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                                                                                                                                “Má”: luz y guía: texto de Guillermo Cano a su madre

                                                                                                                                Este texto lo hizo Guillermo Cano Isaza a su madre Luz.

                                                                                                                                Guillermo Cano Isaza

                                                                                                                                Luz Cano Isaza, madre de Guillermo Cano. / Archivo - El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                De la vida y de la muerte…

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No creí entonces, cuando di esa respuesta espontánea y por lo tanto en cierto modo impensada, que a la vuelta de pocos días dolorosamente cargados de tantas muertes indeseadas, tendría que enfrentarme a una nueva e inapelable decisión del destino que interrumpía el maravilloso viaje por la vida de una mujer admirable a la que quería como a nadie y que como nadie me quiso.

                                                                                                                                ¿Cómo, pues, escribir sobre su vida y sobre su muerte? ¿Cómo hacerlo?

                                                                                                                                Enfrentando al hecho ineludible de su muerte con mucho mayor valor de aquel que ya me había permitido afrontar en un cortísimo lapso, el dolor inmenso por la muerte de otros seres que habían estado tan cerca de mis afectos más antiguos, más permanentes y más inmensos. 

                                                                                                                                *

                                                                                                                                Recuerdo ahora que cuando cumplí los siete años dijeron que yo había llegado al uso de la razón. Y la razón me dijo entonces – y que me perdonen quienes crean en otras razones- que mi madre era la razón de mi vida. Y sentí miedo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                ¡Fue una sensación inaguatable! Era el miedo a que mi madre muriera antes de que muriera yo. Y ese miedo frío me fue acompañando por cierto tiempo hasta que de pronto fue disminuyendo en su intensidad agobiadora y fue cada día menos, cada hora menos, cada segundo que pasaba menos…

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Fue ella, con su constante presencia, siempre audible, visible, sensible, la que rompió la gran barrera que el uso de la débil razón de todo ser humano –en su comienzo- construye contra el miedo. No siempre se logra derrumbarla.

                                                                                                                                Por eso, cuando su muerte llegó cuando era inevitable que llegara, ya no tuve miedo. Ya no lo tenía hacía años…

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es la consecuencia de la órbita  perfecta de su vida y de su muerte. Haberme preparado –habernos preparado- tan bien para que su ausencia fuera permanencia…

                                                                                                                                ¿Y por qué lo es? Porque como lo dijo un gran amigo de tiempo completo: “Doña Luz vivió para sufrir y disfrutar con ustedes las buenas y las malas. En consecuencia, lo que deben es dar las gracias, en estos momentos irreversibles, por haberla tenido al lado como insustituible compañera, por tantos años, por tan largo tiempo” ¡Es exacto!

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Como lo ideal no suele ser posible, aceptemos el veredicto del más alto tribunal que la ha declarado muerta. Lo acepto sin miedo, alegremente  - si se me perdona y aunque no me lo perdonen- porque ella vivió para alegrar la vida de los demás aun en su muerte.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Luz Cano Isaza, madre de Guillermo Cano. / Archivo - El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                De la vida y de la muerte…

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No creí entonces, cuando di esa respuesta espontánea y por lo tanto en cierto modo impensada, que a la vuelta de pocos días dolorosamente cargados de tantas muertes indeseadas, tendría que enfrentarme a una nueva e inapelable decisión del destino que interrumpía el maravilloso viaje por la vida de una mujer admirable a la que quería como a nadie y que como nadie me quiso.

                                                                                                                                ¿Cómo, pues, escribir sobre su vida y sobre su muerte? ¿Cómo hacerlo?

                                                                                                                                Enfrentando al hecho ineludible de su muerte con mucho mayor valor de aquel que ya me había permitido afrontar en un cortísimo lapso, el dolor inmenso por la muerte de otros seres que habían estado tan cerca de mis afectos más antiguos, más permanentes y más inmensos. 

                                                                                                                                *

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                ¡Fue una sensación inaguatable! Era el miedo a que mi madre muriera antes de que muriera yo. Y ese miedo frío me fue acompañando por cierto tiempo hasta que de pronto fue disminuyendo en su intensidad agobiadora y fue cada día menos, cada hora menos, cada segundo que pasaba menos…

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Fue ella, con su constante presencia, siempre audible, visible, sensible, la que rompió la gran barrera que el uso de la débil razón de todo ser humano –en su comienzo- construye contra el miedo. No siempre se logra derrumbarla.

                                                                                                                                Por eso, cuando su muerte llegó cuando era inevitable que llegara, ya no tuve miedo. Ya no lo tenía hacía años…

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es la consecuencia de la órbita  perfecta de su vida y de su muerte. Haberme preparado –habernos preparado- tan bien para que su ausencia fuera permanencia…

                                                                                                                                ¿Y por qué lo es? Porque como lo dijo un gran amigo de tiempo completo: “Doña Luz vivió para sufrir y disfrutar con ustedes las buenas y las malas. En consecuencia, lo que deben es dar las gracias, en estos momentos irreversibles, por haberla tenido al lado como insustituible compañera, por tantos años, por tan largo tiempo” ¡Es exacto!

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Como lo ideal no suele ser posible, aceptemos el veredicto del más alto tribunal que la ha declarado muerta. Lo acepto sin miedo, alegremente  - si se me perdona y aunque no me lo perdonen- porque ella vivió para alegrar la vida de los demás aun en su muerte.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Guillermo Cano Isaza

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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