“Ni en 100 ni en 365 días reconstruyeron Providencia”
Desde el Comité Permanente por la Dignidad de Providencia cuestionan que mientras el hospital de la isla sigue en veremos, se haya priorizado la destinación de recursos para el aeropuerto.
Arelys Tatiana Fonseca Pedroza*
Recuerdo como si fuera ayer la afirmación del presidente Duque cuando ocurrió la tragedia: “Providencia y Santa Catalina islas quedarán reconstruidas totalmente en cien días”. Lo más descabellado e ilógico, pensé yo tras ver la magnitud de la destrucción dejada por más de doce horas que duró el huracán Iota sobre este pequeño municipio insular.
Sin comprender por qué se dijo eso, solo podíamos hacer una cosa: seguir adelante tratando de acomodarnos a una nueva realidad. Una realidad en la que llevamos ya un año y todavía la mitad de los pobladores seguimos viviendo en malas condiciones, en carpas o cambuches, a merced de lo que el inclemente clima quiera hacer con nosotros.
Ha pasado un año y aún siguen muchas pregunta sin contestar: ¿cómo se vienen determinando prioridades en la reconstrucción desde un Gobierno centralizado? ¿Cómo es posible que a 365 días del paso del huracán Iota no haya un solo albergue de verdad? Y digo de verdad porque aun después de que los habitantes del municipio pasaran esa terrible noche, se sigue improvisando, pareciera que simplemente con el objetivo de mostrar un resultado. Hacen “arreglos” en lugares que no tienen la capacidad ni la gente tiene la confianza en regresar a ellos, porque no se sabe si en realidad se han arreglado con especificaciones de seguridad suficientes para soportar eventos similares u otros huracanes.
Lea también: Así va la reconstrucción se San Andrés, Providencia y Santa Catalina y más noticias de Colombia, aquí.
¿Cómo es posible que aún estemos sin el hospital reconstruido y bien dotado? ¿Cómo es posible que haya sido más importante invertir tanto en un aeropuerto, que hoy aún está en veremos? La empresa encargada (MECO) se esfumó y todo igual quedó a medias, no se sabe nada del tema.
Los niños van a aulas transitorias, que se convirtieron en un aliciente para los estudiantes después de varios meses de clases virtuales y luego en unas carpas calurosas.
Es innegable la alegría que se siente cada vez que alguna persona entra en su nueva vivienda. Tan innegable es también el anhelo de un día cercano estar en la propia, volver a sentir la seguridad de un techo y unas paredes, sentir la seguridad de poder cerrar una puerta. Uno se siente muy vulnerable en una carpa donde si te duermes o si sales de ella no estás seguro, porque solo tiene una cremallera.
Lea: “Nadie podía pensar que íbamos a terminar la reconstrucción de una isla en 100 días”.
Nunca olvido la primera noche que dormí en ella en medio de una noche lluviosa, tormentas eléctricas, calles oscuras porque no había energía, sin techo sobre las ruinas de mi casa y una que otra pared que, en lugar de protegernos, amenazaba con caernos encima. Dormir a las siete u ocho de la noche y despertar desde las tres o cuatro de la mañana, con un sueño interrumpido a cada momento porque la fuerza de las lluvias y el viento asustaban. Era casi lo mismo estar dentro que fuera de la carpa porque prácticamente te mojabas igual.
Así transcurrieron los tres primeros meses, bajo una mínima carpa que no aguantaba ni una semana y entre plásticos que medio trataban de cubrir una parte o todo el remedo de casa de los que tuvimos la fortuna de quedar con alguna estructura en pie.
Pues ha pasado un año y aún seguimos en la espera. Siguen las quejas sobre por qué hacen unas casas que no tienen ningún tipo de prioridad. Como, por ejemplo, casas donde no habitaba nadie desde hacía un año o que estaban en abandono o que son de personas que no están viviendo hace años en la isla, mientras otros con más necesidades deben esperar.
Puede leer: Reconstrucción en San Andrés: también hay alertas por demoras en viviendas.
