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Al bajar de la estación Caribe del Metro de Medellín, hay un puente que lleva hacia dos lugares: a la derecha, la terminal del Norte, donde miles de buses llegan todos los días desde diversos territorios de Colombia. En cambio, al caminar hacia la izquierda se llega a una plazoleta pequeña con un puesto de tintos, un minutero y un camino, montaña arriba, que lleva al barrio Moravia. En la boca del sendero hay una carpa que dice Tejido social. Adentro, ocho jóvenes y un profesor tienen uniforme y cortan el cabello de algunos hombres. Son barberos y se llaman Barber Art.
¿Cómo está? ¿Cómo le fue en el trabajo? ¿Y qué hay de la familia?
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Esas son las tres preguntas con las que Edwin Durante, uno de los integrantes más experimentados de Barber Art, rompe el hielo cuando alguien llega a la carpa por primera vez para hacerse un nuevo corte. Si responde a alguna de esas preguntas, se genera una conversación en la que todo tipo de historias pueden surgir. Si en cambio la persona permanece en silencio, Edwin se limita a hacer su trabajo.
Pero Barber Art es mucho más que cortar el cabello de sus visitantes para luego cobrar. Donde muchos ven un simple corte, ellos visualizan a una persona que deposita su confianza para que el barbero cambie su apariencia. “El hecho de intervenir la estética de alguien es completamente político. Lo interesante es que el barbero entienda y sea consciente de eso, para ir mucho más allá y articular los procesos comunitarios”, dice Edwin.
Por eso, desde 2015 se reconocen como un espacio para que la barbería se transforme en un laboratorio social.
“Cuando instalamos nuestra carpa en la plazoleta de la Estación Caribe del Metro, teníamos dos panoramas que siguen vigentes hoy en día: encontrarnos en el barrio Moravia, que está construido sobre el basurero municipal, y estar también a 80 metros del río Medellín. Lo que nosotros hacemos es que intervenimos el espacio y generamos una estética agradable. Queremos que el barbero sea un interlocutor entre su comunidad y las diferentes propuestas de investigación a su alrededor”, cuenta Martín Emilio Cortés, fundador de Barber Art.
Desde eso, Barber Art ha trabajado con instituciones públicas como la Secretaría de la Juventud, la Secretaría de la No Violencia y el Museo Casa de la Memoria. Como resultado de estas alianzas han publicado varios catálogos con diseños de cortes que relacionan lo social con lo estético.
Además de Edwin, Barber Art tiene siete integrantes más entre los 17 y 32 años. José Gabriel Landero, Mateo Alexander Gallego, y Bryan Gómez nacieron en Colombia. Mientras, Anyer Ascanio, Adrián Bracamonte, Henyelber Boyer y Edwin Durante llegaron de diferentes estados de Venezuela. Jóvenes de otros municipios de Antioquia como Barbosa, Venecia y Santa Rosa de Osos están vinculados al proyecto.
“Los chicos llegan atraídos por la Barbería y se encuentran con una persona como Martín, sumamente creativa, y ellos se encarretan con eso. Él les abre el espacio y los escucha, eso es muy valioso porque ellos van por una cosa inicialmente que es la barbería y se encuentran con muchas otras”, dice el Museo Casa de la Memoria.
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Martín nació en un pueblo de Antioquia llamado La Unión, y comenzó a dedicarse a la barbería hace 21 años en medio de una Medellín que vivía los coletazos del auge del narcotráfico. En 1991, por ejemplo, tenía el título de “la ciudad más violenta del mundo” con 6.809 homicidios, la cifra más alta de su historia.
Sin embargo, en medio de esa época de violencia, el arte y la cultura también surgían desde abajo como parte de la resistencia. Paralelamente, también en 1991, se crearon más de 600 colectivos artísticos y culturales en la ciudad, según cifras de la Secretaría de la Juventud.
“El oficio de Martín es su obra y su vida. Él está dedicado por completo al proyecto. Gracias a la experiencia que tiene, sus reflexiones están basadas en muchas alianzas, relaciones y amistades que se mueven en diferentes ámbitos de la ciudad”, dice el Museo Casa de la Memoria.
La trayectoria de Martín inició como parte del staff de La Barbería de la 10, una de las más reconocidas del Poblado, el único barrio estrato 6 de Medellín. Allí fue cuando él comenzó a pensar que la barbería era mucho más que hacer cortes de cabello. Por eso, en 2015 decidió crear Barber Art y así llevar la barbería a las calles.
