“Monseñor Jiménez, el papa lo hizo cardenal”
Enrique Jiménez Carvajal es el décimo cardenal en la historia católica de Colombia, una dignidad eclesiástica que otorga el sumo pontífice. “Ya tengo la sotana, con tan poco tiempo es difícil mandarla a hacer a otra parte”, dijo.
Pedro Mendoza
El nuevo cardenal Jorge Enrique Jiménez Carvajal no esperaba que lo fueran a llamar. Había decidido el descanso administrativo de la Diócesis, después de 12 años en Zipaquirá y 17 en Cartagena. Con palabras reposadas, este hombre que nació en Bucaramanga en 1942 y se ordenó como sacerdote el 17 de junio de 1967; habla de bondad y amor.
(Le sugerimos leer: Si usted es pensionado: ¿tiene derecho a la mesada 14? )
“El papa me agregó al Colegio de los Cardenales en la Iglesia católica, una institución antiquísima. Él siempre se rodeó de personas que le ayudaran a hacer la tarea”, le dice a El Espectador -en exclusiva desde Roma- el nuevo Cardenal Jorge Enrique Jiménez Carvajal.
Muy temprano y cuando aún dormía, en una mañana de este mes de agosto, a su teléfono lo llamó el padre Jorge Luis Dager, rector del seminario provincial San Carlos Borromeo de la Arquidiócesis de Cartagena. Le dijo en tono fuerte y alegre. “Monseñor, el papa Francisco lo hizo cardenal”, se echó a reír y añadió: “Jorge, vuelve a dormir…”.
Habla sereno, es tranquilo, y me dice: “Cuando uno vive la experiencia de Dios, a uno lo llaman, está en lo seguro y él le va a ayudar en lo que a uno le piden, es el servicio. Es bueno vivir en las manos de él”.
En Roma ha conseguido los elementos de su vestuario especial que lucirá este domingo: una sotana roja, el capelo cardenalicio (que es una especie de sombrero rojo), una birreta del mismo color que le impondrá el sumo pontífice y un anillo cardenalicio, que es distinto al de los obispos.
“Ya tengo la sotana y me la medí. Con tan poco tiempo es muy difícil mandarla a hacer a otra parte, uno se siente raro vestido de rojo”. Sonríe y sigue: “Esa es la parte folclórica, lo mejor de llegar a Roma es recordar que aquí San Pedro y San Pablo entregaron su vida para fundar nuestra Iglesia católica”.
Con monseñor Jiménez, el país completa 10 cardenales en su historia católica. Aún viven el cardenal Pedro Rubiano Sáenz y Rubén Salazar Gómez.
Desde el 6 de febrero de 2002 Jiménez estaba en Cartagena, cuando fue designado como arzobispo coadjutor. Allí la magia del Caribe colombiano se vuelve presente en esta historia. Le pregunto por la situación del país y, con fe inquebrantable, comenta que es necesario volver a Jesús. “Seremos capaces de amar, podremos perdonar sin mirar hacia atrás, cambiando las situaciones de odio, resentimientos y rencores que cultivamos inútilmente en el corazón y que tanto mal nos han hecho”.
En el Vaticano ya se encontró con el papa Francisco, a quien conoce desde hace más de 20 años. Ambos se llaman Jorge, igual que quien le avisó de su nuevo cargo en la Iglesia.
El sacerdote Rafael Castillo, director nacional de la Pastoral Social Cáritas Colombiana, afirma que el cardenalato que recibe monseñor Jiménez es un reconocimiento por su servicio a la Iglesia y a la evangelización. “Por muchos años ha prestado un servicio a la Iglesia latinoamericana como secretario y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), tiene un reconocimiento como pastoralista y contribuyó a la formación y preparación de muchos planes pastorales en varios países, diócesis y arquidiócesis en América Latina, una bendición para Colombia y la Arquidiócesis de Cartagena”.
Un Jorge, papa; y otro Jorge, monseñor
Jorge, el colombiano, era el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano a finales de los años noventa y allí conoció a Jorge Bergoglio, cuando este era obispo de Buenos Aires. Por esos caminos de la fe se volvieron a encontrar en 2001 en el Sínodo de los Obispos en el Vaticano. Dicen que tenían largas caminatas y con el paso de las semanas su amistad se consolidó.
