Un monumento en el cielo en memoria de las personas desaparecidas
Por segundo año consecutivo se realizó en Bogotá “Ausentes, estrellas presentes”, una acción pública en la que organizaciones sociales y familiares de víctimas que luchan contra la desaparición forzada interpelan a la ciudadanía mediante la representación de los desaparecidos en las estrellas.
María Flórez
Los claveles blancos de la marcha de 1983. Un colibrí que encarna los tiempos de la memoria. El Palacio de Justicia abrasado por las llamas simbolizando la injusticia de la ausencia forzada. Un corazón que contiene la tristeza de la pérdida. El Monumento a la Resistencia de Cali, emblema de la acción colectiva. Una flor de loto que representa la vida digna. La mujer de los ojos vendados significando solidaridad e impunidad. Una cometa que eleva las exigencias de las víctimas. Una mariposa que personifica la separación y la búsqueda.
Todas esas imágenes están formadas por estrellas. Son asterismos o constelaciones creados por organizaciones de familiares de víctimas de desaparición forzada o de defensores de derechos humanos que acompañan las labores de documentación y búsqueda. Proyectadas en el domo del Planetario de Bogotá, conforman un “monumento a la memoria” de las personas desaparecidas forzadamente en Colombia, pero también de la ardua lucha de quienes se han organizado para buscarlas aun en medio de un clima de persecución, poca capacidad institucional e indiferencia social.
Este monumento efímero fue presentado al público el pasado viernes 4 de noviembre, como parte de la segunda versión de “Ausentes, estrellas presentes”, una acción pública de memoria resultado de un proceso de co creación en el que participaron el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR), el Planetario de Bogotá, la Línea Arte y Memoria Sin Fronteras de IDARTES y 12 organizaciones sociales y de víctimas. El proyecto busca asignarles un lugar en el cielo a las miles de personas que han sido desaparecidas en el país durante el conflicto armado.
La relación entre la búsqueda de los desaparecidos y la observación del cielo está condensada en un documental de Patricio Guzmán, pero también en la contemplación íntima que han hecho los familiares en las largas noches de espera. Durante la ausencia de su hermano Bernardo, desaparecido durante la retoma del Palacio de Justicia, en 1985, Sandra Beltrán observó muchas veces el firmamento: “Es un ejercicio que vengo haciendo desde que tenía 20 años, solo que lo hacía en la terraza de la casa paterna nuestra. Me daba la madrugada parada mirando el cielo, parada mirando y esperando que apareciera algo o pasara algo. Cuando murió mamá me daban horas enteras mirándolo, por una ventana o desde la terraza, buscando respuestas”.
Esta apreciación, y la elaboración de representaciones a partir de ella, ha estado presente durante toda la historia humana, según explica Carlos Molina, coordinador del Planetario de Bogotá: “El cielo ha sido un escenario de memoria para la humanidad desde que tenemos conciencia. Allí están plasmados en muchas culturas los héroes, los sueños, los miedos. En 2021, cuando comenzamos con este ejercicio, nos dimos cuenta de que construir nuestro propio cielo como una escultura de memoria fortalecería los relatos de lo que somos y lo que nos ha pasado, pero que sobre todo se constituiría para los familiares de las víctimas en un referente de estar mirando el mismo cielo que miraron nuestros ancestros y que, como la esperanza se mantiene, tal vez estén viendo los desaparecidos”.
En el mismo sentido, Jose Antequera, director del CMPR, explica que “en esta acción de memoria poética se pudieron cartografiar los casos de desaparición forzada en el cielo de acuerdo a un ejercicio participativo, por medio de constelaciones que fueron elaboradas por las propias organizaciones y que corresponden a los símbolos que reivindican por su experiencia y por sus luchas”.
En el domo del Planetario también se proyectó una línea de tiempo elaborada por las y los familiares, que comprende el periodo 1928 - 2022. Esta línea incorpora las fechas de creación de las organizaciones, algunos casos de desaparición forzada; acciones colectivas de búsqueda, construcción de memoria y creación o transformación de la legislación sobre la materia; y las tipologías de la desaparición, enmarcadas en los contextos políticos en que se produjeron. Allí pueden reconocerse la desaparición de Omaira Montoya, en 1977, así como el reciente fallo en el que la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró la responsabilidad internacional del Estado colombiano en la desaparición forzada de Pedro Movilla, dirigente del Partido Comunista de Colombia - Marxista Leninista.
