¿Por qué dar la vida por un equipo que nunca ha sido campeón?
Esa es la pregunta constante que se hace la fanaticada del Atlético Bucaramanga. Sus sentimientos, unificados en un ciclo donde la esperanza siempre se renueva, muestra que la voluntad para seguir al equipo no depende de los campeonatos, sino de una cultura regional que nunca se rinde.
Juan Diego Márquez - estudiante de la Universidad de la Sabana
Edgar “Yayo” Sánchez ha realizado más de 60 viajes para ver al Atlético Bucaramanga en otras canchas. En la última hazaña organizó un bus con casi 100 personas con destino a Tunja. La capital del departamento de Boyacá se encontraba invadida por más de 5 mil hinchas leopardos. El partido que iba con un marcador 3-1 para el local terminó volcándose en un 3-4, permitiendo al equipo de Bucaramanga soñar con la clasificación. Aunque el resultado no sirvió para absolutamente nada porque a la semana siguiente el Atlético Bucaramanga perdería en casa contra el Pereira, quedando sin posibilidad de entrar al octagonal final.
La Ciudad Bonita, La Ciudad de los Parques, La Puerta del Sol, Ciudad Universitaria o, también, La Señora Bucaramanga, posee decenas de características tan únicas que le permiten brillar entre las ciudades más relevantes del país. Pero cuando se trata de fútbol, tiene un logro inigualable en la historia del deporte colombiano: ser uno de los equipos más antiguos, y casi fundador de la liga, que no ha ganado ningún título profesional en más de 70 años. Su amplio palmarés, que no está descrito ni siquiera en su página oficial, cuenta con dos Títulos de Campeón de la Segunda División; un Torneo Feria de Sol en Mérida, Venezuela; un Triangular Puerto Boyacá; una Copa Canal Tro y una copa llamada Rey de Reyes, que fue un partido amistoso contra el Cúcuta, su máximo rival.
Para la hinchada, lo más común son las derrotas tras derrotas, fracasos tras fracasos, decepciones que no culminan, materializadas en 3 relegaciones a segunda división. A veces su sufrida hinchada se ilusiona y muy raramente el equipo destaca llegando a instancias avanzadas como aquellas semifinales en el 2016, o el mayor logro del equipo, ser finalistas en 1997. Cuando el equipo llega a instancias finales, se escucha en una ciudad que casi entera está pintada en tonos auriverdes un solo grito: “Dame una alegríaaaa, quiero ser campeóooooooon”. Las calles se congestionan tanto que da la sensación de que las motos emergen de las alcantarillas. Sus habitantes creen ilusamente que este sí será el año. Pero no pasa mucho tiempo para chocar con la misma realidad... otra vez eliminados.
Son 74 años, más de 3.800 semanas, en las que una afición “nunca” abandonó al equipo espera con paciencia de más a la ansiada estrella, el milagrito. No saben cuándo llegará, ni si llegará. No se entiende el por qué siguen apoyando al equipo. Muchos dejaron todo atrás, su tiempo, sus trabajos, su familia, incluso su vida por el “amor” a los colores de un equipo que no sabe cuánto pesa el trofeo de la Primera División del fútbol colombiano.
¿De dónde viene ese amor?
Existe una larga historia de pasión por el fútbol en Bucaramanga. Desde el año 1949 el equipo ha sido una parte integral de la vida de los santandereanos. Su amor por el club ha sido transmitido de padres a hijos, de abuelos a nietos. Armando “Piripi” Osma, exitoso extécnico y exjugador del club, donde anotó 23 goles oficiales y, de hecho, fue el último entrenador en clasificar al equipo a los octagonales añora los tiempos en que se colaba al estadio, por ahí en el año 75, y le guardaba el puesto a su padre, para juntos tener el mejor puesto en la grada.
