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Rodrigo es un hombre por naturaleza noble, mantiene en su rostro una sonrisa y va saludando a quien se le pasa por el camino. Ese camino que quizás fue árido y rocoso pero que jamás le hizo infeliz. “Inicié en Santuario, ayudando al negocio familiar, en la agricultura y en la venta de empanadas, tiempo después trabajé en una cafetería con el cargo de lavaplatos, en esa época aun estudiaba, tenía alrededor de 15 años”, dijo.
Desde niño tuvo claro que el trabajo dignifica y la única forma de salir adelante, es ganándose la vida honradamente, con disciplina y perseverancia. “Momentos adversos muchos, pero uno de los que más me marco fue, cuando trabajaba cargando mercados en un carro de balineras, dicho carro me lo hurtaron y al quedarme sin el carro me toco cargar los mercados en el hombro”, contó. Él es sin lugar a dudas inspiración en momentos de tanta crisis y congestión emocional y aunque la situación no le ha sido fácil para mantener su empresa a flote, se ha válido de estrategias y nuevos productos para poder amortiguar el golpe que vive la economía a nivel mundial.
Como muchos colombianos emigró a Bogotá tras su sueño de surgir y lograr un mejor futuro para su familia. “Llego a la capital a los 17 años, cuando unos amigos que ya Vivian y trabajaban en Bogotá me motivan a venir. Con ellos trabaje como vendedor ambulante de caseta en caseta ofreciendo mi mercancía. Cuando pise la ciudad ya tenía claro que acá sería donde lograría ser un gran empresario”, explicó Rodrigo.
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Y así, con un humor esplendido que lo caracteriza, este paisa de pura cepa comenzó su camino, sin derecho a remilgos, se armó de su gran aliada, la Fe. “Era muy especial, tenía una tabla con calcomanías y así las promocionaba y vendía ja, ja, ja. Con este negocio conocí a muchas personas que me dejaron múltiples aprendizajes, ganaba lo suficiente para sobrevivir, parece increíble pero no pasaba ninguna necesidad y era muy pero muy feliz…Yo venía ahorrando cada centavo y me fui haciendo mi buen plante. Ya para el 2002 dije estoy listo para el comercio mayorista y empecé a comerciar con ropa al por mayor en un local ubicado en San Victorino. Así fui conociendo no solo el sector sino el negocio, paso a paso y detalle a detalle”, narró.
Hoy por hoy, Rodrigo es el propietario de su propia fabrica de confección y una empresa de textiles dedicada a la producción de moda femenina, donde su mayor fortaleza es la creación de blusas. Tiene cinco locales en el centro comercial El Gran San, ubicado en el corazón de Bogotá, en San Victorino. Arcy moda, en honor a su casta campesina y a sus raíces. “Después de muchos años de esfuerzo dije llegó la hora de vender lo mío y fue en ese momento, donde decido que a ese negocio le voy a dedicar mi vida”.
“Hoy en día, la empresa cuenta con un punto de fabrica ubicado en la ciudad de Medellín, y cuatro puntos de venta en la ciudad de Bogotá, contamos con un equipo de 25 colaboradores, 13 en Medellín y 12 en Bogotá. Por otra parte, está el equipo de confección que son solo madres cabeza de familia, ellas trabajan desde sus casas y las proveemos de todo lo necesario para que nos proporcionen un producto de muy alto nivel. Somos una empresa que tiene un propósito claro, apoyar a personas llenas de sueños que como yo tengan la meta de ser personas exitosas. En total tenemos 120 empleados, pues contamos con vendedores en todo el país y colaboradores indirectos que dependen de su labor para ARCY MODA”, finalizó Rodrigo Arcila, nacido para ganar.