Ya afuera del Planetario, en la Plazoleta del Parque de la Independencia, las y los familiares se arroparon con las estrellas. Cada una vistió una capa azul, en la que se iluminaron asterismos, nombres de los desaparecidos y frases proclamadas en marchas, plantones, conmemoraciones.
La organización Familiares del Palacio de Justicia, de la que hace parte Sandra Beltrán, portó la frase “Sus huellas, nuestras huellas, no se borrarán jamás”. Sandra explica su pertinencia: “Cada palabra que compone esa frase es real, porque nosotros hemos seguido las huellas de los desaparecidos del Palacio desde el momento en que salen tomados por la Fuerza Pública. Hemos seguido las huellas que nos han ido dejando estos 37 años por la Casa del Florero, el Cantón Norte, la Escuela de Artillería, las Cuevas de Sacromonte en Facatativá. Al hacer este recorrido, las hemos pisado y reafirmado”.
La elaboración de estas capas fue realizada en El Olimpo, un laboratorio de moda ubicado en el barrio Santa Fe, en el que trabajan mujeres trans. Fue la Madre Cindy, una experimentada lideresa y antigua habitante del barrio, quien guió a las familiares durante el proceso de bordado de luces y aplicación de pedrería. Para las participantes fue un escenario de aprendizaje, encuentro y catarsis.
Vestidas todavía con las capas, las familiares declamaron un poema creado colectivamente. En medio del ruido incesante del centro de Bogotá, las y los transeúntes escucharon: “No descansaremos hasta encontrarlos. Cada estrella es uno de los nuestros iluminando el destino. Nuestros ausentes habitan nuestras mentes [...] Y a ustedes, señoras y señores, ¿quién les hace falta en el país del olvido?”.
La vinculación de la ciudadanía en la búsqueda y la exigencia de justicia ha sido una prioridad para los familiares en este y mucho
s otros procesos de memoria. Pablo Cala, de la Fundación Hasta Encontrarlos, señala que “hay tres mensajes clave en esta acción pública. Primero, que nada justifica las desapariciones forzadas. Segundo, que la búsqueda no puede ser solamente una tarea de los familiares o de algunas instituciones, sino que debe ser una apuesta social, para que se puedan erradicar las desapariciones como una práctica contra quien siente y piensa diferente. Y tercero, que la memoria no es algo del pasado, sino algo presente que de manera directa nos está interpelando”.
La interpelación a la sociedad y al Estado para encontrar a los desaparecidos y poner fin a este crimen de lesa humanidad ha sido un trabajo permanente de las organizaciones sociales y de víctimas desde hace casi 40 años, cuando se fundó la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes). Como resultado de ella, el Congreso tipificó en 2000 el delito de desaparición forzada y los dos procesos de justicia transicional desarrollados en el país han creado mecanismos, equipos e instituciones para la búsqueda, que es todavía insuficiente teniendo en cuenta la dimensión de lo ocurrido. En su Informe Final, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad determinó que entre 1985 y 2016 fueron desaparecidas 121.768 personas en el país.
Esta labor desarrollada durante décadas ha empezado a ser recientemente reconocida. En su sentencia sobre el caso de Pedro Movilla, la Corte Interamericana le ordenó al Estado que, en un acto público de reconocimiento de responsabilidad, hiciera mención al “impacto particular sufrido” por Candelaria Vergara, esposa de Movilla, y otras mujeres que han buscado a los desaparecidos. Además, en octubre pasado, varios congresistas radicaron el Proyecto de Ley para la Protección Integral de los Derechos de Mujeres y Personas Buscadoras, impulsado por la Fundación Nidya Erika Bautista.
