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“¿Será que Laura antes sí era feliz?”, le pregunta Óscar a Adriana, su esposa, mientras inician los preparativos para la primera comunión de su hija. Ella le responde con otra pregunta: “¿Alguna vez la escuchaste cantar y estar tranquila como ahora?”. Adriana sabe que la respuesta es no, que Laura aparentaba ser feliz por miedo a hacerles daño, por miedo a expresar libremente quién es: una niña. (Nos acosaron en Uribia | La Disidencia)
Una familia en tránsito es la frase con la que el documental “Si Dios Fuera Mujer” se presenta. Una premisa acertada al momento de narrar las experiencias de vida trans durante la infancia, ya que no se centra en el tránsito de género, sino que pone el foco en la espontaneidad con la que Laura, su protagonista, vive cada día junto a su madre y padre, quienes con amor se adaptan a este nuevo presente. La película muestra como su familia le brinda el apoyo y la fortaleza que le permiten, como dice Laura, “experimentar la felicidad que nunca antes había sentido”. (Una trans negra en Chocó | La Disidencia)
“Todos estamos viviendo un tránsito a partir del tránsito de Laura”, comenta Angélica Cervera, directora de la cinta quien también es su prima. Su objetivo era mostrar a una niña trans viviendo con mucha dignidad, respeto y alejada del morbo que hay respecto a la comunidad trans. Para Cervera, el documental es reflejo de cómo si una familia acompaña y deconstruye sus prejuicios, se puede crear un entorno seguro. “Una forma de reconocer que no es fácil ser apoyo, pero que eso hace toda la diferencia”, afirma. (El miedo a ser: así violentaron a las personas LGBTIQ+ en la guerra)
Entender que la identidad de género no depende de la genitalidad todavía es una tarea pendiente de gran parte de la sociedad que genera un daño, aún más grande, cuando se trata de la niñez. Uno de los problemas en el reconocimiento de las infancias y juventudes trans es que se piensa que estas son incapaces de determinar su identidad por el hecho de ser menores de edad. Por lo tanto, no se les reconoce la autonomía sobre sus cuerpos, de sus decisiones, ni como agentes competentes en la construcción de sus vidas.
Vale la pena comentar que en el caso colombiano son diversos los recursos que protegen la identidad de las infancias y adolescencias trans, empezando por la Ley 1098 de 2006, que reconoce a los niños, niñas y adolescentes como sujetos titulares de derechos prevaleciendo la protección integral y el libre desarrollo de la personalidad. Asimismo, unas tres sentencias de la Corte Constitucional garantizan el derecho a ser reconocido su nombre e identidad de género diversa. Sin embargo, son múltiples las barreras y estigmas sociales que prevalecen. (Así se vivió la marcha del Orgullo LGBTIQ+ 2022 | La Disidencia)
Cris Guerrero, cabeza del equipo psicosocial de la fundación Grupo de Acción y Apoyo a Personas con Experiencia de Vida Trans (GAAT), menciona que las experiencias de vida trans se desarrollan en cualquier momento del ciclo vital. Sin embargo, existen unos mediadores de carácter social que hacen más fácil o difícil que la expresión del género sea autónoma: la red de apoyo, la sensación de vinculación y de conexión y la creación de espacios seguros. (Dani García, la travesti que logró la cédula no binaria en Colombia)
“Los niños, niñas, niñes tienen consciencia de su género entre los dos o tres años. Desde la primera infancia, a los cuatro o cinco años, comienzan a tener capacidad de toma de perspectiva y a mostrar incomodidad con la identidad que les fue asignada. Finalmente, entre los cinco y siete años se comprende totalmente el concepto de la identidad de género, aunque su construcción la hagan a lo largo de su vida”, explica Guerrero.
Precisamente, este documental nos muestra en la cotidianidad de esta familia a una niña que se presenta segura, inocente y auténtica consigo misma, pero con miedo de salir de esa burbuja segura que han construido. A una madre incondicional, pero que le tiene miedo al futuro cuando no pueda acompañar a su hija. A un padre que logra quebrarse y ser lo más honesto ante lo que extraña y evidentemente no ha terminado de entender, pero sí aceptar. Una familia que, como concluye Cervera, “en últimas entiende que la diversidad y los cambios son lo natural”.
Hoy Laura tiene 14 años y no quiere una fiesta para sus quince. Su palabra favorita es burbujeante, siente que los animales que la representan son el pavo real o la jirafa y Ariana Grande es su artista favorita. Aunque han pasado cinco años desde el rodaje, su personalidad aún refleja esa espontaneidad y humor casi sin filtro que se muestra a lo largo del documental. Cuando su prima le preguntó qué sintió al ver la película le respondió “gracias”, porque con “proyectos como este ya no nos ven como unos bichos raros”.
“Si Dios Fuera Mujer” es una cinta que se aleja de la forma marginal que se suele representar a la comunidad trans. Refleja cómo poner el amor sobre todas las cosas; la evolución del amor de una familia que abraza su nueva cotidianidad, desde el respeto y el amor propio que refleja Laura siendo consecuente con quien es en realidad. Es una invitación a hacer ese tránsito, el de aparentar ser feliz para realmente serlo.