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Recordé a mi abuela materna -Toñita- que en su casa tenía una enredadera de maracuyá y cuando ya estaban maduras las lavaba muy bien y en una gran olla las ponía a cocinar. Ese refresco lo empacaban cuidadosamente en un termo que llevábamos en la lonchera para beber en esas horas de recreo, sobre las 10:30 a.m., en las que el calor azotaba nuestro pueblo –Ocaña, Norte de Santander– y, la verdad, sabía a gloria. Igual recuerdo que lo hacía con el Lulo. Treinta años después encuentro a Corelia, esta marca de bebidas que le apuesta al sabor natural.
Jennie Levitt es estadounidense, chef y emprendedora. El gran secreto de las sodas Corelia viene de la mano de ella, cofundadora de la empresa, quien pasó mucho tiempo perfeccionando su técnica en París, más exactamente en un proyecto de cenas clandestinas donde preparaba bebidas con gas a base de jugos frescos e infusiones.
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Atraída por Colombia, su cultura, sus sabores y el amor (su esposo es colombiano), Jennie decidió radicarse en el país y hacer pruebas de sus bebidas con las exóticas y diversas frutas colombianas. Es precisamente en este momento cuando conoce a London Davies, una canadiense-estadounidense, que se vino de Nueva York a vivir a Bogotá con su esposo también colombiano: “algo que a ambas nos asombró al llegar a este hermoso país fue ver tanta diversidad natural, los sabores, olores, colores son inigualables. Siempre que hablaba de qué hacer decía ‘tendrá que ver sin lugar a dudas con las frutas’. El maracuyá y el lulo son al paladar un deleite y su particular condición de saciar la sed sobrepasan cualquier expectativa”, dice Jannie. De esta manera nació Corelia, una apuesta al sabor de frutas gasificado que hace definitivamente evocar a los jugos de las abuelas que cocinaban las frutas y con procesos caseros nos deleitaban con refrescantes jugos.
Estas dos mujeres americanas logran desde el año 2016 conformar la empresa, totalmente inspirada por el realismo mágico y la alegría tropical de nuestra tierra. De allí nace el concepto de marca, la diosa de las frutas de la tierra colombiana: “cada una es una mezcla especial de frutas y hierbas colombianas: maracuyá con flor de jamaica, lulo con flor de saúco y mora con jengibre. No son gaseosas, no tiene nada de artificial. Los insumos se compran directamente a cultivos campesinos y son además de prácticas de siembras limpias, así que estás consumiendo un producto muy saludable”. Aunque los jugos sí contienen azúcar (15 gramos) el nivel es la mitad del usado en gaseosas, según la tabla nutricional que reposa en sus envases.
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Hasta ahí todo iba bien, pero la pandemia, aunque suene irónico, las hizo crear una nueva línea de productos: “en el mes de septiembre del año pasado aguas gasificadas con esencias naturales de fruta, ya estas sí totalmente libres de azúcar, sin edulcorantes y sin calorías. Tenemos con sabor a limón y estamos lanzando en este momento la de naranja”. Con una planta de tan solo cuatro personas se calcula que, por 25.000 botellas que se venden aproximadamente al mes en restaurantes y puntos de cadena como Carulla, más de 20 familias campesinas se benefician por la compra de sus frutas y aromáticas.
En la actualidad las bebidas Corelia se encuentran disponibles en diferentes supermercados y grandes superficies como Carulla y Gastronomy Market en Bogotá y MerkaOrganico en Medellin. También están disponibles en varios restaurantes como Leo, Black Bear, Cacio & Pepe, Oficial, Osaki y Sorella. Para lo que resta de este año buscan expandir las ventas a más puntos al resto del país con una visión de exportar el producto a futuro y hacer conocer la diversidad de los sabores colombianos en el resto del mundo.
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Sus precios varían según el punto de venta: “vendemos las sodas en nuestra página a $5.000 la unidad y las aguas a $2.800. El precio de las sodas en restaurantes y markets oscila entre los $5.600 y $8.000 y para las aguas entre $4.000 y $6.000.
“Colombia es nuestro país adoptivo y vemos su inmenso potencial. Con Corelia esperamos haber creado un producto de venta nacional y de exportación también, con un valor agregado y de alta calidad del cual el país se sienta orgulloso a nivel internacional. Queremos que el mundo vea lo mejor de Colombia — la abundancia, lo tropical de su tierra y la dedicación y calidez de su gente — de lo cual nosotras mismas nos enamoramos”, de esta forma Janne y London le dan gracias infinitas a esta tierra que a veces ni los mismos colombianos valoramos.