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Una carta de perdón a todas las víctimas de secuestro por parte de antiguos comandantes de las Farc, el pasado 14 de septiembre, revivió uno de los casos más dolorosos e indignantes en este apéndice del conflicto armado.
(En contexto: “Les arrebatamos lo más preciado: su libertad y dignidad”: Farc a víctimas de secuestro)
En la misiva, en la que la antigua guerrilla reconoce el dolor que provocó el secuestro, aseguran enfáticamente sentir vergüenza por “no haber escuchado el clamor de Andrés Felipe Pérez, quien murió esperando reencontrarse con su padre”.
Desde ese mismo día, algunos de los colombianos que conocieron este caso, ocurrido entre el 2000 y el 2002 hicieron memoria: compartieron fotos del niño en el hospital, las marchas que se hicieron en ese entonces para apoyarlo y los videos en los que Andrés le imploraba a las Farc la liberación de su padre, el cabo de la Policía José Norberto Pérez Ruíz, para volverlo a ver, para tener la posibilidad de despedirse de él.
Andrés Felipe Pérez Ocampo nació en Buga (Valle del Cauca). Desde pequeño tuvo que enfrentarse al cáncer y pasó por múltiples cirugías para evitar que se expandiera a otros órganos. Le extirparon un riñón y el pulmón izquierdo siendo bebé. El 17 de marzo de 2000 secuestraron a su padre y 21 meses después, el cáncer hizo metástasis en los órganos del lado derecho y la parte superior de su pierna izquierda de Andrés y acabó con su vida.
“Señores de las Farc, por favor, liberen a mi papá que yo lo quiero aquí conmigo para que él me abrace y me dé muchos besos, como lo hacía antes”, decía Andrés entre lágrimas a sus doce años, en los videos registrados de la época. “Señores de las Farc Ep, es un viaje muy complicado porque por tierra es muy duro porque estoy muy cansado, muy agotado”, fue otra de las tantas intervenciones.
(Vea: Víctimas de secuestro de FARC insisten en que exguerrilleros deben decir la verdad ante la JEP)
Ese viaje al que se refiere era para ir a San Vicente del Caguán (Caquetá), uno de los municipios donde se declaró la zona de despeje entre el expresidente Andrés Pastrana y las Farc en un intento de negociar la paz. Manuel Marulanda Vélez o “Tirofijo”, jefe máximo de la guerrilla, había pedido que el niño fuera trasladado a esa zona para que visitara a su padre, a pesar del cáncer.
La exguerrilla siempre se negó a liberar a José Norberto Pérez. Era “canjeable”: lo pondrían en libertad a cambio de que el gobierno también liberara y les entregara a Ignacio Gónzalez Perdomo, integrante de las Farc preso y quien, según registros de la época, también era enfermo terminal. El gobierno de Pastrana, con la vocería del entonces comisionado para la paz, Camilo Gómez, siempre se negó a esa solicitud.
Se realizaron marchas que convocaron a miles de colombianos. Dirigentes políticos, empresarios y sindicatos expresaron su rechazo por la postura y crueldad de las Farc. Incluso intervino el papa Juan Pablo II, pero la exguerrilla nunca accedió. Andrés murió el 18 de diciembre de 2001 sin despedirse de su padre.
Al día siguiente su cuerpo fue llevado en el ataúd por cientos de personas en Buga, desde el comando policial hasta la Catedral Católica del Señor de los Milagros y luego al cementerio municipal.
Cuatro meses después, la familia recibió el cuerpo de José Norberto Pérez. El 6 de abril de 2002, el policía Pérez y su compañero en cautiverio, el subintendente Víctor Marulanda, fueron asesinados por la espalda cuando intentaban huir. Dejaron sus cuerpos en un sector de la vereda Santa Ana, en Granada (Antioquia) para que la Cruz Roja Internacional los recogiera.
Pérez estuvo secuestrado 25 meses y murió por dos impactos de bala. Su familia lo despidió en la Basílica Metropolitana de Medellín y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Buga, al lado de su hijo.
La toma a Santa Cecilia
De acuerdo con El Tiempo, Andrés vivió hasta los diez años con su papá. Luego de la separación de sus padres, se fue a vivir con su mamá Francia Edith Ocampo y su media hermana Ana a la vereda de Guadualejo, a diez minutos de Buga. Su padre se fue a Pereira y luego fue enviado a comandar el puesto de Policía del corregimiento de Santa Cecilia, en Pueblo Rico (Risaralda).
El 17 de marzo del 2000, un grupo de guerrilleros del Frente Aurelio Rodríguez llegó al corregimiento y se dirigió casi que de inmediato al puesto de la Policía. Su intención era tomar el control del pueblo, localizado entre la ruta que lleva de Pereira a Quibdó y clave para tener acceso al Pacífico.
El reportaje “La sábana blanca de Jesús Castillo” reconstruyó los hechos. Recoge el relato de este profesor, quien evitó que el ataque tuviera más consecuencias. Vio cómo a punta de granadas, pipetas de gas y disparos, las Farc atacaron la sede de la Policía y sacaron a 17 policías. Ese día mataron al carnicero y exconcejal Edgar Palacios, se llevaron al cabo José Norberto Pérez y gran parte de la población tuvo que huir. El pueblo quedó bajo el dominio absoluto de la guerrilla por cuatro años.
Uno de los comandantes de ese frente y quien estuvo a cargo de la toma fue Hernán Gutiérrez Villada, más conocido como Gadafi, temido en Antioquia y Caldas. A pesar de la oposición de la gente del pueblo, este exguerrillero decidió llevarse al cabo Pérez para pedir más adelante la libertad de sus compañeros presos en cárceles.
Se lo llevó para el oriente antioqueño para juntarlo con otros secuestrados y ahí quedó bajo la vigilancia de otros combatientes. “Escuché la noticia que lo habían matado. Estaba muy lejos de donde yo me encontraba. Pero también escuché la noticia del niño de él, que tenía cáncer”, aseguró para el reportaje.
Villada hizo parte de las negociaciones de paz en La Habana desde 2015 y empezó su proceso de reincorporación en la zona veredal -para ese momento- de Dabeiba. Colombia2020 se comunicó con él para hablar del secuestro del cabo Pérez y el pedido de perdón de la exguerrilla, pero manifestó que solo hablaría del tema personalmente.
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Los demás excomandantes que firmaron la carta del 14 de septiembre de 2020 con el pedido de perdón también manifestaron que solo hablarán de este tema puntual en la Jurisdicción Especial para la Paz y en la medida en que reciban más demandas de verdad para hacer los correspondientes actos de reconocimiento y perdón.