Consciente de la necesidad de reconocer la valiosa trayectoria de las organizaciones, esta versión de Ausentes, estrellas presentes incorpora una exposición en el segundo piso del Planetario, en la que se exhiben objetos que son vehículos de la memoria de sus luchas. Allí se encuentran desde las primeras cartillas circuladas por los familiares en la década de 1980, hasta las más recientes cartografías que han elaborado para señalar los lugares de donde se llevaron a los desaparecidos. También se han dispuesto pendones, camisetas y los rostros de las personas desaparecidas plasmadas en múltiples soportes, que podrán apreciarse hasta el próximo 20 de noviembre.
Rosalba Campos, integrante del Colectivo 82, destaca al respecto: “Estos objetos son muy valiosos, son un tesoro para nosotros y los guardamos con mucho cuidado. Ahí hay parte de la historia de lo que son los comienzos de Asfaddes, cuando nos unimos para luchar contra las desapariciones, las familias fueron llegando y fuimos viendo que no éramos solamente nosotros los que teníamos desaparecidos”.
El montaje de la exposición en el Planetario es también una apuesta por llegar a otros públicos, ocupando el espacio de una institución que la ciudadanía no vincula necesariamente con la memoria del conflicto o la violencia política. Cesar Santoyo, director del Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda, organización participante del proyecto, reflexiona en ese sentido: “Esto es disruptivo y hermoso, porque nos permite abrir estos diálogos en los lugares menos usados para ello. Así mismo tengo para recordar el Diálogo Internacional de Saberes sobre Desaparición Forzada, que lo hicimos en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Francisco José de Caldas, igual que hemos hecho performance y montajes en lugares disruptivos, en la calle, diciéndole a la sociedad que no puede estar de espaldas a la lucha contra la desaparición forzada”.
Al cierre de la acción pública, el CMPR y el Planetario les entregaron a las organizaciones 44 cartas celestes, en las que se evidencia el cielo que era posible ver en los lugares, fechas y horas aproximadas en las que fueron desaparecidas igual número de personas. La representación de las y los desaparecidos en el cielo, y la creación de un monumento celeste en su memoria, es, como señala Luz Marina Bernal, de la Fundación Fair Leonardo Porras, “permitir que, aunque estén ausentes, estén presentes cada noche para nosotros. Y también es darles una postura mucho más alta de la que hemos podido venir dándoles. Ya les tenemos un lugar en cada una de las estrellas, desde allá nos están alumbrando”.
Los claveles blancos de la marcha de 1983. Un colibrí que encarna los tiempos de la memoria. El Palacio de Justicia abrasado por las llamas simbolizando la injusticia de la ausencia forzada. Un corazón que contiene la tristeza de la pérdida. El Monumento a la Resistencia de Cali, emblema de la acción colectiva. Una flor de loto que representa la vida digna. La mujer de los ojos vendados significando solidaridad e impunidad. Una cometa que eleva las exigencias de las víctimas. Una mariposa que personifica la separación y la búsqueda.
Todas esas imágenes están formadas por estrellas. Son asterismos o constelaciones creados por organizaciones de familiares de víctimas de desaparición forzada o de defensores de derechos humanos que acompañan las labores de documentación y búsqueda. Proyectadas en el domo del Planetario de Bogotá, conforman un “monumento a la memoria” de las personas desaparecidas forzadamente en Colombia, pero también de la ardua lucha de quienes se han organizado para buscarlas aun en medio de un clima de persecución, poca capacidad institucional e indiferencia social.
Este monumento efímero fue presentado al público el pasado viernes 4 de noviembre, como parte de la segunda versión de “Ausentes, estrellas presentes”, una acción pública de memoria resultado de un proceso de co creación en el que participaron el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación (CMPR), el Planetario de Bogotá, la Línea Arte y Memoria Sin Fronteras de IDARTES y 12 organizaciones sociales y de víctimas. El proyecto busca asignarles un lugar en el cielo a las miles de personas que han sido desaparecidas en el país durante el conflicto armado.
