Una biblioteca arhuaca para la preservación de la memoria
En Colombia hay 65 lenguas indígenas que son poco conocidas. Uno de los objetivos de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta es ayudar a visibilizar estas culturas y transmitir el conocimiento de la palabra hablada y escrita de los indígenas.
“Colombia es un país analfabeta del indígena. Los colombianos no se conocen a sí mismos. No conocen su territorio, sus culturas. Hay que crear espacios para que nos conozcan y nosotros estamos en disposición para hacerlo. Colombia tiene 65 lenguas indígenas y ahí hay una opción de formación en 65 mundos diferentes”, asegura Hugo Jamioy, un indígena del Putumayo que estuvo a cargo de la construcción de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta.
En medio de las montañas y los ríos que conforman la Sierra está la comunidad arhuaca, una de las cuatro poblaciones indígenas que habitan esta zona montañosa de Colombia junto con los wiwas, koguis y kankuamos. La parte baja del norte de la cordillera de los Andes colinda con el mar Caribe, mientras en la parte más alta se alcanzan los 5.000 msnm, convirtiéndola en un espacio diverso. El conocimiento de esta comunidad está representado en los mayores o mamos, quienes transmiten sus saberes mediante la palabra hablada y escrita. Conservar esta cultura y su sabiduría es el objetivo principal de esta biblioteca.
También puede leer: Reportan tercer desplazamiento de 2021 en Magüí Payán, Nariño
Hugo Jamioy, escritor indígena, fue el impulsor de la iniciativa para que el pueblo arhuaco de Simunurwa, ubicado en el Cesar, tuviera su propia biblioteca para guardar, enseñar y compartir el conocimiento de los mamos. Jamioy pertenece al pueblo originario kamsá, que está ubicado en el valle de Sibundoy, en el Putumayo. Aunque cursó unos semestres de Derecho en la Universidad Nacional, se retiró para acompañar el proceso de la Constitución de 1991 y ahí tuvo contacto con muchos pueblos indígenas. Fue cuando conoció a su esposa, perteneciente a la comunidad arhuaca. Dedicado a la escritura, pudo intercambiar conocimientos y sabidurías con otros indígenas de Colombia y Suramérica. Gracias a esto, logró crear una biblioteca personal que fue el primer paso para la Casa de la Memoria.
“Las primeras conversaciones con Hugo Jamioy fueron precisamente en el marco de un Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas en 2017. Él estaba invitado y nosotros lo estábamos coordinando. Ahí surgió el tema de la memoria y de lo que significan las bibliotecas para la conservación de las culturas y comunidades. A partir de esos acuerdos, tuvimos una conversación muy bella en donde nos sinceramos sobre lo que consideramos que era esencial para los pueblos y culturas originarias de nuestro país”, recuerda Consuelo Gaitán, exdirectora de la Biblioteca Nacional.
A partir de esa reunión empezó un proceso de acoplamiento de la propuesta para poder construir la biblioteca. El proyecto fue diseñado por la comunidad arhuaca del Cesar y presentado frente a funcionarios de la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Cultura. Finalmente, la cartera aportó $1.200’000.000 para la construcción de la Casa de la Memoria, mientras que el pueblo de la Sierra Nevada puso $120’000.000. Sin embargo, desde 2017 hasta julio de 2018, cuando empezó el levantamiento de la infraestructura, se presentaron varios problemas logísticos.
“Los ministerios tienen unos parámetros institucionales que se convirtieron en un obstáculo. Las bibliotecas públicas del país que son financiadas con recursos del Estado exigen que la arquitectura de la biblioteca obedezca a un diseño y a unos materiales que ellos proponen. Yo planteaba que si esto era un espacio de conocimiento, la misma arquitectura debería transmitir esa sabiduría”, dijo Jamioy. Después de siete meses de reuniones y opiniones contrarias, el Ministerio aceptó que la construcción la hicieran los arquitectos tradicionales del pueblo arhuaco, quienes basan su saber en la tradición y el conocimiento de los recursos naturales de la Sierra Nevada.
Para Moisés Medrano, exdirector de Poblaciones del Ministerio de Cultura, que la cartera haya aceptado esto se debe a un proceso de adecuación institucional que permitió que contrataran directamente con los pueblos indígenas y que no hubiera intermediarios.
Le puede interesar: ¿Caso de discriminación a una indígena en Chía?
La construcción de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada empezó en julio de 2018 y finalizó en marzo de 2019. Sin embargo, la entrega oficial por parte del Ministerio de Cultura se hizo en abril de 2021, debido a la pandemia y otras complicaciones. Aunque los indígenas han desarrollado una serie de talleres para empezar a transmitir su sabiduría, señalan que la falta de apoyo económico por parte de la Alcaldía y la Gobernación no ha permitido que haya un avance significativo. Junto con la Universidad Nacional, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad de Bristol, en Inglaterra, han logrado hacer algunos talleres de intercambio de conocimiento, pero la situación de la pandemia no ha permitido que se sigan desarrollando.
“Tenemos alrededor de 4.000 títulos de la colección de dotación que entrega la Biblioteca Nacional, pero no contamos realmente con esa riqueza de conocimiento que hay aquí, pues tenemos pocos libros en nuestro idioma. No contamos con un recurso que de verdad pueda desarrollar el ideal planteado y mostrarles a todos lo que podemos generar a partir de nuestro conocimiento. Este es un sueño que de a poquito vamos tratando de sacarlo adelante con todas las dificultades que tenemos, pero sí tenemos la claridad de lo que somos capaces y esa palabra es la que debería hablarnos porque tiene gran cantidad de manifestaciones”, finalizó Jamioy.
