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Acababa de pasar el atentado al senador Feliciano Valencia y, al día siguiente, nos preparamos a entrar a la misma zona de conflicto: las montañas del Cauca. Un territorio en el que ejercen control varios grupos armados ilegales, uno de los más fuertes constituido por los hombres y mujeres que eran parte de los frentes 1 y 7 de las Farc. Las disidencias de Gentil Duarte e Iván Mordisco que, según el Ministerio de Defensa, se hacen llamar Comando Coordinador de Occidente, “la verdadera resistencia” de las Farc, calificativo en el que hicieron énfasis durante toda la entrevista para dejar claro su rechazo al Acuerdo logrado en La Habana. (La radiografía de las disidencias, según el expediente de la JEP revelado por El Espectador).
Para llegar a ellos hay que dar muchas vueltas, pasar por muchas veredas y hacer muchas estaciones, transitando por una ruta en la que se ven más grafitis de las Farc en las paredes que soldados del Ejército en las vías. En un punto hay que internarse en las montañas. Conmigo viaja Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación. Llevamos meses tras esta entrevista y lo más cerca que estuvimos fue el pasado 9 de octubre, día en el que nos hallábamos en las montañas del Valle cuando se cometió la masacre de Jamundí. Y, como estábamos cerca de la vereda, ese día supimos qué era el miedo en las regiones y cómo es la nueva guerra del suroccidente colombiano.
El grupo que nos recibe es mixto. Hay más de 15 personas y todos visten camuflados, pero los petos que llevan en los brazos tienen diversos nombres. Algunos dicen “Columna Móvil Dagoberto Ramos”, en otros se lee “Columna Jaime Martínez”, los mismos nombres que aparecen pintados en las paredes de algunos pueblos del norte del Cauca. El mando que nos va a atender prefiere no dar su nombre, dice que es suficiente con anunciar que es “comandante del Comando Coordinador de Occidente de las Farc-Ep”. La entrevista la da con el rostro descubierto, frente a una cámara, y agrega: “Los que tienen que saber mi nombre, pues ya lo saben, mejor dejémoslo así”.
Es alias Jonnier, un hombre de baja estatura, cuerpo grueso, moreno, pausado. Su rostro y su forma de hablar dejan ver los años que lleva en la guerra, más de 30. Recién firmado el Acuerdo de Paz, centros de pensamiento como la FIP y Paz y Reconciliación, así como fuentes oficiales como Fiscalía, Ejército y el Ministerio de Defensa asignaron a “las disidencias” una cifra de entre 1.100 y 1.450 personas, pero ya crecieron. El comandante se niega a decir cuántos son, “es un secreto militar”, y añade que aumentaron un 50 o 60 %. Hoy tiene ocho estructuras armadas: columnas Dagoberto Ramos, Jaime Martínez, Franco Benavides y Urías Rondón; frentes Rafael Aguilera, Carlos Patiño e Ismael Ruiz, y la compañía Adán Izquierdo.
Las ocho estructuras operan en el suroccidente colombiano, pero, según el comandante, también tienen comunicación con las estructuras del mismo origen en el Catatumbo y otras que operan en diferentes departamentos. Buscan “volver a ser las mismas Farc de antes. Y ahí vamos creciendo”. Al buscar esto como objetivo, es posible imaginarse que intenten contactar a los antiguos comandantes que, aunque firmaron el Acuerdo, se hicieron disidentes y se rearmaron: Iván Márquez, Jesús Santrich, el Paisa, Romaña, La Segunda Marquetalia. Pero no. No hay acuerdos, no tienen diálogo y, por el contrario, lo único que quedó trazado entre ellos es una abierta confrontación armada.
“Ellos salieron y pensamos que venían a continuar la lucha que nosotros llevamos, pero al llegar Iván Márquez, muy prepotente, quiso seguir siendo comandante en jefe y, de manera autoritaria, sacó la agenda y dijo: ‘Bueno, vamos a organizar cómo quedan las unidades: unas tropas al mando del Paisa Óscar, otras al mando de Romaña, otras al mando de Aldinever, otras al mando de Wálter Mendoza’. Entonces el camarada Iván le dijo: ‘No, compañero, es que no se le llamó para entregarle las tropas, acá lo que queremos es que usted explique qué hicieron con las Farc, qué pasó con los combatientes que fueron ajusticiados por no ir al proceso’. No hubo posibilidad de diálogo y ellos dijeron que continuaban para terrenos vecinos”.
