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                                                                                                                                María Roa y su revolución tranquila

                                                                                                                                Desplazada por la violencia en Urabá, como presidenta del primer gremio en pro de los derechos de las mujeres en el servicio doméstico llevó su cruzada hasta la Universidad de Harvard, donde fue oída

                                                                                                                                Tatiana Acevedo, Especial para El Espectador

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                María Roa tuvo que salir de una finca bananera en 1996. Ese año, uno de los de mayor violencia en contra de la población civil, murió asesinada su hermana. Llegó a Medellín a trabajar en el servicio doméstico. Hoy puede mapear los lugares en los que alguna vez sintió el susto de la ciudad abrumadora, las calles en las que se perdió, las rutas aprendidas. Puede mapear también los lugares del trabajo pesado: las salas que había que encerar, los baños en los que tuvo que agacharse para despercudir baldosas, las plazoletas uniformes de conjunto cerrado en las que, muy tarde o muy temprano, paseó a las mascotas. Recuerda también los sitios de la soledad, las piezas en las que desempacó, en las que durmió compartiendo espacios con el lavadero, con la casa del perro, con el frío y la humedad de las madrugadas.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Otros, que rodean el parque San Antonio, son los lugares del calor. Son los del calor de la amistad y los cuentos, con otras mujeres que entienden los chistes porque comparten un pasado. Los del calor de los restaurantes, las peluquerías, las discotecas. Los de los hijos: allí hay que peluquearlos, quererlos, comprarles regalitos y tomarles fotos con las estatuas del parque.

                                                                                                                                Como todo cansancio, el de María Roa tuvo un punto de giro. Fue una noche libre: ella quería tomarse todo el sábado para regresar a trabajar el domingo en la mañana. La patrona no quería darle la noche. Roa supo que no podía más. A sus niños los estaba criando la vecina. Los años pasaban y esta negativa, como muchas otras exigencias y peticiones de tantas otras patronas, era absurda. Entonces encontró sosiego en el parque San Antonio, en donde además del goce germinan rebeldías e inconformismos negros. Afrocolombianos de ambas costas, pero sobre todo del Pacífico, se reúnen allí también a organizarse. Surgió entonces la Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (Utrasd), que agregó mujeres provenientes de regiones negras, obligadas a desplazarse del Pacífico por grupos armados. Utrasd también invita a otras mujeres, oriundas de cualquier parte, para que reunidas exijan horas normales de trabajo, salario mínimo, afiliación a un sistema de seguridad social, caja de compensación familiar y diversas condiciones de trabajo digno.

                                                                                                                                María Roa se define hoy como “ex trabajadora doméstica, pareja, mamá, abuela y empleada de una panadería”. Como presidenta de Utrasd lidera la revolución tranquila de mujeres en el servicio doméstico. En la Colombia del posconflicto, en que barrios al borde de las ciudades siguen apilando familias que llegan con poco, el servicio doméstico sigue siendo la principal fuente de empleo urbano femenino. Hace menos de un mes, la Defensoría del Pueblo alertó sobre un desplazamiento (por cuenta de un grupo armado posdesmovilización) de cerca de 120 habitantes que, como Roa, huyen de la zona rural de Apartadó.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Lea más personajes del año:

                                                                                                                                Francisco Posada, el caleño que detonó el escándalo de Volkswagen 
                                                                                                                                Doris Salcedo, el reloj de arena del arte 

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                María Roa tuvo que salir de una finca bananera en 1996. Ese año, uno de los de mayor violencia en contra de la población civil, murió asesinada su hermana. Llegó a Medellín a trabajar en el servicio doméstico. Hoy puede mapear los lugares en los que alguna vez sintió el susto de la ciudad abrumadora, las calles en las que se perdió, las rutas aprendidas. Puede mapear también los lugares del trabajo pesado: las salas que había que encerar, los baños en los que tuvo que agacharse para despercudir baldosas, las plazoletas uniformes de conjunto cerrado en las que, muy tarde o muy temprano, paseó a las mascotas. Recuerda también los sitios de la soledad, las piezas en las que desempacó, en las que durmió compartiendo espacios con el lavadero, con la casa del perro, con el frío y la humedad de las madrugadas.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Como todo cansancio, el de María Roa tuvo un punto de giro. Fue una noche libre: ella quería tomarse todo el sábado para regresar a trabajar el domingo en la mañana. La patrona no quería darle la noche. Roa supo que no podía más. A sus niños los estaba criando la vecina. Los años pasaban y esta negativa, como muchas otras exigencias y peticiones de tantas otras patronas, era absurda. Entonces encontró sosiego en el parque San Antonio, en donde además del goce germinan rebeldías e inconformismos negros. Afrocolombianos de ambas costas, pero sobre todo del Pacífico, se reúnen allí también a organizarse. Surgió entonces la Unión de Trabajadoras del Servicio Doméstico (Utrasd), que agregó mujeres provenientes de regiones negras, obligadas a desplazarse del Pacífico por grupos armados. Utrasd también invita a otras mujeres, oriundas de cualquier parte, para que reunidas exijan horas normales de trabajo, salario mínimo, afiliación a un sistema de seguridad social, caja de compensación familiar y diversas condiciones de trabajo digno.

                                                                                                                                María Roa se define hoy como “ex trabajadora doméstica, pareja, mamá, abuela y empleada de una panadería”. Como presidenta de Utrasd lidera la revolución tranquila de mujeres en el servicio doméstico. En la Colombia del posconflicto, en que barrios al borde de las ciudades siguen apilando familias que llegan con poco, el servicio doméstico sigue siendo la principal fuente de empleo urbano femenino. Hace menos de un mes, la Defensoría del Pueblo alertó sobre un desplazamiento (por cuenta de un grupo armado posdesmovilización) de cerca de 120 habitantes que, como Roa, huyen de la zona rural de Apartadó.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Lea más personajes del año:

                                                                                                                                Francisco Posada, el caleño que detonó el escándalo de Volkswagen 
                                                                                                                                Doris Salcedo, el reloj de arena del arte 

                                                                                                                                Por Tatiana Acevedo, Especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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