“El Bumangués toda su vida ha alentado al Atlético. La canción que el estadio gritaba en esa época sonaba así: Bucaramanga, Bucaramanga, la hinchada contigo está contenta, Bucaramanga, Bucaramanga, la hinchada contigo grita gooooooool”, dice Osma.
Santander es conocido por su espíritu berraco. Eso se refleja en el apoyo inquebrantable, aunque doloroso, que los hinchas le brindan al equipo de su capital. La “fiebre amarilla” es algo que va más allá de los resultados en el campo de juego; es un sentimiento arraigado en la identidad. O así lo explica el argentino Jorge Ramoa, uno de los mayores ídolos del club: “Porque es muy fácil ser hincha del equipo grande. Cualquiera apoya al Nacional o al Millonarios. Pero dentro del ADN santandereano viene esa berraquera, esas ganas de salir adelante. Somos luchadores”.
Fabián*, un líder de La Banda del Leopardo, la barra encargada de alentar con las cumbias dentro del estadio, rememora cuál fue su primer contacto con el equipo. “Brother, estaba muy chiquito cuando mi mamá me compró dos uniformes, uno del Real Madrid y otro de las gallinas (Millonarios). A mi papá casi le da un infarto cuando me encontró con esa vaina puesta. Le reclamó a mamá y ella solo le respondió: ‘No le voy a comprar ese trapo del Bucaramanga, no le haré ese daño, esos siempre pierden’. Pero mi padre de inmediato contestó: ‘El chino nació acá, le toca apoyar al leopardo’”.
A muchos no les dieron la oportunidad de elegir a qué equipo seguir. Es lo que por destino les figuró. Desde ese momento, Fabián entendió que no tendría otra opción, que le tocaba ser hincha del Atlético Bucaramanga. Con el pasar de los años, su amor por la música, el fútbol y su liderazgo se congeniaron.
Eusebio Vera Lima, exjugador del equipo y de la Selección Colombia de la década de los 80, afirma con orgullo que su madre futbolística es el Bucaramanga porque, aunque nunca le dio un título, lo hizo debutar como jugador profesional. Afirma que adora al equipo y que si pudiera orinar amarillo (como los colores de los símbolos del equipo) todos los días, lo haría. Menciona que no hay nada más santandereano que el club y este representa todo lo de la región, hasta por encima de las hormigas culonas.
Ningún aficionado se atreve a definir como una “maldición” el arraigo que existe entre el santandereano y el Atlético “Fritanga”, como de manera irrespetuosa lo llaman algunos. Para esta hinchada es un orgullo representar al equipo leopardo. Mientras que para gran parte del aficionado al fútbol colombiano sería un chiste apoyar a los Búcaros, otro de sus apodos.
Fortaleza Leoparda Sur
Esta barra fue fundada en 1998, después de que el equipo quedara subcampeón, en la final que perdió 1-0 contra el América de Cali y que le dio la clasificación a la Copa Libertadores. “A”*, el Primer Kapo (líder), implantó ideas nuevas sobre cómo alentar en el estadio, las banderas, los cánticos… “A” –inicial del apodo por el que es conocido en toda la barra, y que nunca quiso revelar su identidad por seguridad–explicó el origen de la Fortaleza. Frente a lo que comentó hay muchas coincidencias con lo narrado por otro líder anónimo, quien escribió en la página web Barrasbravas.net: “Éramos un grupo de jóvenes con ganas de innovar y de conseguir mucha más gente que se uniera a la idea de crear una verdadera barra, como esas que uno veía en Argentina. En el año de 1998, empezamos con un proyecto más seri, y la gente empezaba aparecer. Venían de todos lados, vagos, borrachos, metaleros, punks, skins, indios, traquetos, galas, ñeros, ladrones, estudiantes, expresidiarios, en fin, de distintas clases pero con algo en común, el amor incondicional por el Atlético Bucaramanga”.