El destino los tenía a ambos para grandes roles en el interior de la Iglesia católica. Bergoglio asumió como sumo pontífice el 13 de marzo de 2013, y Jiménez fue ungido como cardenal ayer 27 de agosto.
El hoy cardenal Jiménez recuerda un encuentro significativo, en 2007, en la Conferencia General de los Obispos de América Latina. Bergoglio era el encargado de la redacción del documento “Aparecida” (santuario de la Virgen María en Brasil), un texto que el papa Francisco frecuentemente lee co|mo obispo de Roma y sumo pontífice.
“Nuestro aporte latinoamericano a la Iglesia ha sido importante, no solo a través del papa, sino que este documento de Aparecida ha ido orientando nuestra Iglesia, varios de los cambios que Francisco ha impulsado desde el trono de San Pedro salieron de esa reunión de Aparecida”, explica, mientras evoca que todos los encuentros con el obispo argentino se han vivido intensamente, “de cercanía, de amistad”.
(Lo invitamos a leer: Desde el 1.° de septiembre: actualización de la cédula digital, sin cita)
Secuestro y liberación
En noviembre de 2002, en la vereda Paso Ancho, a unos 30 minutos de Zipaquirá, Jorge Jiménez -por entonces obispo de la ciudad de la sal- fue secuestrado por guerrilleros del frente Policarpa Salavarrieta de las Farc, que operaba en la zona. Una semana estuvo en poder de sus captores hasta cuando el Ejército logró su liberación junto con otro sacerdote.
“Siempre confié en Dios, tuve fe en que nos iban a rescatar”, fue lo primero que dijo el obispo Jiménez al bajarse del helicóptero que lo trajo a Bogotá.
Luego de más de 20 años del hecho y esperando las tareas que el papa Bergoglio le dará, habló hace unos días a la comunicadora Martha Amor. Ella lo acompañó a celebrar la misa en San Cayetano, un corregimiento de San Juan Nepomuceno, en el departamento de Bolívar.
Dice que una semana después de ser secuestrado fue liberado. “Siempre pensaba en ellos, los secuestrados, siempre oraba por ellos. Tanta gente que sufrió en Colombia a causa de esa historia. Nos falta conocer bien esa historia y sentirla, porque a veces no nos ponemos en el zapato de ese sufrimiento y de ese dolor, es un sufrimiento tan descarnado, tan dramático, trágico, que muchos colombianos lo han padecido”.
Para Jiménez hay un discurso oficial sobre la reconciliación y el perdón; que estos no son procesos fáciles, pero está convencido de que son procesos que viven el amor. “Yo considero, como católico, que perdonar es un don que Dios le regala a uno, Dios nos invita a perdonar, es decir siempre, siempre hay que perdonar”.
Tiene buenos recuerdos de Zipaquirá y un colegio donde estudió un premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez, y el actual presidente Gustavo Petro. En la plaza principal quedaban las dependencias del obispado.
La fragilidad y la fuerza de la verdad
El padre William Cano Quintero conoció al nuevo cardenal en Zipaquirá. Hoy es párroco de Nuestra Señora de Chiquinquirá y notario del Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de Cartagena. Recuerda que el 12 de diciembre de 1992, en la catedral de Zipaquirá, monseñor Jiménez fue ordenado obispo y ese mismo día se posesionó como obispo de la Diócesis en la ciudad que tiene una catedral de sal subterránea.
Está agradecido porque él lo llevó al camino de la fe, en Cartagena. Más de 70 sacerdotes fueron ordenados en el Ministerio de monseñor Jiménez.
El padre Javier Eduardo Rosanía Pacheco, quien pertenece a ese grupo de hombres de fe, es párroco y vicario episcopal de pastoral. Este le comentó a El Espectador que el cardenal es un sembrador y que “uno en la Iglesia se ordena un día para siempre”.
Con nostalgia recuerda cuando monseñor se muy enfermó debido a una bacteria que le afectó gravemente la salud. “Soy de la primera promoción de curas que ordenó después de su enfermedad. De una manera jocosa y respetuosa en esa familiaridad de padre e hijo que tenemos, le decíamos que éramos los primeros curas después de su resurrección. Conoció de cerca la fragilidad humana, la ha vivido. No habla desde el abstracto, sino desde la experiencia”.
