distinta, porque ellas no llegan de golpe, sino que ya viene el proceso migratorio iniciado desde antes y hay una correlación cultural, pero también encontramos que en Cali todas las migrantes dijeron que se sienten cómodas porque sus costumbres son más cercanas culturalmente”.
Para los investigadores es importante reconocer las diferencias y considerar las experiencias diferenciadas de los migrantes raciales venezolanasque se encuentran en el país, por lo que su identificación lo consideran como un primer paso. “También creemos que hay que avanzar en reconocer los derechos, aceptando que el racismo es invisibilizado en estos contextos. El reto es a que se dé una mirada multisectorial desde la sociedad civil, cooperación internacional, la academia y el Estado. Hay que construir información y dar acceso a derechos, que comprendan el autorreconocimiento de esta población venezolana”.