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                                                                                                                                  Tania Garibello, la única trans en Ortega (Tolima)

                                                                                                                                  Tiene 47 años, nació en Rioblanco, Tolima, y sobrevivió a dos desplazamientos forzados; la peluquería es su oficio y Darío Vélez fue su gran amor.

                                                                                                                                  Pilar Cuartas Rodríguez

                                                                                                                                  Coordinadora de género y diversidad
                                                                                                                                  Tania Garibello es una de las 3.452 víctimas LGBT del conflicto armado en Colombia.
                                                                                                                                  Foto: Brenda Ramírez
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Pero se vio obligada a regresar a Rioblanco por una cirugía a la que fue sometida su mamá, pese a que nunca quiso volver. Mientras cuidaba de ella, Tania montó una peluquería en el pueblo y repartió su tiempo entre la recuperación de su madre y su negocio. Una noche, en el trayecto del trabajo a su hogar, conoció a Darío Vélez. Él vigilaba los carros del parqueadero de Cootransurb, cooperativa de transporte, y de paso también vigilaba a Tania verificando que llegara bien hasta la puerta de su casa. De voz grave y estatura baja, se acomodaba en un butaco para verla pasar. Así pasaron las noches hasta que él se presentó en la peluquería de Tania y esperó tres turnos para un corte de cabello. ‌(Vivir con VIH ‌|‌ ‌La‌ ‌Disidencia‌ ‌) ‌

                                                                                                                                  Se hicieron novios, pero el papá de Tania, que nunca la amó como ella quiso, descubrió a Darío saliendo por la ventana del cuarto de su hija y lo atacó con una ráfaga de machetazos. Y entonces se fueron a vivir juntos. Cada detalle de esa relación que duró quince años está intacto en la memoria de Tania. Los diálogos con Darío, las fechas, las calles y los platos sobre la mesa de las escenas importantes. También están frescos los recuerdos del 21 de septiembre de 2002, cuando un sujeto entró a su peluquería en Chaparral, preguntó por “Garibello” y avisó en tono justiciero que Darío estaba muerto, tirado en el sector de la Balastrera y que ella misma debía recoger el cadáver en donde ni la fuerza pública se atrevía a ingresar. (Indígenas LGBTI: ni demonios ni antinaturales | La Disidencia)

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Estando lejos de casa murieron sus padres. Y cuando Tania quiso volver por una vivienda heredada de sus padres en Rioblanco, los tiempos de posesión de un tercero le arrebataron esa posibilidad. Así que Patricia, otra amiga de las que se convirtieron en su familia, la invitó a Ortega y allí vive hace dos años siendo la única mujer trans. Trabaja sola en su peluquería Garibellos. La tasa de café nunca falta, se levanta a las 6:00 a.m. y abre el local de 8:30 a.m. a 7:00 p.m. todos los días, en especial los domingos, día de mercado. A veces la clientela, en especial los hombres, se acerca temerosa a la puerta y vacila en entrar. Entonces Tania les dice: “Tranquilo. A esta hora no como hombre, sino después de las 11 p.m.”, y suelta otra carcajada. Ayer hizo un tinte, diez cortes y un planchado. Es especialista en hacer los cortes de la mesa y los desvanecidos con cuchilla a los hombres y los degrafilados y hongos a las mujeres.

                                                                                                                                  Tania Garibello prefiere más bien la soledad, pues no ha vuelto a encontrar un amor como el de Darío. Prefiere los amores largos en vez de los cortos. Detesta los “pollos” y prefiere los “hombres serios”. Y sale poco a la calle, pero cuando lo hace camina bien erguida, con la cabeza en alto. Con un movimiento exagerado. Lo hace adrede para apaciguar en su cabeza el cuchicheo de quienes la ven, se codean y rumoran “qué asco”, “qué miedo”. “Yo me voy a morir derechita, porque joroba no me va a salir. En cinco años me pienso poner una tabla o mandarme a enyesar (risas). Pero no voy a bajar la cabeza. Somos seres humanos, no hay nada anormal en nosotras, no tengo de qué avergonzarme y la gente debe aprenderlo”, afirma.

                                                                                                                                  Tania Garibello es una de las 3.452 víctimas LGBT y una de las más de ocho millones de víctimas de desplazamiento forzado en el marco del conflicto armado colombiano. Sueña con tener su propia casa en Chaparral (Tolima), una prefabricada, que sale más barata. “Un sitio para guardar a mi Darío”, agrega Tania, quien conserva las cenizas de su pareja en un cofre con la estampa del Divino Niño, del que él era devoto. Un amor de esos duraderos, uno que le arrebataron la ilegalidad y el prejuicio.

