(Opinión) El Chocó no despega, sigue viviendo de promesas, conflictos y pobreza
Un grito desesperado desde el Chocó, un departamento que estuvo listo a competir con Antioquia o el Valle del Cauca en aspectos industriales y económicos y hoy no cuenta con ninguna empresa de renombre propia y apenas revende productos hechos en otras regiones. Una radiografía de cómo pudo pasar y lo que faltaría para recuperar la senda.
Over Córdoba Rentería*, especial para El Espectador. Quibdó
Y pensar que el desarrollo del departamento llegó en el pasado y se fue en el presente. Quién creería que este territorio llegó a tener empresas azucareras, su propia lotería y hasta licorera.
Nuestros mayores añoran ese pasado de progreso, porque hoy sólo se cosechan muertos y desesperanza; este departamento fue de los mayores exportadores de oro desde la zona del San Juan cuando las multinacionales se apropiaron de las tierras del viejo Andagoya, incluso, asesinando a sus propietarios para dragar sus territorios hasta sacar el último gramo de ese metal precioso.
Los líderes políticos de la época de progreso del Chocó lo querían ver compitiendo con departamentos como Antioquia, Valle del Cauca y los del Eje Cafetero en aspectos industriales y económicos. Sin embargo, quienes heredaron el poder empezaron a hacer de las suyas. Tanto, que hoy no se cuenta con ninguna empresa de renombre propia de los chocoanos; solo somos revendedores de productos hechos en otras regiones del país.
El Chocó es el departamento donde más ofertas desarrollistas hacen quienes aspiran a una elección popular, desde la presidencia hasta los consejos municipales. Sin embargo, se siguen repitiendo las mismas promesas de hace más de 50 años porque los problemas son exactamente los mismos: este pueblo está entre el hambre y la pobreza, ninguna obra se concluye, en la ciudad capital existen más de 7 obras inconclusas, las también llamadas elefantes blancos; entre ellos, el Centro de salud de la zona norte de Quibdó, el estadio de fútbol que queda sobre la vía que comunica con el municipio de Atrato, la villa olímpica que hoy se la está comiendo la maleza, instituciones educativas y ni mencionar las obras de infraestructura que ejecutan en los municipios y que jamás prestan ningún servicio a la comunidad; eso, entre otras muchas enfermedades terminales que padece el Chocó.
(Te puede interesar: El Chocó: entre el atraso y una generación que exige cambios)
Es paradójico que la mayoría de la población chocoana no cuente con agua potable cuando somos uno de los departamentos con más fuentes hídricas en Colombia; los servicios de salud parecen una sentencia de muerte: quienes no tenemos para pagar una atención particular o medicina prepagada, nos toca padecer la espera de una atención de mala calidad cada dos o tres meses, que finaliza con una caja de acetaminofén por 30 días o, en el peor de los casos, con el fallecimiento del doliente.
Se siguen repitiendo las mismas promesas de hace más de 50 años porque los problemas son exactamente los mismos: este pueblo está entre el hambre y la pobreza”.
Esto en las zonas urbanas, la ruralidad es otra cosa. Si en departamentos de Colombia que cuentan con vías carreteables terciarias existen problemáticas complejas, imaginemos en el Chocó, donde a la mayor parte de sus comunidades se llega por vía acuática: es más que una travesía dolorosa, no llegan las enfermeras, los pueblos deben echar mano de los saberes ancestrales para preparar sus medicinas; de ahí que la muerte sea más segura, particularmente, en los pueblos indígenas; allá no llegan los proyectos de inversión social de los gobiernos; a eso le sumamos las confrontaciones entre grupos al margen de la ley y la fuerza pública que hacen de la situación un asunto más complejo.
Quienes han visitado el río Munguidó, afluente del Atrato, casi al frente de la ciudad de Quibdó, sabrán que había asentamientos en más de 30 veredas; pueden corroborar que, producto del conflicto, hay más de 15 casi desoladas en comparación con el número de habitantes que tenían cuando no conocían la violencia; toda esta población desplazada se radica en la ciudad de Quibdó, donde el desempleo y la violencia urbana es aterradora; todos los días hay, al menos, un muerto, la gente no consigue cómo salir adelante, no hay oportunidades reales para los jóvenes, lo cual permite que ellos vean como única forma de subsistir, alinearse a un grupo delincuencial.