“A” ya no vive en la ciudad, hace mucho tiempo se dedica a su profesión y es maestro. Mucho menos pertenece a la Fortaleza. Salió varias veces de ese círculo por problemas y peleas con otras hinchadas. Pero la última vez lo sacaron a patadas de la misma fortaleza que él forjó; lo mandaron a matar.
“Todo fue por poder, todo fue por plata. Yo les quería acabar ese negocio de las drogas. Empezaron a juntarse con el Estado y política para pedirle plata al club, a identificarse con esa ñerada de las “Kumbias”. Pero algunos brutos que no tenían nada en la cabeza prefirieron mandarme a matar que organizar la barra de la mejor manera”, afirmó.
Su apariencia no es la común a la de un barra brava. Tiene aires de rockero, sin acento marcado y vestido con gorro y bufanda. Afirma que se “ñerizó”, se perdió la calidad de la gente. “Suena feo, pero es la verdad”, dijo. “A” tiene claro que la calidad de una persona no depende de la plata. Según él, ya no existen esos valores de lealtad, rebeldía y de ser antisistema, con los que se fundó la Fortaleza.
Fabián, líder de La Banda del Leopardo, aunque más cauto, coincide con “A*”. Explica por qué llegó tanta gente y se perdió esa “calidad”. “Muchos llegan y ven que es un lugar donde no los juzgan, no importa cómo se vistan, su peinado, o lo que consumen. Muchas personas que llegan a la barra tienen una vida muy difícil, y esta “religión” les ayuda a salir de esa realidad. Pero no hacemos daño a nadie, muy pocos son dañinos”.
Por el lado de los líderes actuales de la Fortaleza Sur opinan que ellos son el alma del equipo, son los que lo acompañan a todo lado y por más que algunos de ellos se equivoquen, no deben ser juzgados todos como “vagos y ladrones”. También afirman que existen otros aficionados que solo vienen a ver el partido buscando entretenimiento. No aman al equipo igual que ellos. Algunos no entienden que “gracias a la barra algunos cambian un fierro (arma) por un instrumento”, dice Fabián.
Según los líderes de las hinchadas, Atlético Bucaramanga es una religión y el partido del domingo es como una Santa Misa, solo que su catedral es el estadio Alfonzo López, donde hay capacidad para más de 25 mil personas. No acudir para alentar al equipo es el pecado que los llevaría al noveno círculo del infierno de los barristas. Creen que ser hincha de un equipo no se trata solo de ganar títulos. Es una cuestión de lealtad, de amor por los colores y de identificación con la historia y la tradición de un club.
Obvio quieren ganar el título de Primera División, donde el equipo compite desde el 2016. Pero para esa hinchada hay algo más importante que eso, por más que el anhelo los envuelva en un ciclo de amor-ilusión-tristeza-esperanza constante. Es el orgullo de pertenecer a ese parche dónde están unidos por encima de cualquier resultado deportivo. Y cuando finalmente llegue ese día en que el equipo gane la anhelada estrella, será el momento más chimba para todos los que han acompañado al equipo en todo lado, “los que hemos dado nuestra vida por esto”, como lo comenta Mario Castañeda, líder del parche de la Comuna 4, quien entre lágrimas recuerda a algunos de sus compañeros muertos por la violencia entre hinchadas del fútbol colombiano, que según el diario El País de Cali había cobrado 149 vidas para 2020.
¿Pero el qué no entrega su vida entera es menos hincha?
“Pues no”, o al menos eso dice Edgar “Yayo” Sánchez, uno de los influencers más reconocidos en el Alfonzo López. Es ingeniero, trabaja para la Alcaldía y tiene su propia barra llamada Coraje Leopardo con la gente de más alta alcurnia de la ciudad. Se abonan todos los semestres, asegura que ellos viven la misma pasión y aman al equipo con todo el corazón, pero entienden que tienen una vida más allá del estadio.