Se estableció en la Casa de la Cultura de la comuna 1 El Popular, en la zona nororiental de Medellín, poblada en su mayoría por asentamientos de campesinos que llegaron desde los años setenta a la ciudad. Sin embargo, en 2018, decidió mudar la iniciativa al barrio Moravia, en la comuna 4 de Medellín. “Llegamos con una resistencia porque en El Popular no teníamos para pagar un arriendo”, cuenta Martín.
Desde entonces, comenta la Secretaría de la Juventud, “ellos han logrado generar un sentido de pertenencia muy importante por su comunidad. Se han apropiado de su barrio y su ciudad”.
Entre 1977 y 1984, Moravia fue el basurero municipal donde también habitaban familias en viviendas de plástico, lata, madera, cabuya y cartón. Además, muchos de sus pobladores eran desplazados que llegaron a Medellín como consecuencia del conflicto armado en la ruralidad, o con la promesa de forjarse un futuro diferente en la ciudad. Moravia también sobrevivió a dos incendios: uno en marzo del 2007, y otro en agosto del 2017 que dejó sin techo a más de mil personas.
Hoy en día hay un jardín en el que antes era el basurero y los 30 mil metros cuadrados de sus parcelas representan la recuperación del 70 % de su suelo. También hay canchas deportivas, iglesias y el Centro Cultural de Moravia, con el que Barber Art tiene alianza para educar a los jóvenes que estén interesados en aprender barbería.
En un principio, Martín llegó a Moravia con cuatro sillas Rimax y una mesa. Su discurso unía a la barbería con el dibujo, la lectura, la memoria y la consciencia social. “Por ejemplo, cuando Adrián llegó varias personas le decían, ¿usted es bobo? ¡Váyase!”, recuerda Martín. Hoy en día Adrián es uno de los miembros con mayor conocimiento entre sus compañeros.
Aun así, como en la mayor parte de Medellín, en la comuna 4 hay presencia de bandas criminales que ejercen control territorial como parte de su estrategia para el tráfico de drogas. Sin embargo, si bien los integrantes de Barber Art no han tenido problemas directos con grupos al margen de la ley, sí tienen que pagar una suma de dinero semanal –las llamadas vacunas- por permanecer en la plazoleta de la Estación Caribe.
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Asimismo, Barber Art no le paga dinero al Metro de Medellín por ocupar parte de su espacio. “Desde que yo estoy acá, nos han intentado sacar en dos oportunidades. Pero el profe siempre ha ido a hablar con ellos para mostrarles el reconocimiento que tenemos, las cartillas con las secretarías y las entrevistas que nos han hecho varios medios. Por eso, no nos hemos ido de acá”, cuenta Edwin.
“En este barrio se necesita carácter. Uno acá tiene que aprender a defenderse. El año pasado tuvimos una confrontación entre grupos ilegales y fuerza pública. En medio del problema, muchos de ellos vinieron acá a cargar su celular o a hacerse un corte. En la carpa había personas que estaban invadiendo la casa, también habitantes de calle, policías, y demás. Todos los actores estaban acá y generábamos diálogo con todos ellos. Ahí es donde uno se da cuenta de que sí se puede generar el diálogo porque todos ellos son personas”, dice Martín.
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Durante un día de trabajo normal cobran entre 7 y 8 mil pesos por corte a quien llegue a la carpa taller. “Nosotros mismos producimos para mantenernos. Nos encontramos a diario y eso nos da para pagar la pieza, para comer algo. Además, nos contamos si tenemos problemas en la casa y cómo nos podemos ayudar”, dice Martín. Así, las ganancias se reparten entre todos.
La agenda de actividades de Barber Art está llena. Tienen dos líneas base según Martín: la primera es la creación del manual de la barbería artística, en el que investigan y catalogan las técnicas del barbero para ser publicadas en un futuro. La segunda es el lenguaje que generan todos los días para comunicarse con quienes los visitan y aprender a leer su territorio.
Uno de los procesos que más le llama la atención a la Secretaría de la Juventud es “la creación de unos mapas virtuales que ellos en este momento están haciendo para implementar una plataforma de turismo a través de las distintas barberías de Medellín”.
