¿Por qué me gusta Francia Márquez?
Un politólogo y su opinión sobre la candidata a vicepresidenta de la República.
Petrit Baquero * Especial para El Espectador
Me gusta Francia Márquez porque representa la voz de aquellas personas que siempre han tenido voz, pero que nunca, o muy pocas veces, han sido escuchadas. Y me gusta porque es una mujer luchadora, como tantas otras mujeres luchadoras que existen anónimamente en este país de luchas permanentes e inacabadas. (Recomendamos: Análisis de lo que suman y restan cada una de las fórmulas vicepresidenciales).
Me gusta también porque proviene de esas regiones apartadas de los centros tradicionales del poder político y económico mostrándonos que esa Colombia existe y está presente con toda la fuerza del mundo. Y me gusta por su historia de vida, sus procesos dentro de los movimientos sociales, su determinación para sacar a sus hijos adelante, su sentido de la solidaridad y su deseo de que otros también puedan hacer realidad sus sueños.
También me gusta porque es una líder social y política que recoge las necesidades de la gente y las transforma en propuestas concretas. A la vez, me gusta porque proviene de una de las zonas de conflicto armado más sufridas y estigmatizadas, dándonos a conocer muchas más voces de quienes han sufrido inclementemente la guerra y que por eso no quieren que esta se perpetúe. (Más: Una columna de Petrit Baquero sobre la cumbia).
Y me gusta porque es una mujer hecha a pulso, con trayectoria, saberes y conocimientos que le permiten expresarse con propiedad, dignidad y responsabilidad, no solo por lo que ha vivido o lo que le han contado, sino por lo que ha estudiado.
También me gusta porque es una afrodescendiente que conoce los procesos históricos, sociales y políticos de su pueblo, y que reconoce y representa las tradiciones y los símbolos muchas veces perseguidos y estigmatizados de su etnia. De hecho, me gusta porque habla y reivindica a “las mayoras”, enseñándonos la validez de esos términos, pues son expresiones que comprenden a un mundo complejo que también existe y que deberíamos conocer más profundamente. Así que Francia me gusta porque encarna la resistencia de un pueblo que no ha dejado de luchar, expresarse y emanciparse frente a quienes, con muchos nombres, pero un mismo fin, llevan 500 años pisoteando y oprimiendo a (y robándose las creaciones de) los que han sido vistos como diferentes.
A la vez, me gusta porque representa a “los nadie”, esos mismos de los que hablaba y escribía el gran Eduardo Galeano, y que sabemos que en realidad son todo, todo un mundo vivo, toda una amalgama de creadores, toda una historia de luchadoras y “todas las voces todas” que tienen muchas cosas que decir, compartir y enseñar. Mejor dicho, me gusta Francia Márquez porque es parte de esos sectores populares tantas veces excluidos y estigmatizados pero que tienen conciencia y sentido de su dignidad. Y me gusta porque es de las que ya no son sumisas ni miran de abajo para arriba, sino de igual a igual, y a quien sea.
De hecho, me gusta Francia porque les ha dicho, en debates y entrevistas, verdades contundentes a todos esos perfumados que siempre han estado montados en el curubito, creyendo que todo se lo merecen porque sí. Y es que me gusta porque se las canta todas a quienes no quieren que las cosas cambien: a los periodistas y medios de comunicación al servicio del poder establecido, los políticos tradicionales que siempre piensan en su interés particular (¿o alguien duda de que lo que dijo sobre Gaviria es verdad?); esos personajes con billete que no quieren cambiar ese orden excluyente e injusto porque no quieren perder sus privilegios, y aquellos que se siguen beneficiando, de diferentes maneras, de la guerra. Por eso también me gusta Francia: porque no teme decir lo que piensa y habla con franqueza y sin tapujos, es decir, sin cálculos politiqueros o hipocresías, lo cual les choca a esos que no están acostumbrados a tanta sinceridad.
Mejor dicho, me gusta Francia Márquez porque es la portavoz de un montón de luchas que han generado, con muchos caídos en el camino, los cambios fundamentales de un mundo que siempre cambia, así unos cuantos no lo quieran aceptar. Y me gusta porque manifiesta sus convicciones con vitalidad, color, energía y diversidad demostrando que hay otras formas de ser, sentir, vivir y soñar.
Total, me gusta Francia porque, recordando al gran Mandela y su Ubuntu, nos dice “Soy, porque somos”, contextualizando un mensaje poderoso y una filosofía de vida en la que el reconocimiento del otro es el camino fundamental para construir un mundo mejor (“Me, We” decía el gran Muhammad Alí).
Así que me gusta Francia Márquez porque enseña esas cosmovisiones en la que las tradiciones, el arte popular, el culto a los ancestros (y ancestras), el reconocimiento del otro, la defensa de los derechos sociales y colectivos, y las miradas —y políticas— solidarias son fundamentales frente a quienes solo piensan en producir y producir (o, más bien, en poner a otros a producir para ellos). Y me gusta porque tiene la firme convicción de que hay que construir desde la diferencia, sabiendo que eso enriquece las miradas para tender puentes y hacer realidad una verdadera paz.