Lo recuerda en un presente como el hombre que solo conducía su vehículo, conocía todos los callejones de la ciudad y hablaba con la verdad. “Y la verdad no siempre es cómoda, lo que le trajo situaciones incómodas que supo afrontar por el bien de la Iglesia”, dice este joven sacerdote cartagenero que trabajó con él cuando el sumo pontífice vino a Cartagena
“Cuando Francisco llegó a Colombia (en septiembre de 2017) y se dieron el primer abrazo sentí cómo el obispo de Cartagena recibía a su hermano, el obispo de Roma. Fue el anfitrión que recibió en su casa a una persona muy querida, con esa familiaridad, Jorge y Jorge…”.
(Puede leer: 1.195 y no 1.300 semanas: lo que deberían cotizar las mujeres para pensionarse)
El pasado 7 de agosto el nuevo cardenal, antes de su viaje a Roma, fue invitado para celebrar la misa de las fiestas patronales de San Cayetano, en los Montes de María, norte del departamento de Bolívar. “Allí llegó con la sencillez que lo caracteriza, sin objetos de valor, en un pequeño vehículo conducido por uno de los jóvenes que han crecido bajo sus enseñanzas impartidas en la pastoral juvenil de la Arquidiócesis de Cartagena”, dice Martha Amor, quien añade que “todos quieren recibir la bendición de monseñor, sienten que pueden depositar sus cargas en él”, siguen sus recomendaciones, lo escuchan con atención y le ruegan con fervor.
Querían que probará de todo. Le llenaron las manos de yuca, chicharrón, bollo de mazorca, queso, suero y un picante que hacen a base de huevo que se conoce como machucado. “Él sabe que el cariño de las personas está en los alimentos que le brindan, así que aunque no pueda comerlos, él los aprovecha en un compartir que va más allá de lo que se ve”, señala Luis Guillermo Díaz, persona de confianza del cardenal Jiménez.
Después de San Cayetano, Cartagena, y de ahípara el Vaticano. Hoy estará en el consistorio dentro de los nuevos 21 cargos cardenalicios que creó el papa Francisco. Regresará a Colombia siendo el primer cardenal eudista.
El nuevo cardenal Jorge Enrique Jiménez Carvajal no esperaba que lo fueran a llamar. Había decidido el descanso administrativo de la Diócesis, después de 12 años en Zipaquirá y 17 en Cartagena. Con palabras reposadas, este hombre que nació en Bucaramanga en 1942 y se ordenó como sacerdote el 17 de junio de 1967; habla de bondad y amor.
(Le sugerimos leer: Si usted es pensionado: ¿tiene derecho a la mesada 14? )
“El papa me agregó al Colegio de los Cardenales en la Iglesia católica, una institución antiquísima. Él siempre se rodeó de personas que le ayudaran a hacer la tarea”, le dice a El Espectador -en exclusiva desde Roma- el nuevo Cardenal Jorge Enrique Jiménez Carvajal.
Muy temprano y cuando aún dormía, en una mañana de este mes de agosto, a su teléfono lo llamó el padre Jorge Luis Dager, rector del seminario provincial San Carlos Borromeo de la Arquidiócesis de Cartagena. Le dijo en tono fuerte y alegre. “Monseñor, el papa Francisco lo hizo cardenal”, se echó a reír y añadió: “Jorge, vuelve a dormir…”.
Habla sereno, es tranquilo, y me dice: “Cuando uno vive la experiencia de Dios, a uno lo llaman, está en lo seguro y él le va a ayudar en lo que a uno le piden, es el servicio. Es bueno vivir en las manos de él”.
En Roma ha conseguido los elementos de su vestuario especial que lucirá este domingo: una sotana roja, el capelo cardenalicio (que es una especie de sombrero rojo), una birreta del mismo color que le impondrá el sumo pontífice y un anillo cardenalicio, que es distinto al de los obispos.
“Ya tengo la sotana y me la medí. Con tan poco tiempo es muy difícil mandarla a hacer a otra parte, uno se siente raro vestido de rojo”. Sonríe y sigue: “Esa es la parte folclórica, lo mejor de llegar a Roma es recordar que aquí San Pedro y San Pablo entregaron su vida para fundar nuestra Iglesia católica”.