En este territorio se cree, equivocadamente, que haciendo un concurso de baile exótico donde le dan un refrigerio a los jóvenes cultores están mejorando la calidad de vida de estos, pero no es así, esa no es una solución definitiva, el hambre continúa. Los jóvenes necesitan que por su arte se les pague al menos cada 15 días, o cada mes, de esta manera, se estaría generando un impacto positivo y alejándolos de las organizaciones ilegales.
¿Qué pasa con el turismo? Este departamento es muy rico en biodiversidad, con municipios ubicados en las costas pacífica y caribe. Y otros de agua dulce, como Bagadó, Cértegui, Istmina, Tadó, Condoto, entre otros, son potenciales para el desarrollo del turismo sostenible, sin embargo, esa apuesta no se ha hecho desde los gobiernos, el poco oficio en esta línea la han generado las propias comunidades.
Esta región del país hace parte de la Colombia profunda de la que tanto se habla por estos días. Se necesitan menos promesas; a cambio queremos obras determinantes que cambien la ruta de desarrollo que han trazado en el departamento con algunos vacíos y vicios que solo les sirven a los de siempre. El gobierno nacional, en cabeza del señor presidente Gustavo Petro Urrego, debe realizar las inversiones que le prometió al Chocó.
Es importante precisar que este territorio cuenta con excelentes líderes, intelectuales y administradores, pero para llegar a un cargo de la alta representatividad necesita vender el alma al diablo”.
Algunos dicen que es mejor que las obras sean ejecutadas desde el nivel nacional, porque ya la gente no cree en los gobiernos locales; se ha perdido muchísimo dinero y el departamento sigue con las mismas necesidades de hace más de 30 años; ninguna obra se concluye, la plata se pierde y los gobiernos se cansan de enviar dinero y no ver los resultados. Tristemente, siempre consiguen cómo sacar ventaja de todo proyecto de importancia para estas tierras. Es menester que ya merezcamos otra suerte. Que los entes de vigilancia y control sean rigurosos, que la Fiscalía actúe sin piedad contra los actos de corrupción y que la sociedad chocoana defienda sus instituciones, las que deben estar siempre al servicio de las comunidades.
El chocoano no pudo haber nacido para vivir en condiciones inhumanas, mientras algunos se pasean en camionetas de la alta gama y construyen viviendas de miles de millones; los más desprotegidos comen una vez al día, a veces, particularmente en los pueblos indígenas; pasan el día con una taza de agua con sal; no puede ser justo que la plata de todo un pueblo se desaparezca y nunca haya responsables; mientras tanto, se siguen peleando el poder los que tienen el medio para hacerlo.
Es importante precisar que este territorio cuenta con excelentes líderes, intelectuales y administradores, pero para llegar a un cargo de la alta representatividad necesita vender el alma al diablo. Los buenos hijos del Chocó están esperando esa oportunidad histórica para salvar a su pueblo, pero los que administran el hambre, la mantienen como una estrategia para seguir en el poder a cambio de ofrecer cada cuatro años zinc, mercados, dinero y hasta puestos de trabajo a los siempre hambrientos.
(Quizás te interese: Formar lideresas: el trabajo de Cruz Helena Valencia con las mujeres del Chocó)
Y para no desentonar con las tragedias del Chocó, donde todos los años mueren coterráneos en las vías que nos comunican con el interior del país, no puedo dejar de decir que, hace más de dos años, un ciudadano alertó sobre las afectaciones que viene teniendo el puente de Yuto sobre el río Atrato, que comunica a la capital de los chocoanos con el departamento de Risaralda. Este río ha ido socavando la estructura y, en esta época donde se están cayendo todos los puentes en Colombia, le hacemos un llamado al INVIAS para que evite que el Chocó quede incomunicado.
La realidad del Chocó es dolorosa y debe lastimarnos como ciudadanos; por ello, siempre que sea posible, hay que opinar; porque de lo contrario, seguirán las muertes sangrientas debido a que la juventud nuestra no ve posibilidades de mejorar su calidad de vida, seguirán las muertes por deficiencias en el servicio de salud y por la desnutrición, seguirá creciendo el desempleo y la desesperanza, mientras algunos se quedan con la plata de los chocoanos.
Es tan frágil la atención en salud que la población chocoana ha empezado a sufrir enfermedades mentales complejas, producto del desespero al no ver posibilidades de tener una vida digna. Algo que no se veía en estas tierras eran los habitantes de calle; hoy por hoy, la capital de los chocoanos ha ido cubriendo su paisaje con esta población que cae en el consumo desmesurado de las drogas: lo podemos verificar en el Malecón de Quibdó que era el lugar más seguro para llevar a nuestros niños a observar la majestuosidad del río Atrato y disfrutar de atardeceres, a veces culturales. Por estos días ya no es tranquilo estar ahí. De este modo, hay que decir que la deuda hoy ya no es solo de la nación con los chocoanos, también es de sus propios hijos con la tierra que los vio nacer.