El comandante asegura que varios combatientes y algunos mandos, “como el Burro Wílmer ,del 14 frente”, fueron “ajusticiados”, es decir, asesinados, por no estar de acuerdo y “no querer ir al proceso de paz”. Nombra también el caso de el Mojoso y dice que murió a manos de la “Teófilo Forero, al mando del Paisa Óscar”. Después explica que no llegaron a ningún consenso y que le pidieron a La Segunda Marquetalia que se fuera a otros territorios, porque en los terrenos que ellos ya están “no caben dos Farc”. Al parecer ya tuvieron enfrentamientos armados por el territorio, aunque en la zona es evidente que el grupo más fuerte lo comandan Iván Mordisco y Gentil Duarte.
No es la única disputa territorial en el Cauca. También están en guerra con el Eln, la nueva expresión de paramilitarismo que firma como Agc, pequeños grupos como los Contadores o el frente Óliver Sinisterra y, obviamente, con el Ejército y la Policía. ¿Cómo se financian estas guerras? El comandante dice que siguen sometidos al reglamento de las antiguas Farc: “Impuesto sobre las economías”, y las economías más boyantes son la minería y el narcotráfico. Por cada kilo de cocaína que sale del Cauca le cobran “al narco” entre $100 mil, $250 mil y $300 mil, de acuerdo con el territorio. Asegura, además, que no tienen cristalizaderos y explica que sobre la minería impera una lógica parecida.
No vimos soldados en el camino, pero dicen que “la zona está militarizada” por el reciente atentado que sufrió el senador, representante de la comunidad indígena, Feliciano Valencia. Miro hacia el resto de guerrilleros, todos jóvenes, y se ven despreocupados. A lo lejos se ven un par de muchachos haciendo guardia. Un poco más allá, al borde de un río cercano, se ve otro par. Y tanto en el comandante, como en los jóvenes, se ve la tranquilidad y la seguridad de quien se sabe autoridad en el territorio, aunque el Ejército esté cerca. A esto se han tenido que acostumbrar los campesinos, a obedecer a quien en la práctica tiene el mandato en la región y no a quien debería tenerlo en teoría.
Ariel Ávila pregunta si han matado excombatientes de los que firmaron el Acuerdo de Paz, y el comandante responde que sí, pero solo en un escenario de confrontación. Pregunto qué pasa con los excombatientes que señalan de “informantes” de la Fuerza Pública, y el hombre responde que en esos casos se les pide que se vayan del territorio. Después añade: “Nos quieren culpar de todo, asesinato de líderes, de excombatientes, masacres, pero acá hay muchos grupos y hay fuertes confrontaciones”. Frente al exceso de violencia que azota al Cauca, agrega que es por la retoma de territorios: “No vamos negociando con bandas, o se retiran por persuasión o los vamos diezmando mediante el uso de las armas”.
Cerca de nosotros hay una guerrillera joven, supongo que menor de edad. Preguntamos por el reclutamiento de menores y el mando responde que en los reglamentos de las Farc se permite la incorporación a partir de los 15 años. En cuanto al reclutamiento de excombatientes dice que los han invitado, pero que son ellos los que los buscan. Los temas para hablar fueron muchos, la entrevista completa quedó registrada en video. Pero antes de irnos, preguntamos, ¿qué pasó con el senador Feliciano Valencia? “Al parecer había un retén, el senador no paró y unos muchachos les quemaron unos tiros. Hay que verificar bien si fue personal nuestro o alguien pescando en río revuelto”.
Al entrar y salir de estos territorios del Cauca no vimos retenes, pero sí identificamos a sus hombres diseminados por diferentes puntos en la ruta que transitamos. El control del territorio es innegable, incluso es norma que a partir de cierto punto hay que ir en los vehículos con los vidrios abajo. Ya circulan las versiones de una supuesta alianza entre Eln, Agc, La Segunda Marquetalia y hasta integrantes del Ejército para “sacar a las disidencias de Gentil Duarte” de la zona. Las versiones vienen de la comunidad, de gente cercana y hasta del comandante guerrillero que nos recibió. Una fuente llegó a decirme, “si usted cree que lo que está viendo en el Cauca es violencia, es porque todavía no ha visto nada”. Según esto, al parecer al Cauca solo le esperan días más oscuros.
* Colaboradora de El Espectador. Periodista de la Fundación Paz y Reconciliación. * Lea aquí el análisis de Ariel Ávila después de este viaje y de la más reciente investigación de la Fundación Pares.