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“Se suponía que iba a estar en la carpa cuatro meses nada más y ya mi casa estaría terminada o a punto. Pero en este momento estoy en cero. Pongo derechos de petición para ver qué van a hacer conmigo. No pienso esperar años en una carpa, esa parece ser la intención del gobierno porque no tenemos soluciones precisas ni a corto plazo”, asegura Areliz Fonseca, habitante de Providencia. Han pasado 205 días desde que el huracán Iota dejó casi en ruinas el archipiélago y causó graves destrozos en San Andrés, y Santa Catalina, y los avances en la reconstrucción son escasos. Hay preocupación en la población de las islas de cara a la temporada de huracanes de este año.
El huracán Iota, que alcanzó categoría cinco y azotó las islas del norte de Colombia el pasado 15 y 16 de noviembre, dejó daños en el 98% de la estructura del archipiélago de Providencia. Un día después, el presidente Iván Duque anunció que iniciaría un plan de 100 para reconstruir las tres islas por completo. Un plazo que se fue corriendo y que según las cuentas del gobierno empezaba en forma el 1° de enero de 2021. Aún así, este miércoles 9 de junio se cumplen 174 días desde ese anuncio y el balance no es nada alentador: hay dos casas nuevas construidas de 1.074 prometidas.
El panorama es aún más grave para los habitantes de la zona si se tiene en cuenta que desde el pasado 1° de junio las condiciones climáticas vienen empeorando debido al comienzo de la temporada de huracanes que, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), va a tener este año una actividad mayor a la de los años pasados. Según la Universidad Estatal de Colorado (CSU) la actividad ciclónica podría presentar 17 tormentas, ocho podrían pasar a ser huracanes. Además, cuatro tienen probabilidades altas de convertirse en ciclones de gran categoría.
Debido a las demoras en la reconstrucción de las casas la mayoría de las familias siguen viviendo en carpas y alimentándose a punta de enlatados. “Desde que empecé a vivir en la carpa pensé que tenía que trabajar. No había mucho espacio, pero en una esquina al lado de la cama puse la camilla para el spa”, cuenta Areliz Fonseca quien desde hace 12 años se dedica a hacer masajes.
La carpa se inundaba cada vez que llovía, estaba deteriorada. Le pusieron una nueva y se mudó con sus dos hijas, una gata y un perro. Logró que no se llevaran la vieja para montar ahí el spa. Ambos refugios están sobre lo que antes era un billar y lugar de comidas rápidas, y que quedó reducido a un par de baldosas en el piso. “En la carpa chuequita tengo el spa porque si llueve fuerte en la noche no hay problema. Uno ve el agua corriendo ahí debajo porque pasa de un lado a otro, porque se mete por el espacio entre el final de la carpa y el inicio del piso”, agrega. Por eso todos los días debe recoger lo que haya en el piso y anudar las cortinas para que no se mojen.
“Ya con más amplitud puedo poner varias camillas y atender a tres personas al mismo tiempo”, manifiesta Areliz. No solo ella ha logrado sobrevivir gracias al servicio que ofrece como masajista. Otras tres familias se benefician del spa pues ofrece posibilidad de trabajo a su hermana Darlin Fonseca, a su sobrina Melody Livingston, y a sus amigas del colegio Keisy Howard y Edilia Antonio. “Cada quién tiene sus aceites, pero los unificamos. La idea es que lo que cada una gane es de cada quien y que todas trabajemos. Si tengo más clientes de los que puedo atender, se los doy a la otra compañera y ellas hacen lo mismo conmigo”, añade.
La situación de Areliz se replica en el resto de la población del archipiélago: “No tenemos derecho a tener una cocina aquí adentro, a tener un baño y una nevera. A la mitad de la lluvia nos toca salir a hacer nuestras necesidades, a hacernos un tinto o a buscar un vaso de agua. Eso es inhumano, eso no es justo con nosotros”, sostiene Amparo Pontón, habitante y periodista de Providencia.