Con monseñor Jiménez, el país completa 10 cardenales en su historia católica. Aún viven el cardenal Pedro Rubiano Sáenz y Rubén Salazar Gómez.
Desde el 6 de febrero de 2002 Jiménez estaba en Cartagena, cuando fue designado como arzobispo coadjutor. Allí la magia del Caribe colombiano se vuelve presente en esta historia. Le pregunto por la situación del país y, con fe inquebrantable, comenta que es necesario volver a Jesús. “Seremos capaces de amar, podremos perdonar sin mirar hacia atrás, cambiando las situaciones de odio, resentimientos y rencores que cultivamos inútilmente en el corazón y que tanto mal nos han hecho”.
En el Vaticano ya se encontró con el papa Francisco, a quien conoce desde hace más de 20 años. Ambos se llaman Jorge, igual que quien le avisó de su nuevo cargo en la Iglesia.
El sacerdote Rafael Castillo, director nacional de la Pastoral Social Cáritas Colombiana, afirma que el cardenalato que recibe monseñor Jiménez es un reconocimiento por su servicio a la Iglesia y a la evangelización. “Por muchos años ha prestado un servicio a la Iglesia latinoamericana como secretario y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), tiene un reconocimiento como pastoralista y contribuyó a la formación y preparación de muchos planes pastorales en varios países, diócesis y arquidiócesis en América Latina, una bendición para Colombia y la Arquidiócesis de Cartagena”.
Un Jorge, papa; y otro Jorge, monseñor
Jorge, el colombiano, era el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano a finales de los años noventa y allí conoció a Jorge Bergoglio, cuando este era obispo de Buenos Aires. Por esos caminos de la fe se volvieron a encontrar en 2001 en el Sínodo de los Obispos en el Vaticano. Dicen que tenían largas caminatas y con el paso de las semanas su amistad se consolidó.
El destino los tenía a ambos para grandes roles en el interior de la Iglesia católica. Bergoglio asumió como sumo pontífice el 13 de marzo de 2013, y Jiménez fue ungido como cardenal ayer 27 de agosto.
El hoy cardenal Jiménez recuerda un encuentro significativo, en 2007, en la Conferencia General de los Obispos de América Latina. Bergoglio era el encargado de la redacción del documento “Aparecida” (santuario de la Virgen María en Brasil), un texto que el papa Francisco frecuentemente lee co|mo obispo de Roma y sumo pontífice.
“Nuestro aporte latinoamericano a la Iglesia ha sido importante, no solo a través del papa, sino que este documento de Aparecida ha ido orientando nuestra Iglesia, varios de los cambios que Francisco ha impulsado desde el trono de San Pedro salieron de esa reunión de Aparecida”, explica, mientras evoca que todos los encuentros con el obispo argentino se han vivido intensamente, “de cercanía, de amistad”.
(Lo invitamos a leer: Desde el 1.° de septiembre: actualización de la cédula digital, sin cita)
Secuestro y liberación
En noviembre de 2002, en la vereda Paso Ancho, a unos 30 minutos de Zipaquirá, Jorge Jiménez -por entonces obispo de la ciudad de la sal- fue secuestrado por guerrilleros del frente Policarpa Salavarrieta de las Farc, que operaba en la zona. Una semana estuvo en poder de sus captores hasta cuando el Ejército logró su liberación junto con otro sacerdote.
“Siempre confié en Dios, tuve fe en que nos iban a rescatar”, fue lo primero que dijo el obispo Jiménez al bajarse del helicóptero que lo trajo a Bogotá.
Luego de más de 20 años del hecho y esperando las tareas que el papa Bergoglio le dará, habló hace unos días a la comunicadora Martha Amor. Ella lo acompañó a celebrar la misa en San Cayetano, un corregimiento de San Juan Nepomuceno, en el departamento de Bolívar.
Dice que una semana después de ser secuestrado fue liberado. “Siempre pensaba en ellos, los secuestrados, siempre oraba por ellos. Tanta gente que sufrió en Colombia a causa de esa historia. Nos falta conocer bien esa historia y sentirla, porque a veces no nos ponemos en el zapato de ese sufrimiento y de ese dolor, es un sufrimiento tan descarnado, tan dramático, trágico, que muchos colombianos lo han padecido”.