El caso es que Francia Márquez me gusta, y mucho, pues también ha puesto en evidencia el racismo, arribismo y la ignorancia (y los complejos) de unos cuantos que, tal vez ilusamente (oigan y vean con lo que algunos —y algunas— han salido por ahí), se juran blancos y de las altas esferas sociales. Y me gusta porque ha sacado a la luz a aquellos que con sus tremendos prejuicios no pueden digerir que haya una voz, una mirada y un ser tan poderoso, elocuente y bello como Francia Márquez.
Mejor dicho, me gusta Francia porque encarna los valores fundamentales de una izquierda acorde con los tiempos de hoy con sus luchas vitales siempre vivas: reivindicación de las minorías, construcción colectiva de la paz, respeto por los pueblos originarios, lucha por los derechos de las mujeres, defensa de los derechos humanos, libre desarrollo de la personalidad, construcción verdadera del Estado social de derecho, defensa del campesinado y las clases populares, salud y educación pública de calidad, ampliación de la democracia, reconocimiento a las víctimas de la guerra, lucha por la tierra y defensa vital de los líderes sociales. De hecho, me gusta hasta en algunas cosas que no comparto, porque reconozco su honestidad, la importancia de sus procesos políticos y la dignidad de sus miradas.
Y me gusta Francia porque no es solamente un símbolo que le da una apariencia de diversidad, color, feminismo y pueblo a una fórmula política, sino que es parte activa del proceso, desde las bases hasta bien arriba. De hecho, me gusta que sus casi 800 mil votos no hayan sido ignorados, así algunos llegaran a afirmar que era lo que había que hacer (menos mal que valieron, y mucho).
También me gusta porque yo, como todos los demás, quiero vivir sabroso. Y que no se olvide que me gusta Francia porque tiene swing, baila, le gusta la salsa y la música de su tierra (a mí también). Y me gusta porque es evidente que ningún otro candidato tiene a una Vice tan bacana como Francia Márquez (¿o estoy equivocado?).
Por todo eso —y por mucho más— me gusta Francia, Francia Márquez. De hecho, no solo me gusta, sino que me encanta, pues tengo la firme convicción de que su lema corresponde a algo fundamental: “Soy porque somos”, una concepción de la vida que, ojalá, muchos puedan —y, sobre todo, quieran— entender.
* Petrit Baquero es Historiador y Politólogo. Autor de los libros El ABC de la Mafia. Radiografía del Cartel de Medellín (Planeta, 2012); Manual de Derechos Humanos y Paz (Cinep/PPP, 2015) y La Nueva Guerra Verde (Planeta, 2017).
Me gusta Francia Márquez porque representa la voz de aquellas personas que siempre han tenido voz, pero que nunca, o muy pocas veces, han sido escuchadas. Y me gusta porque es una mujer luchadora, como tantas otras mujeres luchadoras que existen anónimamente en este país de luchas permanentes e inacabadas. (Recomendamos: Análisis de lo que suman y restan cada una de las fórmulas vicepresidenciales).
Me gusta también porque proviene de esas regiones apartadas de los centros tradicionales del poder político y económico mostrándonos que esa Colombia existe y está presente con toda la fuerza del mundo. Y me gusta por su historia de vida, sus procesos dentro de los movimientos sociales, su determinación para sacar a sus hijos adelante, su sentido de la solidaridad y su deseo de que otros también puedan hacer realidad sus sueños.
También me gusta porque es una líder social y política que recoge las necesidades de la gente y las transforma en propuestas concretas. A la vez, me gusta porque proviene de una de las zonas de conflicto armado más sufridas y estigmatizadas, dándonos a conocer muchas más voces de quienes han sufrido inclementemente la guerra y que por eso no quieren que esta se perpetúe. (Más: Una columna de Petrit Baquero sobre la cumbia).
Y me gusta porque es una mujer hecha a pulso, con trayectoria, saberes y conocimientos que le permiten expresarse con propiedad, dignidad y responsabilidad, no solo por lo que ha vivido o lo que le han contado, sino por lo que ha estudiado.
También me gusta porque es una afrodescendiente que conoce los procesos históricos, sociales y políticos de su pueblo, y que reconoce y representa las tradiciones y los símbolos muchas veces perseguidos y estigmatizados de su etnia. De hecho, me gusta porque habla y reivindica a “las mayoras”, enseñándonos la validez de esos términos, pues son expresiones que comprenden a un mundo complejo que también existe y que deberíamos conocer más profundamente. Así que Francia me gusta porque encarna la resistencia de un pueblo que no ha dejado de luchar, expresarse y emanciparse frente a quienes, con muchos nombres, pero un mismo fin, llevan 500 años pisoteando y oprimiendo a (y robándose las creaciones de) los que han sido vistos como diferentes.