La relación entre la búsqueda de los desaparecidos y la observación del cielo está condensada en un documental de Patricio Guzmán, pero también en la contemplación íntima que han hecho los familiares en las largas noches de espera. Durante la ausencia de su hermano Bernardo, desaparecido durante la retoma del Palacio de Justicia, en 1985, Sandra Beltrán observó muchas veces el firmamento: “Es un ejercicio que vengo haciendo desde que tenía 20 años, solo que lo hacía en la terraza de la casa paterna nuestra. Me daba la madrugada parada mirando el cielo, parada mirando y esperando que apareciera algo o pasara algo. Cuando murió mamá me daban horas enteras mirándolo, por una ventana o desde la terraza, buscando respuestas”.
Esta apreciación, y la elaboración de representaciones a partir de ella, ha estado presente durante toda la historia humana, según explica Carlos Molina, coordinador del Planetario de Bogotá: “El cielo ha sido un escenario de memoria para la humanidad desde que tenemos conciencia. Allí están plasmados en muchas culturas los héroes, los sueños, los miedos. En 2021, cuando comenzamos con este ejercicio, nos dimos cuenta de que construir nuestro propio cielo como una escultura de memoria fortalecería los relatos de lo que somos y lo que nos ha pasado, pero que sobre todo se constituiría para los familiares de las víctimas en un referente de estar mirando el mismo cielo que miraron nuestros ancestros y que, como la esperanza se mantiene, tal vez estén viendo los desaparecidos”.
En el mismo sentido, Jose Antequera, director del CMPR, explica que “en esta acción de memoria poética se pudieron cartografiar los casos de desaparición forzada en el cielo de acuerdo a un ejercicio participativo, por medio de constelaciones que fueron elaboradas por las propias organizaciones y que corresponden a los símbolos que reivindican por su experiencia y por sus luchas”.
En el domo del Planetario también se proyectó una línea de tiempo elaborada por las y los familiares, que comprende el periodo 1928 - 2022. Esta línea incorpora las fechas de creación de las organizaciones, algunos casos de desaparición forzada; acciones colectivas de búsqueda, construcción de memoria y creación o transformación de la legislación sobre la materia; y las tipologías de la desaparición, enmarcadas en los contextos políticos en que se produjeron. Allí pueden reconocerse la desaparición de Omaira Montoya, en 1977, así como el reciente fallo en el que la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró la responsabilidad internacional del Estado colombiano en la desaparición forzada de Pedro Movilla, dirigente del Partido Comunista de Colombia - Marxista Leninista.
Ya afuera del Planetario, en la Plazoleta del Parque de la Independencia, las y los familiares se arroparon con las estrellas. Cada una vistió una capa azul, en la que se iluminaron asterismos, nombres de los desaparecidos y frases proclamadas en marchas, plantones, conmemoraciones.
La organización Familiares del Palacio de Justicia, de la que hace parte Sandra Beltrán, portó la frase “Sus huellas, nuestras huellas, no se borrarán jamás”. Sandra explica su pertinencia: “Cada palabra que compone esa frase es real, porque nosotros hemos seguido las huellas de los desaparecidos del Palacio desde el momento en que salen tomados por la Fuerza Pública. Hemos seguido las huellas que nos han ido dejando estos 37 años por la Casa del Florero, el Cantón Norte, la Escuela de Artillería, las Cuevas de Sacromonte en Facatativá. Al hacer este recorrido, las hemos pisado y reafirmado”.
La elaboración de estas capas fue realizada en El Olimpo, un laboratorio de moda ubicado en el barrio Santa Fe, en el que trabajan mujeres trans. Fue la Madre Cindy, una experimentada lideresa y antigua habitante del barrio, quien guió a las familiares durante el proceso de bordado de luces y aplicación de pedrería. Para las participantes fue un escenario de aprendizaje, encuentro y catarsis.
Vestidas todavía con las capas, las familiares declamaron un poema creado colectivamente. En medio del ruido incesante del centro de Bogotá, las y los transeúntes escucharon: “No descansaremos hasta encontrarlos. Cada estrella es uno de los nuestros iluminando el destino. Nuestros ausentes habitan nuestras mentes [...] Y a ustedes, señoras y señores, ¿quién les hace falta en el país del olvido?”.