Luego de terminar sus turnos en la carpa ofrecen clases de barbería a 10 habitantes de Moravia, y a integrantes de la Policía Nacional, ambas en diferentes jornadas. Además, están articulados a la Red metropolitana de prevención y asistencia a los habitantes de calle, quienes acuden a la carpa para que les corten el cabello. Como los habitantes de calle no tienen dinero para pagar, cuentan una historia a cambio. A esa metodología le dicen una historia por un corte, y esos relatos se graban para un proceso de sistematización.
Así, con el conjunto de historias recogidas a través de sus diferentes procesos, los integrantes de Barber Art crean nuevos diseños que reflejan una problemática social o exaltan un elemento del territorio. “A través de su arte despliegan la creación de un lenguaje comunitario a través de los nombres de los diferentes cortes de cabello y símbolos implementados en cada uno de los cortes”, dice la Secretaría de la Juventud.
Dibujarles esto a las personas que llegan a la carpa es también una apuesta por llevar un pedazo de la identidad de Medellín en sus cabezas. “Nuestros dibujos hablan de la geografía y el relieve del territorio. Los nombres de los cortes nos permiten hablar de las problemáticas del lugar, y eso nos permite hablar con la comunidad para entender el sentido de propiedad con la tierra”, dice Martín.
Pero los cortes no sólo hablan de Medellín sino que también cuentan historias que sus integrantes han vivido en diferentes lugares. Por ejemplo, el catálogo que forra la biblioteca de la carpa taller en la Estación Caribe se llama Geografías y memorias. Tiene 9 diseños con cortes inspirados en el territorio colombiano: el altiplano, la montaña, el cañón, el valle, la represa, la minería, los lagos o lagunas, los páramos, y el río. Este último es el favorito de Edwin Durante.
Antes de la pandemia trabajaba en talleres de carpintería en el centro de Medellín, pero cuando comenzaron los confinamientos por el Covid 19, el lugar en el que trabajaba cerró. Pasaron casi 8 meses hasta que su primo, quien estaba aprendiendo barbería en ese momento, lo invitó a ir a la carpa taller de Barber Art en la Estación Caribe.
“Yo empecé a ver la barbería desde otro punto. Muchos tienen la concepción de hacer varios cortes al día para tener dinero, acá lo vemos desde lo social: cómo podemos ayudar a la comunidad para generar un cambio social. Nosotros conocemos una gran cantidad de personas al día, y no todas piensan igual”.
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La carpa taller de la Estación Caribe está recién remodelada: desde afuera, y entre dos materas con plantas, se ve el diseño de una aguja azul y roja con que dice Tejido social en letra cursiva. En la esquina izquierda está la biblioteca. En la esquina derecha, hay un computador y un bafle de sonido. Adentro hay varias sillas de metal frente a múltiples espejos para los visitantes. Sobre las mesas hay tijeras de varios tamaños, cuchillas, máquinas de afeitar, peines, cepillos, y máquinas de corte de diferentes medidas.
La carpa tiene lonas blancas que le sirven de paredes, y varillas metálicas que la sostienen. Detrás hay una pequeña tarima que desean convertir en teatro, luego hay un pequeño pasadizo que lleva a un lugar de residuos, y al lado queda una cancha con niños que juegan fútbol y le pegan constantemente a la malla metálica con el balón.
En los próximos meses, Barber Art comenzará a ofrecer la tintura de cabello a sus visitantes. En un futuro sueñan con inaugurar una barbería con terraza para que la gente mire la ciudad a través de telescopios. Esta, según Martín, sería la materialización de los laboratorios de ciudad. Además, esperan construir un centro cultural en la tarima para que se hagan diferentes actividades culturales, como conciertos, obras de teatro y demás, mientras los chicos cortan cabello.
“Nosotros estamos haciendo una resistencia que no significa aguantar sino accionar. Yo no puedo permitir que ninguno de ellos se me vaya a ir porque esto es un proceso. Si uno de ellos se llega a ir, es un hueco”, dice Martín.
Corte titulado “Río”
“De peñón en peñón, alegres saltando las aguas de Aures descender se ven... no sé si así comenzaba esta poesía que me cantaba mi madre, pero sí sé que cuando niño las diferentes quebradas y ríos que encontraba en el trayecto a la casa de mis abuelos me hablaban de esta poesía. Un río no solo es agua que se desplaza a través de una canalización, un río para mí es la fuerza creadora de la vida, del alimento y de la nostalgia”, Edwin Durante.