                                                                                                                                  Tania Garibello es una de las 3.452 víctimas LGBT del conflicto armado en Colombia.
                                                                                                                                  Foto: Brenda Ramírez
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Pero se vio obligada a regresar a Rioblanco por una cirugía a la que fue sometida su mamá, pese a que nunca quiso volver. Mientras cuidaba de ella, Tania montó una peluquería en el pueblo y repartió su tiempo entre la recuperación de su madre y su negocio. Una noche, en el trayecto del trabajo a su hogar, conoció a Darío Vélez. Él vigilaba los carros del parqueadero de Cootransurb, cooperativa de transporte, y de paso también vigilaba a Tania verificando que llegara bien hasta la puerta de su casa. De voz grave y estatura baja, se acomodaba en un butaco para verla pasar. Así pasaron las noches hasta que él se presentó en la peluquería de Tania y esperó tres turnos para un corte de cabello. ‌(Vivir con VIH ‌|‌ ‌La‌ ‌Disidencia‌ ‌) ‌

                                                                                                                                  Se hicieron novios, pero el papá de Tania, que nunca la amó como ella quiso, descubrió a Darío saliendo por la ventana del cuarto de su hija y lo atacó con una ráfaga de machetazos. Y entonces se fueron a vivir juntos. Cada detalle de esa relación que duró quince años está intacto en la memoria de Tania. Los diálogos con Darío, las fechas, las calles y los platos sobre la mesa de las escenas importantes. También están frescos los recuerdos del 21 de septiembre de 2002, cuando un sujeto entró a su peluquería en Chaparral, preguntó por “Garibello” y avisó en tono justiciero que Darío estaba muerto, tirado en el sector de la Balastrera y que ella misma debía recoger el cadáver en donde ni la fuerza pública se atrevía a ingresar. (Indígenas LGBTI: ni demonios ni antinaturales | La Disidencia)

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Estando lejos de casa murieron sus padres. Y cuando Tania quiso volver por una vivienda heredada de sus padres en Rioblanco, los tiempos de posesión de un tercero le arrebataron esa posibilidad. Así que Patricia, otra amiga de las que se convirtieron en su familia, la invitó a Ortega y allí vive hace dos años siendo la única mujer trans. Trabaja sola en su peluquería Garibellos. La tasa de café nunca falta, se levanta a las 6:00 a.m. y abre el local de 8:30 a.m. a 7:00 p.m. todos los días, en especial los domingos, día de mercado. A veces la clientela, en especial los hombres, se acerca temerosa a la puerta y vacila en entrar. Entonces Tania les dice: “Tranquilo. A esta hora no como hombre, sino después de las 11 p.m.”, y suelta otra carcajada. Ayer hizo un tinte, diez cortes y un planchado. Es especialista en hacer los cortes de la mesa y los desvanecidos con cuchilla a los hombres y los degrafilados y hongos a las mujeres.

                                                                                                                                  Tania Garibello prefiere más bien la soledad, pues no ha vuelto a encontrar un amor como el de Darío. Prefiere los amores largos en vez de los cortos. Detesta los “pollos” y prefiere los “hombres serios”. Y sale poco a la calle, pero cuando lo hace camina bien erguida, con la cabeza en alto. Con un movimiento exagerado. Lo hace adrede para apaciguar en su cabeza el cuchicheo de quienes la ven, se codean y rumoran “qué asco”, “qué miedo”. “Yo me voy a morir derechita, porque joroba no me va a salir. En cinco años me pienso poner una tabla o mandarme a enyesar (risas). Pero no voy a bajar la cabeza. Somos seres humanos, no hay nada anormal en nosotras, no tengo de qué avergonzarme y la gente debe aprenderlo”, afirma.

                                                                                                                                  Tania Garibello es una de las 3.452 víctimas LGBT y una de las más de ocho millones de víctimas de desplazamiento forzado en el marco del conflicto armado colombiano. Sueña con tener su propia casa en Chaparral (Tolima), una prefabricada, que sale más barata. “Un sitio para guardar a mi Darío”, agrega Tania, quien conserva las cenizas de su pareja en un cofre con la estampa del Divino Niño, del que él era devoto. Un amor de esos duraderos, uno que le arrebataron la ilegalidad y el prejuicio.

                                                                                                                                  Por Pilar Cuartas Rodríguez

                                                                                                                                  Periodista y abogada. Coordina la primera sección de “género y diversidad” de El Espectador, que produce Las Igualadas y La Disidencia. También ha sido redactora de Investigación. @pilar4aspcuartas@elespectador.com
                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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