“Colombia es un país analfabeta del indígena. Los colombianos no se conocen a sí mismos. No conocen su territorio, sus culturas. Hay que crear espacios para que nos conozcan y nosotros estamos en disposición para hacerlo. Colombia tiene 65 lenguas indígenas y ahí hay una opción de formación en 65 mundos diferentes”, asegura Hugo Jamioy, un indígena del Putumayo que estuvo a cargo de la construcción de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta.
En medio de las montañas y los ríos que conforman la Sierra está la comunidad arhuaca, una de las cuatro poblaciones indígenas que habitan esta zona montañosa de Colombia junto con los wiwas, koguis y kankuamos. La parte baja del norte de la cordillera de los Andes colinda con el mar Caribe, mientras en la parte más alta se alcanzan los 5.000 msnm, convirtiéndola en un espacio diverso. El conocimiento de esta comunidad está representado en los mayores o mamos, quienes transmiten sus saberes mediante la palabra hablada y escrita. Conservar esta cultura y su sabiduría es el objetivo principal de esta biblioteca.
También puede leer: Reportan tercer desplazamiento de 2021 en Magüí Payán, Nariño
Hugo Jamioy, escritor indígena, fue el impulsor de la iniciativa para que el pueblo arhuaco de Simunurwa, ubicado en el Cesar, tuviera su propia biblioteca para guardar, enseñar y compartir el conocimiento de los mamos. Jamioy pertenece al pueblo originario kamsá, que está ubicado en el valle de Sibundoy, en el Putumayo. Aunque cursó unos semestres de Derecho en la Universidad Nacional, se retiró para acompañar el proceso de la Constitución de 1991 y ahí tuvo contacto con muchos pueblos indígenas. Fue cuando conoció a su esposa, perteneciente a la comunidad arhuaca. Dedicado a la escritura, pudo intercambiar conocimientos y sabidurías con otros indígenas de Colombia y Suramérica. Gracias a esto, logró crear una biblioteca personal que fue el primer paso para la Casa de la Memoria.
“Las primeras conversaciones con Hugo Jamioy fueron precisamente en el marco de un Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas en 2017. Él estaba invitado y nosotros lo estábamos coordinando. Ahí surgió el tema de la memoria y de lo que significan las bibliotecas para la conservación de las culturas y comunidades. A partir de esos acuerdos, tuvimos una conversación muy bella en donde nos sinceramos sobre lo que consideramos que era esencial para los pueblos y culturas originarias de nuestro país”, recuerda Consuelo Gaitán, exdirectora de la Biblioteca Nacional.
A partir de esa reunión empezó un proceso de acoplamiento de la propuesta para poder construir la biblioteca. El proyecto fue diseñado por la comunidad arhuaca del Cesar y presentado frente a funcionarios de la Biblioteca Nacional y el Ministerio de Cultura. Finalmente, la cartera aportó $1.200’000.000 para la construcción de la Casa de la Memoria, mientras que el pueblo de la Sierra Nevada puso $120’000.000. Sin embargo, desde 2017 hasta julio de 2018, cuando empezó el levantamiento de la infraestructura, se presentaron varios problemas logísticos.
“Los ministerios tienen unos parámetros institucionales que se convirtieron en un obstáculo. Las bibliotecas públicas del país que son financiadas con recursos del Estado exigen que la arquitectura de la biblioteca obedezca a un diseño y a unos materiales que ellos proponen. Yo planteaba que si esto era un espacio de conocimiento, la misma arquitectura debería transmitir esa sabiduría”, dijo Jamioy. Después de siete meses de reuniones y opiniones contrarias, el Ministerio aceptó que la construcción la hicieran los arquitectos tradicionales del pueblo arhuaco, quienes basan su saber en la tradición y el conocimiento de los recursos naturales de la Sierra Nevada.
Para Moisés Medrano, exdirector de Poblaciones del Ministerio de Cultura, que la cartera haya aceptado esto se debe a un proceso de adecuación institucional que permitió que contrataran directamente con los pueblos indígenas y que no hubiera intermediarios.
Le puede interesar: ¿Caso de discriminación a una indígena en Chía?
La construcción de la Casa de la Memoria Indígena de la Sierra Nevada empezó en julio de 2018 y finalizó en marzo de 2019. Sin embargo, la entrega oficial por parte del Ministerio de Cultura se hizo en abril de 2021, debido a la pandemia y otras complicaciones. Aunque los indígenas han desarrollado una serie de talleres para empezar a transmitir su sabiduría, señalan que la falta de apoyo económico por parte de la Alcaldía y la Gobernación no ha permitido que haya un avance significativo. Junto con la Universidad Nacional, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad de Bristol, en Inglaterra, han logrado hacer algunos talleres de intercambio de conocimiento, pero la situación de la pandemia no ha permitido que se sigan desarrollando.
“Tenemos alrededor de 4.000 títulos de la colección de dotación que entrega la Biblioteca Nacional, pero no contamos realmente con esa riqueza de conocimiento que hay aquí, pues tenemos pocos libros en nuestro idioma. No contamos con un recurso que de verdad pueda desarrollar el ideal planteado y mostrarles a todos lo que podemos generar a partir de nuestro conocimiento. Este es un sueño que de a poquito vamos tratando de sacarlo adelante con todas las dificultades que tenemos, pero sí tenemos la claridad de lo que somos capaces y esa palabra es la que debería hablarnos porque tiene gran cantidad de manifestaciones”, finalizó Jamioy.