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"Quedan las ganas de vivir"

Édison Castañeda, excompañero de Lady Tabares, habla sobre el homicidio por el cual, hace 11 años, la protagonista de ‘La vendedora de rosas’ fue condenada a 26 años de prisión.

Natalia Orozco R. / Especial para El Espectador
28 de octubre de 2013 - 09:57 p. m.
Lady Tabares asegura que ahora sólo quiere recuperar la libertad para terminar de estudiar y estar cerca de su madre y sus dos hijos. / Mario Zamudio
Lady Tabares asegura que ahora sólo quiere recuperar la libertad para terminar de estudiar y estar cerca de su madre y sus dos hijos. / Mario Zamudio

“La rosa que no se marchita”, así tituló el programa Los informantes la crónica periodística emitida este fin de semana por el Canal Caracol, en la que registró los últimos detalles de la vida, tras las rejas, de Lady Tabares, la niña que el director de cine Víctor Gaviria descubrió entre la calle y la miseria hace 15 anos para convertirla en actriz.

Son muchos los que recuerdan que en 1998 Lady dejó su barrio Niquitao, en Medellín, para pisar victoriosa la alfombra roja del festival de cine más importante del mundo: Cannes.

Fueron días de fama y de gloria, en los que Lady Tabares descubría los tacones, la champaña y saboreaba la gloria. Actuó en la novela de Caracol Televisión La guerra de las rosas y recibió una vivienda donada por su público a través de una campana organizada por el canal y el periodista Yamid Amat.

Sin embargo, desde la cárcel El Pedregal, donde está actualmente recluida, la mujer recuerda cómo al regresar de un viaje por el sur de Francia tuvo que enfrentar el rol de su propia realidad y volvió a ser la vendedora de rosas que en las noches de Medellín sobrevivía a la pobreza e indiferencia de la ciudad.

El país la vio llorar la muerte de Giovanni Quiroz, El Zargo, su amigo y coprotagonista de la película La vendedora de rosas. También tuvo que enfrentar el asesinato de Ferney, el padre de su hijo, quien fue acribillado con 17 tiros en presencia de ella y su bebé.

La fama fue efímera y el nombre de Lady Tabares quedó por mucho tiempo en el olvido. Sin embargo, en 2002 volvió a ocupar los titulares de la prensa nacional e internacional con una historia que nada tenía que ver con sus capacidades actorales: la vendedora de rosas fue señalada de homicidio.

Dos menores de edad, que habían participado en el homicidio del propietario de un carro (con el que al parecer pensaban transportar artículos ilegales), la acusaron a ella y a su novio, Édison Castañeda, de ser los autores intelectuales del crimen.

Los menores de edad no fueron encarcelados por los hechos, pero Lady fue condenada a 26 años de prisión y Édison a 10 años y 9 meses. Recientemente recuperó su libertad.

Desde el lugar donde permanece escondido Édison relató a Los informates cómo conoció a Lady y por qué terminaron condenados por este homicidio.

Édison, quien no fue escuchado como testigo en el caso de Lady, habla en voz baja y con una evidente timidez. Asegura que “ella no estuvo en el lugar de los hechos” y que lo sucedido forma parte de “una historia muy enredada y larga”.

Sostiene que Lady nunca estuvo relacionada con el crimen y que terminó pagando por un error que él cometió. “Yo de pronto sí ayude, no a matarlo, sino a enterrarlo, pero por eso pagamos los dos, por un error que cometí yo, ella no tuvo nada que ver”.

Las declaraciones de Édison coinciden con lo que siempre ha dicho Lady Tabares, quien nunca aceptó los cargos. Ella, con sorprendente serenidad, dice ante las cámaras sentirse feliz de que Édison haya recuperado la libertad. Cree que él, padre de su segundo hijo, “ya ha vivido con un enorme cargo de conciencia y eso es más que suficiente”.

Para Édison no sólo es injusto que ella haya sido condenada, sino también que él esté libre y ella siga presa: “Si llegamos juntos tendríamos que haber salido juntos”.

Lo cierto es que tanto el director de cine Víctor Gaviria como el abogado y sacerdote Rodrigo Manrique, quien desde hace años lleva el caso de Lady ad honórem, creen que a ella “le han cobrado ser un personaje público”. Lo mismo cree ella: “Amo haber sido la vendedora de rosas, pero si no lo hubiera sido yo no estaría acá”.

Manrique no pierde la esperanza y trabaja arduamente para que Lady reciba la misma rebaja de pena que recibió Édison y que le otorguen libertad controlada por dispositivo electrónico, argumentado además que Lady es madre cabeza de familia e insistiendo en el tiempo cumplido y en su buena conducta. Sin embargo, por el momento cada apelación ha tenido una respuesta negativa del juez Jorge Eliécer Olano, quien la considera “un peligro para la sociedad”.

En sus años de condena Lady se ha vuelto una abanderada de los derechos de las reclusas y su temperamento rebelde y beligerante le ha ocasionado frecuentes choques con la guardia. “Algunas de las dragoneantes son muy arbitrarias y cuando se meten conmigo o con alguna de mis compañeras yo no puedo quedarme callada”, señala.

Lady reconoce que no es “ninguna pera en dulce”, pero reitera que sólo quiere recuperar la libertad para terminar de estudiar y estar cerca de su madre y sus dos hijos. Se pregunta cómo algunos de los más temidos paramilitares, responsables de desplazamientos y masacres, no pagaron más de 7 anos de cárcel y están próximos a salir libres mientras que ella sigue recluida.

Entre tanto, Lady va aprendiendo de su duro camino por la vida. “Quedan las ganas de vivir, las ilusiones y los sueños que las rejas no pueden encerrar, queda la joven que en la cárcel se convierte en una mujer y quedan las ganas de luchar por los derechos de mis compañeras reclusas”. Y queda, dice con los ojos brillantes, “esa experiencia inolvidable de haber sido la actriz de Víctor Gaviria.

 

 

 

Por Natalia Orozco R. / Especial para El Espectador

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