Según el representante a la Cámara por los archipiélagos, Jorge Méndez, hay más de 800 familias en Providencia que están viviendo en estas condiciones. “Quiero pedir que se oficie al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo para que de las explicaciones de por qué Fontur no ha empezado las labores en las posadas nativas en el municipio de Providencia y Santa Catalina, pedirle a Findeter las razones de por qué a hoy no se tiene el cronograma de entrega de viviendas nuevas para el pueblo providenciano”, dice Méndez.
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Prosperidad Social, entidad del gobierno encargada de la reconstrucción de las islas, aseguró que han distribuido agua en el archipiélago con siete Carrotanques: cinco de agua potable y dos de agua tratada. Además han hecho el almacenamiento en 47 tanques de 2.000 litros y cinco tanques de 5.000 litros. En mayo fue firmado un convenio de sectorización de red distribución acueducto y también se contrató una desalinizadora para garantizar el servicio de acueducto durante todo el año.
Sin embargo, para la población el agua sigue siendo escasa. En el negocio de Areliz deben lavar lo que usan para trabajar con eso cada día. “Con lo difícil que es conseguir agua en la isla ahora. Por cada persona que atendemos usamos 4 toallas y la bata. Todo se tiene que lavar al día siguiente, por más cansadas que estemos. Es un proceso bastante largo porque toca cargar agua, ir de un lado al otro. Nos demoramos entre una y dos horas”, narra Fonseca. Se levantan temprano, así garantizan que los implementos estén secos para las 8 de la mañana, hora en la que abren. Atienden hasta las 10 porque después de esa hora el calor no les permite brindar el servicio, pese a que tienen ventiladores. Arrancan de nuevo de 4 de la tarde hasta las 9 de la noche.
Los implementos que usa Areliz para trabajar los ha conseguido poco a poco. “He recogido muchas cosas recicladas del Iota, recuperé tres camillas de entre los escombros y las volví a hacer útiles. Estoy usando toallas que me han regalado, otras que recuperé luego de dos meses lavándolas. De cubrecamillas usamos sábanas regaladas y desechables. Fue bastante dispendioso porque todo ha tenido miles de lavadas para poderlo recuperar, han pasado seis meses y hay cosas a las que todavía le sale arenilla. Fue un proceso largo para recuperar todas esas cosas porque no había donde guardarlas para que no se mojaran, lo guardaba en bolsas hasta que tuvimos la carpa”, narró la masajista.
También consiguió con qué forrar el techo de la carpa y poner música para generar un ambiente diferente. Ilumina el lugar con las únicas luces de navidad que le quedaron y un aro de luz, las pone tras las cortinas para disimular su itinerancia. Al inicio sacaba la electricidad desde la casa de un vecino, ahora cuenta con un panel solar. “La verdad me siento orgullosa del resultado que hemos tenido. Cada día miro qué me invento para que sea más acogedor, pongo alguna decoración, cositas así. Todo ha sido así, viendo qué sirve y qué me invento. La gente entra y me dice que siente paz en el lugar”, contó Areliz.
El negocio de Areliz ha tenido una muy buena acogida dentro de la comunidad isleña. Los clientes son las personas que trabajan en la reconstrucción y considera que es importante brindarles este servicio porque están cansados y tienen algunas dolencias. Ante la falta de turistas, se incrementó la frecuencia con la que la visitan los habitantes de la isla, pues el servicio del spa es una de las pocas actividades diferentes a las que pueden acceder en Providencia.
Las casas son uno de los puntos más relevantes para la comunidad, respecto a la reconstrucción, sin embargo los avances son casi nulos. Según la comunidad isleña y la Contraloría, La Financiera de Desarrollo Territorial S.A. (Findeter), ha terminado dos viviendas de las 1.134 que fueron decretadas con pérdida total. En un informe entregado por Prosperidad Social, aseguran que son ocho las casas que fueron entregadas a la comunidad. Además, insisten en que han intervenido las cubiertas de 632 casas, de las 865 que tuvieron algún daño en su infraestructura. La Contraloría informó que se demolieron 129 terrenos para la construcción de 60 estructuras, 37 de las cuales ya tienen rediseño.