“Amamos al equipo de igual manera, solo que algunos tenemos menos tiempo, algunos no arriesgamos todo, a algunos no nos gusta darnos en la jeta”, afirma. Eso sí, Yayo está apoyando a los pelaos de la Fortaleza en la protesta contra el presidente del equipo, Jaime Elías Quintero.
Frente a la ineficiencia del club de sus amores exclama: “Es el legado que nos dejaron nuestros padres, soy el más orgulloso de ponerme esta camiseta. Esta es nuestra tierra, la estrella va a llegar, solo que no tenemos suerte. Toca cambiar muchas cosas, pero es el equipo de uno y no podemos darle la espalda”.
Pero entonces... ¿Por qué dar la vida por un equipo que nunca gana nada importante?
“No creo que valga la pena dar la vida literalmente por ningún equipo, a no ser que sea en sentido figurado. Pero vale la pena ser hincha de la cuna hasta el cajón. Usted no le puede hacer el feo a su familia, usted no le puede hacer el feo a donde nació”, dice “A*”.
Fabián, por su lado, comentó: “Es el sueño de todos, los que se fueron y los que seguimos. Lo que estamos pidiendo debe tener su recompensa, el sueño de toda nuestra tierra. Cada muerto, si esa estrella la conseguimos, valdrá la pena”.
Piripi Osma dijo: “Siempre hay que perseverar. El día que se gane la estrella para el equipo, será el día más bonito para Santander. El equipo no puede funcionar sin la hinchada, son el jugador número doce-.
Eusebio Vera exclamó: “Usted puede cambiar de novia, de casa, hasta estos, en estos días, de sexo. Pero es imposible que uno cambie de equipo”.
La relación de los santandereanos con el querido Atlético Nunca-ramanga, otro apodo irrespetuoso, es un amor tóxico y complejo de entender. Ellos le entregan todo. De ellos tienden a recibir decepciones. Pero siempre estarán dispuestos a apoyarlos, sin importar cuántos obstáculos se presenten en el camino, mirando hacia el futuro con la certeza de que nada puede detenerlos.
Tal como reza el himno de Santander: “¡Santanderanos, siempre adelante! ¡Santanderanos, ni un paso atrás! Con el coraje por estandarte y por escudo la libertad”.
*La identidad fue ocultada por petición de la fuente.
Edgar “Yayo” Sánchez ha realizado más de 60 viajes para ver al Atlético Bucaramanga en otras canchas. En la última hazaña organizó un bus con casi 100 personas con destino a Tunja. La capital del departamento de Boyacá se encontraba invadida por más de 5 mil hinchas leopardos. El partido que iba con un marcador 3-1 para el local terminó volcándose en un 3-4, permitiendo al equipo de Bucaramanga soñar con la clasificación. Aunque el resultado no sirvió para absolutamente nada porque a la semana siguiente el Atlético Bucaramanga perdería en casa contra el Pereira, quedando sin posibilidad de entrar al octagonal final.
La Ciudad Bonita, La Ciudad de los Parques, La Puerta del Sol, Ciudad Universitaria o, también, La Señora Bucaramanga, posee decenas de características tan únicas que le permiten brillar entre las ciudades más relevantes del país. Pero cuando se trata de fútbol, tiene un logro inigualable en la historia del deporte colombiano: ser uno de los equipos más antiguos, y casi fundador de la liga, que no ha ganado ningún título profesional en más de 70 años. Su amplio palmarés, que no está descrito ni siquiera en su página oficial, cuenta con dos Títulos de Campeón de la Segunda División; un Torneo Feria de Sol en Mérida, Venezuela; un Triangular Puerto Boyacá; una Copa Canal Tro y una copa llamada Rey de Reyes, que fue un partido amistoso contra el Cúcuta, su máximo rival.