El chocoano dejó de ser ignorante. Ese era un temor que siempre tuvo Diego Luis Córdoba, pues no quería ver a su pueblo sumido en la servidumbre; por eso apoyó la idea de que un pueblo educado sería libre. Sin embargo, hoy somos esclavos de nuestra propia gente, pasamos de la ignorancia al masoquismo.
En últimas, vivimos en un país donde la derecha miente con respecto a la izquierda y esta última se atribuye el papel de salvadora; no podemos seguir en esa lógica, hoy deben estar en el centro del debate público las regiones golpeadas como la nuestra”.
Por último, quiero dejar un mensaje: es hora de que se termine el debate de egos por la reforma a la salud de los colombianos, el del exministro de Salud y Educación, Alejandro Gaviria, que dice que tenemos un sistema sólido e inmejorable, solo critica y no propone, y el de la ministra de Salud, Carolina Corcho, que no ve otro camino más que acabar lo que no funciona antes que mejorarlo; esos dos caminos no le sirven al Chocó, porque definitivamente, aunque el sistema es paupérrimo, ha salvado muchas vidas y también ha dejado morir a otras tantas.
El único hospital de segundo nivel que tiene el departamento es el San Francisco de Asís, que hoy, intervenido, tiene una deuda superior a la que tenía cuando esa intervención ocurrió. Se escucha en los medios que el Chocó tendrá su primer hospital de tercer nivel, pero que funcionará en Pereira ¿Es del Chocó? En últimas, vivimos en un país donde la derecha miente con respecto a la izquierda y esta última se atribuye el papel de salvadora; no podemos seguir en esa lógica, hoy deben estar en el centro del debate público las regiones golpeadas como la nuestra.
Invito, de manera agónica, a los grandes empresarios del país, para que evalúen la posibilidad de construir industria en el Chocó, tenemos gente capaz y con ganas de trabajar, pero hacen falta megaproyectos empresariales que le permitan a este pueblo avanzar. Vengan al Chocó, ayúdenos a edificar el desarrollo de este pueblo.
El Chocó siempre será primero para mí, porque en él vivo y amo estar aquí.
* Escritor chocoano, Bagadó.
Y pensar que el desarrollo del departamento llegó en el pasado y se fue en el presente. Quién creería que este territorio llegó a tener empresas azucareras, su propia lotería y hasta licorera.
Nuestros mayores añoran ese pasado de progreso, porque hoy sólo se cosechan muertos y desesperanza; este departamento fue de los mayores exportadores de oro desde la zona del San Juan cuando las multinacionales se apropiaron de las tierras del viejo Andagoya, incluso, asesinando a sus propietarios para dragar sus territorios hasta sacar el último gramo de ese metal precioso.
Los líderes políticos de la época de progreso del Chocó lo querían ver compitiendo con departamentos como Antioquia, Valle del Cauca y los del Eje Cafetero en aspectos industriales y económicos. Sin embargo, quienes heredaron el poder empezaron a hacer de las suyas. Tanto, que hoy no se cuenta con ninguna empresa de renombre propia de los chocoanos; solo somos revendedores de productos hechos en otras regiones del país.
El Chocó es el departamento donde más ofertas desarrollistas hacen quienes aspiran a una elección popular, desde la presidencia hasta los consejos municipales. Sin embargo, se siguen repitiendo las mismas promesas de hace más de 50 años porque los problemas son exactamente los mismos: este pueblo está entre el hambre y la pobreza, ninguna obra se concluye, en la ciudad capital existen más de 7 obras inconclusas, las también llamadas elefantes blancos; entre ellos, el Centro de salud de la zona norte de Quibdó, el estadio de fútbol que queda sobre la vía que comunica con el municipio de Atrato, la villa olímpica que hoy se la está comiendo la maleza, instituciones educativas y ni mencionar las obras de infraestructura que ejecutan en los municipios y que jamás prestan ningún servicio a la comunidad; eso, entre otras muchas enfermedades terminales que padece el Chocó.