“No tenemos un baño decente donde poder hacer nuestras necesidades básicas. Esa es una situación que la gente está viviendo. Ellos no entienden eso, pero uno que la tiene que vivir la sufre. Nos preguntamos cuándo podremos volver a bañarnos en un baño normal o cuándo podré tener un baño decente para hacer mis necesidades”, le dijo Pastor Gordon, habitante de Providencia a El Espectador.
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Desde el Gobierno aseguran que se han iniciado labores para la construcción de más de 100 viviendas y 129 de estas están en proceso. Originalmente eran 1.134 casas nuevas y 877 por reconstruir. Estas cifras cambiaron debido a la demora en la construcción de las viviendas que quedaron en ruinas. “La gente al principio decía que le tumbaran y le hicieran casa nueva, pero ya en la desesperación han puesto techo o algo y dicen que no le tumben eso sino que la reconstruyen. Entonces 60 casas bajaron en las casas nuevas y subieron en las de reconstrucción. Esas cifras siempre han estado en un ascensor porque de esas 1.134 son 669 las que están estudiadas. No sabemos el resto qué va a pasar si van a ser nuevas o reconstruidas. Ni siquiera el diagnóstico está terminado”, dijo Pontón.
Otra de las inconformidades de la comunidad radica en los modelos de las casas, pues inicialmente propusieron cuatro de arquitectura isleña, pero finalmente no se implementaron. “Ellos hicieron otros cuatro modelos que no tienen nada que ver con los que propuso la comunidad. Son en metal, unas cosas enormes que no tienen nada que ver con la arquitectura de la isla. De los cuatro han construido uno solo, la tipología dos. Los otros no porque los materiales no han llegado y la gente no tiene derecho a escoger. Pero si quiere su casa tiene que ser modelo dos y lo que no queríamos era la homogeneización de casas y vamos a terminar así”, explicó Pontón.
El tamaño de los modelos también ha demorado el proceso de construcción. A Areliz Fonseca le notificaron en febrero que la casa estaba entre las 90 primeras que se iban a construir. Llenó formatos, recibió visitas y no le decían para cuándo, pasaron cuatro meses y no le habían demolido las ruinas que quedaban. “Hace como dos semanas me dijeron que no saben para cuando porque mi terreno no tiene el tamaño mínimo estipulado y no hay diseños para casas con terrenos pequeños. Todos acá nos imaginábamos que adaptaban el diseño al espacio, pero resulta que no. Si toca esperar otros diseños para espacios pequeños yo sé que no es ni en un mes ni en dos. Entonces estoy en cero nuevamente. Como muchísima gente que no sabe ni en qué orden, para cuándo, cómo”, aseguró Fonseca.
El hospital, por su parte, sigue siendo de campaña y no está equipado para recibir pacientes críticos en medio de una pandemia. Desde la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd) informaron que el pasado viernes 4 de junio empezó el proyecto de reconstrucción del centro de salud. Las obras tienen un valor de más de $7 mil millones, de los cuales $3.5 mil millones provienen de donaciones hechas por los gobiernos de China y Corea, así como del Banco Centroamericano de Integración Económica.
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La principal actividad económica del archipiélago es el turismo, por lo que se ha priorizado la reconstrucción de espacios que lo fomenten. El aeropuerto y el mirador están terminados. También avanza la construcción del puente entre Providencia y Santa Catalina. Desde Prosperidad Social informaron que hay 97 planes de inversión que fueron aprobados en los Comités de Compras. 70 de estos ya están en proceso y los otros 37 recibieron los activos productivos para poder reactivar sus negocios, la suma de estas cifras es de 107 y no de 97 como indica dicho informe. También hay un contrato suscrito con la Sociedad Colombiana de Ingenieros (SCI) para hacer la revisión de establecimientos turísticos que fueron afectados por Iota.