Para la hinchada, lo más común son las derrotas tras derrotas, fracasos tras fracasos, decepciones que no culminan, materializadas en 3 relegaciones a segunda división. A veces su sufrida hinchada se ilusiona y muy raramente el equipo destaca llegando a instancias avanzadas como aquellas semifinales en el 2016, o el mayor logro del equipo, ser finalistas en 1997. Cuando el equipo llega a instancias finales, se escucha en una ciudad que casi entera está pintada en tonos auriverdes un solo grito: “Dame una alegríaaaa, quiero ser campeóooooooon”. Las calles se congestionan tanto que da la sensación de que las motos emergen de las alcantarillas. Sus habitantes creen ilusamente que este sí será el año. Pero no pasa mucho tiempo para chocar con la misma realidad... otra vez eliminados.
Son 74 años, más de 3.800 semanas, en las que una afición “nunca” abandonó al equipo espera con paciencia de más a la ansiada estrella, el milagrito. No saben cuándo llegará, ni si llegará. No se entiende el por qué siguen apoyando al equipo. Muchos dejaron todo atrás, su tiempo, sus trabajos, su familia, incluso su vida por el “amor” a los colores de un equipo que no sabe cuánto pesa el trofeo de la Primera División del fútbol colombiano.
¿De dónde viene ese amor?
Existe una larga historia de pasión por el fútbol en Bucaramanga. Desde el año 1949 el equipo ha sido una parte integral de la vida de los santandereanos. Su amor por el club ha sido transmitido de padres a hijos, de abuelos a nietos. Armando “Piripi” Osma, exitoso extécnico y exjugador del club, donde anotó 23 goles oficiales y, de hecho, fue el último entrenador en clasificar al equipo a los octagonales añora los tiempos en que se colaba al estadio, por ahí en el año 75, y le guardaba el puesto a su padre, para juntos tener el mejor puesto en la grada.
“El Bumangués toda su vida ha alentado al Atlético. La canción que el estadio gritaba en esa época sonaba así: Bucaramanga, Bucaramanga, la hinchada contigo está contenta, Bucaramanga, Bucaramanga, la hinchada contigo grita gooooooool”, dice Osma.
Santander es conocido por su espíritu berraco. Eso se refleja en el apoyo inquebrantable, aunque doloroso, que los hinchas le brindan al equipo de su capital. La “fiebre amarilla” es algo que va más allá de los resultados en el campo de juego; es un sentimiento arraigado en la identidad. O así lo explica el argentino Jorge Ramoa, uno de los mayores ídolos del club: “Porque es muy fácil ser hincha del equipo grande. Cualquiera apoya al Nacional o al Millonarios. Pero dentro del ADN santandereano viene esa berraquera, esas ganas de salir adelante. Somos luchadores”.
Fabián*, un líder de La Banda del Leopardo, la barra encargada de alentar con las cumbias dentro del estadio, rememora cuál fue su primer contacto con el equipo. “Brother, estaba muy chiquito cuando mi mamá me compró dos uniformes, uno del Real Madrid y otro de las gallinas (Millonarios). A mi papá casi le da un infarto cuando me encontró con esa vaina puesta. Le reclamó a mamá y ella solo le respondió: ‘No le voy a comprar ese trapo del Bucaramanga, no le haré ese daño, esos siempre pierden’. Pero mi padre de inmediato contestó: ‘El chino nació acá, le toca apoyar al leopardo’”.
A muchos no les dieron la oportunidad de elegir a qué equipo seguir. Es lo que por destino les figuró. Desde ese momento, Fabián entendió que no tendría otra opción, que le tocaba ser hincha del Atlético Bucaramanga. Con el pasar de los años, su amor por la música, el fútbol y su liderazgo se congeniaron.
Eusebio Vera Lima, exjugador del equipo y de la Selección Colombia de la década de los 80, afirma con orgullo que su madre futbolística es el Bucaramanga porque, aunque nunca le dio un título, lo hizo debutar como jugador profesional. Afirma que adora al equipo y que si pudiera orinar amarillo (como los colores de los símbolos del equipo) todos los días, lo haría. Menciona que no hay nada más santandereano que el club y este representa todo lo de la región, hasta por encima de las hormigas culonas.