A la vez, me gusta porque representa a “los nadie”, esos mismos de los que hablaba y escribía el gran Eduardo Galeano, y que sabemos que en realidad son todo, todo un mundo vivo, toda una amalgama de creadores, toda una historia de luchadoras y “todas las voces todas” que tienen muchas cosas que decir, compartir y enseñar. Mejor dicho, me gusta Francia Márquez porque es parte de esos sectores populares tantas veces excluidos y estigmatizados pero que tienen conciencia y sentido de su dignidad. Y me gusta porque es de las que ya no son sumisas ni miran de abajo para arriba, sino de igual a igual, y a quien sea.
De hecho, me gusta Francia porque les ha dicho, en debates y entrevistas, verdades contundentes a todos esos perfumados que siempre han estado montados en el curubito, creyendo que todo se lo merecen porque sí. Y es que me gusta porque se las canta todas a quienes no quieren que las cosas cambien: a los periodistas y medios de comunicación al servicio del poder establecido, los políticos tradicionales que siempre piensan en su interés particular (¿o alguien duda de que lo que dijo sobre Gaviria es verdad?); esos personajes con billete que no quieren cambiar ese orden excluyente e injusto porque no quieren perder sus privilegios, y aquellos que se siguen beneficiando, de diferentes maneras, de la guerra. Por eso también me gusta Francia: porque no teme decir lo que piensa y habla con franqueza y sin tapujos, es decir, sin cálculos politiqueros o hipocresías, lo cual les choca a esos que no están acostumbrados a tanta sinceridad.
Mejor dicho, me gusta Francia Márquez porque es la portavoz de un montón de luchas que han generado, con muchos caídos en el camino, los cambios fundamentales de un mundo que siempre cambia, así unos cuantos no lo quieran aceptar. Y me gusta porque manifiesta sus convicciones con vitalidad, color, energía y diversidad demostrando que hay otras formas de ser, sentir, vivir y soñar.
Total, me gusta Francia porque, recordando al gran Mandela y su Ubuntu, nos dice “Soy, porque somos”, contextualizando un mensaje poderoso y una filosofía de vida en la que el reconocimiento del otro es el camino fundamental para construir un mundo mejor (“Me, We” decía el gran Muhammad Alí).
Así que me gusta Francia Márquez porque enseña esas cosmovisiones en la que las tradiciones, el arte popular, el culto a los ancestros (y ancestras), el reconocimiento del otro, la defensa de los derechos sociales y colectivos, y las miradas —y políticas— solidarias son fundamentales frente a quienes solo piensan en producir y producir (o, más bien, en poner a otros a producir para ellos). Y me gusta porque tiene la firme convicción de que hay que construir desde la diferencia, sabiendo que eso enriquece las miradas para tender puentes y hacer realidad una verdadera paz.
El caso es que Francia Márquez me gusta, y mucho, pues también ha puesto en evidencia el racismo, arribismo y la ignorancia (y los complejos) de unos cuantos que, tal vez ilusamente (oigan y vean con lo que algunos —y algunas— han salido por ahí), se juran blancos y de las altas esferas sociales. Y me gusta porque ha sacado a la luz a aquellos que con sus tremendos prejuicios no pueden digerir que haya una voz, una mirada y un ser tan poderoso, elocuente y bello como Francia Márquez.
Mejor dicho, me gusta Francia porque encarna los valores fundamentales de una izquierda acorde con los tiempos de hoy con sus luchas vitales siempre vivas: reivindicación de las minorías, construcción colectiva de la paz, respeto por los pueblos originarios, lucha por los derechos de las mujeres, defensa de los derechos humanos, libre desarrollo de la personalidad, construcción verdadera del Estado social de derecho, defensa del campesinado y las clases populares, salud y educación pública de calidad, ampliación de la democracia, reconocimiento a las víctimas de la guerra, lucha por la tierra y defensa vital de los líderes sociales. De hecho, me gusta hasta en algunas cosas que no comparto, porque reconozco su honestidad, la importancia de sus procesos políticos y la dignidad de sus miradas.
Y me gusta Francia porque no es solamente un símbolo que le da una apariencia de diversidad, color, feminismo y pueblo a una fórmula política, sino que es parte activa del proceso, desde las bases hasta bien arriba. De hecho, me gusta que sus casi 800 mil votos no hayan sido ignorados, así algunos llegaran a afirmar que era lo que había que hacer (menos mal que valieron, y mucho).
También me gusta porque yo, como todos los demás, quiero vivir sabroso. Y que no se olvide que me gusta Francia porque tiene swing, baila, le gusta la salsa y la música de su tierra (a mí también). Y me gusta porque es evidente que ningún otro candidato tiene a una Vice tan bacana como Francia Márquez (¿o estoy equivocado?).
Por todo eso —y por mucho más— me gusta Francia, Francia Márquez. De hecho, no solo me gusta, sino que me encanta, pues tengo la firme convicción de que su lema corresponde a algo fundamental: “Soy porque somos”, una concepción de la vida que, ojalá, muchos puedan —y, sobre todo, quieran— entender.
* Petrit Baquero es Historiador y Politólogo. Autor de los libros El ABC de la Mafia. Radiografía del Cartel de Medellín (Planeta, 2012); Manual de Derechos Humanos y Paz (Cinep/PPP, 2015) y La Nueva Guerra Verde (Planeta, 2017).