Para Jiménez hay un discurso oficial sobre la reconciliación y el perdón; que estos no son procesos fáciles, pero está convencido de que son procesos que viven el amor. “Yo considero, como católico, que perdonar es un don que Dios le regala a uno, Dios nos invita a perdonar, es decir siempre, siempre hay que perdonar”.
Tiene buenos recuerdos de Zipaquirá y un colegio donde estudió un premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez, y el actual presidente Gustavo Petro. En la plaza principal quedaban las dependencias del obispado.
La fragilidad y la fuerza de la verdad
El padre William Cano Quintero conoció al nuevo cardenal en Zipaquirá. Hoy es párroco de Nuestra Señora de Chiquinquirá y notario del Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de Cartagena. Recuerda que el 12 de diciembre de 1992, en la catedral de Zipaquirá, monseñor Jiménez fue ordenado obispo y ese mismo día se posesionó como obispo de la Diócesis en la ciudad que tiene una catedral de sal subterránea.
Está agradecido porque él lo llevó al camino de la fe, en Cartagena. Más de 70 sacerdotes fueron ordenados en el Ministerio de monseñor Jiménez.
El padre Javier Eduardo Rosanía Pacheco, quien pertenece a ese grupo de hombres de fe, es párroco y vicario episcopal de pastoral. Este le comentó a El Espectador que el cardenal es un sembrador y que “uno en la Iglesia se ordena un día para siempre”.
Con nostalgia recuerda cuando monseñor se muy enfermó debido a una bacteria que le afectó gravemente la salud. “Soy de la primera promoción de curas que ordenó después de su enfermedad. De una manera jocosa y respetuosa en esa familiaridad de padre e hijo que tenemos, le decíamos que éramos los primeros curas después de su resurrección. Conoció de cerca la fragilidad humana, la ha vivido. No habla desde el abstracto, sino desde la experiencia”.
Lo recuerda en un presente como el hombre que solo conducía su vehículo, conocía todos los callejones de la ciudad y hablaba con la verdad. “Y la verdad no siempre es cómoda, lo que le trajo situaciones incómodas que supo afrontar por el bien de la Iglesia”, dice este joven sacerdote cartagenero que trabajó con él cuando el sumo pontífice vino a Cartagena
“Cuando Francisco llegó a Colombia (en septiembre de 2017) y se dieron el primer abrazo sentí cómo el obispo de Cartagena recibía a su hermano, el obispo de Roma. Fue el anfitrión que recibió en su casa a una persona muy querida, con esa familiaridad, Jorge y Jorge…”.
(Puede leer: 1.195 y no 1.300 semanas: lo que deberían cotizar las mujeres para pensionarse)
El pasado 7 de agosto el nuevo cardenal, antes de su viaje a Roma, fue invitado para celebrar la misa de las fiestas patronales de San Cayetano, en los Montes de María, norte del departamento de Bolívar. “Allí llegó con la sencillez que lo caracteriza, sin objetos de valor, en un pequeño vehículo conducido por uno de los jóvenes que han crecido bajo sus enseñanzas impartidas en la pastoral juvenil de la Arquidiócesis de Cartagena”, dice Martha Amor, quien añade que “todos quieren recibir la bendición de monseñor, sienten que pueden depositar sus cargas en él”, siguen sus recomendaciones, lo escuchan con atención y le ruegan con fervor.
Querían que probará de todo. Le llenaron las manos de yuca, chicharrón, bollo de mazorca, queso, suero y un picante que hacen a base de huevo que se conoce como machucado. “Él sabe que el cariño de las personas está en los alimentos que le brindan, así que aunque no pueda comerlos, él los aprovecha en un compartir que va más allá de lo que se ve”, señala Luis Guillermo Díaz, persona de confianza del cardenal Jiménez.
Después de San Cayetano, Cartagena, y de ahípara el Vaticano. Hoy estará en el consistorio dentro de los nuevos 21 cargos cardenalicios que creó el papa Francisco. Regresará a Colombia siendo el primer cardenal eudista.