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Dos días después de que hallaran los cuerpos sin vida de dos mineros atrapados en un socavón de Buriticá (Antioquia), el ingreso a la mina de la Zijin Continental Gold fue normalizado. Lo único que quedó de las protestas por la muerte de Víctor Peña y Jesús González fueron los grafitis contra la multinacional y la sensación de descontento por parte de algunos miembros de la comunidad, quienes han habitado en el municipio por varias generaciones. “Fuera chinos”, y “Zijin asesinos” son algunos de los mensajes que aún se leen.
Lea aquí la primera parte del especial: La pelea por el oro en las minas de Buriticá (Antioquia).
Camilo* es uno de los habitantes de la vereda Higabra. Durante nuestro segundo día en Buriticá nos contactamos con él por Whatsapp y le pedimos una entrevista. “Es mejor que vengan hasta acá”, escribió por chat. “Así se dan cuenta de lo que está pasando en persona”.
La entrada a Higabra era libre para los visitantes, pero desde 2016 con la llegada de la compañía canadiense Continental Gold, el ingreso se restringió y así continúa hasta hoy, cuando la mina es ahora de la multinacional china Zijing Mining, que pagó mil millones de dólares por quedarse con los títulos mineros y la los túneles subterráneos más grandes del país. Tras el negocio, la empresa china pasó a llamarse Zijin Continental Gold.
Para llegar al casco urbano de Higabra, habitada por no más de 90 familias, hay que atravesar un puesto de control de la empresa, que es custodiado por hombres uniformados y armados que prestan el servicio de seguridad. Allí solo ingresan los empleados de la multinacional, la comunidad de Higabra y los visitantes. “Y eso que a veces la entrada se vuelve difícil para nosotros”, cuenta Camilo.
Una camioneta blanca llega por nosotros. Pasamos por el puesto de control y 15 minutos después, montaña abajo por una vía destapada, llegamos a una carretera más amplia que, a lado y lado, deja ver pequeñas fincas. Son el conglomerado de casas que componen a Higabra. Nos bajamos de la camioneta y conocemos a Camilo, un hombre joven con botas pantaneras, atuendo común entre quienes habitan el territorio.
El recorrido empieza por la carretera amplia que construyó la multinacional y que, según Camilo, partió la vereda en dos. “Estos eran los caminos ancestrales que utilizaba la comunidad para movilizarse, pero ellos intervinieron el paso con las construcciones y quedó dividido”.
Las afectaciones, según los habitantes, comenzaron desde que los minerales son explotados en Buriticá. Por ejemplo, una de las etapas de la mina, llamada igual que la vereda, opera todo el día y tiene un flujo constante de camiones y volquetas por la vía de Higabra. “El sonido de las máquinas nos llega incluso por la noche. La tierra se siente temblar constantemente”, cuenta.
Pero el problema no es solo por el tránsito de vehículos y el ruido de las operaciones. Camilo cuenta que el medio ambiente también ha sufrido. “Hay basuras por todas partes, y algunas quebradas han sido contaminadas por infraestructuras de Zijin que se construyen cerca de las cuencas”.
En Buriticá no solo han protestado por la reciente desaparición y posterior muerte de Víctor y Jesús. Desde 2020, cuando la mina pasó a manos de Zijin y se iniciaron sus labores de extracción, algunos pobladores estaban inconformes. Una de las manifestaciones se originó por los supuestos incumplimientos de unas promesas hechas por la multinacional a la comunidad.
En varias ocasiones, los antimotines del Esmad dispersaron a los manifestantes y llegaron, incluso, hasta la misma vereda de Higabra, donde Camilo nos enseña un video en el que se observa a hombres de negro con cascos y escudos lanzando gases hacia los manifestantes, quienes antes permanecían sentados en sillas de plástico como método de protesta.
¿Qué dice Zijin?
La versión de la multinacional china es otra. Además de afirmar que generan 4 mil empleos directos e indirectos, con un impacto de 20 mil personas aproximadamente, también dicen que su cuidado del medio ambiente es notable, y hablan de proyectos para preservar la vida silvestre del sector y la siembra de árboles en las montañas.
Según las cuentas de Zijin, alrededor de $2.073 millones se han invertido en los habitantes de Buriticá, y aunque esto no es parte de su obligación contractual -pues ellos son enfáticos al decir que su deber no es cumplir con las funciones del Estado-, actividades como estas son parte de su estrategia para “garantizar el bienestar del pueblo”.
