Rivera, un corazón salvado por un toro bravo

Tras 1.800 días sin vestirse de luces, el torero Ricardo Rivera reapareció en su plaza, Cañaveralejo, en Cali. Esta es la historia de un ser humano rescatado por el toro bravo.

Rodrigo Urrego Bautista
27 de diciembre de 2022 - 12:34 a. m.
Ricardo Rivera, torero caleño, reapareció ayer en Cañaveralejo.  / Foto: Rodrigo Urrego Bautista
Ricardo Rivera, torero caleño, reapareció ayer en Cañaveralejo. / Foto: Rodrigo Urrego Bautista
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Aunque su pasaporte es colombiano y Cali figura en el renglón de la ciudad de nacimiento, Ricardo Rivera también es de Manizales y de Medellín, de Salamanca y de Guadalajara, y de cualquier ciudad o pueblo del mundo donde ha dejado parte de su corazón.

(En Cali no tenemos comprobada presencia de grupos armados: secretario de seguridad)

Rivera, matador de toros colombiano, celebró 15 años de alternativa como nadie se hubiera imaginado, a pesar de ser torero: vestido de luces. Este lunes 26 de diciembre, con un terno azul marino y oro, volvió a hacer el paseíllo en Cañaveralejo, donde nadie apostaba por volver a verlo.

El 9 de enero de 2018 le cambió la vida para siempre, y pareció decretarse el final de su vida de torero. Aquel martes, tercer día de la Feria de Manizales de ese año, también pudo ser el final de la vida de Ricardo, el ser humano, cuando su alma gemela y el torero que más ha admirado desde que lo vio de novillero sin caballos, Andrés de los Ríos, murió tras cruzar los límites del valor, pero fuera de una plaza de toros, en la soledad de su habitación.

Ricardo se deshizo de sus trajes de luces, convencido de que nunca los volvería a lucir. Salvo uno, el blanco y plata que estrenó el día de su primera corrida de toros, el domingo 11 de noviembre de 2007, y cuyo bordado él mismo diseñó para que el maestro Antonio López lo volviera obra de arte, como todos los trajes que salen del número 27 de la Calle Aduana de Madrid, el taller de la Sastrería de Toreros Fermín.

Solo un toro bravo salvó al hombre y al torero Ricardo Rivera de lo que era su propia muerte en vida. El que empezó a “embestir” en sus entrañas y que quienes se han vestido de luces lo llaman con una palabra de cinco letras: el “bicho”.

A Ricardo lo volvió a picar en diciembre de 2019, y en el año en que el mundo entero estuvo confinado por la pandemia, hizo metástasis hasta invadir su corazón.

Trs del encierro, sacó provecho de los toros bravos que con cinco años habían sido sentenciados al matadero, sin demostrar su bravura en una plaza de toros, cerradas en Colombia por otros bichos, el del covid-19 y el de la persecución política a la tauromaquia.

Ocho toros de Juan Bernardo Caicedo, El Encenillo, Ernesto González y Salento, que compró y mató a puerta cerrada en 2021, llevaron a Ricardo a telefonear al maestro Antonio López, de la Sastrería Fermín, primera persona a la que le confió que solo volvería a la vida el día en que estrenara un traje, por lo que le encargó uno para la eventual ocasión.

El torero de Cali, alumno dilecto del maestro Enrique Calvo El Cali, regresó a esos orígenes que lo llevaron a convertirse en el único colombiano en recibir la alternativa de manos de César Rincón en el exterior.

Fue en la plaza Nuevo Progreso de Guadalajara donde el maestro colombiano le cedió la muerte del toro Siempre Adelante (#91, 480 kg) de la ganadería Begoña. Primera vez en la historia que dos toreros colombianos actuaban en la misma tarde en una plaza de primerísima categoría de México.

Rivera volvió a Salamanca, misma ciudad universitaria que lo acogió en 2003, de novillero sin caballos, dos años como alumno de la Escuela de Tauromaquia de la Diputación de Salamanca, hasta que debutó con picadores.

Además del reencuentro con las embestidas del noble y entregado toro español, que en el campo charro abundan y en todos los encastes, también lo fue con los amigos de adolescencia, los mismos que lo seguían por España, como en la novillada de su presentación en Zaragoza, o en la Feria del Zapato de Oro de Arnedo de 2006.

Regresó en octubre con una maleta nueva y un traje mercurio y oro en su interior. Mismo color del único traje que tenía en 2006, con el que se fue a Guadalajara para cumplir un solo compromiso, pero que tuvo que repetir durante un mes, pues los aficionados lo sacaron en hombros, como si hubiera nacido en la capital de Jalisco, en cuatro de las ocho tardes que actuó de novillero en las que cortó 16 orejas.

Uno de ellos, colombiano de nacimiento y mexicano por adopción, periodista y escritor de nombre Gabriel García Márquez, le remitió una carta y lo llamó por teléfono para invitarlo a una cena en su honor, tras conocer la noticia de que un caleño había conquistado cientos de corazones tapatíos.

El joven novillero había comprado traje de calle para la ocasión, pero a última hora tuvo que cambiarlo por el mismo mercurio y oro, cuando una llamada telefónica le notificó que había agarrado una sustitución para lo que sería su debut en la Monumental de Aguascalientes, después de Guadalajara, la plaza mexicana en la que más actuó: seis de novillero (seis orejas, dos salidas en hombros) y dos de matador (dos orejas, una puerta grande).

El pasado 16 de octubre, y después de 1.800 días sin vestirse de luces, Ricardo Rivera volvió a hacer el paseíllo, de mercurio y oro, en la plaza de toros de Manizales. El destino quiso que su reaparición fuera en la ciudad de su torero, Andrés de los Ríos, donde además celebró -con un mes de anticipación- sus 15 años de alternativa, llevándose el trofeo al Mejor Torero de “Toros y Ciudad 2022”, y un contrato para la corrida del martes de la Feria de Manizales 2023.

(Historia de la literatura: El segundo sexo)

Ricardo Rivera, de pasaporte colombiano, torero de Cali, de Salamanca y de Guadalajara, también de Manizales y, sobre todo, de Medellín, donde su toreo ha hecho escurrir lágrimas por las mejillas de los aficionados paisas, ha resurgido de sus propias cenizas y volvió a pisar la arena de las plazas de toros de su país.

En la que considera la “última oportunidad” que le da la vida, sueña también con ser torero de Madrid, de Bilbao, de Arles, de Lima, de Ciudad de México donde ya confirmó su alternativa (2013), y de La Santamaría de Bogotá, donde nunca lo ha hecho. Ricardo Rivera es el único matador colombiano que nunca se ha vestido de mercurio y oro, o de cualquier otro color, en la catedral del toreo colombiano, ni siquiera de novillero sin caballos.

Ricardo Rivera quiere ser torero de Cali, donde este lunes lidió a Aguadeño de Achury Viejo, con el que volvió a sentir los olés de sus paisanos. Su triunfo fue volver a torear en honor a su torero: Andrés de los Ríos.

Por Rodrigo Urrego Bautista

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