Han sido 365 días en los que nuestra resistencia ha sido la ganadora, son 365 días en los que la mayoría no perdió su dignidad dejando que pasaran por alto muchas situaciones de la reconstrucción.
¡Han pasado 365 días y mi dignidad, aunque han tratado de pisotearla, sigue intacta!
*Líder del comité permanente por la Dignidad de Providencia.
Recuerdo como si fuera ayer la afirmación del presidente Duque cuando ocurrió la tragedia: “Providencia y Santa Catalina islas quedarán reconstruidas totalmente en cien días”. Lo más descabellado e ilógico, pensé yo tras ver la magnitud de la destrucción dejada por más de doce horas que duró el huracán Iota sobre este pequeño municipio insular.
Sin comprender por qué se dijo eso, solo podíamos hacer una cosa: seguir adelante tratando de acomodarnos a una nueva realidad. Una realidad en la que llevamos ya un año y todavía la mitad de los pobladores seguimos viviendo en malas condiciones, en carpas o cambuches, a merced de lo que el inclemente clima quiera hacer con nosotros.
Ha pasado un año y aún siguen muchas pregunta sin contestar: ¿cómo se vienen determinando prioridades en la reconstrucción desde un Gobierno centralizado? ¿Cómo es posible que a 365 días del paso del huracán Iota no haya un solo albergue de verdad? Y digo de verdad porque aun después de que los habitantes del municipio pasaran esa terrible noche, se sigue improvisando, pareciera que simplemente con el objetivo de mostrar un resultado. Hacen “arreglos” en lugares que no tienen la capacidad ni la gente tiene la confianza en regresar a ellos, porque no se sabe si en realidad se han arreglado con especificaciones de seguridad suficientes para soportar eventos similares u otros huracanes.
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¿Cómo es posible que aún estemos sin el hospital reconstruido y bien dotado? ¿Cómo es posible que haya sido más importante invertir tanto en un aeropuerto, que hoy aún está en veremos? La empresa encargada (MECO) se esfumó y todo igual quedó a medias, no se sabe nada del tema.
Los niños van a aulas transitorias, que se convirtieron en un aliciente para los estudiantes después de varios meses de clases virtuales y luego en unas carpas calurosas.
Es innegable la alegría que se siente cada vez que alguna persona entra en su nueva vivienda. Tan innegable es también el anhelo de un día cercano estar en la propia, volver a sentir la seguridad de un techo y unas paredes, sentir la seguridad de poder cerrar una puerta. Uno se siente muy vulnerable en una carpa donde si te duermes o si sales de ella no estás seguro, porque solo tiene una cremallera.
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Nunca olvido la primera noche que dormí en ella en medio de una noche lluviosa, tormentas eléctricas, calles oscuras porque no había energía, sin techo sobre las ruinas de mi casa y una que otra pared que, en lugar de protegernos, amenazaba con caernos encima. Dormir a las siete u ocho de la noche y despertar desde las tres o cuatro de la mañana, con un sueño interrumpido a cada momento porque la fuerza de las lluvias y el viento asustaban. Era casi lo mismo estar dentro que fuera de la carpa porque prácticamente te mojabas igual.
Así transcurrieron los tres primeros meses, bajo una mínima carpa que no aguantaba ni una semana y entre plásticos que medio trataban de cubrir una parte o todo el remedo de casa de los que tuvimos la fortuna de quedar con alguna estructura en pie.
Pues ha pasado un año y aún seguimos en la espera. Siguen las quejas sobre por qué hacen unas casas que no tienen ningún tipo de prioridad. Como, por ejemplo, casas donde no habitaba nadie desde hacía un año o que estaban en abandono o que son de personas que no están viviendo hace años en la isla, mientras otros con más necesidades deben esperar.
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Han sido 365 días en los que nuestra resistencia ha sido la ganadora, son 365 días en los que la mayoría no perdió su dignidad dejando que pasaran por alto muchas situaciones de la reconstrucción.
¡Han pasado 365 días y mi dignidad, aunque han tratado de pisotearla, sigue intacta!
*Líder del comité permanente por la Dignidad de Providencia.