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“Educación superior pública en Medellín para todes”, fue lo que se dijo en el Concejo de Medellín tras la aprobación de la Matrícula Cero en las universidades públicas. La razón es que con la histórica decisión se comprometió el 30 % de los cupos para personas trans y no binarias. Pero, ¿eso qué implica?
En medio de las banderas azul, rosado y blanco, insignia de la población trans, que se encontraban en el recinto estaba Águeda Gallego, lideresa de la Mesa Diversa Divergénero de la Comuna 3 de Medellín, quien siguió de cerca el proyecto.
Águeda prefiere utilizar pronombres masculinos, como parte de su apuesta personal y política. A sus 50 años desea ingresar a la universidad para estudiar planeación, además de otras cosas que alimenten su quehacer político. “En un recorrido que hicimos en nuestra Comuna 3, Manrique, hablamos de la educación superior y nos dimos cuenta de que había muchas falencias. Inmediatamente fuimos a revisar el plan estratégico LGBTI de 2018 y encontramos que hay muchas acciones afirmativas a las que no se les habían dado cumplimiento, entre ellas la creación de becas para la población trans en las IES de la administración municipal”, cuenta Águeda.
Con la aprobación de la Matrícula Cero, en general, se pretende impactar alrededor de 500.000 estudiantes, entre 2022 y 2031, para lo que se necesitará una inversión de $2,9 billones, que administrará la Agencia de Educación Posecundaria de Medellín (Sapiencia).En cuanto a la acción afirmativa trans, el siguiente paso es la voluntad política. “Si ya se aprobó en el Concejo, no hay reversa, pero no se sabe Quintero cuándo la va a firmar y necesitamos que esa reglamentación salga para hacer grupos focales con las personas trans y explicarles cómo va a ser la cosa y cómo pueden aplicar”, dice Águeda.
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En el país, desde mayo de 2021, el Gobierno Nacional anunció la implementación de la Matrícula Cero para 64 instituciones de educación superior, para estudiantes entre 14 y 28 años de estratos 1, 2 y 3, sin un título profesional universitario o de posgrado previo. Una vez los estudiantes acceden al beneficio, deben cubrir por su cuenta los derechos académicos, pecuniarios o complementarios (bienestar, seguro y carné estudiantil).
Aunque los programas han tenido resultados exitosos en acceso, en cuanto a la población trans hay varias situaciones por analizar. Por ejemplo, en Bogotá, de acuerdo con el “Diagnóstico y recomendaciones para la inclusión laboral de los sectores sociales LGBTI”, solo el 32 % de la población trans ha culminado la educación media, apenas el 4 % de las personas encuestadas tiene la educación universitaria y el 1 % cuenta con posgrado.
Además, según la “Línea base de la política pública LGBTI” de 2018, solo el 7,89 % de las mujeres trans en Bogotá acceden a educación superior, mientras que el 42,1 % de quienes transitan su género no culminan el bachillerato, entre otros motivos, por la violencia hegemónica que se ejerce en entornos académicos.
Y no solo allí, en muchas ocasiones la discriminación comienza en los hogares. “A nivel escolar, son muchos los casos todavía de estudiantes trans que se ven acosados y discriminados, principalmente por directivas y docentes. Esto tiene un impacto no solo en la permanencia (algunas personas se retiran), sino también en el mismo rendimiento académico”, afirma Juan Felipe Rivera, abogado de Colombia Diversa.
En el caso de Medellín, la información con respecto al acceso a la educación superior de la población trans es poca. Águeda cuenta que, antes de que se aprobara el acuerdo, ella y otros colectivos tuvieron varias reuniones con Sapiencia, entidad que administrará los recursos para la Matrícula Cero, en los que se evidenció que el número de personas trans que tienen acceso a la educación superior es desconocido. “No tienen ni siquiera el registro de las personas LGB (lesbianas, gay y bisexuales) que hay en las universidades”.