Respecto a las afectaciones ambientales, Zijin le dijo a El Espectador que la compañía cuenta con un Plan de Manejo Amiental (PMA) aprobado por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) en el marco de la Licencia Ambiental otorgada para la operación de la Mina Buriticá.
“Dicho plan de manejo incorpora un conjunto de medidas que permiten controlar las posibles afectaciones al medio abiótico, biótico y socioeconómico, cuya importancia está enmarcada en prevenir, mitigar, corregir, proteger, vigilar o compensar todos los potenciales impactos ambientales y sociales de la operación minera en cada una de sus fases (Construcción y Montaje, Explotación, Beneficio, Transformación y Cierre)”, expresó la multinacional.
Zijin también afirmó hacer un debido “monitoreo y seguimiento de la corriente receptora efecto del vertimiento tanto de las Aguas Residuales Domésticas (ARD) como de las Aguas Residuales Industriales (ARI), monitoreo de emisiones atmosféricas, monitoreo del cianuro, seguimiento al programa del manejo de fauna y seguimiento y monitoreo del medio socioeconómico”.
Y respecto al manejo de la calidad del aire, la multinacional afirmó contar con medidas para garantizar la calidad del aire. Entre ellas se encuentran la humectación de las vías de acceso a la mina para evitar el levantamiento de material particulado. Con este propósito, Zijin dijo que pavimentó un tramo de la vía cercano a Higabra para “reducir las emisiones de partículas”.
Respecto al ruido, la minera asegura tener siete puntos de monitoreo de ruido y seis puntos para la emisión de ruido para “determinar los niveles de presión sonora del área de influencia y del complejo minero en horario diurno y nocturno en el marco en la metodología establecida en la Resolución 627 de 2006 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Sostenible”. Higabra se encuentra entre esos puntos de medición.
Sin embargo, Camilo cuenta que las condiciones de la vereda han desmejorado desde la presencia de la multinacional china. “Les hemos rogado para que construyan un parque, para que mejoren la cancha y la escuela, y mantengan bien la infraestructura. Pero nada, solamente cuando estamos en el foco de la opinión pública, ahí sí se mueven a hacer las construcciones”, dice Camilo.
Además, habitantes de Higabra han sufrido afectaciones respiratorias y de otro tipo como consecuencia de las operaciones de la mina, añade Camilo. Según él, incluso hay varias personas siendo tratadas por cáncer.
Luis Jorge Hernández, docente de la Universidad de los Andes, afirma que en la comunidad se ve “una exposición a material particulado con sustancias químicas, vulnerables para niños, adultos mayores y personas gestantes. Esos materiales podrían entrar al cuerpo al respirar y a través de la piel. Algunas enfermedades que podrían contraer las personas expuestas son de carácter respiratorio, cardiovascular y demás”.
Por eso, el docente dice que en la zona se debería estar monitoreando a las personas constantemente para analizar los cambios que presenten corporalmente respecto a sus condiciones de salud.
Adicional a eso, Hernández alerta una certeza en Colombia: la inexistencia de “un método de vigilancia para hacer seguimiento de las afectaciones de la actividad minera, no solo a hombres y mujeres que tengan síntomas visibles, sino a quienes podrían presentar cambios genéticos y demás”. Esto no sólo aplica para la minería en Buriticá, sino también para el resto del país.
Control total
En el último tramo de nuestro recorrido llegamos hasta una de las vías y Camilo pide que nos detengamos. “Miren hacia arriba”, dice mientras señala un poste. “¿Ven la cámara? Es de Zijin. Ellos graban todo constantemente, las cámaras son de 360 grados”.
En efecto, cuando volvemos a caminar, la cámara gira en nuestra dirección y permanece ahí, quieta, hasta que subimos por una montaña y llegamos a una tienda donde nos espera el conductor para llevarnos de regreso. “Me llamaron para preguntarme que a quiénes habíamos bajado a la vereda”, cuenta él mientras mira a Camilo.
Entonces ingresamos otra vez en la camioneta y, 15 minutos después, volvemos al punto de partida. El conductor baja los vidrios e intercambia palabras con los uniformados. Ellos, de rostro joven, vuelven a mirarnos en el interior del carro. “Hasta luego”, nos despedimos y nos devuelven una sonrisa amable.
*Nombre cambado a petición de la fuente.