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Es paradójico que la mayoría de la población chocoana no cuente con agua potable cuando somos uno de los departamentos con más fuentes hídricas en Colombia; los servicios de salud parecen una sentencia de muerte: quienes no tenemos para pagar una atención particular o medicina prepagada, nos toca padecer la espera de una atención de mala calidad cada dos o tres meses, que finaliza con una caja de acetaminofén por 30 días o, en el peor de los casos, con el fallecimiento del doliente.
Se siguen repitiendo las mismas promesas de hace más de 50 años porque los problemas son exactamente los mismos: este pueblo está entre el hambre y la pobreza”.
Esto en las zonas urbanas, la ruralidad es otra cosa. Si en departamentos de Colombia que cuentan con vías carreteables terciarias existen problemáticas complejas, imaginemos en el Chocó, donde a la mayor parte de sus comunidades se llega por vía acuática: es más que una travesía dolorosa, no llegan las enfermeras, los pueblos deben echar mano de los saberes ancestrales para preparar sus medicinas; de ahí que la muerte sea más segura, particularmente, en los pueblos indígenas; allá no llegan los proyectos de inversión social de los gobiernos; a eso le sumamos las confrontaciones entre grupos al margen de la ley y la fuerza pública que hacen de la situación un asunto más complejo.
Quienes han visitado el río Munguidó, afluente del Atrato, casi al frente de la ciudad de Quibdó, sabrán que había asentamientos en más de 30 veredas; pueden corroborar que, producto del conflicto, hay más de 15 casi desoladas en comparación con el número de habitantes que tenían cuando no conocían la violencia; toda esta población desplazada se radica en la ciudad de Quibdó, donde el desempleo y la violencia urbana es aterradora; todos los días hay, al menos, un muerto, la gente no consigue cómo salir adelante, no hay oportunidades reales para los jóvenes, lo cual permite que ellos vean como única forma de subsistir, alinearse a un grupo delincuencial.
En este territorio se cree, equivocadamente, que haciendo un concurso de baile exótico donde le dan un refrigerio a los jóvenes cultores están mejorando la calidad de vida de estos, pero no es así, esa no es una solución definitiva, el hambre continúa. Los jóvenes necesitan que por su arte se les pague al menos cada 15 días, o cada mes, de esta manera, se estaría generando un impacto positivo y alejándolos de las organizaciones ilegales.
¿Qué pasa con el turismo? Este departamento es muy rico en biodiversidad, con municipios ubicados en las costas pacífica y caribe. Y otros de agua dulce, como Bagadó, Cértegui, Istmina, Tadó, Condoto, entre otros, son potenciales para el desarrollo del turismo sostenible, sin embargo, esa apuesta no se ha hecho desde los gobiernos, el poco oficio en esta línea la han generado las propias comunidades.
Esta región del país hace parte de la Colombia profunda de la que tanto se habla por estos días. Se necesitan menos promesas; a cambio queremos obras determinantes que cambien la ruta de desarrollo que han trazado en el departamento con algunos vacíos y vicios que solo les sirven a los de siempre. El gobierno nacional, en cabeza del señor presidente Gustavo Petro Urrego, debe realizar las inversiones que le prometió al Chocó.
Es importante precisar que este territorio cuenta con excelentes líderes, intelectuales y administradores, pero para llegar a un cargo de la alta representatividad necesita vender el alma al diablo”.
Algunos dicen que es mejor que las obras sean ejecutadas desde el nivel nacional, porque ya la gente no cree en los gobiernos locales; se ha perdido muchísimo dinero y el departamento sigue con las mismas necesidades de hace más de 30 años; ninguna obra se concluye, la plata se pierde y los gobiernos se cansan de enviar dinero y no ver los resultados. Tristemente, siempre consiguen cómo sacar ventaja de todo proyecto de importancia para estas tierras. Es menester que ya merezcamos otra suerte. Que los entes de vigilancia y control sean rigurosos, que la Fiscalía actúe sin piedad contra los actos de corrupción y que la sociedad chocoana defienda sus instituciones, las que deben estar siempre al servicio de las comunidades.
El chocoano no pudo haber nacido para vivir en condiciones inhumanas, mientras algunos se pasean en camionetas de la alta gama y construyen viviendas de miles de millones; los más desprotegidos comen una vez al día, a veces, particularmente en los pueblos indígenas; pasan el día con una taza de agua con sal; no puede ser justo que la plata de todo un pueblo se desaparezca y nunca haya responsables; mientras tanto, se siguen peleando el poder los que tienen el medio para hacerlo.
