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La altillanura colombiana comprende los departamentos del Meta –municipios de Puerto López, Puerto Gaitán y Mapiripán– y el Vichada –municipios de La Primavera, Cumaribo, Santa Rosalía y Puerto Carreño–.
Este territorio cuenta con 13,5 millones de hectáreas, de las cuales se pueden cultivar 4,3 millones. Por este potencial es considerada como la gran despensa agrícola de Colombia, con extensos cultivos de maíz, soya, arroz, palma de aceite y pastos a gran escala, entre otros.
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Sin embargo, el potencial del área contrasta con la calidad de sus suelos, que “son oxisoles (con alta dominancia de minerales oxidados) y con muy poco contenido de nutrientes, lo que los hace deficientes”, según explica el ingeniero agrónomo César Augusto Botero Vargas, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira.
Por lo tanto, para tener cultivos de calidad es necesario mejorar los suelos, tanto nutricional como físicamente.
En ese sentido, en su investigación el magíster establece el efecto del suelo en las fuentes de agua superficial, independientemente de si es para actividades agrícolas o pecuarias.
“Por ejemplo, aunque los coliformes totales –presentes en el intestino– aún están por debajo de los límites permitidos, de E. coli no debe existir ninguna presencia en agua para el consumo humano, y las fincas que evaluamos toman agua de esas fuentes”, señala el magíster.
Recuerda además que E. coli es un indicador microbiológico preciso de contaminación fecal, mientras los coliformes totales lo son de contaminación microbiológica en el agua para consumo humano.
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Ganado no puede entrar a los bosques
Para la investigación se establecieron dos zonas: una en Puerto López (Meta) con alta intervención agrícola y pecuaria, en contraste con una zona poco intervenida en Puerto Gaitán, en límites con el Vichada. Se eligieron 6 predios, 3 en cada zona.
Las fincas debían poseer afluentes de aguas y tener algún sistema productivo transitorio –como el arroz y la soya–, de cultivos perennes –como caucho y palma–, o pasturas, en la parte de ganadería, que se contrastaron con sistemas poco intervenidos de bosque y sabana nativa (pasturas sin intervención).
Ya en el lugar, y con los predios establecidos, empezó el trabajo de campo: se crearon transectos, que son muestreos caracterizados por la toma de datos en determinados recorridos prefijados; estos tenían cinco puntos que salían desde la fuente de agua hasta el campo abierto donde estaba el sistema productivo predominante en la finca.
Así se recopilaron los datos para hacer el “análisis de componentes principales”, que agrupa todos esos datos y los convierte en un indicador.
En este caso se usaron los indicadores de funciones hídricas (variables físicas), fertilidad (variables químicas), biológico (macrofauna edáfica), morfología (agregación del suelo) y de calidad de agua (variables químicas y biológicas). Los indicadores van de 0,1 a 1, donde 1 es el valor más alto.
“Encontramos que en la zona de mayor intervención, con sistemas de ganadería extensivos, la calidad de agua era más baja, precisamente por la presencia E. coli y coliformes totales, y es por eso que no se debe permitir que el ganado ingrese a los bosques, sino que se deben establecer bebederos en los potreros”, señala.
Además, en las pendientes de los predios se halló un desnivel hacia la corriente de agua, entonces, con las condiciones de lluvia y la poca capacidad de estos suelos de infiltrar, y por la acción de la escorrentía, se produce un arrastre de estos desechos a las fuentes de agua.
Tener un mosaico de cultivos en la zona mejoraría los indicadores del suelo. Por ejemplo, se pudo establecer que las pasturas mejoran el indicador biológico, y para eso una de las alternativas es generar corredores o franjas de pastos dentro de los cultivos transitorios.
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También es fundamental utilizar sistemas silvopastoriles, ya que los árboles dentro de las pasturas les dan confort a los animales y protegen directamente el suelo, gracias a las raíces y a la fauna que atraen.
Así mismo, el estudio señala que los bosques en buenas condiciones funcionan como una esponja que retiene todo lo que se desplaza de los sistemas productivos evitando que llegue a las fuentes de agua, por eso es básico cuidar estos bosques de galería.