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El sargento mayor Gilberto Díaz Velasco nunca imaginó que las fotos que sacó en la Guerra de Corea con su máquina Kodak, que hoy aún funciona, sirvieran para testimoniar y conmemorar la participación de Colombia con motivo del 70 aniversario del conflicto.
Díaz, quien nació en Vélez (Santander) en 1933, no había cumplido aún los 18 cuando desembarcó en junio de 1952 en el puerto de Incheon (al oeste de Seúl), liberado apenas 9 meses antes por las tropas comandadas por el general estadounidense Douglas MacArthur.
En la escala previa había comprado en Tokio por 5 dólares una cámara que le serviría para componer un testimonio único de los 14 meses que pasó en la península de Corea, un lugar del que sabía poco al llegar.
Sin embargo, enseguida captó en sus fotos a color -todavía una rareza en esa época- una sorprendente vivacidad, ya fuera en un grupo de niños corriendo tras un tren o en el humo que exhalan las chimeneas, en medio de la miseria y destrucción que dominaban las ciudades surcoreanas, machacadas tras dos años de combates.
Revelado en Hawaii
”La película se la pedía a los que iban de permiso a Japón. Tenía que mandar a revelar a Hawaii y de ahí enviaban las fotos a nuestro apartado de correos en San Francisco, desde donde las hacían llegar hasta Corea. Los portes eran 12 centavos de dólar “, contó Díaz.
Unas 150 de las más de 500 imágenes que conserva conforman desde hoy y hasta diciembre una exposición en el Memorial de la Guerra de Seúl con motivo del 70 aniversario del inicio de la contienda que, debido al coronavirus ha tenido que limitarse a la esfera virtual (https://www.warmemo.or.kr/LNG/exhibition/columbia_part1.do).
La selección de imágenes se publicará pronto, además, en un libro editado por las Fuerza Armadas colombianas. A la inauguración de la muestra asistieron, entre otros, los ministros de Defensa y Asuntos de Veteranos surcoreanos, Jeong Kyeong-doo y Park Sam-duck, respectivamente, y Harry Harris, el embajador en Seúl de EE.UU., que lideró la coalición de la ONU donde se integró Colombia -único país latinoamericano en la guerra- para defender al Sur.
También atendieron por videoconferencia el ministro de Defensa de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, el propio Díaz y otros 420 veteranos colombianos.
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Un duro entrenamiento
Tras el desembarco, Díaz se incorporó a la compañía C del Batallón Colombia, que aportó un total de 5.100 hombres en el conflicto, el primero de la Guerra Fría, entre junio de 1951 y hasta después de que terminaran los combates en julio de 1953.
Las fotos de Díaz en el periodo de entrenamiento denotan un cansancio en los soldados colombianos que da fe de las palabras de Matthew Ridgway, que había comandado las tropas estadounidenses en Corea hasta 1951.
Según Ridgway, la instrucción debía ser tan intensa y agotadora que al soldado la línea de fuego le tenía que resultar “un verdadero descanso”.
Al concluir el adiestramiento “comenzó la tragedia”, rememora Díaz sobre cuando enviaron a su unidad al frente en el llamado “Triángulo de hierro”, un avispero situado en torno a tres condados fronterizos que concentró buena parte de la guerra de posiciones en la que se convirtió esta contienda desde mediados del 51.
En tierra de nadie
”Las primeras patrullas no fueron fáciles, no conocíamos el terreno”, recuerda sobre las infiltraciones para descubrir posiciones de artillería norcoreanas y chinas en una serie de valles conocidos como “Tierra de nadie” que aparecen en sus fotos totalmente baldíos por efecto de obuses, granadas o bombardeos aéreos.
Sobre este tétrico escenario comenzó pronto a cernirse “el crudo invierno de 1952”, con temperaturas medias diarias que podían alcanzar los 10 grados bajo cero.
Ni Díaz, convertido ya por ese entonces en comandante de piezas de mortero de 81 milímetros, ni el resto del batallón habían experimentado jamás un invierno ni habían visto la nieve, la cual terminó cubriendo por completo los campos de batalla, tal como muestran sus instantáneas.
Después llegó el trágico y último choque de la Batalla de Old Baldy, de la que el veterano recuerda especialmente la noche del 23 de marzo de 1953, en la que les llovió fuego enemigo hasta después de que saliera el sol.
Díaz asegura que la intensidad de la artillería fue ta que muchas de las trincheras que él mismo había ayudado a cavar desaparecieron.
”Tuvimos que caminar sobre los cuerpos de los enemigos y de las propias tropas. Para reconocer el cadáver de un amigo tuve que ir tocando las caras de los muertos, porque él tenía bigote y ahí nadie llevaba”, relata.
Aquella fatídica noche dejó en las filas colombianas 33 muertos, 30 desaparecidos y 95 heridos.
Primavera y alto el fuego
La llegada de la primavera tuvo un efecto balsámico sobre el Batallón Colombia, tal y como se aprecia en un par de fotos en las que Díaz y sus compañeros posan sonrientes en un campo plagado de flores.
Pocos meses después llegaría el armisticio y la vuelta a casa. Hace tres años, Díaz retornó a Corea del Sur por primera vez y quedó “completamente sorprendido” al ver la transformación de un país que, a su regreso a Colombia, tenía un PIB per capita menor que Somalia y que hoy está entre las 15 mayores economías del mundo.
A sus 86 años admite que aún le gustaría poder volver a visitar un lugar del que atesora “recuerdos imborrables” y también más de 500 fotos irrepetibles.