Ningún aficionado se atreve a definir como una “maldición” el arraigo que existe entre el santandereano y el Atlético “Fritanga”, como de manera irrespetuosa lo llaman algunos. Para esta hinchada es un orgullo representar al equipo leopardo. Mientras que para gran parte del aficionado al fútbol colombiano sería un chiste apoyar a los Búcaros, otro de sus apodos.
Fortaleza Leoparda Sur
Esta barra fue fundada en 1998, después de que el equipo quedara subcampeón, en la final que perdió 1-0 contra el América de Cali y que le dio la clasificación a la Copa Libertadores. “A”*, el Primer Kapo (líder), implantó ideas nuevas sobre cómo alentar en el estadio, las banderas, los cánticos… “A” –inicial del apodo por el que es conocido en toda la barra, y que nunca quiso revelar su identidad por seguridad–explicó el origen de la Fortaleza. Frente a lo que comentó hay muchas coincidencias con lo narrado por otro líder anónimo, quien escribió en la página web Barrasbravas.net: “Éramos un grupo de jóvenes con ganas de innovar y de conseguir mucha más gente que se uniera a la idea de crear una verdadera barra, como esas que uno veía en Argentina. En el año de 1998, empezamos con un proyecto más seri, y la gente empezaba aparecer. Venían de todos lados, vagos, borrachos, metaleros, punks, skins, indios, traquetos, galas, ñeros, ladrones, estudiantes, expresidiarios, en fin, de distintas clases pero con algo en común, el amor incondicional por el Atlético Bucaramanga”.
“A” ya no vive en la ciudad, hace mucho tiempo se dedica a su profesión y es maestro. Mucho menos pertenece a la Fortaleza. Salió varias veces de ese círculo por problemas y peleas con otras hinchadas. Pero la última vez lo sacaron a patadas de la misma fortaleza que él forjó; lo mandaron a matar.
“Todo fue por poder, todo fue por plata. Yo les quería acabar ese negocio de las drogas. Empezaron a juntarse con el Estado y política para pedirle plata al club, a identificarse con esa ñerada de las “Kumbias”. Pero algunos brutos que no tenían nada en la cabeza prefirieron mandarme a matar que organizar la barra de la mejor manera”, afirmó.
Su apariencia no es la común a la de un barra brava. Tiene aires de rockero, sin acento marcado y vestido con gorro y bufanda. Afirma que se “ñerizó”, se perdió la calidad de la gente. “Suena feo, pero es la verdad”, dijo. “A” tiene claro que la calidad de una persona no depende de la plata. Según él, ya no existen esos valores de lealtad, rebeldía y de ser antisistema, con los que se fundó la Fortaleza.
Fabián, líder de La Banda del Leopardo, aunque más cauto, coincide con “A*”. Explica por qué llegó tanta gente y se perdió esa “calidad”. “Muchos llegan y ven que es un lugar donde no los juzgan, no importa cómo se vistan, su peinado, o lo que consumen. Muchas personas que llegan a la barra tienen una vida muy difícil, y esta “religión” les ayuda a salir de esa realidad. Pero no hacemos daño a nadie, muy pocos son dañinos”.
Por el lado de los líderes actuales de la Fortaleza Sur opinan que ellos son el alma del equipo, son los que lo acompañan a todo lado y por más que algunos de ellos se equivoquen, no deben ser juzgados todos como “vagos y ladrones”. También afirman que existen otros aficionados que solo vienen a ver el partido buscando entretenimiento. No aman al equipo igual que ellos. Algunos no entienden que “gracias a la barra algunos cambian un fierro (arma) por un instrumento”, dice Fabián.