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Por eso, para Rivera son importantes este tipo de acciones afirmativas que se tomaron en Medellín. “Son minoría las personas trans que están pudiendo acceder a la educación superior, por eso las medidas que faciliten ese acceso son un inicio de lo que puede considerarse una reparación histórica con un grupo poblacional que Colombia, en el mejor de los casos, ha ignorado y que más bien parece que hubiese atacado de forma sistemática en todos los ámbitos de la vida”.
La Matrícula Cero en Medellín para personas trans y no binarias tiene una particularidad, y es que no hay límite de edad ni condicionamiento de estrato. Tampoco importa si tienen títulos profesionales previos, pero sí será requisito que hayan habitado por lo menos seis meses en la ciudad, así no hayan nacido en ella. Asimismo, se pactó cubrir sus gastos en material académico, transporte, alimentación, lo que también se otorgó a otras poblaciones vulnerables.
Pero, ¿qué garantías se tendrán para que haya ambientes amigables? Aunque el acceso es fundamental para Rivera, la tarea queda incompleta si no se aseguran condiciones para la permanencia, como un protocolo ante casos de acoso ante el desconocimiento o la negación de la identidad de género de estudiantes trans, “esto incluye desconocer sus pronombres, nombres y géneros en distintos escenarios. Por ejemplo, un estudiante trans que se le niega la posibilidad de utilizar uniformes acordes a su identidad de género o el uso de su nombre y pronombre identitario, como lo analizó la Corte Constitucional en la Sentencia T-363 de 2016″, afirma Rivera.
Asimismo, será importante analizar el uso del lenguaje. La forma en que sean llamados a lista, los correos institucionales e incluso el acceso a los baños pueden considerarse temas menores, que en verdad deben abordarse con responsabilidad. Rivera cuenta que “sobre este último punto hay estudios en otros países que han demostrado que las personas trans por no hacer uso de los baños y evitar la discriminación y violencia que el uso de los baños puede conllevar, generan, en el mediano plazo, problemas de salud tanto físicos como psicológicos”.
En el caso de las personas no binarias también vienen nuevos retos. A parte de Bogotá, en el país hay pocos registros sobre el acceso de la comunidad LGBTI a la educación superior y se puede decir que son nulos para la población no binaria. Sumado a esto, otras dudas surgen con respecto a su reconocimiento, pues la inclusión del género NB (no binario) en la cédula de ciudadanía fue determinado por la Sentencia T-033 de 2022, y desde hace muy poco se inició con su implementación.
Colombia Diversa y Caribe Afirmativo precisan que las personas no binarias son aquellas que no se identifican como hombres ni como mujeres, y transicionan entre dos o más géneros de forma permanente o esporádica. Se reconocen como parte de la población trans, y el género con que se identifican no está ligado con el vínculo sexual, afectivo o romántico que establezcan con otra persona.
Emma Tangarife, una de las primeras personas en cambiar el género de su cédula por no binario, indicó que “siempre nos quedamos en la diversidad sexual, pero nos falta comprender las identidades de género. No hay datos sobre nosotres, nunca hemos estado nombrades, y si no hay datos sobre nosotres no se pueden hacer políticas públicas”.
Para Emma, hay un reto gigante en cuanto al reconocimiento de las transiciones personales de las personas dentro de las políticas públicas, lo que también podría dificultar el acceso a las nuevas opciones de educación superior. A nivel mundial, se ha reconocido que las identidades de género no son estáticas: estas comprenden tanto la manera de concebirse, vestir y actuar, hasta situaciones que son cambiantes y transitorias a lo largo de la vida. “Hay un reto en las universidades y también del Estado en garantizar los procesos de transición garantizando la autonomía personal, así como para garantizar nuestra educación”.
Por ahora, a la espera de que el alcalde Daniel Quintero firme el acuerdo que aprobó el Concejo, Águeda espera que se avance rápido en la implementación de la Matrícula Cero, así como en las condiciones que se tendrán para el acceso a la educación superior de la población trans y no binaria, que sin duda deberán incluir pedagogía como la búsqueda activa de la población que se quiere impactar.
“Cuando una persona trans entra a la universidad le cambia la vida, pero cuando muchas personas ingresan, cambia la sociedad”, asegura Emma Tangarife.