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“Cuando nacen los niños son como una hoja en blanco, y los que escribimos su historia somos sus padres. A través de cómo los criamos, les llenamos ese corazón de amor y los valores que les enseñamos. Son esas cosas intangibles que los hacen seres humanos, que es lo que hoy en día se ha perdido”, expresó Dina Redondo, madre homosexual de un niño de seis años, a quien cría junto con su pareja, Natalia.
En noviembre de 2015 la adopción de parejas del mismo sexo se permite en Colombia. La Corte Constitucional definió, por una demanda interpuesta por integrantes de la Clínica Jurídica en Teoría General del Derecho de la Universidad de Medellín, que el Estado debe procurar que los menores de edad tengan una familia para garantizar sus derechos y su bienestar, logrando que las parejas homoparentales puedan adoptar.
Sin embargo, este tipo de parejas tienen que enfrentar, en la crianza de sus hijos, la posible dificultad de la integración en los colegios, debido a ideales tradicionalistas que siguen arraigados en la sociedad colombiana, algo que le preocupa a Redondo. “Por más que tengamos a Miguel en un colegio laico, no faltará el matoneo, eso es una realidad. Hay mucho en el entorno que lo va a hacer tambalear y dudar del deber ser”.
Una nueva realidad de la adopción en Colombia
Desde que se emitió la Sentencia C-683/15, que aprobó la adopción por parte de familias homoparentales entre 2016 y 2022 (año en que se legalizó), en la Subdirección de Adopciones del Instituto de Bienestar Familiar se han recibido más de 174 solicitudes de adopción, de las cuales 159 han sido de parejas residentes en el exterior y 15 de personas radicadas en Colombia. Y el número sigue aumentando.
Según la exsubdirectora de adopciones del ICBF, Claudia Marcela Pinzón, la aprobación de parejas del mismo sexo como posibles adoptantes “no ha influido de manera representativa, estadísticamente hablando, en el aumento de peticiones de adopción en Colombia”. Si bien han recibido solicitudes, las razones para que el incremento no sea significativo pueden variar.
“El Programa de Adopción muestra que en algunos años se reciben más solicitudes que en otros, trazadas por las distintas configuraciones familiares, sus proyectos personales y la toma de decisiones que se adelanten al interior de ellas”, aclaró Pinzón. Por ello, algunas familias, ya sean heteroparentales, monoparentales u homoparentales, desean convertirse en padres/madres, a través de la adopción. “Yo siempre quise tener una familia y ser madre, pero no biológica. Y cuando conocí a mi pareja, nos complementamos porque las dos teníamos claro que deseábamos tener hijos”, asegura Redondo.
Este mismo comportamiento también se ha visto en la Fundación privada FANA, ya que las solicitudes de familias homoparentales son bajas. Según su base de datos, desde el año 2015, han tenido siete parejas del mismo sexo a las que se les ha asignado un niño y dos se encuentran en lista de espera.
“Con mi pareja sabíamos que queríamos ser padres, en comparación con otras personas que conocemos. Decidimos hacer el proceso con la Fundación Chiquitines, en Cali, pero fue porque queríamos un acompañamiento diferente al que brinda el ICBF”, explicó José Fernando Rubiano, padre homosexual de una niña de 4 años, a la que cría con su pareja.
Eliminando un tabú
Colombia ha progresado en términos de reconocimiento de derechos a la comunidad LGBTIQ+ y en el significado del concepto de familia tradicional. Sin embargo, como mencionó Mauricio Albarracín, exdirector de Colombia Diversa, al periódico El Tiempo en el 2015: “Vivimos en este paraíso legal, lo que pasa en la práctica es que tenemos muchos retos para que social, cultural e institucionalmente los derechos se puedan vivir plenamente”. Y para vencer estos desafíos de la sociedad colombiana, tanto el ICBF como las fundaciones privadas han trabajado.
En la Fundación Michín, operario del ICBF, por medio de la psicología y el trabajo social, se han enfocado en explicarle a los niños la existencia de los diferentes tipos de familia. “Nos damos cuenta de que existe mucho prejuicio en los menores. Cuando llegan acá nos dicen: ¿Tengo que pintar a la mamá y al papá? La articulación de todos los establecimientos del Estado relacionados con esa formación de los menores no es tan clara todavía, aún se percibe mucha tendencia a hablar de un solo tipo de familia, la tradicional”, explicó Cristina Delgado, gestora de caso de la Fundación Michín.
No obstante, hay que recalcar que la entidad comprende y respeta lo que cada niño(a) busca. En este operario del ICBF se les pide a los menores que llenen una ficha con qué tipo de familia les gustaría tener, para que, con base en esa información, se les busque un perfil, aseguró Delgado.
