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Autor: Joseph Casañas Follow @joseph_casanas
Las historias de Simón y de Adolfo tienen similitudes, pero también grandes diferencias. Al Simón de la canción de Willie Colón, ese que fue criado con mano dura y severidad para que cuando creciera estudiara la misma vaina que su papá, su familia lo dejó en el olvido. La soledad fue su única compañía en la cama 10, la misma en la que murió en el verano del 86 víctima de una extraña enfermedad.
A Adolfo, o más bien Madonna, como hoy se identifica la protagonista de esta historia que se escribió en Maicao, le ha ido un tanto mejor. A regañadientes, su familia aceptó el tránsito de género. Desde hace más de 20 años no es más Adolfo.
A mediados de la década de los 80, Edith, su mamá, lo envió a Barranquilla para que tomara un curso de peluquería. “Porque yo no quería estudiar más nada”, dice. Meses después, frente a la casa, Edith vio cómo una mujer de pelo largo, falda y tacones se bajaba de un carro. “Mami, págame el taxi”, le dijo. La doña quedó paralizada, muda y sin los pesos que había ahorrado esa semana. Lea también: Indígenas trans, las rebeldes de Santuario
Adolfo Badillo, el esposo de Edith, un arijuna (hombre blanco) con las letras bien puestas, no podía tolerar que su único hijo se fuera a “mariquiar”. Antes de levantarlo a gaznatadas prefirió irse. “Para siempre”, dijo antes de cerrar con violencia la puerta de la casa.
La vida siguió. Edith, más enamorada que convencida, aceptó con reservas las determinaciones de su hija, quien retó a la sociedad guajira para convertirse en la primera mujer transgénero en salir del clóset en la historia de Maicao, un municipio históricamente patriarcal en el que confluyen los pueblos indígenas wayuu y zenú, y es un asentamiento de musulmanes procedentes de Oriente Medio, en su mayoría de origen libanés. Un escenario con todo en contra para la población LGBTI.
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Según datos de Caribe Afirmativo, Maicao es el municipio de La Guajira con los índices más altos de violencia contra la población LGBTI. Por ejemplo, entre noviembre de 2016 y junio de 2017, al menos ocho mujeres trans fueron amenazadas, golpeadas o desplazadas por asumir su condición sexual públicamente.
“No usar protección al momento de tener relaciones sexuales fue un error, pero no una sentencia de muerte. Tuve que cambiar mis hábitos de vida. No bebo, no fumo, no trasnocho”.
Cuando el pueblo se enteró de que Madonna tenía VIH, su negocio —una pequeña peluquería que armó en la sala de su casa— se vino al piso. “Cuando iba caminando por la calle la gente empezaba a gritar: ‘abran paso que ahí viene la que tiene sida’. Yo nunca respondí esas ofensas. Utilicé esa ignorancia —porque sida y VIH no son lo mismo— para empezar a educar a la gente en temas de educación sexual”. Ahí nació una poderosa activista con un espíritu incalificable.
Con unos condones y un par de vibradores en el bolso, Madonna recorrió Maicao haciendo pedagogía con la población LGBTI. “A los jóvenes que están empezando su vida sexual es importante hablarles con franqueza, hablarles de la responsabilidad que tienen consigo mismos y con los demás, y eso sólo se hace llamando las cosas por su nombre: culo, pene, vagina, sexo”.
Para Madonna Louise Veronica Ciccone, la cantante estadounidense, Belice es su isla bonita. Para Madonna Badillo Vergara, Maicao es la suya. Muy lejos está de sospechar la reina del pop que, a miles de kilómetros de su casa, sobre un territorio levantado en la mitad del desierto, está su álter ego.
“La sigo desde la época de los 80. Compraba su música, sus afiches, sus notas de prensa. Todo. Admiraba sobre todo su sensualidad, su determinación, su seguridad en el escenario”. Y tal vez eso, seguridad, es lo que más proyecta esta Madonna criolla.
Con esa misma confianza, desde cuando estalló la crisis por la migración de venezolanos a Colombia, Madonna decidió convertir su casa en un hogar de paso para hombres y mujeres de la población LGBTI que llegan a Maicao en busca de oportunidades. Algo paradójico, pues, según la Cámara de Comercio de La Guajira, entre las principales problemáticas que afronta Maicao están las condiciones de hacinamiento en las viviendas y la ausencia de adecuados servicios sanitarios.
“Les ofrecí mi casa porque para ellos y ellas vivir en Maicao es muy difícil. Cuando llegan les digo que es un municipio muy machista, muy violento hacia nuestra población, porque aquí no hay zonas de tolerancia, de puteo. Eso hace que el trabajo para ellas sea más complejo. Al menos aquí tienen alimentación y una cama para estar tranquilas”, dice.
Actualmente, en su casa, Madonna hospeda a cinco miembros de la población LGBTI. Una de ellas es Alexandra, una joven trans que llegó al país hace un año. Y aunque económicamente se siente tranquila, porque logra enviar lo suficiente para que su familia en Maracaibo pueda comer, aún sueña con volver a la Venezuela que la vio crecer.
“Era un país productivo con oportunidades para todos, con trabajo para todos. Ojalá que vuelva a ser como antes. Allá fue más fácil mi tránsito. Comprar las hormonas era muy barato y, de alguna forma, la sociedad era más tolerante con nosotras. Aquí la cosa es más compleja”, dice.
Mientras Alexandra habla, Paola Alejandra Nava, de Zulia, escucha con atención lo que dice su amiga. Se muerde los labios para no interrumpir la entrevista, pero es claro que no está de acuerdo con aquella versión generalizada de que Nicolás Maduro es el culpable de lo que pasa en Venezuela.
“El país está como está por culpa de los habitantes que dejaron a Venezuela como está hoy en día. No es por culpa de Maduro. Él tiene que seguir en frente de la Presidencia y no dejarse quitar el poder. Desde donde estemos, muchos venezolanos lo seguiremos apoyando”.
¿Su testimonio es contradictorio? Puede ser. Es difícil entender cómo una persona que se vio obligada a salir de su país por cuenta de las malas determinaciones de un gobernante lo siga defendiendo a capa y espada. Sin embargo, termina el diálogo con un frase que todo lo explica.
“El chavismo logró que la sociedad cambiara de mentalidad. En Venezuela es más fácil ser trans. En Colombia, la sociedad sigue con la mente contaminada”.
La Casa de Paz de Maicao
Madonna Badillo participa activamente de las actividades que se realizan en la Casa de Paz de Maicao, un espacio creado por Caribe Afirmativo para que desde las diferentes expresiones culturales y la memoria histórica se superen las afectaciones que la población LGBTI sufrió por cuenta del conflicto armado en razón de la orientación sexual o identidad de género diversa.
Con estos espacios, Caribe Afirmativo busca recolectar las experiencias de diferentes líderes de la población LGBTI y enfocarlas en la construcción de paz.
Actualmente, en el Caribe colombiano hay presencia de casas de paz en Bolívar, Atlántico, Magdalena y La Guajira. En Maicao, debido a los procesos migratorios, los retos son más complejos. Según la Cámara de Comercio de La Guajira, se ha registrado un aumento del 64 % en el comercio sexual. Al tiempo, los cinturones de miseria están creciendo. “Hay muchas oportunidades para reivindicar los derechos de la población trans”.