Según los líderes de las hinchadas, Atlético Bucaramanga es una religión y el partido del domingo es como una Santa Misa, solo que su catedral es el estadio Alfonzo López, donde hay capacidad para más de 25 mil personas. No acudir para alentar al equipo es el pecado que los llevaría al noveno círculo del infierno de los barristas. Creen que ser hincha de un equipo no se trata solo de ganar títulos. Es una cuestión de lealtad, de amor por los colores y de identificación con la historia y la tradición de un club.
Obvio quieren ganar el título de Primera División, donde el equipo compite desde el 2016. Pero para esa hinchada hay algo más importante que eso, por más que el anhelo los envuelva en un ciclo de amor-ilusión-tristeza-esperanza constante. Es el orgullo de pertenecer a ese parche dónde están unidos por encima de cualquier resultado deportivo. Y cuando finalmente llegue ese día en que el equipo gane la anhelada estrella, será el momento más chimba para todos los que han acompañado al equipo en todo lado, “los que hemos dado nuestra vida por esto”, como lo comenta Mario Castañeda, líder del parche de la Comuna 4, quien entre lágrimas recuerda a algunos de sus compañeros muertos por la violencia entre hinchadas del fútbol colombiano, que según el diario El País de Cali había cobrado 149 vidas para 2020.
¿Pero el qué no entrega su vida entera es menos hincha?
“Pues no”, o al menos eso dice Edgar “Yayo” Sánchez, uno de los influencers más reconocidos en el Alfonzo López. Es ingeniero, trabaja para la Alcaldía y tiene su propia barra llamada Coraje Leopardo con la gente de más alta alcurnia de la ciudad. Se abonan todos los semestres, asegura que ellos viven la misma pasión y aman al equipo con todo el corazón, pero entienden que tienen una vida más allá del estadio.
“Amamos al equipo de igual manera, solo que algunos tenemos menos tiempo, algunos no arriesgamos todo, a algunos no nos gusta darnos en la jeta”, afirma. Eso sí, Yayo está apoyando a los pelaos de la Fortaleza en la protesta contra el presidente del equipo, Jaime Elías Quintero.
Frente a la ineficiencia del club de sus amores exclama: “Es el legado que nos dejaron nuestros padres, soy el más orgulloso de ponerme esta camiseta. Esta es nuestra tierra, la estrella va a llegar, solo que no tenemos suerte. Toca cambiar muchas cosas, pero es el equipo de uno y no podemos darle la espalda”.
Pero entonces... ¿Por qué dar la vida por un equipo que nunca gana nada importante?
“No creo que valga la pena dar la vida literalmente por ningún equipo, a no ser que sea en sentido figurado. Pero vale la pena ser hincha de la cuna hasta el cajón. Usted no le puede hacer el feo a su familia, usted no le puede hacer el feo a donde nació”, dice “A*”.
Fabián, por su lado, comentó: “Es el sueño de todos, los que se fueron y los que seguimos. Lo que estamos pidiendo debe tener su recompensa, el sueño de toda nuestra tierra. Cada muerto, si esa estrella la conseguimos, valdrá la pena”.
Piripi Osma dijo: “Siempre hay que perseverar. El día que se gane la estrella para el equipo, será el día más bonito para Santander. El equipo no puede funcionar sin la hinchada, son el jugador número doce-.
Eusebio Vera exclamó: “Usted puede cambiar de novia, de casa, hasta estos, en estos días, de sexo. Pero es imposible que uno cambie de equipo”.
La relación de los santandereanos con el querido Atlético Nunca-ramanga, otro apodo irrespetuoso, es un amor tóxico y complejo de entender. Ellos le entregan todo. De ellos tienden a recibir decepciones. Pero siempre estarán dispuestos a apoyarlos, sin importar cuántos obstáculos se presenten en el camino, mirando hacia el futuro con la certeza de que nada puede detenerlos.
Tal como reza el himno de Santander: “¡Santanderanos, siempre adelante! ¡Santanderanos, ni un paso atrás! Con el coraje por estandarte y por escudo la libertad”.
*La identidad fue ocultada por petición de la fuente.