Esto mismo ha ocurrido en algunas fundaciones privadas. Según Daniela Arias, psicóloga de adopciones de la Fundación FANA, los niños en una institución privada tienen la posibilidad de realizar un proceso más largo y profundo en su preparación de adopción. “Cuando se sabe que un niño(a) va a ser asignado a una familia que para él/ella no tiene las condiciones nucleares, que sería mamá, papá y hermanos, hay que comenzar a desmitificar y a mostrar las diferentes tipologías de familias. Y eso se trabaja con películas, libros e imágenes que son mediadas por su edad”.
Además, así como en la Fundación Michín, el equipo de FANA antes de que los menores se presenten al Comité, el equipo de FANA habla previamente con los niños porque no se pueden obligar a aceptar una familia homoparental y se respeta su decisión, pero si se logra ver que hay una apertura a este tipo de pareja, se les comienza una preparación para que ellos puedan cambiar su elección.
La educación es un pilar
Así como las instituciones trabajan por normalizar la nueva tipología familiar, las parejas homoparentales también. “Hay diferentes tipos de familia y eso es lo que le hemos enseñado a Miguel. Cuando era pequeñito, le poníamos fotos de nuestra familia y él se identificaba”, explicó Dina Redondo.
Según la investigación Familias homoparentales y escuela. Análisis y reflexiones en una realidad emergente, realizada por Katherinne Hincapié, magíster en Educación y Desarrollo humano de la Universidad San Buenaventura, “tanto la familia como la escuela son dos vertientes que deben ir entrelazadas para dar un aporte en el desarrollo y aprendizaje del niño y niña. De este modo, familia y escuela son dos escenarios marcados por su alto valor pedagógico”.
Por esto, para reforzar lo que se enseña en casa, las parejas del mismo sexo han decidido buscar jardines infantiles y colegios alineados con la visión de vida que tienen. “Nosotros sabíamos que la queríamos inscribir en un jardín que fuera laico. En el que está ahorita, le enseñan que existen diferentes tipos de familia y normalizan todo lo que está viviendo en este momento e, incluso, estudia con niños que también son adoptados”, expresó José Fernando Rubiano.
“No queríamos un colegio religioso, ¿para qué? Para que le dieran más látigo del que ya la sociedad le da a uno. Escogimos un jardín que fuera laico, e igual que el colegio. Lo primero que decíamos era: estos somos nosotros, una familia homoparental y qué posición tienen, como institución, frente a este tema, y su respuesta era clave para inscribir a Miguel”, añadió Rubiano.
Esto confirma lo que indica la investigación Percepción acerca de la adopción entre parejas del mismo sexo en el sector LGBTI de Sincelejo, Colombia, donde se afirma que, para que exista un crecimiento y desarrollo positivo de los menores y adolescentes de parejas del mismo sexo, debe haber una asociación directa con las características de las relaciones y el ambiente en el contexto familiar.
¿Cómo combatir el posible bullying?
Las parejas homoparentales que deciden tener hijos planifican. Esto permite que los niños sean deseados y buscados por un tiempo prolongado, ya sea por medio de una adopción o un tratamiento de fertilidad. Este proceso logra que los padres sean amorosos, cuidadosos, protectores y educadores de buenos valores.
“Nosotros consentimos a Miguel porque es nuestra adoración, pero también lo disciplinamos. Enseñarle sobre el respeto hacia los demás y que debe ser compasivo y sensible es importante para una sociedad que carece de esto”, dijo la madre.
Además de establecer valores en la formación de los menores, es necesario que las familias enseñen a comprender y a respetar la diferencia de hoy, ya que las expresiones propias de la violencia escolar, como matoneo, evidencian la necesidad de intervenir en la socialización de los niños y adolescentes, y en la falta de capacidad para enfrentar la diversidad.
Al respecto, la experta Diana Guerra, psicóloga de la Clínica IVI de Barcelona, le expresó a la revista Hola que “algunos de los niños que viven en familias no tradicionales pueden sentir extrañeza y dificultad ante sus compañeros o no se sienten cómodos con las preguntas que vengan de ellos. Más que sentir rechazo, lo que pueden sentir es que la diferencia es una falta que puede dificultar sus vidas o hacerles sentir que no pertenecen al grupo, como los demás. Esto dependerá de la madurez, el aprendizaje y la personalidad de cada niño”.
Por ello, Guerra propone que se concientice a los menores, de las diferentes familias, sobre su realidad, su entorno e identidad para ayudarlos a prevenir algún tipo de sufrimiento e incomodidad dentro del aula de clase o al momento de socializar.
Dina Redondo concluye: “Le hemos enseñado que no todo el mundo va a estar de acuerdo con él y las cosas negativas que le pueden llegar a decir no le deben afectar, y ni prestar atención. Uno los va formando, pero esto no se puede hacer en la preadolescencia, ni en la adolescencia, sino pequeños para que, cuando lleguen momentos, como el bullying, tengan unas bases fuertes y pueda pararse firme en la posición que tenga”.