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La niebla y la magia que envolvían el Salto del Tequendama, una de las caídas de agua emblemáticas de nuestro país, que se había convertido en un famoso atractivo turístico lleno de historias y leyendas sobre la cultura muisca, tristemente es hoy un paraje desolador. El agua ya no cae por ese abismo rocoso de más de 150 metros de altura y al final de lo que antes era una maravillosa cascada, lo único que queda es un pequeño pozo oscuro repleto de basura que hiede.
Los habitantes de esta zona del departamento de Cundinamarca se quejan por la cantidad de infecciones que han surgido debido al estancamiento de las aguas y muchos temen que si esta situación se prolonga, también pueda llegar el dengue. Desesperada al ver morir este patrimonio, la comunidad de Soacha, municipio al que pertenece el Salto del Tequendama, instauró una acción constitucional para que se ejecute un plan de tratamiento de aguas residuales y se instalen conectores que eviten que las aguas negras se sigan mezclando con las del río Bogotá, encargadas de alimentar esta cascada.
Según el personero de Soacha, Fernando Escobar, “en la medida en que no se aplique el plan de tratamiento de aguas residuales, el Salto del Tequendama no podrá volver a tener vida”. Para Escobar los problemas comenzaron cuando, en los años 30, se desvió el cauce del río Bogotá para crear la laguna del Muña. A esto se suman los trabajos de la electrificadora Emgesa, la cual recoge el agua que formaba la cascada natural para alimentar seis plantas de energía y la fuerte sequía que azota a la región por cuenta del fenómeno de ‘El Niño’.
Una funcionaria del Ideam, consultada por El Espectador, quien pidió no revelar su nombre, asegura que los niveles de todos los ríos del país han bajado mucho, incluido el de Bogotá, pero que en el caso del Salto del Tequendama el problema está relacionado con los embalses, a los cuales están alimentando a costa de la subsistencia de esta caída natural. El Espectador intentó comunicarse con el director de Energía del Ministerio de Minas, pero no obtuvo respuesta.
Lo cierto es que la tristeza y el desconcierto de los turistas, que viajan a visitar lo que antes era una hermosa caída de agua, son cada vez mayores, al igual que las de los habitantes de la zona, quienes ya no resisten los olores que salen de aquel abismo, que antes era motivo de orgullo.