La vinculación de la ciudadanía en la búsqueda y la exigencia de justicia ha sido una prioridad para los familiares en este y mucho
s otros procesos de memoria. Pablo Cala, de la Fundación Hasta Encontrarlos, señala que “hay tres mensajes clave en esta acción pública. Primero, que nada justifica las desapariciones forzadas. Segundo, que la búsqueda no puede ser solamente una tarea de los familiares o de algunas instituciones, sino que debe ser una apuesta social, para que se puedan erradicar las desapariciones como una práctica contra quien siente y piensa diferente. Y tercero, que la memoria no es algo del pasado, sino algo presente que de manera directa nos está interpelando”.
La interpelación a la sociedad y al Estado para encontrar a los desaparecidos y poner fin a este crimen de lesa humanidad ha sido un trabajo permanente de las organizaciones sociales y de víctimas desde hace casi 40 años, cuando se fundó la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asfaddes). Como resultado de ella, el Congreso tipificó en 2000 el delito de desaparición forzada y los dos procesos de justicia transicional desarrollados en el país han creado mecanismos, equipos e instituciones para la búsqueda, que es todavía insuficiente teniendo en cuenta la dimensión de lo ocurrido. En su Informe Final, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad determinó que entre 1985 y 2016 fueron desaparecidas 121.768 personas en el país.
Esta labor desarrollada durante décadas ha empezado a ser recientemente reconocida. En su sentencia sobre el caso de Pedro Movilla, la Corte Interamericana le ordenó al Estado que, en un acto público de reconocimiento de responsabilidad, hiciera mención al “impacto particular sufrido” por Candelaria Vergara, esposa de Movilla, y otras mujeres que han buscado a los desaparecidos. Además, en octubre pasado, varios congresistas radicaron el Proyecto de Ley para la Protección Integral de los Derechos de Mujeres y Personas Buscadoras, impulsado por la Fundación Nidya Erika Bautista.
Consciente de la necesidad de reconocer la valiosa trayectoria de las organizaciones, esta versión de Ausentes, estrellas presentes incorpora una exposición en el segundo piso del Planetario, en la que se exhiben objetos que son vehículos de la memoria de sus luchas. Allí se encuentran desde las primeras cartillas circuladas por los familiares en la década de 1980, hasta las más recientes cartografías que han elaborado para señalar los lugares de donde se llevaron a los desaparecidos. También se han dispuesto pendones, camisetas y los rostros de las personas desaparecidas plasmadas en múltiples soportes, que podrán apreciarse hasta el próximo 20 de noviembre.
Rosalba Campos, integrante del Colectivo 82, destaca al respecto: “Estos objetos son muy valiosos, son un tesoro para nosotros y los guardamos con mucho cuidado. Ahí hay parte de la historia de lo que son los comienzos de Asfaddes, cuando nos unimos para luchar contra las desapariciones, las familias fueron llegando y fuimos viendo que no éramos solamente nosotros los que teníamos desaparecidos”.
El montaje de la exposición en el Planetario es también una apuesta por llegar a otros públicos, ocupando el espacio de una institución que la ciudadanía no vincula necesariamente con la memoria del conflicto o la violencia política. Cesar Santoyo, director del Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda, organización participante del proyecto, reflexiona en ese sentido: “Esto es disruptivo y hermoso, porque nos permite abrir estos diálogos en los lugares menos usados para ello. Así mismo tengo para recordar el Diálogo Internacional de Saberes sobre Desaparición Forzada, que lo hicimos en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Francisco José de Caldas, igual que hemos hecho performance y montajes en lugares disruptivos, en la calle, diciéndole a la sociedad que no puede estar de espaldas a la lucha contra la desaparición forzada”.
Al cierre de la acción pública, el CMPR y el Planetario les entregaron a las organizaciones 44 cartas celestes, en las que se evidencia el cielo que era posible ver en los lugares, fechas y horas aproximadas en las que fueron desaparecidas igual número de personas. La representación de las y los desaparecidos en el cielo, y la creación de un monumento celeste en su memoria, es, como señala Luz Marina Bernal, de la Fundación Fair Leonardo Porras, “permitir que, aunque estén ausentes, estén presentes cada noche para nosotros. Y también es darles una postura mucho más alta de la que hemos podido venir dándoles. Ya les tenemos un lugar en cada una de las estrellas, desde allá nos están alumbrando”.