Es importante precisar que este territorio cuenta con excelentes líderes, intelectuales y administradores, pero para llegar a un cargo de la alta representatividad necesita vender el alma al diablo. Los buenos hijos del Chocó están esperando esa oportunidad histórica para salvar a su pueblo, pero los que administran el hambre, la mantienen como una estrategia para seguir en el poder a cambio de ofrecer cada cuatro años zinc, mercados, dinero y hasta puestos de trabajo a los siempre hambrientos.
(Quizás te interese: Formar lideresas: el trabajo de Cruz Helena Valencia con las mujeres del Chocó)
Y para no desentonar con las tragedias del Chocó, donde todos los años mueren coterráneos en las vías que nos comunican con el interior del país, no puedo dejar de decir que, hace más de dos años, un ciudadano alertó sobre las afectaciones que viene teniendo el puente de Yuto sobre el río Atrato, que comunica a la capital de los chocoanos con el departamento de Risaralda. Este río ha ido socavando la estructura y, en esta época donde se están cayendo todos los puentes en Colombia, le hacemos un llamado al INVIAS para que evite que el Chocó quede incomunicado.
La realidad del Chocó es dolorosa y debe lastimarnos como ciudadanos; por ello, siempre que sea posible, hay que opinar; porque de lo contrario, seguirán las muertes sangrientas debido a que la juventud nuestra no ve posibilidades de mejorar su calidad de vida, seguirán las muertes por deficiencias en el servicio de salud y por la desnutrición, seguirá creciendo el desempleo y la desesperanza, mientras algunos se quedan con la plata de los chocoanos.
Es tan frágil la atención en salud que la población chocoana ha empezado a sufrir enfermedades mentales complejas, producto del desespero al no ver posibilidades de tener una vida digna. Algo que no se veía en estas tierras eran los habitantes de calle; hoy por hoy, la capital de los chocoanos ha ido cubriendo su paisaje con esta población que cae en el consumo desmesurado de las drogas: lo podemos verificar en el Malecón de Quibdó que era el lugar más seguro para llevar a nuestros niños a observar la majestuosidad del río Atrato y disfrutar de atardeceres, a veces culturales. Por estos días ya no es tranquilo estar ahí. De este modo, hay que decir que la deuda hoy ya no es solo de la nación con los chocoanos, también es de sus propios hijos con la tierra que los vio nacer.
El chocoano dejó de ser ignorante. Ese era un temor que siempre tuvo Diego Luis Córdoba, pues no quería ver a su pueblo sumido en la servidumbre; por eso apoyó la idea de que un pueblo educado sería libre. Sin embargo, hoy somos esclavos de nuestra propia gente, pasamos de la ignorancia al masoquismo.
En últimas, vivimos en un país donde la derecha miente con respecto a la izquierda y esta última se atribuye el papel de salvadora; no podemos seguir en esa lógica, hoy deben estar en el centro del debate público las regiones golpeadas como la nuestra”.
Por último, quiero dejar un mensaje: es hora de que se termine el debate de egos por la reforma a la salud de los colombianos, el del exministro de Salud y Educación, Alejandro Gaviria, que dice que tenemos un sistema sólido e inmejorable, solo critica y no propone, y el de la ministra de Salud, Carolina Corcho, que no ve otro camino más que acabar lo que no funciona antes que mejorarlo; esos dos caminos no le sirven al Chocó, porque definitivamente, aunque el sistema es paupérrimo, ha salvado muchas vidas y también ha dejado morir a otras tantas.
El único hospital de segundo nivel que tiene el departamento es el San Francisco de Asís, que hoy, intervenido, tiene una deuda superior a la que tenía cuando esa intervención ocurrió. Se escucha en los medios que el Chocó tendrá su primer hospital de tercer nivel, pero que funcionará en Pereira ¿Es del Chocó? En últimas, vivimos en un país donde la derecha miente con respecto a la izquierda y esta última se atribuye el papel de salvadora; no podemos seguir en esa lógica, hoy deben estar en el centro del debate público las regiones golpeadas como la nuestra.
Invito, de manera agónica, a los grandes empresarios del país, para que evalúen la posibilidad de construir industria en el Chocó, tenemos gente capaz y con ganas de trabajar, pero hacen falta megaproyectos empresariales que le permitan a este pueblo avanzar. Vengan al Chocó, ayúdenos a edificar el desarrollo de este pueblo.
El Chocó siempre será primero para mí, porque en él vivo y amo estar aquí.
* Escritor chocoano, Bagadó.