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“La tragedia de 2017 fue un antes y un después para mí, porque perdí a mi único hijo. Mi mamá y mi hermana fallecieron dos años después. Es muy difícil pasar de tener lo necesario a no tener nada, y vivir con ese dolor, porque las heridas sanan, pero el corazón y la mente, jamás. Ahorita estamos tratando de superar esa situación, pero igual hay recuerdos, y más cuando uno ha sido directamente afectado por la muerte de un familiar”. El relato lo hace una de las 7.982 víctimas de la avalancha que entre el 31 de marzo y el 1° de abril de 2017 destruyó 87 barrios del municipio de Mocoa (Putumayo), dejó 335 víctimas mortales, 398 heridos y 1.461 viviendas afectadas.
Casi cinco años después, los temores en la población persisten, no solo por los retrasos en la reconstrucción del municipio, sino también por lo poco preparado que está para enfrentar las fuertes lluvias que en estos meses azotan el país. A pesar de que el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) estimó precipitaciones dentro del rango normal en la región de la Amazonia, recomendó el monitoreo del río Mocoa y sus afluentes, pues no se descartan incrementos súbitos. Un escenario que cobra relevancia si se tiene en cuenta el episodio del 21 de julio de este año, cuando una creciente súbita del río Mulato generó daños en las bocatomas de Líbano y Las Palmeras, y puso en riesgo a 6.000 familias.
Aunque durante el comité de seguimiento de la reconstrucción del municipio, que se realizó el pasado 27 de octubre en la sede de la Cruz Roja de Mocoa, los organismos gubernamentales fueron optimistas con la entrega de las obras, la Contraloría y algunos habitantes expresaron su preocupación por la prolongación constante de los proyectos, tras casi cinco años de la tragedia. De hecho, la Contraloría alertó nuevamente sobre las demoras en la reconstrucción, señalando que “de seguir así, muy seguramente estas obras estarán terminadas para el año 2023 (…) es necesario que el Gobierno Nacional identifique acciones para subsanar los retrasos”.
Eduardo José González, director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, afirmó que las obras de mitigación, que tienen una inversión de $171 mil millones y que comprenden 57 intervenciones sobre los ríos Mulato y Sangoyaco y la quebrada La Taruca, presentan un avance del 26 %. Sin embargo, el contralor delegado para el sector de infraestructura, Luis Fernando Mejía, dijo en el comité que, tras revisar los diseños de mitigación de Mocoa, es evidente que no se está cumpliendo con la integralidad de las obras. “No conseguimos nada con proyectos en la parte baja y media, si no nos concentramos en la parte alta del municipio, que tiene una inestabilidad muy grande”, advirtió.
Con respecto a las obras de vivienda, se siguen presentando retrasos notables en la entrega de 909 casas, correspondientes al proyecto Sauces II. El consorcio Mocoa 2019 y la UNGRD señalaron que solo se entregarán 48 viviendas a final de año, a pesar de que hace tres meses se comprometieron con terminar 390. “Aunque el cronograma se modificó, el compromiso del gobierno se mantiene: entregar las 909 casas en julio de 2022”, dijo Jonathan Malagón, ministro de Vivienda. El contralor Mejía, a su turno, señaló que veía improbable cumplir con la meta de las 48 casas a final de año, ya que eso implicaría entregar aproximadamente una casa por día. “Aprecio que el ministro mantenga la meta del 2022, pero tendría que dar 100 viviendas mensuales; en Sauces I se entregaron 300 en 24 meses”, comentó.
De acuerdo con habitantes de Mocoa, el proyecto de vivienda Sauces I, entregado en 2018, presenta serias complicaciones. “Si las primeras casas eran priorizadas, debieron construirlas bien o hacerles mantenimiento, pero las entregaron sin terminar, prácticamente sin estucar”, afirmó a El Espectador una mujer que pidió no ser identificada. “También hay problemas con la electricidad, pues ha habido apagones y se han dañado electrodomésticos (…) las paredes botan una cantidad de polvo increíble”, añadió un hombre que la acompañaba.
El obispo de Mocoa, Luis Albeiro Maldonado, señaló que desde la Diócesis tuvieron que hacer un plan de mejoramiento de vivienda, invirtiendo entre 14 y 16 millones de pesos en 50 casas de Sauces I. “Algunas de las viviendas no estaban razonablemente para vivir: estaban en obra negra, les faltaban los pisos y ciertas partes no quedaron bien hechas”, dijo.
El ministro Malagón aseguró que los proyectos de acueducto ya van por un 99 por ciento y que la reparación de las bocatomas estará lista para el primer trimestre de 2022. También afirmó que es necesario diseñar un proyecto de bocatomas alternas, porque Mocoa tiene pérdidas técnicas de más del 70 por ciento —% de agua que no llega a las casas—. Por su parte, Mauricio Betancur, gerente de agua y saneamiento básico de Findeter, señaló que tienen previsto terminar, para noviembre 22, la optimización de la planta de tratamiento y la instalación de 6.500 micromedidores.
“Aquí solo hay agua cuando vienen a mostrar los avances de las obras; tengo esta caneca aquí porque nos toca reservar, pero eso sí, el recibo nunca falta (…) Hablan de agua potable, pero si uno toma un vaso de la llave, se enferma”, dijo la mujer de Sauces I. En la misma línea, el obispo Maldonado aseguró que en el municipio pueden durar hasta tres días sin agua. Con respecto a las obras de vías y alcantarillado, el informe de la UNGRD refleja un avance del 13,35 %. “Ya tenemos los $100 mil millones para comprar la PTAR e iniciar el Plan Maestro de Alcantarillado. Son cosas grandes las que pasan en Mocoa”, afirmó Jhon Jairo Imbachi, alcalde del municipio. La mujer de Sauces I dijo que los daños en las tuberías son constantes: “le están vendiendo al mundo que estamos bien, pero no se imagina cuántas personas han tenido que romper tubos para sacar residuos”.
En la comunidad también preocupan las secuelas psicológicas por cuenta de la tragedia de 2017. Laura Henao, funcionaria de atención psicosocial de la Cruz Roja, aseguró que el enfoque no solo debe centrarse en evitar una nueva tragedia, sino también en proyectos de salud mental comunitaria. “Cada vez que hay temporada de lluvias, hay reacciones de angustia, problemas de sueño, melancolía, depresión; sumado a que no hay una correcta elaboración del duelo. En algunos casos hay condición de doble afectación, pues también eran víctimas del conflicto armado”, afirmó.